Al tiempo aterricé finalmente en Dubai. El primer recuerdo que tengo es que cuando salí de la terminal del aeropuerto siguiendo al tipo de la empresa que me había ido a buscar, el calor fue como una piña en la cara, sin exagerar. Era agobiante, parecía que estaba respirando sopa caliente. Nunca antes había sentido ese tipo de calor y nunca antes mi nariz tomó una respiración profunda y sintió el aroma del desierto, que ahí lo impregnaba todo. Nasir no me fue a recibir porque estaba con otras cosas, pero me mandó un mensaje de bienvenida cuando le avisaron que llegué, diciéndome que no me preocupara que una vez instalada en el complejo me iban a orientar.
Dubai no es para nada grande, o al menos no se siente grande. El tráfico fluye y se puede ir de una punta a la otra rápido. Yo estaba encantada con los rascacielos enormes y todas las tiendas que veía desde el auto. En unos minutos nada más la edificación comenzó a cambiar, a hacerse más baja, y pronto llegamos al complejo. El chofer se cargó las dos valijas que había traído y yo llevaba mi bolsito con mis cosas más personales. Lo seguí por el complejo que era bastante extenso, por dentro parecía una mansión enorme, con livings, comedores y espacios amplios y abiertos. Pero era todo edificado en planta baja, no había escaleras ni segundos pisos en ningún lado. Había varios espacios verdes bien cuidaditos entre las edificaciones, con arbustos y palmeras hermosas. La arquitectura del lugar era hermosa en serio. Las edificaciones parecían bastante tradicionales del Medio Oriente a la vista desde afuera, pero por adentro eran una mezcla de la belleza de lo antiguo y la funcionalidad de lo moderno.
Al llegar a la que me imaginé que iba a ser mi habitación casi me caigo de culo ahí mismo. Era enorme. Facil tres veces más amplia que todo mi departamento en Buenos Aires. Quizás más. Tenía una cama king size bellísima y se veía algo antigua, había cortinas por todos lados. Daba a uno de los jardincitos y no tenía cerramientos ni ventanas. Uno de sus lados directamente no existía y estaba todo cortinado, dando a una alcoba o galería, techada a la sombra, y ahí mismo comenzaba el jardín. Tenía un baño enorme muy lujoso y en un rincón una pequeña oficinita sin división, como parte del ambiente, con una silla ergonómica y un escritorio, con una laptop ya instalada ahí. También había una pequeña barra y una heladerita, junto con un hornito eléctrico discretamente puesto por debajo para que no se notara, junto con una máquina de café. Tenía un closet enorme que estaba completamente vacío cuando llegué.
Me refresqué un poco y me di una ducha para sacarme el calor que llevaba encima, pero a los dos minutos de salir ya lo sentía de nuevo. Me iba a tener que acostumbrar o acostumbrar. Me puse una ropa fresca y holgada que había traído, asegurándome que no fuese nada sugerente o revelador, ya que era una de las estipulaciones de mi contrato. Lo de vestirse sugerente o de putita era nada más para cuando yo atendiera a algún cliente, el resto del tiempo nosotras éramos empleadas de la empresa y ese complejo, por más hermoso e inusual que fuese, era un lugar de trabajo, no un spa.
No había visto a nadie más que el chofer que me llevó hasta ahí y llevó mis valijas hasta mi habitación. Lo único que escuchaba eran los graznidos de algunos pájaros de vez en cuando bajo el sol infernal del mediodía y la suave quietud del desierto afuera del complejo. Yo le decía ‘desierto’ pero no es que el complejo estaba en el medio de la nada. Estaba bien en las afueras de Dubai y había otras edificaciones que se veían desde el complejo, pero bien lejos. Entre el complejo y esas edificaciones, si, no había mas que la arena y la tierra reseca que lo permeaba todo.
Un rato más tarde golpearon a la puerta y entró una mujer. En toda mi vida, corta pero vida al fin, yo solamente me enamoré de una mujer. Una sola. Quiero decir, enamorada en serio. Perdidamente enamorada. Chispazo. Nervios en el estómago. Sudor en las manos. Colgarme mirándola y que me tenga que llamar la atención. Deseo. Y fue de ésta mujer que entró a mi habitación.
Estaba vestida bastante occidental, con una blusa suelta y pantalones holgados. Bien profesional. Cuando me habló y se presentó enseguida le reconocí la voz, era la mujer que había estado en mi entrevista con Nasir, cubierta totalmente en su burqa. Pensé que crimen horrible era cubrir a una mujer así. Tenía más de cuarenta años, seguramente por como se comportaba, con la seguridad y confianza que emanaba, pero una piel canela suave increíble, sin una sola marca o arruga que le pudiera ver que delatara su edad. El pelo negro, suave y lacio, le caía como una cascada de la mismísima noche sobre los hombros y la espalda, rodeando una cara suave y preciosa, parecía una joya color canela con dos esmeraldas increibles y brillantes en los ojos, y un cinturón de perlas cada vez que sonreía. Cuando la ví se me desmoronó algo adentro, y cuando me sonrió y me dió la mano fue directamente eléctrico.
Nos quedamos charlando en mi habitación unos minutos. Se llamaba Badrai (después buscando aprendí que era una referencia a la luna llena y a un hada de antiguos cuentos persas. Que apropiado, por Dios…). Me dijo si quería tomar un café y que nos conocieramos un poco, ya que íbamos a trabajar juntas. Le dije por supuesto que sí. Si me decía que me quería atar a la cama y chuparme como un caramelo una semana seguida también le habría dicho que si. Si me decía que quería que yo invadiera la India sola, también le habría dicho que si. Hablaba un inglés perfecto, también británico, y al igual que Nasir no habría estado fuera de lugar presentando las noticias en la BBC. Cada vez que hablaba y oía su voz yo sentía como que había un pedazo de seda persa, suave y milenaria, que se desprendía de esos labios increíbles y no me entraba en los oídos, nada mas pasaba y me los acariciaba, me daba una vuelta alrededor de la cabeza y me acariciaba de nuevo al irse y perderse en el desierto.
Charlando y tomándonos el café ahí en mi habitación, la fui conociendo y ella a mi. Siempre fue super profesional, nunca extremadamente amistosa. Ahí se trabajaba, no se venía a hacer amigos ni a conseguir novia. Me dijo los detalles finos del trabajo, los que no estaban en el contrato. Me dijo que me iba a ver muy seguido, casi todos los días, ya que si Nasir era el capitán, ella era una especie de sargento, coordinando los trabajos y a las otras chicas del complejo, que no eran muchas.
Badrai era una Afgana de una aldea cerca de la frontera con Pakistán, ni siquiera un pueblo, me dijo. Una aldea cien por cien Pashtún, como ella. Cuando era muy chica los Soviéticos invadieron Afganistán y su padre pudo escapar a tiempo con la familia, cruzándose a Pakistán. Vivieron en varios lugares humildes de ese país y luego al morir su padre ella se mudó a Jordania, donde comenzó a trabajar de lo nuestro. Conoció ahí a uno de los socios del fondo, quien la rescató y se la trajo a los Emiratos. Este socio le pagó su educación en Inglaterra, por lo que le estaba eternamente agradecida. Muchos años después conoció a Nasir cuando él empezó a trabajar para el fondo y aquí estaba, ayudándolo a llevar su proyecto día a día. Badrai hablaba árabe, inglés, farsi, francés y algo de ruso. Nasir le había pedido que ya arrancara ayudandome con el inglés, para ver si podía mejorar mi pronunciación. Y que una vez que terminemos con eso, que me pusiera a aprender francés, árabe o lo que era mejor si se podía, los dos. Que iba a tener un tutor que vendría tres veces por semana al complejo solo para eso.
Le pregunté si ella estaba en una relación con Nasir y me dijo que no, sonriendo. Que lo quería mucho y lo apreciaba por todo lo que Nasir la había ayudado y que sentía que tenían éste proyecto en el complejo en común, pero que ella vivía acá y Nasir en la ciudad, que no estaban juntos, solamente tenían una relación profesional y personal muy buena. Me dijo que me iba a ver seguido y me iba a cansar de verla, que me iba a estar encima todo el tiempo al principio indicándome cómo iban a ser los trabajos, educándome en lo que ellos pensaban que me faltaba y cómo me tenía que desempeñar. Que si ellos veían que yo me aplicaba y hacía las cosas bien, estarían encantados porque necesitaban una chica como yo, ya que las otras no cubrían lo que yo hacía.
Me dijo que yo tenía un día libre por semana para mi, si no interfería con la visita de algún cliente que tuviera que atender, y que en ese día podía quedarme ahí en el complejo si quería, que tenían todo, pero si quería ir a la ciudad a pasear o de compras que le avise a ella y ella coordinaba para que me acompañara una persona de seguridad de la empresa y que ella me iba a indicar cómo vestirme y comportarme en público. Al ser yo extranjera y no musulmana, muchas de las normas y costumbres no me afectaban, pero otras sí. Me recalcó que yo no era ni una prisionera, ni una esclava, pero tenía que cumplir las reglas estrictas del complejo y de los Emiratos en general, que ella me las iba a enseñar. Al igual que me había indicado ya Nasir, me repitió que nada de alcohol, nada de drogas y si fumaba que lo largara. Dentro o fuera del complejo, no importaba.
Dijo que trate de llevarme bien con las otras chicas, pero que recuerde que el complejo era un lugar de trabajo. Que nuestras relaciones tenían que ser de compañeras de trabajo y nada más. El foco tenía que estar en el trabajo. Ni ella ni las chicas solían juntarse en ninguna área común del complejo, ni formalmente comer juntas ni nada de eso, cada una llevaba sus horarios y tenía sus asignaciones de clientes. Pero ese día como yo era nueva ibamos a cenar todas para que me conozcan y sepan quién era yo. Badrai me dijo que podía moverme por cualquier área común del complejo pero no salir sin autorización o sin una escolta de seguridad y también, que ésto era importantísimo, el sector norte del complejo yo no lo tenía que visitar por ningún motivo. La prohibición era explícita, no estaba permitido y era causal de ser despedida. También que muchas veces iba a ver a gente que atendía el complejo o cuidaba los jardines. También de vez en cuando si Nasir estaba ahí ya que le gustaba pasar una o dos noches en el complejo a veces, que vería a empleados y analistas del fondo venir y reunirse con el. Iban a estar claramente identificados y yo tenía prohibido hablarles o tener cualquier contacto con ellos, para evitar cualquier posibilidad de insider trading y por seguridad operativa.
A la tardecita nos juntamos a cenar, no éramos muchas realmente. Las conocí al resto de las chicas y charlamos amablemente mientras comíamos una cena con mucha fruta y verduras que nunca había probado, me encantó. Badrai me presentó a Anna, una Eslovaca que era imponente. Media más de 1,90 y tenía músculos marcados por todos lados. Se la pasaba matándose en el gimnasio del complejo y le gustaba hacer arquería en los jardines, así hicieran 50 grados de calor. Una verdadera bestia de mujer, hermosa de cara pero parecía fisicoculturista. Era algo simpática, pero de trato bastante distante y profesional. Me dijo que a ella la iba a ver seguido ya que su habitación estaba cerca de la mia, en nuestro sector del complejo. Otra de las chicas era Saudi, se llamaba Aisha. Una chiquita de piel bien canela oscura con una linda sonrisa, también a ella la iba a ver seguido me dijo Badrai.
A las otras dos, Badrai me dijo que me las estaba presentando en la cena para que nos conocieramos, pero que no las iba a ver casi nada ya que ellas trabajaban y vivían en el sector norte, que yo tenía vedado. Una era una asiática hermosa, alta, flaca y esbelta, con un pelo negro hermoso y lacio y una cara linda pero muy chata, que me imaginé que maquillada acorde podía perfectamente pasar como para un cartel de Madame Butterfly. Era una Taiwanesa que se llamaba Tzu-Hui (se pronunciaba Su-Féi, me dijo). La otra era una Canadiense con un nombre latino, Ana María. Era hija de Colombianos y hablaba español. Tenía todos los rasgos de una Colombiana de esas hermosas y llamativas, junto con las curvas caribeñas apropiadas. Me dio algo de pena por el tema del idioma en común que a ella tampoco la iba a ver mucho, ya que también vivía y trabajaba en el sector norte. Ana María me pareció recontra reservada y callada, siempre muy seria, hasta con las otras chicas que ya conocía.
Cuando le pregunté a Badrai por el tema del sector norte y de las chicas ahí, me dijo que me olvidara. Que ellas hacían ‘servicios especiales’, que el sector norte era para eso y que me lo sacara de la cabeza, que ni preguntara. Es el día de hoy que no sé exactamente qué son los servicios especiales de Tzu-Hui y Ana María, y ya ni tengo ganas de preguntar.
Y así comenzó mi vida ahí. Después por supuesto con el tiempo se me fue pasando, pero había caído enamoradísima de Badrai, y no le podía decir nada. Yo soñaba en esas primeras semanas, medio despierta y medio dormida, que nos escapabamos las dos al desierto, a algún oasis o algo asi, y que ahí por fin nos podíamos dar todo el amor que sentíamos (asumiendo que Badrai sentía lo mismo, que en la realidad no era el caso pero en mi sueño si). Por fin podíamos amarnos, por días enteros, y darnos todo el placer que queríamos. Y yo podía beber de esos ojos, de esa piel, de esa voz y de esa mujer. Beber hasta hartarme de su belleza, y escuchar cuando me hablaba suave con una voz que venía directo del pasado milenario, mientras sus labios y su lengua amaban a mi cuerpo y lo hacían retorcer de dulce éxtasis. Una, y otra, y otra vez.
Soñar no me costaba nada.
Comencé a atender clientes bastante rápido, al mes de ya estar ahí y ya sentirme cómoda. Eran de todo el mundo, realmente. Hombres y algunas mujeres también. Mucho detalle no puedo dar debido a la confidencialidad que aun tengo, pero cuando Nasir y el fondo querían agasajar a algún cliente y hospedarlo en el complejo, y ese cliente requería mi tipo de trabajo y de mujer, yo me ocupaba de hacerlo y dejarlo satisfecho. Más que satisfecho. Una por ahí se piensa que mi vida ahí era cogerme tipos con mucha guita y nada más, pero no hay nada más alejado de la realidad. Me sentía de nuevo como el nene jugador de fútbol, que la rompió una temporada jugando en primera y que de repente a esa edad lo compraba el Manchester City o el Real Madrid. No era jugar a la pelota y nada más, como ésto no era dejarme coger por pedófilos y nada más. De hecho el sexo era lo que menos tiempo llevaba.
Me sentaba con Badrai días antes de la visita del cliente que iba a atender y nos pasabamos horas revisando el dossier que el fondo nos había armado. Viendo que hacer, cómo y por dónde entrarle mejor. La meta era, para simplificar la explicación, que el tipo decidiera poner finalmente el gancho y que su dinero lo manejara nuestro fondo. No había otra meta. Y luego que el tipo se fuera, un dia mas de debriefing con Badrai, para estudiar que se hizo bien, que se pudo haber mejorado y ver qué lecciones se podían sacar para la próxima, tanto del éxito como del fracaso. Y por supuesto tenía mis lecciones de lenguaje con mi tutor. Y por supuesto la dieta que nuestro nutricionista nos hacía seguir. Y los exámenes médicos cada tres semanas. Y estudios. Estudios por todos lados. Leer todo el tiempo, que me encantaba ya de por sí. Aprender de todo y de todos, para ser una mejor y más eficiente puta para el fondo.
Como muestra del nivel de detalle que Badrai me requería al atender a mis clientes, me decía que siempre me fijara la forma y los rasgos de la pija de los tipos. Que ya les había pasado un par de veces que gente de Mossad se les quisieron aproximar por nuestro lado y que me fijara como tenía la circuncisión el tipo. Esa práctica era bastante común en el mundo islámico también, pero los Hebreos lo hacían un poco distinto y al crecer el miembro del hombre quedaba algo diferente. Detalles mínimos. Se pasó media hora mostrándome imágenes de pijas para que aprenda las diferencias y se las reporte enseguida si hacía falta.
También Badrai notó enseguida el talento natural que yo tenía para leer a los clientes y lo empezó a cultivar. Le encantaba esa parte de mi. Nos pasabamos horas y horas haciendo roleplay, sin llegar a lo físico por supuesto, para que yo practicara y ella viera, y entre las dos decidir mientras yo estuviera con los clientes, que preguntar, que no, que escuchar y en qué momento se decía, entender lo que decían, lo que no decían, lo que sugerían y lo que se les escapaba en la intensidad del momento de su orgasmo. Gestos, que acariciaban ellos de mi y que no… ver que tatuajes tenían, hasta los más chiquitos, y adonde. Memorizando todo, reportando después.
Había pasado de Ferro a Manchester de golpe. Sin escalas.
Con el tiempo todos estaban muy contentos conmigo y me terminé acostumbrando muy bien. Sobre todo al calor constante, fue lo que más me costó, pero finalmente lo logré. Lo veía a Nasir de vez en cuando y siempre me venía a saludar, preguntándome cómo estaba y si necesitaba algo. Como hacía con todas las chicas. Y algunas noches se quedaba en el complejo. Pese a lo que Badrai me había dicho en su momento, una noche en la quietud del desierto, desde mi cama vi a lo lejos en otra de las edificaciones como Badrai entraba a la habitación de Nasir y se acostaba con él. No fue la única vez. Por suerte ya se me había pasado el enamoramiento. Nunca vi a Nasir con ninguna otra de las chicas, solo con ella.
Cuando tenía el día libre me encantaba ir a la ciudad, generalmente de compras pero a veces solo a pasear. Me daba pena por el pobre tipo de seguridad de la empresa que me tenía que acompañar, pero el no me daba mucha bola. Era su trabajo. Los shoppings de Dubai son alucinantes, gigantescos, y me pasaba todo el dia. Llené el closet de mi habitación muy rápido, con las mejores marcas del mundo. Me lo podía pagar, me lo podía más que pagar. Y no era solo eso. Visité todos los museos increíbles que tenía Dubai y mi corazón me dió un saltito en el pecho cuando me enteré que el museo del Louvre también estaba allí muy cerca, no en Dubai pero en Abu Dhabi. Lo visité varias veces en mis días libres.
En una de mis visitas al Louvre de Abu Dhabi tuve la suerte que habían llevado desde París un Da Vinci, que siempre me encantó. No lo iban a tener mucho tiempo, así que aproveché. En la quietud del salón del museo, me senté sola enfrente del original de La Belle Ferronnière… y ahí me quedé. Me caían lágrimas de los ojos como una pelotuda. El de seguridad que me acompañaba no entendía nada, y yo perdida en la pintura llorando de emoción lo entendía todo.
Formé una linda relación con Nasir también, siempre nos quedabamos hablando cuando venía al complejo y siempre le rompía las bolas por algo, con una sonrisa. El se reía también, diciendo que extrañaba tener una chica tan joven en el complejo, pidiéndole cosas todo el tiempo. Sin decírmelo directamente, como sugiriendo que me sentía onda de hija. Lo jodía risueñamente, pero se portó de maravillas conmigo y me hizo un regalo un día que no voy a olvidar nunca. Yo ya hacía más de un año que estaba ahí y la verdad que ellos estaban muy contentos conmigo, y yo con ellos. Un día lo agarré a Nasir y le dije si por favor me ayudaba a continuar mis estudios, que los había dejado inconclusos por venir acá. Me preguntó que estaba estudiando y le dije, Historia del Arte.
Se le iluminaron los ojitos y me sonrió. Me dijo que iba a ver qué podía hacer, que le llenaba de felicidad el corazón ver a alguien queriendo progresar y mejorarse. Que lo esperara, que él en unos días iba a hacer su Hajj, su peregrinaje a Mecca, pero cuando volvía lo iba a ver. Le prometí que no iba a interferir con mi trabajo y me dijo que estaba seguro que no.
Al mes siguiente me consiguió el ingreso a una de las universidades de Dubai, para seguir cursando mi carrera desde el complejo. Yo casi lloro de felicidad. La siguiente vez que lo vi a Nasir en el complejo me le colgué del cuello y lo maté a besos en la mejilla. Por suerte ninguna de las otras chicas nos vio, él se moría de risa.
A Abu Dhabi también fui a acompañarlo a Nasir una vez a ver la carrera de Formula 1. Fue entretenido pero me tuve que poner tapones en los oídos. A él le encantó. Donde no me tenía que poner tapones era cuando en mis días libres podía ir a ver algún concierto a alguna arena de la ciudad. Pude ver a Muse y fue increíble. Vi a Imagine Dragons, a Coldplay, a Dua Lipa… tantos otros. Me encantaba Dubai de noche y todos los eventos que tenía.
Hace ya cuatro años que estoy allá, trabajando con ellos. Me dan un mes de vacaciones por año, que lo aprovecho para volver a Argentina y ver a mi mamá y a Laura, también reencontrarme con algún amigo. Por suerte me sigo viendo bastante como nena, pero ya no es tanto lo que era al principio. El tiempo pasa para todas. Se lo comenté a Badrai, que yo tenía miedo que al dejar de verme como nena que a ellos ya no les iba a interesar tenerme ahí. Me dijo que eso ya lo había hablado hacía tiempo con Nasir, pero que no me preocupara. Todavía me veía bastante como nena y no había perdido nada del acting y la onda de nena, que era igual de importante. Que estaban muy contentos conmigo y que si en algún momento lo de que yo fuese nena se volvía imposible, que juntas íbamos a encontrar una forma de transformarme en otra cosa distinta. Me sonrió y me derritió. Me dijo que yo ya era una gran inversión para ellos y que no querían deshacerse de mí tan fácil. Y que yo ayudé, con mi parte, a que el fondo pudiera crecer todavía más.
La última vez que vine a Argentina la pasé muy bien. Pero ya durante mi primer año en Dubai, solo en ese primer año, al volver ya veía las cosas muy, pero muy distinto. Es difícil de explicar. Como si me hubiesen sacado el plástico que llevan los pilotos de Formula 1 en el visor del casco y ahora veía las cosas más claras. Como si me hubiesen dado el código de la Matrix, no sé. Veía cosas y detalles que antes jamás distinguía. En todo y en todos. En como funcionaba todo, como giraban todos los engranajes. Me sentía con una confianza y una relajación que nunca antes tuve. No era solo la cantidad de plata enorme que estaba ganando, era más que eso. Era yo. Yo había cambiado y ya en ese primer año me habían moldeado distinto. Moldeado mejor. Moldeado más filosa.
Visité a mi mamá un par de veces ese mes, para verla y dejarle plata por si necesitaba. Me decía que no, pero yo sabía que sí. La cosa con mi viejo seguía igual. Pensé que iban a estar empantanados con eso hasta sus últimos días. Yo no quería pero me insistió que por favor me quedara hasta la noche para verlo, para que pueda aunque sea ver a su hija. Me insistió tanto que acepté y esa noche cuando vino nos encontramos de nuevo. Me gustaría decir que fue un lindo encuentro, pero la verdad que fue normal. Por supuesto que me gustó verlo y que él me vea a mi, tan distinta. Charlamos un poco de todo, de como me estaba yendo allá, todo eso. Se alegró de verme y yo de verlo a él, pero ahí quedó. Yo no sentía nada. Se lo aparentaba, si, para hacerlo sentir bien, pero nada más.
Como cantaba Cerati, yo “era una piedra en el agua, seca por dentro”.
También la vi varias veces a Laura, y eso siempre me encantaba. Y a ella le encantaba verme, que fuera a la casa o que salieramos por ahí. Por supuesto que no fui a Buenos Aires a trabajar, eran mis vacaciones. Cada vez que iba a Buenos Aires me ocupaba de llevarle un montón de dólares a Laura. Era lo menos que podía hacer. Ella se negaba y se largaba a llorar y me abrazaba y se le cruzaban todas las emociones por la cabeza, pero las dos sabíamos que la plata la necesitaba y yo adoraba ayudarla. Yo estaba con la idea de comprarme un departamento en Buenos Aires, algo lindo por Palermo o esa zona, para mi, para que me quedara como inversión y para parar ahí en mis vacaciones, y decirle a Laura que se mude ahí. Para que no tenga que pagar un alquiler y para tener alguien de confianza que me lo cuidara mientras yo estaba en Dubai. Empecé a arreglar los detalles ya. Cuando Laura se entere se va a poner contentísima, estoy segura.
El primer año que volví a Argentina, Laura me dijo de ir un finde a Santa Fe. Que la acompañara mientras ella atendía un par de clientes. Y cuando ella no trabajara podíamos salir y pasarla bien. Fue una de esas noches que nos fuimos a un bar que estaba de moda a tomar algo después de cenar. La estábamos pasando genial cuando vi que afuera del bar pararon un par de camionetas. Se bajaron un montón de pendejos que estaban de joda. En otras épocas me habría quedado dura seguramente, pero cuando lo vi nada mas me sonreí.
Uno de los pibes, el que parecía llevar la batuta del grupito, era el hijo del narco que yo había hecho debutar hacía años. Ya estaba grande, tendría ya 18 o por ahí. Cuando le dije a Laura ella se quedó dura. Yo nada mas me sonreía, tomando mi Sprite. Laura me decía que por favor no hiciera nada y que nos fuéramos antes que nos viera, ella sabía todo lo que había pasado. Yo le dije que no, que no hacía falta.
Cuando el pibe entró al bar y me vió, vi que se le dibujó una sonrisa y algo le dijo a los amigos. Se vinieron todos para nuestra mesa. Laura se quería matar. Yo nada mas le sonreía al pibe.
“Hola, cómo estás?”, le dije sonriendo cuando se acercó.
“Que hacés rubia, te acordás de mi eh?”, se rió. Seguía igual de mierda y de sobrador. Ese tonito no se le iba a ir más.
“Si, claro. Como va? Todo bien? Tanto tiempo”
“Si, todo bien. Vos? Estás trabajando?”
“No, tomando algo nada más.”, le dije.
Se dio medio la vuelta para hablarle a los amigos que tenía atrás, que estaban fichándome ya con esa hambre de adolescente tan particular.
“A ésta putita sabés como me la cogí cuando era chico.. Jajajaj”, se rió y los otros se lo festejaron. Yo no dije nada. Laura me miraba, seguía queriendo matarse ahí mismo. El pibe siguió, seguro animado por las risas de los otros, “No querés que vayamos a algún lado? La seguimos?”
Yo nada mas me tomé un traguito de mi Sprite y lo miré un segundo, con cara de nada, “No se. Ya se te para? O va a ser como aquella vez?”
Laura me pegó una patada por debajo de la mesa que todavía años después la siento. Al pibe se le vino la expresión abajo. Se puso serio y se le subió la sangre a la cara, mientras los amigos se le entraron a cagar de risa mal.
Yo la seguí, mirando un poquito a los pibes, “Ellos son tus amigos? O me trajiste machitos de verdad ésta vez?”
De nuevo un coro de cagadas de risa de los pibes, uno se le puso casi en la cara gastándolo y no se como no se llevó una trompada ahí mismo. El pibe me miraba fijo y con una bronca que volaba.
“Callate, forra, que decís…. Puta de mierda….”, me dijo.
Yo le hice un gesto con la cabeza para que se fuera, apuntándole a la puerta del bar, “Andá, bichito, andá… sabés la de leche que te falta tomar a vos? Anda con tus amigos, divertite…”
Me miró como debatiendo si irse como yo le decía o empezar a pegarme ahí mismo. Yo nada mas le mantenía la mirada con calma. No se si vió lo que le estaba transmitiendo, no se si lo captó, pero seguro los otros lo entendieron, porque lo agarraron de los hombros y se lo llevaron de vuelta para afuera del bar. Los vi que se pusieron a discutir ahí y el pibe casi que se agarra a trompadas con el que lo había gastado en la cara. Los tuvo que separar otra gente. Yo nada mas tomaba mi Sprite mientras Laura me miraba azorada.
Puta de mierda, me dijo. Si. Yo pensaba. Siempre digo que no era por menospreciar a nadie, pero ésta vez sí era para menospreciar a ese. Porque era la verdad. “Puta de mierda”... yo hablo español, inglés, francés y estoy aprendiendo árabe y alemán. Vos apenas podés hablar rosarino. Vos le compras boludeces a tus noviecitas con “Louis Vutton” mal escrito, duplicados chinos. Yo compro y vendo acciones del grupo de Louis Vuitton. Tu idea de pasarla bien es matarte las neuronas con un fernet bien cabeza de una botella de plástico cortada al medio. A mi me emociona ver obras de Da Vinci, de Gaugin, de Rembrandt.. Hasta las lágrimas. Vos no te acordás que hiciste la semana pasada. Yo estoy aprendiendo a leer poesía de ibn Shaddad que fue escrita hace mil quinientos años y aún hoy me hace vibrar. Vos pensás que metérsela a una chica es lo máximo. Yo hice y hago cosas en la cama que vos no sabrías ni cómo buscarlas en internet, para gente de lugares que vos ni sabes ubicar en un mapa.
Por supuesto que te voy a menospreciar. A vos, y a los que son como vos. Preguntale a cualquier persona del mundo con quién de nosotros preferiría pasar aunque sea un rato.
Vos sos vos, y yo soy Blondie.
Dubai no es para nada grande, o al menos no se siente grande. El tráfico fluye y se puede ir de una punta a la otra rápido. Yo estaba encantada con los rascacielos enormes y todas las tiendas que veía desde el auto. En unos minutos nada más la edificación comenzó a cambiar, a hacerse más baja, y pronto llegamos al complejo. El chofer se cargó las dos valijas que había traído y yo llevaba mi bolsito con mis cosas más personales. Lo seguí por el complejo que era bastante extenso, por dentro parecía una mansión enorme, con livings, comedores y espacios amplios y abiertos. Pero era todo edificado en planta baja, no había escaleras ni segundos pisos en ningún lado. Había varios espacios verdes bien cuidaditos entre las edificaciones, con arbustos y palmeras hermosas. La arquitectura del lugar era hermosa en serio. Las edificaciones parecían bastante tradicionales del Medio Oriente a la vista desde afuera, pero por adentro eran una mezcla de la belleza de lo antiguo y la funcionalidad de lo moderno.
Al llegar a la que me imaginé que iba a ser mi habitación casi me caigo de culo ahí mismo. Era enorme. Facil tres veces más amplia que todo mi departamento en Buenos Aires. Quizás más. Tenía una cama king size bellísima y se veía algo antigua, había cortinas por todos lados. Daba a uno de los jardincitos y no tenía cerramientos ni ventanas. Uno de sus lados directamente no existía y estaba todo cortinado, dando a una alcoba o galería, techada a la sombra, y ahí mismo comenzaba el jardín. Tenía un baño enorme muy lujoso y en un rincón una pequeña oficinita sin división, como parte del ambiente, con una silla ergonómica y un escritorio, con una laptop ya instalada ahí. También había una pequeña barra y una heladerita, junto con un hornito eléctrico discretamente puesto por debajo para que no se notara, junto con una máquina de café. Tenía un closet enorme que estaba completamente vacío cuando llegué.
Me refresqué un poco y me di una ducha para sacarme el calor que llevaba encima, pero a los dos minutos de salir ya lo sentía de nuevo. Me iba a tener que acostumbrar o acostumbrar. Me puse una ropa fresca y holgada que había traído, asegurándome que no fuese nada sugerente o revelador, ya que era una de las estipulaciones de mi contrato. Lo de vestirse sugerente o de putita era nada más para cuando yo atendiera a algún cliente, el resto del tiempo nosotras éramos empleadas de la empresa y ese complejo, por más hermoso e inusual que fuese, era un lugar de trabajo, no un spa.
No había visto a nadie más que el chofer que me llevó hasta ahí y llevó mis valijas hasta mi habitación. Lo único que escuchaba eran los graznidos de algunos pájaros de vez en cuando bajo el sol infernal del mediodía y la suave quietud del desierto afuera del complejo. Yo le decía ‘desierto’ pero no es que el complejo estaba en el medio de la nada. Estaba bien en las afueras de Dubai y había otras edificaciones que se veían desde el complejo, pero bien lejos. Entre el complejo y esas edificaciones, si, no había mas que la arena y la tierra reseca que lo permeaba todo.
Un rato más tarde golpearon a la puerta y entró una mujer. En toda mi vida, corta pero vida al fin, yo solamente me enamoré de una mujer. Una sola. Quiero decir, enamorada en serio. Perdidamente enamorada. Chispazo. Nervios en el estómago. Sudor en las manos. Colgarme mirándola y que me tenga que llamar la atención. Deseo. Y fue de ésta mujer que entró a mi habitación.
Estaba vestida bastante occidental, con una blusa suelta y pantalones holgados. Bien profesional. Cuando me habló y se presentó enseguida le reconocí la voz, era la mujer que había estado en mi entrevista con Nasir, cubierta totalmente en su burqa. Pensé que crimen horrible era cubrir a una mujer así. Tenía más de cuarenta años, seguramente por como se comportaba, con la seguridad y confianza que emanaba, pero una piel canela suave increíble, sin una sola marca o arruga que le pudiera ver que delatara su edad. El pelo negro, suave y lacio, le caía como una cascada de la mismísima noche sobre los hombros y la espalda, rodeando una cara suave y preciosa, parecía una joya color canela con dos esmeraldas increibles y brillantes en los ojos, y un cinturón de perlas cada vez que sonreía. Cuando la ví se me desmoronó algo adentro, y cuando me sonrió y me dió la mano fue directamente eléctrico.
Nos quedamos charlando en mi habitación unos minutos. Se llamaba Badrai (después buscando aprendí que era una referencia a la luna llena y a un hada de antiguos cuentos persas. Que apropiado, por Dios…). Me dijo si quería tomar un café y que nos conocieramos un poco, ya que íbamos a trabajar juntas. Le dije por supuesto que sí. Si me decía que me quería atar a la cama y chuparme como un caramelo una semana seguida también le habría dicho que si. Si me decía que quería que yo invadiera la India sola, también le habría dicho que si. Hablaba un inglés perfecto, también británico, y al igual que Nasir no habría estado fuera de lugar presentando las noticias en la BBC. Cada vez que hablaba y oía su voz yo sentía como que había un pedazo de seda persa, suave y milenaria, que se desprendía de esos labios increíbles y no me entraba en los oídos, nada mas pasaba y me los acariciaba, me daba una vuelta alrededor de la cabeza y me acariciaba de nuevo al irse y perderse en el desierto.
Charlando y tomándonos el café ahí en mi habitación, la fui conociendo y ella a mi. Siempre fue super profesional, nunca extremadamente amistosa. Ahí se trabajaba, no se venía a hacer amigos ni a conseguir novia. Me dijo los detalles finos del trabajo, los que no estaban en el contrato. Me dijo que me iba a ver muy seguido, casi todos los días, ya que si Nasir era el capitán, ella era una especie de sargento, coordinando los trabajos y a las otras chicas del complejo, que no eran muchas.
Badrai era una Afgana de una aldea cerca de la frontera con Pakistán, ni siquiera un pueblo, me dijo. Una aldea cien por cien Pashtún, como ella. Cuando era muy chica los Soviéticos invadieron Afganistán y su padre pudo escapar a tiempo con la familia, cruzándose a Pakistán. Vivieron en varios lugares humildes de ese país y luego al morir su padre ella se mudó a Jordania, donde comenzó a trabajar de lo nuestro. Conoció ahí a uno de los socios del fondo, quien la rescató y se la trajo a los Emiratos. Este socio le pagó su educación en Inglaterra, por lo que le estaba eternamente agradecida. Muchos años después conoció a Nasir cuando él empezó a trabajar para el fondo y aquí estaba, ayudándolo a llevar su proyecto día a día. Badrai hablaba árabe, inglés, farsi, francés y algo de ruso. Nasir le había pedido que ya arrancara ayudandome con el inglés, para ver si podía mejorar mi pronunciación. Y que una vez que terminemos con eso, que me pusiera a aprender francés, árabe o lo que era mejor si se podía, los dos. Que iba a tener un tutor que vendría tres veces por semana al complejo solo para eso.
Le pregunté si ella estaba en una relación con Nasir y me dijo que no, sonriendo. Que lo quería mucho y lo apreciaba por todo lo que Nasir la había ayudado y que sentía que tenían éste proyecto en el complejo en común, pero que ella vivía acá y Nasir en la ciudad, que no estaban juntos, solamente tenían una relación profesional y personal muy buena. Me dijo que me iba a ver seguido y me iba a cansar de verla, que me iba a estar encima todo el tiempo al principio indicándome cómo iban a ser los trabajos, educándome en lo que ellos pensaban que me faltaba y cómo me tenía que desempeñar. Que si ellos veían que yo me aplicaba y hacía las cosas bien, estarían encantados porque necesitaban una chica como yo, ya que las otras no cubrían lo que yo hacía.
Me dijo que yo tenía un día libre por semana para mi, si no interfería con la visita de algún cliente que tuviera que atender, y que en ese día podía quedarme ahí en el complejo si quería, que tenían todo, pero si quería ir a la ciudad a pasear o de compras que le avise a ella y ella coordinaba para que me acompañara una persona de seguridad de la empresa y que ella me iba a indicar cómo vestirme y comportarme en público. Al ser yo extranjera y no musulmana, muchas de las normas y costumbres no me afectaban, pero otras sí. Me recalcó que yo no era ni una prisionera, ni una esclava, pero tenía que cumplir las reglas estrictas del complejo y de los Emiratos en general, que ella me las iba a enseñar. Al igual que me había indicado ya Nasir, me repitió que nada de alcohol, nada de drogas y si fumaba que lo largara. Dentro o fuera del complejo, no importaba.
Dijo que trate de llevarme bien con las otras chicas, pero que recuerde que el complejo era un lugar de trabajo. Que nuestras relaciones tenían que ser de compañeras de trabajo y nada más. El foco tenía que estar en el trabajo. Ni ella ni las chicas solían juntarse en ninguna área común del complejo, ni formalmente comer juntas ni nada de eso, cada una llevaba sus horarios y tenía sus asignaciones de clientes. Pero ese día como yo era nueva ibamos a cenar todas para que me conozcan y sepan quién era yo. Badrai me dijo que podía moverme por cualquier área común del complejo pero no salir sin autorización o sin una escolta de seguridad y también, que ésto era importantísimo, el sector norte del complejo yo no lo tenía que visitar por ningún motivo. La prohibición era explícita, no estaba permitido y era causal de ser despedida. También que muchas veces iba a ver a gente que atendía el complejo o cuidaba los jardines. También de vez en cuando si Nasir estaba ahí ya que le gustaba pasar una o dos noches en el complejo a veces, que vería a empleados y analistas del fondo venir y reunirse con el. Iban a estar claramente identificados y yo tenía prohibido hablarles o tener cualquier contacto con ellos, para evitar cualquier posibilidad de insider trading y por seguridad operativa.
A la tardecita nos juntamos a cenar, no éramos muchas realmente. Las conocí al resto de las chicas y charlamos amablemente mientras comíamos una cena con mucha fruta y verduras que nunca había probado, me encantó. Badrai me presentó a Anna, una Eslovaca que era imponente. Media más de 1,90 y tenía músculos marcados por todos lados. Se la pasaba matándose en el gimnasio del complejo y le gustaba hacer arquería en los jardines, así hicieran 50 grados de calor. Una verdadera bestia de mujer, hermosa de cara pero parecía fisicoculturista. Era algo simpática, pero de trato bastante distante y profesional. Me dijo que a ella la iba a ver seguido ya que su habitación estaba cerca de la mia, en nuestro sector del complejo. Otra de las chicas era Saudi, se llamaba Aisha. Una chiquita de piel bien canela oscura con una linda sonrisa, también a ella la iba a ver seguido me dijo Badrai.
A las otras dos, Badrai me dijo que me las estaba presentando en la cena para que nos conocieramos, pero que no las iba a ver casi nada ya que ellas trabajaban y vivían en el sector norte, que yo tenía vedado. Una era una asiática hermosa, alta, flaca y esbelta, con un pelo negro hermoso y lacio y una cara linda pero muy chata, que me imaginé que maquillada acorde podía perfectamente pasar como para un cartel de Madame Butterfly. Era una Taiwanesa que se llamaba Tzu-Hui (se pronunciaba Su-Féi, me dijo). La otra era una Canadiense con un nombre latino, Ana María. Era hija de Colombianos y hablaba español. Tenía todos los rasgos de una Colombiana de esas hermosas y llamativas, junto con las curvas caribeñas apropiadas. Me dio algo de pena por el tema del idioma en común que a ella tampoco la iba a ver mucho, ya que también vivía y trabajaba en el sector norte. Ana María me pareció recontra reservada y callada, siempre muy seria, hasta con las otras chicas que ya conocía.
Cuando le pregunté a Badrai por el tema del sector norte y de las chicas ahí, me dijo que me olvidara. Que ellas hacían ‘servicios especiales’, que el sector norte era para eso y que me lo sacara de la cabeza, que ni preguntara. Es el día de hoy que no sé exactamente qué son los servicios especiales de Tzu-Hui y Ana María, y ya ni tengo ganas de preguntar.
Y así comenzó mi vida ahí. Después por supuesto con el tiempo se me fue pasando, pero había caído enamoradísima de Badrai, y no le podía decir nada. Yo soñaba en esas primeras semanas, medio despierta y medio dormida, que nos escapabamos las dos al desierto, a algún oasis o algo asi, y que ahí por fin nos podíamos dar todo el amor que sentíamos (asumiendo que Badrai sentía lo mismo, que en la realidad no era el caso pero en mi sueño si). Por fin podíamos amarnos, por días enteros, y darnos todo el placer que queríamos. Y yo podía beber de esos ojos, de esa piel, de esa voz y de esa mujer. Beber hasta hartarme de su belleza, y escuchar cuando me hablaba suave con una voz que venía directo del pasado milenario, mientras sus labios y su lengua amaban a mi cuerpo y lo hacían retorcer de dulce éxtasis. Una, y otra, y otra vez.
Soñar no me costaba nada.
Comencé a atender clientes bastante rápido, al mes de ya estar ahí y ya sentirme cómoda. Eran de todo el mundo, realmente. Hombres y algunas mujeres también. Mucho detalle no puedo dar debido a la confidencialidad que aun tengo, pero cuando Nasir y el fondo querían agasajar a algún cliente y hospedarlo en el complejo, y ese cliente requería mi tipo de trabajo y de mujer, yo me ocupaba de hacerlo y dejarlo satisfecho. Más que satisfecho. Una por ahí se piensa que mi vida ahí era cogerme tipos con mucha guita y nada más, pero no hay nada más alejado de la realidad. Me sentía de nuevo como el nene jugador de fútbol, que la rompió una temporada jugando en primera y que de repente a esa edad lo compraba el Manchester City o el Real Madrid. No era jugar a la pelota y nada más, como ésto no era dejarme coger por pedófilos y nada más. De hecho el sexo era lo que menos tiempo llevaba.
Me sentaba con Badrai días antes de la visita del cliente que iba a atender y nos pasabamos horas revisando el dossier que el fondo nos había armado. Viendo que hacer, cómo y por dónde entrarle mejor. La meta era, para simplificar la explicación, que el tipo decidiera poner finalmente el gancho y que su dinero lo manejara nuestro fondo. No había otra meta. Y luego que el tipo se fuera, un dia mas de debriefing con Badrai, para estudiar que se hizo bien, que se pudo haber mejorado y ver qué lecciones se podían sacar para la próxima, tanto del éxito como del fracaso. Y por supuesto tenía mis lecciones de lenguaje con mi tutor. Y por supuesto la dieta que nuestro nutricionista nos hacía seguir. Y los exámenes médicos cada tres semanas. Y estudios. Estudios por todos lados. Leer todo el tiempo, que me encantaba ya de por sí. Aprender de todo y de todos, para ser una mejor y más eficiente puta para el fondo.
Como muestra del nivel de detalle que Badrai me requería al atender a mis clientes, me decía que siempre me fijara la forma y los rasgos de la pija de los tipos. Que ya les había pasado un par de veces que gente de Mossad se les quisieron aproximar por nuestro lado y que me fijara como tenía la circuncisión el tipo. Esa práctica era bastante común en el mundo islámico también, pero los Hebreos lo hacían un poco distinto y al crecer el miembro del hombre quedaba algo diferente. Detalles mínimos. Se pasó media hora mostrándome imágenes de pijas para que aprenda las diferencias y se las reporte enseguida si hacía falta.
También Badrai notó enseguida el talento natural que yo tenía para leer a los clientes y lo empezó a cultivar. Le encantaba esa parte de mi. Nos pasabamos horas y horas haciendo roleplay, sin llegar a lo físico por supuesto, para que yo practicara y ella viera, y entre las dos decidir mientras yo estuviera con los clientes, que preguntar, que no, que escuchar y en qué momento se decía, entender lo que decían, lo que no decían, lo que sugerían y lo que se les escapaba en la intensidad del momento de su orgasmo. Gestos, que acariciaban ellos de mi y que no… ver que tatuajes tenían, hasta los más chiquitos, y adonde. Memorizando todo, reportando después.
Había pasado de Ferro a Manchester de golpe. Sin escalas.
Con el tiempo todos estaban muy contentos conmigo y me terminé acostumbrando muy bien. Sobre todo al calor constante, fue lo que más me costó, pero finalmente lo logré. Lo veía a Nasir de vez en cuando y siempre me venía a saludar, preguntándome cómo estaba y si necesitaba algo. Como hacía con todas las chicas. Y algunas noches se quedaba en el complejo. Pese a lo que Badrai me había dicho en su momento, una noche en la quietud del desierto, desde mi cama vi a lo lejos en otra de las edificaciones como Badrai entraba a la habitación de Nasir y se acostaba con él. No fue la única vez. Por suerte ya se me había pasado el enamoramiento. Nunca vi a Nasir con ninguna otra de las chicas, solo con ella.
Cuando tenía el día libre me encantaba ir a la ciudad, generalmente de compras pero a veces solo a pasear. Me daba pena por el pobre tipo de seguridad de la empresa que me tenía que acompañar, pero el no me daba mucha bola. Era su trabajo. Los shoppings de Dubai son alucinantes, gigantescos, y me pasaba todo el dia. Llené el closet de mi habitación muy rápido, con las mejores marcas del mundo. Me lo podía pagar, me lo podía más que pagar. Y no era solo eso. Visité todos los museos increíbles que tenía Dubai y mi corazón me dió un saltito en el pecho cuando me enteré que el museo del Louvre también estaba allí muy cerca, no en Dubai pero en Abu Dhabi. Lo visité varias veces en mis días libres.
En una de mis visitas al Louvre de Abu Dhabi tuve la suerte que habían llevado desde París un Da Vinci, que siempre me encantó. No lo iban a tener mucho tiempo, así que aproveché. En la quietud del salón del museo, me senté sola enfrente del original de La Belle Ferronnière… y ahí me quedé. Me caían lágrimas de los ojos como una pelotuda. El de seguridad que me acompañaba no entendía nada, y yo perdida en la pintura llorando de emoción lo entendía todo.
Formé una linda relación con Nasir también, siempre nos quedabamos hablando cuando venía al complejo y siempre le rompía las bolas por algo, con una sonrisa. El se reía también, diciendo que extrañaba tener una chica tan joven en el complejo, pidiéndole cosas todo el tiempo. Sin decírmelo directamente, como sugiriendo que me sentía onda de hija. Lo jodía risueñamente, pero se portó de maravillas conmigo y me hizo un regalo un día que no voy a olvidar nunca. Yo ya hacía más de un año que estaba ahí y la verdad que ellos estaban muy contentos conmigo, y yo con ellos. Un día lo agarré a Nasir y le dije si por favor me ayudaba a continuar mis estudios, que los había dejado inconclusos por venir acá. Me preguntó que estaba estudiando y le dije, Historia del Arte.
Se le iluminaron los ojitos y me sonrió. Me dijo que iba a ver qué podía hacer, que le llenaba de felicidad el corazón ver a alguien queriendo progresar y mejorarse. Que lo esperara, que él en unos días iba a hacer su Hajj, su peregrinaje a Mecca, pero cuando volvía lo iba a ver. Le prometí que no iba a interferir con mi trabajo y me dijo que estaba seguro que no.
Al mes siguiente me consiguió el ingreso a una de las universidades de Dubai, para seguir cursando mi carrera desde el complejo. Yo casi lloro de felicidad. La siguiente vez que lo vi a Nasir en el complejo me le colgué del cuello y lo maté a besos en la mejilla. Por suerte ninguna de las otras chicas nos vio, él se moría de risa.
A Abu Dhabi también fui a acompañarlo a Nasir una vez a ver la carrera de Formula 1. Fue entretenido pero me tuve que poner tapones en los oídos. A él le encantó. Donde no me tenía que poner tapones era cuando en mis días libres podía ir a ver algún concierto a alguna arena de la ciudad. Pude ver a Muse y fue increíble. Vi a Imagine Dragons, a Coldplay, a Dua Lipa… tantos otros. Me encantaba Dubai de noche y todos los eventos que tenía.
Hace ya cuatro años que estoy allá, trabajando con ellos. Me dan un mes de vacaciones por año, que lo aprovecho para volver a Argentina y ver a mi mamá y a Laura, también reencontrarme con algún amigo. Por suerte me sigo viendo bastante como nena, pero ya no es tanto lo que era al principio. El tiempo pasa para todas. Se lo comenté a Badrai, que yo tenía miedo que al dejar de verme como nena que a ellos ya no les iba a interesar tenerme ahí. Me dijo que eso ya lo había hablado hacía tiempo con Nasir, pero que no me preocupara. Todavía me veía bastante como nena y no había perdido nada del acting y la onda de nena, que era igual de importante. Que estaban muy contentos conmigo y que si en algún momento lo de que yo fuese nena se volvía imposible, que juntas íbamos a encontrar una forma de transformarme en otra cosa distinta. Me sonrió y me derritió. Me dijo que yo ya era una gran inversión para ellos y que no querían deshacerse de mí tan fácil. Y que yo ayudé, con mi parte, a que el fondo pudiera crecer todavía más.
La última vez que vine a Argentina la pasé muy bien. Pero ya durante mi primer año en Dubai, solo en ese primer año, al volver ya veía las cosas muy, pero muy distinto. Es difícil de explicar. Como si me hubiesen sacado el plástico que llevan los pilotos de Formula 1 en el visor del casco y ahora veía las cosas más claras. Como si me hubiesen dado el código de la Matrix, no sé. Veía cosas y detalles que antes jamás distinguía. En todo y en todos. En como funcionaba todo, como giraban todos los engranajes. Me sentía con una confianza y una relajación que nunca antes tuve. No era solo la cantidad de plata enorme que estaba ganando, era más que eso. Era yo. Yo había cambiado y ya en ese primer año me habían moldeado distinto. Moldeado mejor. Moldeado más filosa.
Visité a mi mamá un par de veces ese mes, para verla y dejarle plata por si necesitaba. Me decía que no, pero yo sabía que sí. La cosa con mi viejo seguía igual. Pensé que iban a estar empantanados con eso hasta sus últimos días. Yo no quería pero me insistió que por favor me quedara hasta la noche para verlo, para que pueda aunque sea ver a su hija. Me insistió tanto que acepté y esa noche cuando vino nos encontramos de nuevo. Me gustaría decir que fue un lindo encuentro, pero la verdad que fue normal. Por supuesto que me gustó verlo y que él me vea a mi, tan distinta. Charlamos un poco de todo, de como me estaba yendo allá, todo eso. Se alegró de verme y yo de verlo a él, pero ahí quedó. Yo no sentía nada. Se lo aparentaba, si, para hacerlo sentir bien, pero nada más.
Como cantaba Cerati, yo “era una piedra en el agua, seca por dentro”.
También la vi varias veces a Laura, y eso siempre me encantaba. Y a ella le encantaba verme, que fuera a la casa o que salieramos por ahí. Por supuesto que no fui a Buenos Aires a trabajar, eran mis vacaciones. Cada vez que iba a Buenos Aires me ocupaba de llevarle un montón de dólares a Laura. Era lo menos que podía hacer. Ella se negaba y se largaba a llorar y me abrazaba y se le cruzaban todas las emociones por la cabeza, pero las dos sabíamos que la plata la necesitaba y yo adoraba ayudarla. Yo estaba con la idea de comprarme un departamento en Buenos Aires, algo lindo por Palermo o esa zona, para mi, para que me quedara como inversión y para parar ahí en mis vacaciones, y decirle a Laura que se mude ahí. Para que no tenga que pagar un alquiler y para tener alguien de confianza que me lo cuidara mientras yo estaba en Dubai. Empecé a arreglar los detalles ya. Cuando Laura se entere se va a poner contentísima, estoy segura.
El primer año que volví a Argentina, Laura me dijo de ir un finde a Santa Fe. Que la acompañara mientras ella atendía un par de clientes. Y cuando ella no trabajara podíamos salir y pasarla bien. Fue una de esas noches que nos fuimos a un bar que estaba de moda a tomar algo después de cenar. La estábamos pasando genial cuando vi que afuera del bar pararon un par de camionetas. Se bajaron un montón de pendejos que estaban de joda. En otras épocas me habría quedado dura seguramente, pero cuando lo vi nada mas me sonreí.
Uno de los pibes, el que parecía llevar la batuta del grupito, era el hijo del narco que yo había hecho debutar hacía años. Ya estaba grande, tendría ya 18 o por ahí. Cuando le dije a Laura ella se quedó dura. Yo nada mas me sonreía, tomando mi Sprite. Laura me decía que por favor no hiciera nada y que nos fuéramos antes que nos viera, ella sabía todo lo que había pasado. Yo le dije que no, que no hacía falta.
Cuando el pibe entró al bar y me vió, vi que se le dibujó una sonrisa y algo le dijo a los amigos. Se vinieron todos para nuestra mesa. Laura se quería matar. Yo nada mas le sonreía al pibe.
“Hola, cómo estás?”, le dije sonriendo cuando se acercó.
“Que hacés rubia, te acordás de mi eh?”, se rió. Seguía igual de mierda y de sobrador. Ese tonito no se le iba a ir más.
“Si, claro. Como va? Todo bien? Tanto tiempo”
“Si, todo bien. Vos? Estás trabajando?”
“No, tomando algo nada más.”, le dije.
Se dio medio la vuelta para hablarle a los amigos que tenía atrás, que estaban fichándome ya con esa hambre de adolescente tan particular.
“A ésta putita sabés como me la cogí cuando era chico.. Jajajaj”, se rió y los otros se lo festejaron. Yo no dije nada. Laura me miraba, seguía queriendo matarse ahí mismo. El pibe siguió, seguro animado por las risas de los otros, “No querés que vayamos a algún lado? La seguimos?”
Yo nada mas me tomé un traguito de mi Sprite y lo miré un segundo, con cara de nada, “No se. Ya se te para? O va a ser como aquella vez?”
Laura me pegó una patada por debajo de la mesa que todavía años después la siento. Al pibe se le vino la expresión abajo. Se puso serio y se le subió la sangre a la cara, mientras los amigos se le entraron a cagar de risa mal.
Yo la seguí, mirando un poquito a los pibes, “Ellos son tus amigos? O me trajiste machitos de verdad ésta vez?”
De nuevo un coro de cagadas de risa de los pibes, uno se le puso casi en la cara gastándolo y no se como no se llevó una trompada ahí mismo. El pibe me miraba fijo y con una bronca que volaba.
“Callate, forra, que decís…. Puta de mierda….”, me dijo.
Yo le hice un gesto con la cabeza para que se fuera, apuntándole a la puerta del bar, “Andá, bichito, andá… sabés la de leche que te falta tomar a vos? Anda con tus amigos, divertite…”
Me miró como debatiendo si irse como yo le decía o empezar a pegarme ahí mismo. Yo nada mas le mantenía la mirada con calma. No se si vió lo que le estaba transmitiendo, no se si lo captó, pero seguro los otros lo entendieron, porque lo agarraron de los hombros y se lo llevaron de vuelta para afuera del bar. Los vi que se pusieron a discutir ahí y el pibe casi que se agarra a trompadas con el que lo había gastado en la cara. Los tuvo que separar otra gente. Yo nada mas tomaba mi Sprite mientras Laura me miraba azorada.
Puta de mierda, me dijo. Si. Yo pensaba. Siempre digo que no era por menospreciar a nadie, pero ésta vez sí era para menospreciar a ese. Porque era la verdad. “Puta de mierda”... yo hablo español, inglés, francés y estoy aprendiendo árabe y alemán. Vos apenas podés hablar rosarino. Vos le compras boludeces a tus noviecitas con “Louis Vutton” mal escrito, duplicados chinos. Yo compro y vendo acciones del grupo de Louis Vuitton. Tu idea de pasarla bien es matarte las neuronas con un fernet bien cabeza de una botella de plástico cortada al medio. A mi me emociona ver obras de Da Vinci, de Gaugin, de Rembrandt.. Hasta las lágrimas. Vos no te acordás que hiciste la semana pasada. Yo estoy aprendiendo a leer poesía de ibn Shaddad que fue escrita hace mil quinientos años y aún hoy me hace vibrar. Vos pensás que metérsela a una chica es lo máximo. Yo hice y hago cosas en la cama que vos no sabrías ni cómo buscarlas en internet, para gente de lugares que vos ni sabes ubicar en un mapa.
Por supuesto que te voy a menospreciar. A vos, y a los que son como vos. Preguntale a cualquier persona del mundo con quién de nosotros preferiría pasar aunque sea un rato.
Vos sos vos, y yo soy Blondie.
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