Corría el año 1956, el cabrón de mi padre acababa de abandonarnos a mi y a mi madre, nos cambió por una mujerzuela de su oficina que lo engatusó y hasta planes de boda tenían. Mi madre desentrañó el asunto y cuando lo frontó el sinvergüenza se limitó a decir que mi mama se lo había buscado por ya no atenderlo en la cama como se merecía. Todo esto me lo confesó ella con la voz entrecortada por el llanto, ya que el pusilánime ni se atrevió a decírmelo directamente a mi, su hija Lorena de 19 años estudiante de taquimecanografía.
Nunca me llevé bien con él, pero después de lo que nos hizo lo aborreceré por el resto de mi existencia. Mi madre al no contar con el apoyo de su familia y sin fuentes de ingreso propias, estaba desamparada y no pudo proceder legalmente contra él. Así, el bastardo nos dejó en la inopia. Tuvimos que buscar otra casa, ya no podíamos cubrir la renta de aquella donde había vivido toda mi vida, tuve que despedirme de la colonia y de todas las memorias que moraban ahí.
Estábamos desesperadas por encontrar otro hogar antes de que finalizara nuestro último mes de renta pagada, tuve que truncar mis estudios para buscar un apartamento decente pero con nuestros ahorros era insostenible rentar hasta el peor tugurio de Aguascalientes. Mi madre me sorprendió un día que de la nada me dijo que había encontrado ya un apartamento baratisimo bastante similar al que teníamos, yo suspiré aliviada pero noté en mi madre una expresión agridulce, debía haber alguna desventaja en ese nuevo lugar, le pregunté pero solo me dio evasivas hasta que supo disimular bien su aflicción y actuaba con una falsa alegría.
Contratamos la mudanza y luego de 2 ajetreados días finalmente pudimos reposar un poco en nuestro aparente nuevo hogar. Estaba contenta con el nuevo barrio, se veía seguro y los vecinos eran casi todos mamas solteras y matrimonios jóvenes, no parecía haber vecinos problemáticos, aunque me llamaba la atención que la mayoría de los inquilinos eran mujeres, a lo mucho habia visto 3 hombres en un edificio de 12 apartamentos. En resumen, las mamás solteras eran Sonia (mi mamá), Laura, Esmeralda, Celia, Helvira y Yolanda; las casadas eran Alejandra, Leticia, Gabriela, Diana, Natalia y Berenice.
Al paso de los días creo que me dí cuenta de la pega que tenía el nuevo edificio, y es que Fermín, el arrendador, vivía en la planta baja, en un cuartucho que más bien parecía almacén, era un tipejo canoso calculo que de 55 años, desaliñado, alopécico, vulgar y sin dudas depravado. Lo veía sentado en una silla plegable al lado del pasillo de entrada del edificio, frente a su cuartucho, ahí tenía una vista total de la entrada y si alzaba la vista podía ver por entre los escalones, desde ahí observaba como él no despegaba la vista de todas las mujeres que entraban y salían, especialmente les miraba el culo. Ni que decir cuando mi mamá me llevo a conocerlo, el anciano me desnudaba con la mirada y era un manolarga con ella, pues mientras platicabamos le tocaba el hombro, la rodeaba del torso con el brazo y se acercaba escabrosamente a su cara al conversar.
Creo que se estaba propasando con ella pero para mi sorpresa no noté incómoda a mi mamá, al contrario, ella se reía de su parloteo y le seguía el cotorreo, hacía mucho que no la veía carcajearse tanto de hecho. Así que no dije nada pero en definitiva no me daba confianza ese fulano. Con el tiempo, vi alarmada que Fermín se comportaba igual con todas las amas de casa, incluso con las casadas y ninguna protestaba. Llegué a ver una vez que bajaba de las escaleras como el vejestorio le agarró descaradamente una nalga a Esmeralda, y la magreaba con lujuria mientras ella solo reía. Incrédula no me explicaba porque esas mujeres dejaban que el vejete las tratara así.
Una dia que sali por mandado al mercado cercano, mientras compraba mi madre me marcó diciendome que por favor fuera por una vasija hasta la capital, haría como hora y media caminando pensé, en eso estaba cuando escuché que dos señores locatarios platicaban:
—Nombre manito, cada vez se complican más las cosas, no llevamos ni un mes viviendo aquí y mi esposa se metió a chambear como vendedora de Shelo o Chelo, una madre así pues, de cosméticos y esos tiliches, decía que quería ayudarme con los gastos, ¿como ve?—
—Pos ya ve que las viejas de hoy no se están quietas como antes, y ni modo, uno ya no puede oponerse porque la situación cada vez está más canija. ¿Entonces anda vendiendo en estos momentos?—
—Ei, anda dándose sus rondines por toda la colonia, probando suerte pues, ¿por?—
—Ten cuidado y dile que no vaya a la unidad del Fermín, con todo respeto tu esposa esta linda y ya ves que ese pinche viejo es un manolarga con las mujeres, en especial si sabe que son casadas—
—Jajaja, no mames Mario, mi mujer sabe cuidarse, además como me llegue a enterar que la tocó le partó su madre en corto al perro, o a cualquiera que intente algo contra ella—
—Es que ese es el pedo, lo más seguro es que no te enteres hasta que ya le haya metido la reata, ese pinche Fermín se cogió a muchas de las esposas de otros trabajadores de por aquí, y los cornudos no se enteraban hasta que las viejas se embarazaban, o peor, hasta que los rumores de que se las andaba cogiendo ya eran muy sonados—
—Ya no digas mamadas, me vas a decir que ese pendejo hediondo y aparte feo como la chingada resulta que es un garañón, seductor y que ninguna se le resiste, jajaja, sácate a la verga—
—No mano, ya fuera de coto no te miento, por eso nunca dejé que mi mujer y menos que mis hijas se acercaran a ese cabrón, y claro que no son las viejas las que aflojan, ese vejarrón es uno de esos terratenientes hijueputas, me consta que hasta está protegido por algún cártel porque les presta sus tierras para sus negocios, casi que es intocable, por eso nadie se atreve a ponerse al tú por tú con él y por eso se aprovecha y se mete con cualquier mujer que le guste, no tiene familia pero tiene hijos regados por todo el municipio—
—No me chingues que con el cartel del golfo, y si todo esto es verdad, ¿lo has de saber por experiencia o que?—
—Ya te dije que conocí muchos pobres pendejos que los cornearon, pero hace como cuatro años venía una señora con su hija a vender verduras, muy linda y educada la chamaca, no tenía nada de la putería que luego luego se les nota a algunas. Pues fíjate que el pinche Fermín le echó el ojo a los pocos días y un día que fui a los almacenes los encontré, el cabrón la tenía encuerada y empinada sobre unos huacales mientras le daba por atrás. La pobre muchacha tenía los ojos llenos de lágrimas y el viejo le tapaba la boca para que no gritara mientras le lamía la oreja. En ese momento pensé en matar al hijo de perra, pero me acobardé porque sabía que sus patrones me matarían a mi y a mi familia entera. Me fui de allí y aunque ellas siguieron vendiendo unas semanas, el ánimo de la muchacha era terrible, le rogaba a su mamá que se fueran de aquí y de un día para otro ya no se les vió más. Hubo otra ocasión en que fui a abastecer de abarrotes la escuela de mi hija y mientras descargaba las cosas del camión con los muchachos me dieron ganas de mear. Camino al baño que escucho unos quejidos y como gritos ahogados, el sonido me llevó a un salón cerrado donde estaba una de las maestras abierta de patas sobre el escritorio y en medio de ellas el Fermín acomodándole la reata en la pucha. Era una maestra joven recién contratada, la tenía con las ropas rasgadas y ella luchaba por zafarse del puto viejo, otra vez no podía remediar la situación, ni yo ni mi familia viviremos tranquilos con ese cabrón vivo—
—A la bestia, no mames pero cómo puede estar ese hijo de su perra madre vivo todavía, ya le tocará su merecido y nada de tonteras del infierno, lo recibirá en vida de eso estoy seguro. Pero mira gracias por avisarme compadre, voy a cuidar a mi esposa, suerte que tuve puro niño con ella, sino ahorita estaría vuelto loco—
—Ándale, cualquier cosa aqui ando manito, nos echamos aguas entre ambos—
Yo estaba anonadada por lo que oía, en donde nos habíamos venido a meter y con quién, teníamos que salir pronto de aquí. Tenía que encontrar rápido a mi madre y contarle todo lo que escuché, ahora entendía porque eran tan permisivas las mujeres con ese pinche viejo, era un criminal y un ultrajador. Regresé de inmediato al edificio atenta por si veía a Fermín para evitarlo a toda costa. No lo vi en su cuartucho y fui rauda hasta mi departamento. Abrí y para mi mala suerte no la encontraba por ninguna parte, ya muy angustiada le marqué pero no respondía. Fui a su recamara en busca de alguna pista sobre su paradero, dejé la puerta entornada y buscaba alguna nota en su calendario cuando escucho que abren la puerta.
Asumí que era ella así que estaba por abrir la puerta cuando escuche que no venía sola:
—Que bonito arreglaste tu depa nalgona, pero lo único que me importa es ver qué cama vamos a usar, llegó la hora de dar tu enganche de la renta jaja—
—Si, lo sé señor, pero mire le insisto en que si me espera podría darle 8,000 pesos por este mes, solo vamos a estar un mes aquí, por favor pienselo— dijo mi mamá con voz queda.
—Shhh, no quiero escuchar más balbuceos, ya te dije que el dinero no me interesa y sabes a lo que te atenías desde que aceptaste mudarte aquí, todas tus vecinas pagan la renta del mismo modo no te sientas mal jajaja—
—Po… por favor señor, vea en qué situación estaba no tenía otra opción, se que podemos negociar de otro modo—
—Si quieres negociar no tienes que convencerme a mí sino a él— dijo el anciano mientras se bajaba los pantalones, liberando su arrugado y asqueroso pene, que comenzó a oscilar vulgarmente.
El hombre se quitó los pantalones y los zapatos mientras mi madre estaba inmóvil con la mirada perdida. Yo no sabía qué hacer después de lo que oí si salía ahorita y entre las dos lo matábamos, quién sabe qué consecuencias tendríamos. El vejete se acercó semidesnudo a mi madre y la abrazó, yéndose sus manos directamente a sus nalgas, las cuales manoseó vilmente, luego le metió una debajo de la falda acampanada para acariciar ahora la piel de sus nalgas.
—Tranquila nalgona, si tratas bien mi verga nunca te faltará techo, ni comida ni ropa, a tu hija tampoco eh, mientras ábreme la boquita— dijo el viejo mientras acariciaba la barbilla de mi madre.
Ella obedeció y el hombre introdujo con lascivia la lengua en su boca, comenzando una serie interminable de besos salivosos, que mi madre correspondía a duras penas. El viejo aprovechó para empezar a desnudarla, le desabotonó la blusa y ella dócilmente estiró los brazos para que se la quitara, luego le jaló el sostén y de un único y ágil movimiento este cayó al suelo, liberándose sus turgentes pechos.
El viejo dejó de besarla y empezó a sobárselos:
—Mamacita, las tienes como me encantan, redonditas, suavecitas y con las areolas grandotas, estos si son manjares— dijo mientras le toqueteba y apretaba las tetas bruscamente.
Luego se las empezó a chupar y lengüetear como poseso, mordisqueándole los pezones y escupiendo en medio de ellas, las dejo bien barnizadas de saliva, fue entonces que se sentó en nuestro sillón.
—Pocas viejas tienen las ubres tan bonitas, pero dejame ver si las sabes usar putita— dijo el hombre mientras abría las piernas y agitaba su verga.
Mi madre entendió el mensaje y se arrodilló en medio de ellas, con las tetas ensalivadas le arropó la verga y presionandolas como tornillo de banco las frotó alrededor de su verga con frenesí. El hombre sonrió complacido y alzaba la cadera para aumentar el frotamiento, su verga se deslizaba como mantequilla entre ambos promontorios de carne, y cuando ella se detenía la verga desaparecía entre ellas, apenas y sobresalía la punta del glande. Ese viejo encima era un pitochico.
—Ahhh, espérate que me vas a deslechar sin haberte cogido, mejor enséñame esas petacotas que te cargas, ya varios días aquí y parece que no te has desembarazado de todo el equipaje jaja— Mi mamá entendió la alusión y se irguió para luego darle la espalda, se desabrochó la falda y con ambas manos comenzó a bajársela. —No, no, no pero primero arquéate bien mi reina, sacame el culito como piruja de esquina jaja— ordenó. —P… pero yo no sé de qué manera quiere que…— reviró mamá —A ver no te hagas zonza, ponme el culo en pompa, páramelo rico, todas las hembras lo saben hacer por instinto jajaja— declaró. A mamá se le anegaron los ojos, arqueó la espalda y dejó caer la falda hasta los tobillos, apareció una pantaleta blanca con estampado de alcatraces. —Jajaja, ¿que chingados con esos calzones mujer? Ni mi abuela usaba cachivaches tan anticuados, te voy a regalar unos que luzcan esos cachetotes como Dios manda, pero ahora déjame ver que hoyitos hay detrás de ese trapo— mi mamá tiritando de pavor comenzó a desprenderse de su pantaleta y cuando sus intimidades iban a exhibirse a ese pinche viejo no tuve el coraje de seguir viendo más.
Aparté la vista de la puerta y me senté en el piso recargada en la pared detrás de la puerta, cubrí mis oídos con las palmas y cerré los ojos. No se cuanto tiempo permanecí así hasta que los murmullos pararon. Entonces me asomé y vi que mamá totalmente desnuda se dirigía al baño, probablemente para ducharse, tenía laa nalgas enrojecidas, la entrepierna brillosa y de su vagina goteaban restos de algún fluido; el delineador y el poco maquillaje que llevaba desbaratado al igual que su cabello. Una vez en la regadera la oí sollozar. Hice ruido en el cerrojo de la puerta para fingir que apenas había llegado y mamá gritó sorprendida que quien era desde la regadera, le dije y sentí que recobró su compostura como si nada hubiera pasado, así transcurrió ese día.
Al día siguiente madrugué y apenas podía mantenerle la mirada a mi madre, estaba impotente, no podía ayudarla por mis propios medios, necesitaba apoyo, era obvio que había que deshacerse de ese pinche viejo de una vez por todas, eliminarlo de la faz de la tierra. Si lo iba a matar debía ser lo más discreta, astuta y furtiva posible, no debía dejar huella alguna, debía disimularlo como que murió de vejez, así que pensé en envenenarlo, el problema era cómo suministrarle el veneno.
Le dije a mamá que saldría a ver una amiga cuando en realidad iría a conseguir el veneno con un amigo de la universidad que era de los típicos dealers, ese vato conseguía cualquier químico que le pidieras. Mientras bajaba las escaleras vi que Fermín estaba dentro de su cuartucho, así que traté de no hacer ruido.
En ese momento alguien tocó la puerta principal, Fermín salió a abrir y tuve que regresar unos cuantos escalones para no ser vista. Cuando abrió la puerta resultó que del otro lado había una mujer de no más de 30 años que pedía permiso para vender productos de Shelo. Sentí un nudo en la garganta porque imaginé que era la esposa del locatario anónimo del otro día. Fermín la invitó a pasar y en cuanto ella le dió la espalda Fermín le miró el culo y sonrió como sátiro.
—Es usted nueva por aquí ¿verdad señorita?— preguntó él
—Si, si, mi familia y yo recién llegamos por aquí y pues como ve somos gente honesta por si tenía la inquietud—
—Oh no, cómo cree usted que vengo de malvibroso, es que llevo toda mi vida viviendo aquí y se reconocer caras nuevas—
—¡Ay disculpe! Es que del lugar donde venimos recibimos malos tratos de gente de la que no vale la pena hablar, creo que sigo a la defensiva—
—No se preocupe, y hablando de Shelo yo uso una crema para la piel diabética creo que de caracol o algo parecido, ¿no tendrá de esa?
—Ahhmm, no se bien a cual se refiere, creo que no maneja esta marca cremas para diabeticos—
—No pues esta raro, pero le aseguro que la tengo ahi en mi casa—
—A ver, enséñamela y veo si la encuentro en el catálogo—
—Claro que sí mire acompañeme, por ahí conoce la unidad tenemos un departamento libre por si le interesa traer a su familia, estan bien baratos—
—¿Ah sí?, dígame qué rango de precio mas o menos—
—Aquí tengo los papeles en mi oficina, soy el dueño de este edificio, estoy a sus ordenes señorita—
El malnacido la había persuadido de que lo acompañara a su cuartucho, temía que intentara algo con ella así que me acerqué sigilosamente cuando él cerró la puerta tras la mujer. Por la ventana los oí platicar dizque de los beneficios de rentar en el edificio y casi que la convence el chingado viejo, la mujer acordó platicarlo con su marido y retomó el tema de la supuesta crema, entonces Fermín se puso en el umbral de la habitación y reveló sus nefandas intenciones:
—Mira preciosa la verdad es que yo no uso nada de tus baratijas, y como la nueva residente que eres tengo que explicarte como se cuecen aquí las habas— dijo Fermín cambiando su tono de voz de amable a severo.
—¿Que?, oigame señor usted no me va a hablar asi, dejeme salir o grito, eh, no se lo diré dos veces—
—Por mi grita todo lo que quieras, ahorita hay aquí puras mujeres y ninguna te va a ayudar—
—Viejo loco, ¡auxilio!, ¡auxilio!...— gritó ella hasta casi desgañitarse, nadie la iba a ayudar, ni siquiera yo podía hacerlo.
—¿Ya terminaste?,¿me vas a dejar hablar o que?—
—No le tengo miedo eh, y no se me acerque porque aunque me mate no voy a dejarlo salir sin un rasguño—
—Eres muy parlanchina mujer, se nota que no te han enseñado modales. Escúchame con atención, este es territorio de cárteles, solo que aquí estamos en paz porque soy su benefactor, como soy dueño de casi todo el pueblo les dejo que hagan su chamba a sus anchas y los proveo de buena infraestructura, a cambio ellos me protegen y me hacen uno que otro favorcillo—
—¿Y a mi que?, ¿eso qué tiene que ver conmigo?—
—Pues digamos que soy como el emperador de aquí, no solo soy dueño de los edificios sino tambien de toda mujer que ponga un pie en mi territorio, claro que no todas me sirven para coger pero las que sí me gustan deben satisfacerme en la cama, no pueden negarme sexo cuando lo pida y deben estar conscientes de que sus cuerpos me pertenecen. Esta es mi residencia principal por el momento ya que no cobro abriéndole la cartera a mis inquilinos sino abriéndole las patas a mis inquilinas jajaja—
—¿Qué?, pinche viejo chiflado, aléjese de mí, cuando mi marido venga a buscarme ya verá—
—¿Que no escuchaste lo que dije?, basta una simple orden y mis hombres le pondrán la putiza de su vida a tu marido, lo van a dejar medio muerto, a tus dos hijos los van a reclutar y a ti de todos modos te voy a hacer mía solo que ya no será por las buenas—
—No es cierto, yo no le creo nada viejo chiflado, ¡ya déjeme salir de aquí!—
—¿En verdad quieres ponerme a prueba zorrita? Yo no tengo pedo en violarte aquí mismo, por mucho que te resistas al final unos buenos chingadazos te harán ceder, he tenido que hacerlo pocas veces y no me gusta para nada, sería mejor para ambos que cooperes sin refunfuñar tanto. Puedes gritar cuanto quieras pero como te dije hay puras mujeres y todas ya conocen su lugar—
—¡Ya dije que no me da miedo pinche viejo!, quiero ver que lo intentes a ver si muy machito—
—Tal vez esto te enseñe que no estoy jugando— dijo el anciano maliciosamente mientras sacaba de un cajón de su tocador una carpeta de broche y un enorme frasco diáfano de vidrio amarillo. El anciano arrojó el frasco sin mucha fuerza al piso, la mujer se apartó pensando que se lo lanzaría a ella, y este se despedazó al impacto. El contenido se desparramó por el suelo, era un líquido transparente que contenía dedos, orejas y hasta penes cercenados.
—¡Dios mío, ¿qué es esto?!— dijo la mujer con cara de espanto.
—Son los restos de los pobres diablos que quisieron pasarse de la raya conmigo o que simplemente no dejaron que me cogiera a sus viejas a gusto jaja—
—¡No!, es mentira pinche loco, estas cosas son de hule o algo así, son falsas… no soy ninguna tonta—
—Muy tu pedo si no me crees pero callate que no he terminado zorrita, mira que traigo aquí— Fermín abrió la carpeta y le mostró a la mujer copias de documentos, creo que logré ver licencia de conducir, credencial de elector, tarjeta bancaria y hasta la cartilla de servicio militar.
—No puede ser… no… ¿como chingados consiguió eso?— imaginé que los documentos eran copias de los de su marido y un escalofrío me recorrió el cuerpo, ¿con qué medios contaba ese pinche viejo?
—Sé todo de tu Francisco, sus horarios, su domicilio, hijos, trabajo, bla bla bla. Nada entra o sale de este pueblo sin que se me notifique eh—
—No… imposible… no puedes hacernos esto por favor—
—¿Ahora me vas a rogar? nah, mira te lo dejo bien claro si no quieres que le demos un levantón a alguno de tus hijos o a tu maridito yo que tú me iba desvistiendo— compungida, los ojos de la mujer se volvieron cristalinos por las lágrimas que empezaban a manar y se lamentaba a viva voz mientras se cubría la cara con las manos, la situación la rebasaba.
—No llores lindura, ponme atención, tu familia vivirá plácidamente aquí. Como te dije, el pueblo está bajo la protección de mis socios, no debes preocuparte por la inseguridad, me aseguraré de que a tu marido nunca le falte chamba; lo mismo va para tus hijos, si llegaras a necesitar algún apoyo económico para sus estudios o cualquier otro asunto sólo házmelo saber. A cambio, solo debes entregarme tu cuerpo, te voy a hacer mía, y tú vas a ser sumisa, acomedida y obediente conmigo, es decir con tu macho; como todas las mujeres deberían ser. Tienes suerte de no tener hijas porque sino tendrías que entregármelas también, cuando ya estuvieran bien creciditas claro, no soy ningún pederasta jajaja—
—Eres un monstruo, no puedes hacernos esto ¿quién te crees que eres?, ¿no tienes temor de Dios? quizá yo no lo haga pero un día te darán tu merecido anciano de mierda, a todos nos llega la retribución de nuestros actos y tu…— la mujer fue interrumpida por una brutal bofetada que recibió en el pómulo derecho. Del impacto la mujer casi fue derribada, pero solo tambaleó y se cubrió el rostro con ambos brazos temiendo otro golpe.
—No me gusta pegarle a mis viejas pero ya te estabas pasando de lista. Hasta ahora he sido cortés contigo pero debo adiestrarte como la perra ladradora que eres con mano dura—
—No… espere por favor… no me haga daño, no sea cruel por favor…— suplicó la mujer con la mejilla enrojecida por el golpe y con una parte del labio inferior a punto de reventar.
—Entonces a partir de ahora me obedecerás sin repelar y me llamarás “amo” siempre con el debido respeto, también, solo abrirás la boca cuando te lo autorice; si te portas bien yo te trataré como mi mujer con las deferencias que te mereces y jamás te volveré a pegar, al contrario seré cariñoso y hasta te daré algunos detallitos. ¿Entendido?—
—N… no me haga esto a… amo, ¿qué me va a hacer? yo no quiero fallarle a mi marido, lo amo y además no soy ninguna mujerzuela como para…— Fermín hizo un puño con una mano, la mujer lo notó y se calló mirando al suelo.
—Mira no te doy otro madrazo porque estás re chula, y sobre lo demás, todo a su tiempo preciosa, ahorita quiero verte como Dios te trajo al mundo— dijo el hombre esta vez con mirada lasciva, se acercó a la mujer y le rodeó la cintura con un brazo.
Con el otro comenzó a levantarle la blusa de hombros descubiertos que llevaba, su mano iba encaminada a estrujarle las tetas. Llevó su boca al cuello de la mujer y lo llenó de besos efusivos en el lado derecho llegando a mordisquearle con los labios el lóbulo de la oreja.
Los ojos de la mujer comenzaron a anegarse en lágrimas, pero suspiró resignada haciendo una mueca muy lastimera y alzó los brazos para que Fermín le quitara la blusa. La mujer sabía que aunque todo su ser lo aborreciera, no tenía en este momento otra opción más que obedecer al anciano, debía entregarle su cuerpo, y lo peor de todo; temía recibir la verga de ese vejete en su interior.
La expresión de Fermín se volvió completamente salvaje, era la de un crápula inhumano que hasta a mí me aterrorizó. Esto pasó al instante que las tetas de la mujer se balancearon grácilmente al jalarle la blusa por arriba. Con un movimiento veloz, Fermín rompió la endeble tela que unía las copas del brasier sin tirantes, lo que agitó un poco al par de senos redondos y bien formados que la mujer poseía, quizá levemente caídos por haber amamantado dos hijos. Fermín las trató igual a las de mamá, ensalivándolas por completo y mordisqueandole los pezones. La mujer solo cerraba los ojos y reprimía sus quejidos.
Luego, ya sin ningún pudor las manos de Fermín se fueron directo a las nalgas de la mujer, las metió debajo de su pantalón de mezclilla para poder sobárselas con fruición.
—Quítate los zapatos y los calcetines mi amor; tranquila una vecina me acaba de trapear el piso jaja— ordenó Fermín. La mujer sin decir una palabra y con algunas lágrimas descendiendo por sus pómulos, se desamarró los tenis de suela gruesa y se los quitó con todo y calcetín. Una vez descalza, Fermín se puso en cuclillas de modo que su cara quedó a la altura del culo de la mujer. Le desabrocho el pantalón y le bajó el cierre lentamente. Luego con ambas manos empezó a bajarlo, revelando poco a poco una braga brasileña blanca que era ya lo único que protegía la total desnudez de la mujer contra aquél depravado.
Fermín siguió bajando el pantalón hasta que la mujer por sí sola alzó las piernas para facilitarle la tarea. Ya con total libertad Fermín le manoseaba las piernas, le toqueteó hasta las plantas de los pies como si un médico examinara a su paciente. Naturalmente, puso más atención en el culo, primero llenándole las nalgas de besos y chupetones, luego dándole suaves nalgadas de modo que las pompas se zangolotearan mucho.
Más pronto que tarde Fermín sujetó el elástico de las bragas con ambas manos y comenzó a retirarlas lentamente. Cuando el ano de la mujer estaba a punto de quedar descubierto, ella instintivamente apretó las nalgas y movió avante las caderas para proteger sus agujeros.
—Y sigues de rejega chingao, ya estás toda encuerada y aun así te da pena enseñarme tus hoyos, no mames jaja. Párame bien el culo y quédate quietecita, no lo quiero repetir eh— La mujer nuevamente hizo un doloroso gesto de resignación y arqueó un poco la espalda para poner el culo en pompa.
Fermín continuó bajando las bragas, lo que dejó a la intemperie un ano que lucía estrechisimo, ligeramente más moreno que el resto del cuerpo y una vulva de labios gruesos en forma de tulipán con escasos vellos en el monte de venus.
—Mmm, mamita rica mira nomás qué bonita panocha te cargas— decía Fermín lujuriosamente mientras acariciaba con devoción la vulva y el clítoris, luego escupió sobre sus dedos y le embarró toda la vulva de saliva, dejandole viscosos hasta los vellos.
—Pues mira mi reina cómo hoy te estreno solo te la voy a meter en la panocha, otro día me vas a dar unas mamadas y más tarde te voy a perforar bien rico el chiquito. Vas a venir aquí bien arregladita y perfumadita una vez al mes, te haré saber la fecha exacta, y si no puedes por enfermedad o babosadas así el siguiente mes te cojo doble. No te tengo que reiterar lo que pasará si no te presentas cuando te lo ordene ¿verdad?—
—No amo, p… pero va a usar condón verdad— inquirió la mujer.
—jajaja, claro que no chiquita eso es de maricones, te prometo que no he pescado ninguna enfermedad a pesar de todos los culitos que me he comido, por eso ni me le acercó a las mezquinas que seguro ya traen mil bichos. De ahí que prefiera vírgenes o casadas, con ellas sí puedo garantizar mi salud jaja. Y además, te recuerdo que a partir de hoy eres mi nueva mujer y como tal vas a recibir mis mecos bien adentro de tu panochita mi amor, haz de cuenta que es nuestra noche de bodas jaja—
—N… no por favor señor… digo amo, si aún hay algo de humanidad en usted le ruego que no me haga esto. Haré todo lo que quiera menos…—
—Shhhhh, déjate de fruslerías, calla de una bendita vez.—El hombre se levantó, desamarró el cordón del pants y se lo quitó rápidamente, en su bóxer había una abertura central por donde sacó su verga con todo y tanates. La mujer miró aquella verga con desprecio y como conteniendo las arcadas que le hacía sentir. —Mirala bien mi reina porque a partir de ahora te debes llevar muy bien con ella, se llama la corneadora y te advierto que es muy juguetona, le gusta meterse en agujeros húmedos y calientitos para darse de maromas en ellos hasta vaciar toda la lechita que carga, dime ¿crees que puedas ayudarlo?—
—S…Sí—
—Maravilloso, ¿no te parece linda?, acariciala sin miedo, a la corneadora le gusta sentir piel nueva— la mujer estaba estática, Fermín sujeto una muñeca de la mujer y le dirigió la mano a su verga, enseguida hizo lo mismo con la otra y ella a regañadientes comenzó a masturbarlo.
Fermín esbozó una sonrisa diabólica y se ensalivó algunos dedos de la mano, los cuales llevó a la entrepierna de la mujer comenzando a frotarle la vulva entera, dado que la mujer no estaba lubricando por razones obvias Fermín trataba de humedecerle la panocha lo mejor que pudiera, quizá para que no sufriera tanto la penetración, debía ser la exigua humanidad que le quedaba.
—Mmm, mira lo que encontré corneadora, un agujero hermoso, bien suavecito y poco peludo, de los que más te gustan ¿quieres ver si también está lindo por dentro?— decía Fermín como demente mientras uno de sus dedos ya exploraba el interior de la mujer, quien hacía lo posible por frenar sus impulsos violentos.
Fermín se desplazó a una esquina de la habitación donde retiró una manta que cubría algún tipo de enser. —Acuéstate en el potro rojo que ves ahí y abréme bien las patas— la mujer caminó lentamente a un potro del amor recubierto de terciopelo rojo que para colmo tenía dispersas una que otra mancha de semen y ve tú a saber que otros fluidos de usos anteriores. Se recostó supina y quedó en perfecta posición para un misionero, Fermín se acercó blandiendo su verga como arma y sujetó las pantorrillas de la mujer, luego la jalo levemente de suerte que de la cintura para abajo estaba suspendida fuera del potro.
Fermín separó despacio las piernas de la mujer, que lucharon un poco por mantenerse juntas. Dirigió su verga a la vulva embadurnada de saliva de la mujer. —Mira esto corneadora, que bonita cuevita encontraste— decía el deleznable viejo mientras le refregaba el glande de arriba abajo. Acto seguido, el viejo soltó un último escupitajo sobre el clítoris que escurrió hasta mojar el glande que estaba presto a iniciar el empalamiento. —Mmmm, parece que ya encontraste la entrada, veamos que tan acogedora está— dicho esto Fermín dio su primera estocada, sin embargo el glande fue rechazado, no fue sino hasta la cuarta estocada que el esfínter de la mujer cedió y el glande intruso desapareció dentro de la mujer.
Pese a estar sufriendo un completo ultraje la mujer tenía la mirada gallarda, aunque prefería cerrar los ojos. —Ahhhh, siiiii, que rico corneadora, otra cuevita más en la que te hospedas, vamos a explorarla hasta el fondo— dijo Fermín al empujar el resto de su verga, hasta que sus propios vellos púbicos rozaron con los finos vellos de la mujer.
Fermín comenzó entonces un pausado mete-saca, como degustando cada centímetro del interior de la mujer. —Ahhh, si, mamita chula, ahhh— la cara del anciano se deformaba por el éxtasis y paulatinamente fue aumentando el vigor y la velocidad de sus empellones, esto agitaba el cuerpo entero de la mujer, en especial sus tetas, las cuales se balanceaban sensualmente al compás de cada empellón. La mujer no pudo reprimirse más y emitió quedos jadeos que no podría determinar si provenían de placer o de sufrimiento.
Hipnotizado por las tetas danzantes de la mujer Fermín comenzó a apretujárselas, mientras ella se esforzaba en sostener su cuerpo y no caerse del potro por la fuerza de los empellones. —Ahhh, no mames mi amor la tienes bien apretada y eso que tuviste a tus hijos por parto natural, no veo ninguna cicatriz de cesárea en tu panza. ¿No te dan pito seguido o qué?— preguntó Fermín pero la mujer enmudeció. Fermín con cara de enfado retiró su pene y se sentó en el otro extremo del potro. —Ya que no quieres hablar es hora de que pongas esas caderotas a trabajar bebé, ven a clavarte tu solita— la mujer se enderezó y fue hacia Fermín, se montó a horcajadas sobre él y con el dolor de su alma apuntó la reata a su ya acuosa vagina, por la que se deslizó ahora con suma facilidad; y comenzó un gradual vaivén de caderas que impregnaba de flujos vaginales a la verga.
Fermín sonrió satisfecho y se daba gustó manoseando las nalgas y la espalda de la mujer, cuyo rostro tenía ahora frente al suyo, quiso plantarle un beso pero la mujer retiró el rostro, así que Fermín se dirigió a chupetearle las tetas nuevamente mientras su cuerpo entero se sacudía por los sentones. Varios minutos transcurrieron hasta que en un cierto sentón la verga se deslizó fuera de la vagina, revelando que ya estaba empapada de fluidos, asimismo la vulva de la mujer se había ensanchado por la actividad sexual.
—Mmmm corneadora que buen baño te diste en esa cuevita, pero ya tienes ganas de llenarla de lechita ¿verdad?— la mujer hizo cara de espanto al oír esto. —Me haría favor señorita de ponerse en cuatro y abrirse bien las nalgas— Ambos se levantaron y la mujer se posicionó como Fermín quiso, dejándole una vista sublime de sus indefensos encantos, Fermín le asestó unas cuantas nalgadas y al acercar la cadera la verga perforó aquella chorreante vagina como por atracción magnética.
Estos eran los últimos embates, pues Fermín concentró todo su vigor en arremeter contra la ya vejada mujer, quien se zangoloteba entera cada que el pubis del hombre se azotaba con sus nalgas, produciendo un fragor como de aplauso que deja ardiendo las manos. El cabello de la mujer ya estaba desaliñado por las violentas sacudidas y Fermín sujeto buena parte de él con un puño para usarlo como bastón y darse soporte para no mermar la velocidad de penetración.
—Aaahh, puta preciosa me corro ahhh— Fermín la soltó el cabello y la mujer quedó cabizbaja a sabiendas de lo que le esperaba, sin embargo tamaña sorpresa se llevó cuando sintió que la verga abandonaba su interior y al alzar la cabeza ya la tenía enfrente. Fermín se oprimía la uretra para aplazar la eyaculación y en cuanto vio que la mujer abrió un poco la boca para decir algo dejó efluir varios chorros de semen que regaron el rostro y cabello de la sorprendida mujer, quien aunque se apresuró a cerrar párpados y labios probablemente no logró evitar que entrara alguna gota de semen.
—Jajaja, debiste verte la cara, no soy tan inhumano como para embarazarte, al menos no por ahora preciosa, aunque me gustaría que le heredaras ese cuerpazo a alguna de mis futuras hijas jaja— dijo el hombre con malicia.
La mujer tosía y se retorcía mientras se limpiaba el semen con los antebrazos y con lo que tuviera cerca. —Bien hecho preciosa, dejaste encantada a corneadora con tu cuevita, pero aún tienes dos agujeros que quiere probar jaja, eso será en otra ocasión más propicia. Ya te puedes ir si gustas, pero antes de vestirte dejame tus bragas en la mesa y anotame tu nombre en el pizarrón de la pared— En efecto había un pizarrón de esos blancos para plumones. —¿Y luego de eso ya me puedo ir?— preguntó la mujer. —Si, ah y no intentes ir a la policía o difundir lo que pasa aquí fuera del pueblo porque ahí sí me conocerás emputado y hasta tú vas a quedar en trocitos.— La mujer quedó petrificada un momento y luego se apresuró a vestirse sin ropa interior y a anotar “Teresa” con un plumón rojo. Entretanto, estaba tan absorta viéndolos que no reparé en los pequeños sonidos de pisadas de alguien que bajaba las escaleras, hasta que vi una sombra que se aproximaba por lo que con celeridad me escondí agazapada a un costado de las escaleras, no era difícil verme allí pero no había otra opción.
La figura de una mujer vestida únicamente con sandalias y una bata de baño descendía las escaleras, llevaba una charola con tapa de aluminio como si fuera mesera; pasó frente a mí sin notarme y tocó la puerta del cuartucho. Fermín abrió. —Yolanda querida pasa, quiero que conozcas a nuestra recién llegada Teresa, seguro harán buenas migas— Conque era Yolanda la vecina, esto parecía empeorar. Ella entró y Fermín cerró la puerta. No me atreví a hacer el menor movimiento, a los pocos minutos Teresa salió azotando la puerta caminando aprisa y visiblemente atribulada. Esta vez sí quise dar un último vistazo por la ventana.
Me asomé a hurtadillas y vi que Fermín y Yolanda se daban efusivos besos de lengua, él abrió la bata y la despojó lentamente de ella, mientras Yolanda correspondía los besos sin chistar. Una vez la bata cayó al suelo la desnudez de Yolanda era total. —Que me traes de comer hoy mi amor— dijo Fermín en un tono meloso. —Preparé un filete empanizado, con ensalada y el chipotle que le gusta don— dijo Yolanda en tono afable. —Guau, tu si sabes hacerme sonreír, pero de postre me gustaría comerme dos bollos bien rellenos ¿tú qué dices?— dijo Fermín mientras le magreaba las nalgas. Luego Yolanda, así desnuda, aprestó la mesa para que Fermín comiera y se sentó a su lado como si fuera una mucama.
Yo ya no podía ver más, ese puto viejo debía morir, salí con sigilo del edificio y me encamine a la reunión con mi amigo en el parque donde nos conocimos hace muchos años, y repito una vez consiga el veneno la cuestión será de qué modo voy a lograr que lo consuma…
Nunca me llevé bien con él, pero después de lo que nos hizo lo aborreceré por el resto de mi existencia. Mi madre al no contar con el apoyo de su familia y sin fuentes de ingreso propias, estaba desamparada y no pudo proceder legalmente contra él. Así, el bastardo nos dejó en la inopia. Tuvimos que buscar otra casa, ya no podíamos cubrir la renta de aquella donde había vivido toda mi vida, tuve que despedirme de la colonia y de todas las memorias que moraban ahí.
Estábamos desesperadas por encontrar otro hogar antes de que finalizara nuestro último mes de renta pagada, tuve que truncar mis estudios para buscar un apartamento decente pero con nuestros ahorros era insostenible rentar hasta el peor tugurio de Aguascalientes. Mi madre me sorprendió un día que de la nada me dijo que había encontrado ya un apartamento baratisimo bastante similar al que teníamos, yo suspiré aliviada pero noté en mi madre una expresión agridulce, debía haber alguna desventaja en ese nuevo lugar, le pregunté pero solo me dio evasivas hasta que supo disimular bien su aflicción y actuaba con una falsa alegría.
Contratamos la mudanza y luego de 2 ajetreados días finalmente pudimos reposar un poco en nuestro aparente nuevo hogar. Estaba contenta con el nuevo barrio, se veía seguro y los vecinos eran casi todos mamas solteras y matrimonios jóvenes, no parecía haber vecinos problemáticos, aunque me llamaba la atención que la mayoría de los inquilinos eran mujeres, a lo mucho habia visto 3 hombres en un edificio de 12 apartamentos. En resumen, las mamás solteras eran Sonia (mi mamá), Laura, Esmeralda, Celia, Helvira y Yolanda; las casadas eran Alejandra, Leticia, Gabriela, Diana, Natalia y Berenice.
Al paso de los días creo que me dí cuenta de la pega que tenía el nuevo edificio, y es que Fermín, el arrendador, vivía en la planta baja, en un cuartucho que más bien parecía almacén, era un tipejo canoso calculo que de 55 años, desaliñado, alopécico, vulgar y sin dudas depravado. Lo veía sentado en una silla plegable al lado del pasillo de entrada del edificio, frente a su cuartucho, ahí tenía una vista total de la entrada y si alzaba la vista podía ver por entre los escalones, desde ahí observaba como él no despegaba la vista de todas las mujeres que entraban y salían, especialmente les miraba el culo. Ni que decir cuando mi mamá me llevo a conocerlo, el anciano me desnudaba con la mirada y era un manolarga con ella, pues mientras platicabamos le tocaba el hombro, la rodeaba del torso con el brazo y se acercaba escabrosamente a su cara al conversar.
Creo que se estaba propasando con ella pero para mi sorpresa no noté incómoda a mi mamá, al contrario, ella se reía de su parloteo y le seguía el cotorreo, hacía mucho que no la veía carcajearse tanto de hecho. Así que no dije nada pero en definitiva no me daba confianza ese fulano. Con el tiempo, vi alarmada que Fermín se comportaba igual con todas las amas de casa, incluso con las casadas y ninguna protestaba. Llegué a ver una vez que bajaba de las escaleras como el vejestorio le agarró descaradamente una nalga a Esmeralda, y la magreaba con lujuria mientras ella solo reía. Incrédula no me explicaba porque esas mujeres dejaban que el vejete las tratara así.
Una dia que sali por mandado al mercado cercano, mientras compraba mi madre me marcó diciendome que por favor fuera por una vasija hasta la capital, haría como hora y media caminando pensé, en eso estaba cuando escuché que dos señores locatarios platicaban:
—Nombre manito, cada vez se complican más las cosas, no llevamos ni un mes viviendo aquí y mi esposa se metió a chambear como vendedora de Shelo o Chelo, una madre así pues, de cosméticos y esos tiliches, decía que quería ayudarme con los gastos, ¿como ve?—
—Pos ya ve que las viejas de hoy no se están quietas como antes, y ni modo, uno ya no puede oponerse porque la situación cada vez está más canija. ¿Entonces anda vendiendo en estos momentos?—
—Ei, anda dándose sus rondines por toda la colonia, probando suerte pues, ¿por?—
—Ten cuidado y dile que no vaya a la unidad del Fermín, con todo respeto tu esposa esta linda y ya ves que ese pinche viejo es un manolarga con las mujeres, en especial si sabe que son casadas—
—Jajaja, no mames Mario, mi mujer sabe cuidarse, además como me llegue a enterar que la tocó le partó su madre en corto al perro, o a cualquiera que intente algo contra ella—
—Es que ese es el pedo, lo más seguro es que no te enteres hasta que ya le haya metido la reata, ese pinche Fermín se cogió a muchas de las esposas de otros trabajadores de por aquí, y los cornudos no se enteraban hasta que las viejas se embarazaban, o peor, hasta que los rumores de que se las andaba cogiendo ya eran muy sonados—
—Ya no digas mamadas, me vas a decir que ese pendejo hediondo y aparte feo como la chingada resulta que es un garañón, seductor y que ninguna se le resiste, jajaja, sácate a la verga—
—No mano, ya fuera de coto no te miento, por eso nunca dejé que mi mujer y menos que mis hijas se acercaran a ese cabrón, y claro que no son las viejas las que aflojan, ese vejarrón es uno de esos terratenientes hijueputas, me consta que hasta está protegido por algún cártel porque les presta sus tierras para sus negocios, casi que es intocable, por eso nadie se atreve a ponerse al tú por tú con él y por eso se aprovecha y se mete con cualquier mujer que le guste, no tiene familia pero tiene hijos regados por todo el municipio—
—No me chingues que con el cartel del golfo, y si todo esto es verdad, ¿lo has de saber por experiencia o que?—
—Ya te dije que conocí muchos pobres pendejos que los cornearon, pero hace como cuatro años venía una señora con su hija a vender verduras, muy linda y educada la chamaca, no tenía nada de la putería que luego luego se les nota a algunas. Pues fíjate que el pinche Fermín le echó el ojo a los pocos días y un día que fui a los almacenes los encontré, el cabrón la tenía encuerada y empinada sobre unos huacales mientras le daba por atrás. La pobre muchacha tenía los ojos llenos de lágrimas y el viejo le tapaba la boca para que no gritara mientras le lamía la oreja. En ese momento pensé en matar al hijo de perra, pero me acobardé porque sabía que sus patrones me matarían a mi y a mi familia entera. Me fui de allí y aunque ellas siguieron vendiendo unas semanas, el ánimo de la muchacha era terrible, le rogaba a su mamá que se fueran de aquí y de un día para otro ya no se les vió más. Hubo otra ocasión en que fui a abastecer de abarrotes la escuela de mi hija y mientras descargaba las cosas del camión con los muchachos me dieron ganas de mear. Camino al baño que escucho unos quejidos y como gritos ahogados, el sonido me llevó a un salón cerrado donde estaba una de las maestras abierta de patas sobre el escritorio y en medio de ellas el Fermín acomodándole la reata en la pucha. Era una maestra joven recién contratada, la tenía con las ropas rasgadas y ella luchaba por zafarse del puto viejo, otra vez no podía remediar la situación, ni yo ni mi familia viviremos tranquilos con ese cabrón vivo—
—A la bestia, no mames pero cómo puede estar ese hijo de su perra madre vivo todavía, ya le tocará su merecido y nada de tonteras del infierno, lo recibirá en vida de eso estoy seguro. Pero mira gracias por avisarme compadre, voy a cuidar a mi esposa, suerte que tuve puro niño con ella, sino ahorita estaría vuelto loco—
—Ándale, cualquier cosa aqui ando manito, nos echamos aguas entre ambos—
Yo estaba anonadada por lo que oía, en donde nos habíamos venido a meter y con quién, teníamos que salir pronto de aquí. Tenía que encontrar rápido a mi madre y contarle todo lo que escuché, ahora entendía porque eran tan permisivas las mujeres con ese pinche viejo, era un criminal y un ultrajador. Regresé de inmediato al edificio atenta por si veía a Fermín para evitarlo a toda costa. No lo vi en su cuartucho y fui rauda hasta mi departamento. Abrí y para mi mala suerte no la encontraba por ninguna parte, ya muy angustiada le marqué pero no respondía. Fui a su recamara en busca de alguna pista sobre su paradero, dejé la puerta entornada y buscaba alguna nota en su calendario cuando escucho que abren la puerta.
Asumí que era ella así que estaba por abrir la puerta cuando escuche que no venía sola:
—Que bonito arreglaste tu depa nalgona, pero lo único que me importa es ver qué cama vamos a usar, llegó la hora de dar tu enganche de la renta jaja—
—Si, lo sé señor, pero mire le insisto en que si me espera podría darle 8,000 pesos por este mes, solo vamos a estar un mes aquí, por favor pienselo— dijo mi mamá con voz queda.
—Shhh, no quiero escuchar más balbuceos, ya te dije que el dinero no me interesa y sabes a lo que te atenías desde que aceptaste mudarte aquí, todas tus vecinas pagan la renta del mismo modo no te sientas mal jajaja—
—Po… por favor señor, vea en qué situación estaba no tenía otra opción, se que podemos negociar de otro modo—
—Si quieres negociar no tienes que convencerme a mí sino a él— dijo el anciano mientras se bajaba los pantalones, liberando su arrugado y asqueroso pene, que comenzó a oscilar vulgarmente.
El hombre se quitó los pantalones y los zapatos mientras mi madre estaba inmóvil con la mirada perdida. Yo no sabía qué hacer después de lo que oí si salía ahorita y entre las dos lo matábamos, quién sabe qué consecuencias tendríamos. El vejete se acercó semidesnudo a mi madre y la abrazó, yéndose sus manos directamente a sus nalgas, las cuales manoseó vilmente, luego le metió una debajo de la falda acampanada para acariciar ahora la piel de sus nalgas.
—Tranquila nalgona, si tratas bien mi verga nunca te faltará techo, ni comida ni ropa, a tu hija tampoco eh, mientras ábreme la boquita— dijo el viejo mientras acariciaba la barbilla de mi madre.
Ella obedeció y el hombre introdujo con lascivia la lengua en su boca, comenzando una serie interminable de besos salivosos, que mi madre correspondía a duras penas. El viejo aprovechó para empezar a desnudarla, le desabotonó la blusa y ella dócilmente estiró los brazos para que se la quitara, luego le jaló el sostén y de un único y ágil movimiento este cayó al suelo, liberándose sus turgentes pechos.
El viejo dejó de besarla y empezó a sobárselos:
—Mamacita, las tienes como me encantan, redonditas, suavecitas y con las areolas grandotas, estos si son manjares— dijo mientras le toqueteba y apretaba las tetas bruscamente.
Luego se las empezó a chupar y lengüetear como poseso, mordisqueándole los pezones y escupiendo en medio de ellas, las dejo bien barnizadas de saliva, fue entonces que se sentó en nuestro sillón.
—Pocas viejas tienen las ubres tan bonitas, pero dejame ver si las sabes usar putita— dijo el hombre mientras abría las piernas y agitaba su verga.
Mi madre entendió el mensaje y se arrodilló en medio de ellas, con las tetas ensalivadas le arropó la verga y presionandolas como tornillo de banco las frotó alrededor de su verga con frenesí. El hombre sonrió complacido y alzaba la cadera para aumentar el frotamiento, su verga se deslizaba como mantequilla entre ambos promontorios de carne, y cuando ella se detenía la verga desaparecía entre ellas, apenas y sobresalía la punta del glande. Ese viejo encima era un pitochico.
—Ahhh, espérate que me vas a deslechar sin haberte cogido, mejor enséñame esas petacotas que te cargas, ya varios días aquí y parece que no te has desembarazado de todo el equipaje jaja— Mi mamá entendió la alusión y se irguió para luego darle la espalda, se desabrochó la falda y con ambas manos comenzó a bajársela. —No, no, no pero primero arquéate bien mi reina, sacame el culito como piruja de esquina jaja— ordenó. —P… pero yo no sé de qué manera quiere que…— reviró mamá —A ver no te hagas zonza, ponme el culo en pompa, páramelo rico, todas las hembras lo saben hacer por instinto jajaja— declaró. A mamá se le anegaron los ojos, arqueó la espalda y dejó caer la falda hasta los tobillos, apareció una pantaleta blanca con estampado de alcatraces. —Jajaja, ¿que chingados con esos calzones mujer? Ni mi abuela usaba cachivaches tan anticuados, te voy a regalar unos que luzcan esos cachetotes como Dios manda, pero ahora déjame ver que hoyitos hay detrás de ese trapo— mi mamá tiritando de pavor comenzó a desprenderse de su pantaleta y cuando sus intimidades iban a exhibirse a ese pinche viejo no tuve el coraje de seguir viendo más.
Aparté la vista de la puerta y me senté en el piso recargada en la pared detrás de la puerta, cubrí mis oídos con las palmas y cerré los ojos. No se cuanto tiempo permanecí así hasta que los murmullos pararon. Entonces me asomé y vi que mamá totalmente desnuda se dirigía al baño, probablemente para ducharse, tenía laa nalgas enrojecidas, la entrepierna brillosa y de su vagina goteaban restos de algún fluido; el delineador y el poco maquillaje que llevaba desbaratado al igual que su cabello. Una vez en la regadera la oí sollozar. Hice ruido en el cerrojo de la puerta para fingir que apenas había llegado y mamá gritó sorprendida que quien era desde la regadera, le dije y sentí que recobró su compostura como si nada hubiera pasado, así transcurrió ese día.
Al día siguiente madrugué y apenas podía mantenerle la mirada a mi madre, estaba impotente, no podía ayudarla por mis propios medios, necesitaba apoyo, era obvio que había que deshacerse de ese pinche viejo de una vez por todas, eliminarlo de la faz de la tierra. Si lo iba a matar debía ser lo más discreta, astuta y furtiva posible, no debía dejar huella alguna, debía disimularlo como que murió de vejez, así que pensé en envenenarlo, el problema era cómo suministrarle el veneno.
Le dije a mamá que saldría a ver una amiga cuando en realidad iría a conseguir el veneno con un amigo de la universidad que era de los típicos dealers, ese vato conseguía cualquier químico que le pidieras. Mientras bajaba las escaleras vi que Fermín estaba dentro de su cuartucho, así que traté de no hacer ruido.
En ese momento alguien tocó la puerta principal, Fermín salió a abrir y tuve que regresar unos cuantos escalones para no ser vista. Cuando abrió la puerta resultó que del otro lado había una mujer de no más de 30 años que pedía permiso para vender productos de Shelo. Sentí un nudo en la garganta porque imaginé que era la esposa del locatario anónimo del otro día. Fermín la invitó a pasar y en cuanto ella le dió la espalda Fermín le miró el culo y sonrió como sátiro.
—Es usted nueva por aquí ¿verdad señorita?— preguntó él
—Si, si, mi familia y yo recién llegamos por aquí y pues como ve somos gente honesta por si tenía la inquietud—
—Oh no, cómo cree usted que vengo de malvibroso, es que llevo toda mi vida viviendo aquí y se reconocer caras nuevas—
—¡Ay disculpe! Es que del lugar donde venimos recibimos malos tratos de gente de la que no vale la pena hablar, creo que sigo a la defensiva—
—No se preocupe, y hablando de Shelo yo uso una crema para la piel diabética creo que de caracol o algo parecido, ¿no tendrá de esa?
—Ahhmm, no se bien a cual se refiere, creo que no maneja esta marca cremas para diabeticos—
—No pues esta raro, pero le aseguro que la tengo ahi en mi casa—
—A ver, enséñamela y veo si la encuentro en el catálogo—
—Claro que sí mire acompañeme, por ahí conoce la unidad tenemos un departamento libre por si le interesa traer a su familia, estan bien baratos—
—¿Ah sí?, dígame qué rango de precio mas o menos—
—Aquí tengo los papeles en mi oficina, soy el dueño de este edificio, estoy a sus ordenes señorita—
El malnacido la había persuadido de que lo acompañara a su cuartucho, temía que intentara algo con ella así que me acerqué sigilosamente cuando él cerró la puerta tras la mujer. Por la ventana los oí platicar dizque de los beneficios de rentar en el edificio y casi que la convence el chingado viejo, la mujer acordó platicarlo con su marido y retomó el tema de la supuesta crema, entonces Fermín se puso en el umbral de la habitación y reveló sus nefandas intenciones:
—Mira preciosa la verdad es que yo no uso nada de tus baratijas, y como la nueva residente que eres tengo que explicarte como se cuecen aquí las habas— dijo Fermín cambiando su tono de voz de amable a severo.
—¿Que?, oigame señor usted no me va a hablar asi, dejeme salir o grito, eh, no se lo diré dos veces—
—Por mi grita todo lo que quieras, ahorita hay aquí puras mujeres y ninguna te va a ayudar—
—Viejo loco, ¡auxilio!, ¡auxilio!...— gritó ella hasta casi desgañitarse, nadie la iba a ayudar, ni siquiera yo podía hacerlo.
—¿Ya terminaste?,¿me vas a dejar hablar o que?—
—No le tengo miedo eh, y no se me acerque porque aunque me mate no voy a dejarlo salir sin un rasguño—
—Eres muy parlanchina mujer, se nota que no te han enseñado modales. Escúchame con atención, este es territorio de cárteles, solo que aquí estamos en paz porque soy su benefactor, como soy dueño de casi todo el pueblo les dejo que hagan su chamba a sus anchas y los proveo de buena infraestructura, a cambio ellos me protegen y me hacen uno que otro favorcillo—
—¿Y a mi que?, ¿eso qué tiene que ver conmigo?—
—Pues digamos que soy como el emperador de aquí, no solo soy dueño de los edificios sino tambien de toda mujer que ponga un pie en mi territorio, claro que no todas me sirven para coger pero las que sí me gustan deben satisfacerme en la cama, no pueden negarme sexo cuando lo pida y deben estar conscientes de que sus cuerpos me pertenecen. Esta es mi residencia principal por el momento ya que no cobro abriéndole la cartera a mis inquilinos sino abriéndole las patas a mis inquilinas jajaja—
—¿Qué?, pinche viejo chiflado, aléjese de mí, cuando mi marido venga a buscarme ya verá—
—¿Que no escuchaste lo que dije?, basta una simple orden y mis hombres le pondrán la putiza de su vida a tu marido, lo van a dejar medio muerto, a tus dos hijos los van a reclutar y a ti de todos modos te voy a hacer mía solo que ya no será por las buenas—
—No es cierto, yo no le creo nada viejo chiflado, ¡ya déjeme salir de aquí!—
—¿En verdad quieres ponerme a prueba zorrita? Yo no tengo pedo en violarte aquí mismo, por mucho que te resistas al final unos buenos chingadazos te harán ceder, he tenido que hacerlo pocas veces y no me gusta para nada, sería mejor para ambos que cooperes sin refunfuñar tanto. Puedes gritar cuanto quieras pero como te dije hay puras mujeres y todas ya conocen su lugar—
—¡Ya dije que no me da miedo pinche viejo!, quiero ver que lo intentes a ver si muy machito—
—Tal vez esto te enseñe que no estoy jugando— dijo el anciano maliciosamente mientras sacaba de un cajón de su tocador una carpeta de broche y un enorme frasco diáfano de vidrio amarillo. El anciano arrojó el frasco sin mucha fuerza al piso, la mujer se apartó pensando que se lo lanzaría a ella, y este se despedazó al impacto. El contenido se desparramó por el suelo, era un líquido transparente que contenía dedos, orejas y hasta penes cercenados.
—¡Dios mío, ¿qué es esto?!— dijo la mujer con cara de espanto.
—Son los restos de los pobres diablos que quisieron pasarse de la raya conmigo o que simplemente no dejaron que me cogiera a sus viejas a gusto jaja—
—¡No!, es mentira pinche loco, estas cosas son de hule o algo así, son falsas… no soy ninguna tonta—
—Muy tu pedo si no me crees pero callate que no he terminado zorrita, mira que traigo aquí— Fermín abrió la carpeta y le mostró a la mujer copias de documentos, creo que logré ver licencia de conducir, credencial de elector, tarjeta bancaria y hasta la cartilla de servicio militar.
—No puede ser… no… ¿como chingados consiguió eso?— imaginé que los documentos eran copias de los de su marido y un escalofrío me recorrió el cuerpo, ¿con qué medios contaba ese pinche viejo?
—Sé todo de tu Francisco, sus horarios, su domicilio, hijos, trabajo, bla bla bla. Nada entra o sale de este pueblo sin que se me notifique eh—
—No… imposible… no puedes hacernos esto por favor—
—¿Ahora me vas a rogar? nah, mira te lo dejo bien claro si no quieres que le demos un levantón a alguno de tus hijos o a tu maridito yo que tú me iba desvistiendo— compungida, los ojos de la mujer se volvieron cristalinos por las lágrimas que empezaban a manar y se lamentaba a viva voz mientras se cubría la cara con las manos, la situación la rebasaba.
—No llores lindura, ponme atención, tu familia vivirá plácidamente aquí. Como te dije, el pueblo está bajo la protección de mis socios, no debes preocuparte por la inseguridad, me aseguraré de que a tu marido nunca le falte chamba; lo mismo va para tus hijos, si llegaras a necesitar algún apoyo económico para sus estudios o cualquier otro asunto sólo házmelo saber. A cambio, solo debes entregarme tu cuerpo, te voy a hacer mía, y tú vas a ser sumisa, acomedida y obediente conmigo, es decir con tu macho; como todas las mujeres deberían ser. Tienes suerte de no tener hijas porque sino tendrías que entregármelas también, cuando ya estuvieran bien creciditas claro, no soy ningún pederasta jajaja—
—Eres un monstruo, no puedes hacernos esto ¿quién te crees que eres?, ¿no tienes temor de Dios? quizá yo no lo haga pero un día te darán tu merecido anciano de mierda, a todos nos llega la retribución de nuestros actos y tu…— la mujer fue interrumpida por una brutal bofetada que recibió en el pómulo derecho. Del impacto la mujer casi fue derribada, pero solo tambaleó y se cubrió el rostro con ambos brazos temiendo otro golpe.
—No me gusta pegarle a mis viejas pero ya te estabas pasando de lista. Hasta ahora he sido cortés contigo pero debo adiestrarte como la perra ladradora que eres con mano dura—
—No… espere por favor… no me haga daño, no sea cruel por favor…— suplicó la mujer con la mejilla enrojecida por el golpe y con una parte del labio inferior a punto de reventar.
—Entonces a partir de ahora me obedecerás sin repelar y me llamarás “amo” siempre con el debido respeto, también, solo abrirás la boca cuando te lo autorice; si te portas bien yo te trataré como mi mujer con las deferencias que te mereces y jamás te volveré a pegar, al contrario seré cariñoso y hasta te daré algunos detallitos. ¿Entendido?—
—N… no me haga esto a… amo, ¿qué me va a hacer? yo no quiero fallarle a mi marido, lo amo y además no soy ninguna mujerzuela como para…— Fermín hizo un puño con una mano, la mujer lo notó y se calló mirando al suelo.
—Mira no te doy otro madrazo porque estás re chula, y sobre lo demás, todo a su tiempo preciosa, ahorita quiero verte como Dios te trajo al mundo— dijo el hombre esta vez con mirada lasciva, se acercó a la mujer y le rodeó la cintura con un brazo.
Con el otro comenzó a levantarle la blusa de hombros descubiertos que llevaba, su mano iba encaminada a estrujarle las tetas. Llevó su boca al cuello de la mujer y lo llenó de besos efusivos en el lado derecho llegando a mordisquearle con los labios el lóbulo de la oreja.
Los ojos de la mujer comenzaron a anegarse en lágrimas, pero suspiró resignada haciendo una mueca muy lastimera y alzó los brazos para que Fermín le quitara la blusa. La mujer sabía que aunque todo su ser lo aborreciera, no tenía en este momento otra opción más que obedecer al anciano, debía entregarle su cuerpo, y lo peor de todo; temía recibir la verga de ese vejete en su interior.
La expresión de Fermín se volvió completamente salvaje, era la de un crápula inhumano que hasta a mí me aterrorizó. Esto pasó al instante que las tetas de la mujer se balancearon grácilmente al jalarle la blusa por arriba. Con un movimiento veloz, Fermín rompió la endeble tela que unía las copas del brasier sin tirantes, lo que agitó un poco al par de senos redondos y bien formados que la mujer poseía, quizá levemente caídos por haber amamantado dos hijos. Fermín las trató igual a las de mamá, ensalivándolas por completo y mordisqueandole los pezones. La mujer solo cerraba los ojos y reprimía sus quejidos.
Luego, ya sin ningún pudor las manos de Fermín se fueron directo a las nalgas de la mujer, las metió debajo de su pantalón de mezclilla para poder sobárselas con fruición.
—Quítate los zapatos y los calcetines mi amor; tranquila una vecina me acaba de trapear el piso jaja— ordenó Fermín. La mujer sin decir una palabra y con algunas lágrimas descendiendo por sus pómulos, se desamarró los tenis de suela gruesa y se los quitó con todo y calcetín. Una vez descalza, Fermín se puso en cuclillas de modo que su cara quedó a la altura del culo de la mujer. Le desabrocho el pantalón y le bajó el cierre lentamente. Luego con ambas manos empezó a bajarlo, revelando poco a poco una braga brasileña blanca que era ya lo único que protegía la total desnudez de la mujer contra aquél depravado.
Fermín siguió bajando el pantalón hasta que la mujer por sí sola alzó las piernas para facilitarle la tarea. Ya con total libertad Fermín le manoseaba las piernas, le toqueteó hasta las plantas de los pies como si un médico examinara a su paciente. Naturalmente, puso más atención en el culo, primero llenándole las nalgas de besos y chupetones, luego dándole suaves nalgadas de modo que las pompas se zangolotearan mucho.
Más pronto que tarde Fermín sujetó el elástico de las bragas con ambas manos y comenzó a retirarlas lentamente. Cuando el ano de la mujer estaba a punto de quedar descubierto, ella instintivamente apretó las nalgas y movió avante las caderas para proteger sus agujeros.
—Y sigues de rejega chingao, ya estás toda encuerada y aun así te da pena enseñarme tus hoyos, no mames jaja. Párame bien el culo y quédate quietecita, no lo quiero repetir eh— La mujer nuevamente hizo un doloroso gesto de resignación y arqueó un poco la espalda para poner el culo en pompa.
Fermín continuó bajando las bragas, lo que dejó a la intemperie un ano que lucía estrechisimo, ligeramente más moreno que el resto del cuerpo y una vulva de labios gruesos en forma de tulipán con escasos vellos en el monte de venus.
—Mmm, mamita rica mira nomás qué bonita panocha te cargas— decía Fermín lujuriosamente mientras acariciaba con devoción la vulva y el clítoris, luego escupió sobre sus dedos y le embarró toda la vulva de saliva, dejandole viscosos hasta los vellos.
—Pues mira mi reina cómo hoy te estreno solo te la voy a meter en la panocha, otro día me vas a dar unas mamadas y más tarde te voy a perforar bien rico el chiquito. Vas a venir aquí bien arregladita y perfumadita una vez al mes, te haré saber la fecha exacta, y si no puedes por enfermedad o babosadas así el siguiente mes te cojo doble. No te tengo que reiterar lo que pasará si no te presentas cuando te lo ordene ¿verdad?—
—No amo, p… pero va a usar condón verdad— inquirió la mujer.
—jajaja, claro que no chiquita eso es de maricones, te prometo que no he pescado ninguna enfermedad a pesar de todos los culitos que me he comido, por eso ni me le acercó a las mezquinas que seguro ya traen mil bichos. De ahí que prefiera vírgenes o casadas, con ellas sí puedo garantizar mi salud jaja. Y además, te recuerdo que a partir de hoy eres mi nueva mujer y como tal vas a recibir mis mecos bien adentro de tu panochita mi amor, haz de cuenta que es nuestra noche de bodas jaja—
—N… no por favor señor… digo amo, si aún hay algo de humanidad en usted le ruego que no me haga esto. Haré todo lo que quiera menos…—
—Shhhhh, déjate de fruslerías, calla de una bendita vez.—El hombre se levantó, desamarró el cordón del pants y se lo quitó rápidamente, en su bóxer había una abertura central por donde sacó su verga con todo y tanates. La mujer miró aquella verga con desprecio y como conteniendo las arcadas que le hacía sentir. —Mirala bien mi reina porque a partir de ahora te debes llevar muy bien con ella, se llama la corneadora y te advierto que es muy juguetona, le gusta meterse en agujeros húmedos y calientitos para darse de maromas en ellos hasta vaciar toda la lechita que carga, dime ¿crees que puedas ayudarlo?—
—S…Sí—
—Maravilloso, ¿no te parece linda?, acariciala sin miedo, a la corneadora le gusta sentir piel nueva— la mujer estaba estática, Fermín sujeto una muñeca de la mujer y le dirigió la mano a su verga, enseguida hizo lo mismo con la otra y ella a regañadientes comenzó a masturbarlo.
Fermín esbozó una sonrisa diabólica y se ensalivó algunos dedos de la mano, los cuales llevó a la entrepierna de la mujer comenzando a frotarle la vulva entera, dado que la mujer no estaba lubricando por razones obvias Fermín trataba de humedecerle la panocha lo mejor que pudiera, quizá para que no sufriera tanto la penetración, debía ser la exigua humanidad que le quedaba.
—Mmm, mira lo que encontré corneadora, un agujero hermoso, bien suavecito y poco peludo, de los que más te gustan ¿quieres ver si también está lindo por dentro?— decía Fermín como demente mientras uno de sus dedos ya exploraba el interior de la mujer, quien hacía lo posible por frenar sus impulsos violentos.
Fermín se desplazó a una esquina de la habitación donde retiró una manta que cubría algún tipo de enser. —Acuéstate en el potro rojo que ves ahí y abréme bien las patas— la mujer caminó lentamente a un potro del amor recubierto de terciopelo rojo que para colmo tenía dispersas una que otra mancha de semen y ve tú a saber que otros fluidos de usos anteriores. Se recostó supina y quedó en perfecta posición para un misionero, Fermín se acercó blandiendo su verga como arma y sujetó las pantorrillas de la mujer, luego la jalo levemente de suerte que de la cintura para abajo estaba suspendida fuera del potro.
Fermín separó despacio las piernas de la mujer, que lucharon un poco por mantenerse juntas. Dirigió su verga a la vulva embadurnada de saliva de la mujer. —Mira esto corneadora, que bonita cuevita encontraste— decía el deleznable viejo mientras le refregaba el glande de arriba abajo. Acto seguido, el viejo soltó un último escupitajo sobre el clítoris que escurrió hasta mojar el glande que estaba presto a iniciar el empalamiento. —Mmmm, parece que ya encontraste la entrada, veamos que tan acogedora está— dicho esto Fermín dio su primera estocada, sin embargo el glande fue rechazado, no fue sino hasta la cuarta estocada que el esfínter de la mujer cedió y el glande intruso desapareció dentro de la mujer.
Pese a estar sufriendo un completo ultraje la mujer tenía la mirada gallarda, aunque prefería cerrar los ojos. —Ahhhh, siiiii, que rico corneadora, otra cuevita más en la que te hospedas, vamos a explorarla hasta el fondo— dijo Fermín al empujar el resto de su verga, hasta que sus propios vellos púbicos rozaron con los finos vellos de la mujer.
Fermín comenzó entonces un pausado mete-saca, como degustando cada centímetro del interior de la mujer. —Ahhh, si, mamita chula, ahhh— la cara del anciano se deformaba por el éxtasis y paulatinamente fue aumentando el vigor y la velocidad de sus empellones, esto agitaba el cuerpo entero de la mujer, en especial sus tetas, las cuales se balanceaban sensualmente al compás de cada empellón. La mujer no pudo reprimirse más y emitió quedos jadeos que no podría determinar si provenían de placer o de sufrimiento.
Hipnotizado por las tetas danzantes de la mujer Fermín comenzó a apretujárselas, mientras ella se esforzaba en sostener su cuerpo y no caerse del potro por la fuerza de los empellones. —Ahhh, no mames mi amor la tienes bien apretada y eso que tuviste a tus hijos por parto natural, no veo ninguna cicatriz de cesárea en tu panza. ¿No te dan pito seguido o qué?— preguntó Fermín pero la mujer enmudeció. Fermín con cara de enfado retiró su pene y se sentó en el otro extremo del potro. —Ya que no quieres hablar es hora de que pongas esas caderotas a trabajar bebé, ven a clavarte tu solita— la mujer se enderezó y fue hacia Fermín, se montó a horcajadas sobre él y con el dolor de su alma apuntó la reata a su ya acuosa vagina, por la que se deslizó ahora con suma facilidad; y comenzó un gradual vaivén de caderas que impregnaba de flujos vaginales a la verga.
Fermín sonrió satisfecho y se daba gustó manoseando las nalgas y la espalda de la mujer, cuyo rostro tenía ahora frente al suyo, quiso plantarle un beso pero la mujer retiró el rostro, así que Fermín se dirigió a chupetearle las tetas nuevamente mientras su cuerpo entero se sacudía por los sentones. Varios minutos transcurrieron hasta que en un cierto sentón la verga se deslizó fuera de la vagina, revelando que ya estaba empapada de fluidos, asimismo la vulva de la mujer se había ensanchado por la actividad sexual.
—Mmmm corneadora que buen baño te diste en esa cuevita, pero ya tienes ganas de llenarla de lechita ¿verdad?— la mujer hizo cara de espanto al oír esto. —Me haría favor señorita de ponerse en cuatro y abrirse bien las nalgas— Ambos se levantaron y la mujer se posicionó como Fermín quiso, dejándole una vista sublime de sus indefensos encantos, Fermín le asestó unas cuantas nalgadas y al acercar la cadera la verga perforó aquella chorreante vagina como por atracción magnética.
Estos eran los últimos embates, pues Fermín concentró todo su vigor en arremeter contra la ya vejada mujer, quien se zangoloteba entera cada que el pubis del hombre se azotaba con sus nalgas, produciendo un fragor como de aplauso que deja ardiendo las manos. El cabello de la mujer ya estaba desaliñado por las violentas sacudidas y Fermín sujeto buena parte de él con un puño para usarlo como bastón y darse soporte para no mermar la velocidad de penetración.
—Aaahh, puta preciosa me corro ahhh— Fermín la soltó el cabello y la mujer quedó cabizbaja a sabiendas de lo que le esperaba, sin embargo tamaña sorpresa se llevó cuando sintió que la verga abandonaba su interior y al alzar la cabeza ya la tenía enfrente. Fermín se oprimía la uretra para aplazar la eyaculación y en cuanto vio que la mujer abrió un poco la boca para decir algo dejó efluir varios chorros de semen que regaron el rostro y cabello de la sorprendida mujer, quien aunque se apresuró a cerrar párpados y labios probablemente no logró evitar que entrara alguna gota de semen.
—Jajaja, debiste verte la cara, no soy tan inhumano como para embarazarte, al menos no por ahora preciosa, aunque me gustaría que le heredaras ese cuerpazo a alguna de mis futuras hijas jaja— dijo el hombre con malicia.
La mujer tosía y se retorcía mientras se limpiaba el semen con los antebrazos y con lo que tuviera cerca. —Bien hecho preciosa, dejaste encantada a corneadora con tu cuevita, pero aún tienes dos agujeros que quiere probar jaja, eso será en otra ocasión más propicia. Ya te puedes ir si gustas, pero antes de vestirte dejame tus bragas en la mesa y anotame tu nombre en el pizarrón de la pared— En efecto había un pizarrón de esos blancos para plumones. —¿Y luego de eso ya me puedo ir?— preguntó la mujer. —Si, ah y no intentes ir a la policía o difundir lo que pasa aquí fuera del pueblo porque ahí sí me conocerás emputado y hasta tú vas a quedar en trocitos.— La mujer quedó petrificada un momento y luego se apresuró a vestirse sin ropa interior y a anotar “Teresa” con un plumón rojo. Entretanto, estaba tan absorta viéndolos que no reparé en los pequeños sonidos de pisadas de alguien que bajaba las escaleras, hasta que vi una sombra que se aproximaba por lo que con celeridad me escondí agazapada a un costado de las escaleras, no era difícil verme allí pero no había otra opción.
La figura de una mujer vestida únicamente con sandalias y una bata de baño descendía las escaleras, llevaba una charola con tapa de aluminio como si fuera mesera; pasó frente a mí sin notarme y tocó la puerta del cuartucho. Fermín abrió. —Yolanda querida pasa, quiero que conozcas a nuestra recién llegada Teresa, seguro harán buenas migas— Conque era Yolanda la vecina, esto parecía empeorar. Ella entró y Fermín cerró la puerta. No me atreví a hacer el menor movimiento, a los pocos minutos Teresa salió azotando la puerta caminando aprisa y visiblemente atribulada. Esta vez sí quise dar un último vistazo por la ventana.
Me asomé a hurtadillas y vi que Fermín y Yolanda se daban efusivos besos de lengua, él abrió la bata y la despojó lentamente de ella, mientras Yolanda correspondía los besos sin chistar. Una vez la bata cayó al suelo la desnudez de Yolanda era total. —Que me traes de comer hoy mi amor— dijo Fermín en un tono meloso. —Preparé un filete empanizado, con ensalada y el chipotle que le gusta don— dijo Yolanda en tono afable. —Guau, tu si sabes hacerme sonreír, pero de postre me gustaría comerme dos bollos bien rellenos ¿tú qué dices?— dijo Fermín mientras le magreaba las nalgas. Luego Yolanda, así desnuda, aprestó la mesa para que Fermín comiera y se sentó a su lado como si fuera una mucama.
Yo ya no podía ver más, ese puto viejo debía morir, salí con sigilo del edificio y me encamine a la reunión con mi amigo en el parque donde nos conocimos hace muchos años, y repito una vez consiga el veneno la cuestión será de qué modo voy a lograr que lo consuma…
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