Padre y Hombre - Parte 10 (fin)

No se puede dormir así de bien. Ni los maratonistas que se destruyen corriendo por horas y, exhaustos, finalmente encuentran una cama duermen así de bien. Me despertó la luz que entraba suave y tímida entre la persiana de la ventana de mi cuarto. Ya era bien tarde en la mañana.

Giré la cabeza y ahí al lado mío estaba Noelia. No había sido un sueño. La cama estaba hecha un desastre. Yo había quedado a medio cubrir con la sábana, tapándome solo las piernas, y ella estaba yaciendo en su costado, totalmente desnuda igual que yo, mostrándome las suaves curvas de su espalda y su culo hermoso, que parecían mecerse con cada una de sus respiraciones.

Me acerqué y la empecé a acariciar suavemente en su costado, siguiendo el valle del lado de su torso y cómo subía empinado hasta convertirse en cadera. Sin aún poder creer lo que había pasado. Pegué mi cuerpo desnudo contra el de ella y la abracé desde atrás, apoyándole mi verga contra el culo porque no tenía otra forma de abrazarla. Hay pocas sensaciones mejores que esa. Le corrí un poco su largo pelo negro y estrujándola suavemente empecé a besarla despacito en su cuello, en su orejita delicada… sentí que protestó suavemente en su despertar y enseguida vi que sonrió sin abrir los ojos y estiró perezosamente su cuerpo contra el mío.

“Buen dia, mi amor…”, le susurré en el oído y le chupé juguetonamente el lóbulo de su oreja.
Ella siguió sonriendo y sentí su manito acariciarme la cadera sin mirar, “...mmmh.. Buen dia, pa…”
“Dormiste bien?”
“Msí… mmh…vos…?”, me contestó entre murmullos.
“Muy bien.”

Seguí besándo y acariciando a mi hija así por un rato. Disfrutando, deleitándome. Ya lo había hecho mucho anoche. Llevé mi mano sobre su ombligo y su estómago chatito y comencé a acariciarla ahí, pensando en toda la cantidad de mi leche que le había dejado adentro de su cuerpo y la forma en que ella lo recibía todo, tan gustosa. Gracias a Dios por los anticonceptivos, pensé.
“Querés café?”, le susurré.
“Msí…”, murmuró.
Tenerla así en mis brazos, tan pegada me hizo sentir que la verga se me tensionaba de nuevo, pegada como estaba contra su cola. No me contuve porque no quise hacerlo. Seguí acariciándola suavemente, besándole la piel, frotándole la verga despacio contra sus nalgas, haciendo que la sintiera. Ella suspiraba con los ojos aún cerrados y su mano disfrutaba de mi cuerpo también.
“Mmmh… y el café?”, la escuché decir.
“En un ratito…”, le dije al oído con una sonrisa. Tomé mi pija que ya estaba dura y guiándola despacio, frotandola contra ella la moví hasta que encontré lo que buscaba - la dulce y estrecha conchita de mi hija que tanto había disfrutado anoche. Mi cabeza hinchada ya se empezó a mover despacio, arriba y abajo, separando suavemente sus labios vaginales, disfrutando el contacto.
“Mmh… pa….”, me gimió.
“Tenemos tiempo…es domingo…”, le dije suavemente.
“Mmmh… aaaah…”, la sentí protestar dulce, tan dulce, cuando con mi mano le tomé un muslo, separándolo un poquito, apenas, para hacérmelo más fácil. Presioné firme con mis caderas y lentamente la entré de nuevo con mi verga dura, haciendo que se desarrollara toda dentro de ella, dándole placer, amándola. Ya la sentía mojadita por dentro. Mi hija hermosa. El calor de su interior sólo me animaba a querer darle mas.

Nos amamos así un rato mas, que fue hermoso. Los dos gozando de nuestros cuerpos en esa mañana perezosa, en mi cama, hasta que una vez mas la llené con todo mi semen y mi amor. Nos quedamos así, unidos, besándonos y acariciándonos por un rato mas hasta que nos levantamos, nos vestimos y desayunamos.

Ese fue el primer día de una nueva vuelta de página. La vida, como debía ser, siguió. Tuvimos una buena y larga charla con Noelia después de eso. Aclaramos todos los tantos que teníamos que aclarar. De lo que había pasado y de cómo íbamos a encarar las cosas de ahí en mas. Ella tenía que seguir con su vida, eso estaba claro y lo entendimos los dos. Tenía que seguir su propio camino, terminar lo poco que le faltaba de colegio y todo eso. También, le dije, si quería tener su novio yo lo vería muy bien. Por mas dulce que fue cuando estuvimos juntos, como hombre y mujer, también teníamos que ser, aunque fuera a los ojos del mundo, padre e hija.

Lo entendimos los dos y llegamos a ese acuerdo. Haríamos nuestra vida normal, de padre y de hija, pero cuando lo necesitabamos, de vez en cuando… podíamos comportarnos aunque fuera por un rato, si los dos lo queríamos, como hombre y mujer. Nadie podría saber nada, por supuesto, y así lo juramos.

Ella nunca, jamás, me dijo de lo que había hecho con Enrique y yo, por supuesto, tampoco nunca le admití que lo sabía todo. Para hacer las cosas bien, pensé, yo no le iba a decir nada a Enrique de mi nuevo arreglo con Noelia. Para mí estaba bien que él siguiera viéndola de vez en cuando, cogiéndosela de vez en cuando si ella quería o lo buscaba, recibiendo sus videos que me seguían encantando. Que siguiera pensando que yo no me la podía coger. Nada había cambiado ahí en ese arreglo porque nada podía cambiar. Noelia nunca le iba a decir que ella también se cogía al padre y yo no le iba a decir nada a él por miedo que se pensara que iba a perder a la pendeja, que tanto placer le daba de vez en cuando. A ver si pensaba mal, que la iba a perder, y como venganza algo le decía a alguien…

Noelia me dijo una vez, en nuestra intimidad de casa, que lo que hacíamos era sólo “sexo y amor”, y estaba perfecto. Bueno, para mí también sus aventuritas eventuales con Enrique era sólo “sexo y amor” y no me enojaba ni me ponía celoso. Los tres habíamos llegado a una situación ridícula en la que nadie podía animarse a blanquear nada, por el riesgo que todo se viniera abajo. El castillo de mentiras nos servía a todos por igual y tácitamente optamos por mantenerlo. Callando cada uno lo que cada uno sabía. No era un mal arreglo. Cuando duraría no lo sabía.

El tiempo finalmente pasó, como suele hacer el tiempo. Noelia terminó la secundaria y un buen día, casi entre pestañeo y pestañeo de mis ojos, de repente estaba hecha toda una joven mujer. Hermosa. Perfecta. Fuerte de carácter. Ya no quedaba nada de la nena. Me llenaba de amor verla así de bien. Se le desarrolló muy bien el cuerpo, sus curvas se le acentuaron y para cuando todo el proceso pareció terminar, quedó con un cuerpo de mujer pulposa que dejaba pasmado a cualquier hombre (o a cualquier mujer de esa inclinación también, me imagino). Los tipos se daban vuelta para ver a ésta morochita que se partía sola cuando caminábamos por la calle y yo me moría de risa por dentro.

En casa dormíamos juntos de vez en cuando, pero no siempre ni lo tan seguido que se puedan imaginar. A mi también, mal me pese, Noelia me hacía el mismo tratamiento que le hacía a Enrique - buscarme o aceptar mis sugerencias cuando ella lo quería. Cuando tenía esa calentura de hacer lo prohibido con alguno. Que no era, como dije, ni todo el tiempo ni siquiera muy seguido. La mayoría del tiempo eramos padre e hija.

Pero era durante esas minorías de tiempo hermosas, esas noches que compartíamos la cama, cuando me mostraba totalmente el verdadero pedazo de hembra en la que se había convertido, buscando y dando placer con una naturalidad y una intensidad que me asombraba. Y me hacía muy feliz, como hombre.

Seguimos así en esa forma de vivir la vida unos años más. Luego que cumplió sus 21 años, Noelia consiguió por fin un trabajo en una empresa textil, en la parte de administración. No era un trabajo muy glamoroso, pero al menos le pagaban bastante bien. Ahí fue cuando me dijo que tenía ganas de, por fin, abandonar el hogar e irse a vivir sola. Que no era que no me quería, ni estaba mal en casa, pero quería empezar a tener una vida propia.

Yo le sonreí. Por supuesto que lo entendí y la animé a hacerlo, la iba a ayudar en lo que pudiera. Era mi hija. Se puso muy contenta en esa cena cuando me vió que yo entendía y que no me había puesto triste por su decisión. Cómo me iba a poner triste porque mi hija quisiera hacer su propia vida? La amaba con locura. Y esa noche después de cenar le hice recordar cuánto la amaba al sacarle un orgasmo increíble, con mi verga enterrada hasta los huevos en su culo divino, dándole ahí también a su cuerpo toda la leche que pedía.

Sin embargo mudarse sola en Buenos Aires y mas a esa edad no era tarea fácil. Todo el mundo ofrecía alquileres exorbitantes, con condiciones de ingreso ridículas. Luego de pensarlo bastante se me ocurrió que era mas fácil que me mudara yo, que alquilara yo un departamento mas chiquito por mi cuenta, y que ella se quedara en casa. Si quería, le dije, que me pagara un alquiler para ir acostumbrándose a costearse sus propias cosas.

Se puso muy contenta. Finalmente unos pocos meses después me mudé y la dejé a ella en la que ahora era su vida sola. Empezó a ir a la facultad también, estudiando Comercio Exterior. Se consiguió un novio y todo, me dijo, pero no se lo llevó a vivir a la casa. A veces dormía ahí nada mas. Estaba muy feliz, ya que si quería lo visitaba o lo llamaba a Enrique, como todavía solía hacer de vez en cuando. O si quería, estaba con su novio. O también si quería, me decía que fuera a comer a casa y que me quedara a dormir… y por supuesto a otras cosas. Y si quería, estaba sola. Armó muy bien su vida sexual.

Ya tiene 26 años, mi hija hermosa. Mi diosa morena creció para convertirse en una mujer despampanante, y no lo digo porque soy el padre. El año pasado por fin se pudo recibir y ya tiene su título. Yo estaba, y sigo estando, tan orgulloso que el corazón se me sale del pecho. Para festejar y celebrar su graduación, le regalé una semana en un hotel de Mendoza, todo pago, para que fuera con su novio y la pasara bien. Un hotel hermoso, al pie de los Andes.

Mi hija hermosa me abrazó, me besó y me dijo que no. Que con su novio no. Que iba esa semana conmigo o no iba.

Para joder y para ver que decía, cuando ya estábamos en el hotel le dije si no me dejaba grabar unos videitos para mi, para verlos cuando yo la extrañaba. Se mató de risa y me dijo que no hacía falta que yo la extrañara, que cuando yo quisiera la podía tener. Pero riéndose me dijo que si eran para mí solo, si.

Padre y Hombre - Parte 10 (fin)

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Esa semana en Mendoza, creo que el bichito de lo prohibido nos picó a los dos muy fuerte. No sé por qué. Si fué el aire de la montaña, o el saberse los dos solos lejos de casa... no sabría decir. Pero si puedo decir que nunca, ni siquiera en mis épocas de adolescente o de mas joven, cogí tanto, tan bello y tan profundo como en esa semana. El cuerpo de Noelia era un lienzo donde le pintaba toda mi pasión y todo mi amor. De padre. De hombre. Y ella, cuanto más recibía, mas me daba. La cantidad de leche que dejé en el cuerpo divino de Noelia fue increíble. Sorprendente. Me hizo sentir un pibe de nuevo. Y cada vez que lo hacía, los gemidos y quejidos de su placer mas excelso sonaban hermoso. Sonaban verdaderos. Sonaban siempre con hambre de más.

Cuánto amo a mi hija y en que pedazo de mujer se convirtió.

4 comentários - Padre y Hombre - Parte 10 (fin)

al fin lo terminé
excelente .. !!
Muchas gracias, me alegro que lo hayas disfrutado!
Escrito maravillosamente, como siempre... Aunque sinceramente, el tema no es lo mío, pero tus letras están hechas un fuego