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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos
LLEGASTE TARDE
Marcos está sentado a un lado, desparramado sobre el sillón, desentendido del mundo, sus dedos acarician el encordado de la guitarra, su hobby, su pasión, ignorando absolutamente todo, a escasos metros estoy parada con el rostro pegado al amplio ventanal, miro la nada en el exterior, en el fin del atardecer los gruesos nubarrones cubrieron el cielo y un impresionante aguacero se abate sobre la ciudad. Las gotas impiadosas golpean los vidrios y el ruido del constante repiquetear se entremezcla con el crepitar apenas audible del cigarro consumiéndose entre pitada y pitada.
Estoy harta, hastiada de esta vida, y lo extraño, lo extraño demasiado.
Miro nuevamente a Marcos, mi pareja, un joven apuesto de mi edad que jamás sabrá lo que es un verdadero hombre.
Miró las agujas del reloj de pared, se mueven sin prisa, pero sin pausa, voy a la planta alta, necesito una ducha.
Me desnudo dejando las prendas por el piso, desordenadas, abro la ducha y cuando la temperatura del agua está a mi gusto me interno bajo la misma, cierro los ojos, me lleno de jabón, imagino, paso el duchador de mano por mi piel, lo llevo adrede por mi cuello, por mis pezones y el agua parece lastimar como alfileres dulcemente mi sexualidad, bajo por mi vientre y luego a mi entrepierna, Darío, mi Darío, no puedo sacarte de mi mente, estás anclado en mi corazón
Imagino que son sus manos, pero nada será como sus manos
Interrumpo todo al borde del orgasmo, no, así no quiero que sucedan las cosas. Cierro el agua, me seco y tomo varios minutos en sacar la humedad de mis cabellos para darle forma, me miro al espejo y recuerdo una vez mas que el rubio fue idea de Darío
Salgo completamente desnuda, me asomo a la baranda, miro hacia la planta baja con la intención de provocar a Marcos, pero el sigue encerrado en su mundo de músico fracasado.
Vuelvo al dormitorio, descubro que ha cesado la lluvia y entre gruesos nubarrones cada tanto aparece la luz plateada de la luna casi llena, abro los amplios ventanales y un brisa fresca invade el cuarto, se me hace romántico, si Darío estuviera conmigo sabría que hacer.
Busco entre mis cosas, me pongo una remera blanca sin mangas, una que a el le gustaba como me quedaba, también una bombacha del mismo tono, de generosas dimensiones y unos soquetitos cortos a los tobillos, recientes regalos suyos
Estoy perdida, que estoy haciendo? corro el acolchado de la cama y me recuesto de lado, solo quiero dormir y soñar con él
Marcos es mi tercera pareja estable, y al igual que José, y Marcelo, los dos anteriores, me terminan resultando un fiasco, chicos jóvenes que cogen mucho, pero que aman poco, y llegando a los treinta me encontraba desencantada de los hombres, me encantan las vergas, coger y todo lo relacionado al sexo, pero después? después siento un vacío imposible de llenar.
Me gano la vida en una empresa de turismo, de viajes tanto nacionales como internacionales, tengo un sueldo fijo básico más una comisión por ventas, me gusta lo que hago, los horarios son abiertos, tengo capacitaciones permanentes, posibilidades de ascensos y hasta consigo paquetes de turismo a precios acomodados. La empresa es muy conocida, tiene la casa central en Buenos Aires y sucursales en varios puntos estratégicos del país.
Así conocería a Darío, el nuevo gerente de nuestra sucursal que venía directamente desde la casa central
En ese entonces mi nuevo jefe tenía cincuenta y tres años, alto, delgado, con un cabello platinado por la edad, siempre vestía perfecto y gustaba usar trajes en tonos azules y grises, esos tipos que estaban en cada detalle de su presencia, con unos ojos claros de mirar profundo y una sonrisa peligrosamente seductora. Venía solo por un par de años, tenía que acomodar algunas cosas y darle a la empresa un nuevo aire, mas acorde con los tiempos actuales.
Me designaron como su mano derecha y tuve que tramitarle algunas cosas personales, como su futuro hogar, colegio para los chicos y cosas típicas de una familia que llega a la ciudad.
El era casado, tenía una esposa bastante más joven que el y chicos pequeños para su edad, era evidente que se había casado muy de mayor. Y solo se fueron dando gestos, situaciones, él tenía una educación diferente, muy perdida en estos días, siempre era caballero, atento, me acomodaba la silla, me abría la puerta, me saludaba con cariño, siempre atento a regalarme una flor, o un chocolate, hablábamos mucho, no solo del trabajo, también de mi vida personal, y siempre estaba atento a que nada me pasara, a que nada me faltara. Eran sonseras, pero a mi me encantaban, me sentía protegida, y sentía que un verdadero hombre estaba pendiente de mi, algo que no encontraba en los chicos de mi edad.
Y si bien nunca fuimos directos, se hacía evidente cuanto nos estábamos mezclando uno con el otro, porque el notaba que yo me desarmaba con sus miradas. Me sentí perdida, enredada en sus brazos, y sabía que tarde o temprano, solo sucedería.
Me llamó un viernes casi a última hora, a solas en su oficina, todo estaba arreglado en un hotel a trescientos quilómetros de la ciudad, viajaríamos sábado por la mañana, volveríamos domingo antes del almuerzo, en teoría daría una charla y yo sería una de las participantes, pero esa historia era solo para su familia, la mía y la empresa.
Era una locura, pero no dejaría pasar la oportunidad
Marcos sospechó un poco, le pareció raro, pero sabía que en mi empleo había mucho de viajes y cuando el chofer de remisse pasó a buscarme, con las acreditaciones de la empresa todo le pareció mas normal
Pero ese remisse solo me llevaría a un punto neutral donde Darío me esperaba con su coche, lejos de todos.
Viajamos con normalidad, Darío puso algunos temas en la radio más propio de mi generación que de la suya, otro gesto de su caballerosidad. Al llegar, hicimos el check in y fuimos al cuarto, era una suite impresionante en los pisos superiores, con vista al exterior completa, en 360º, la sensación era espectacular y en ese momento yo solo quería que me cogiera, y cualquier chico de mi edad así lo hubiera hecho, pero Darío era diferente, mientras soltaba el nudo de su corbata me dijo
Tu en verdad no me conoces, soy un hombre con gustos un tanto particulares
No dijo más, Darío desestimó el sexo para llevarme de paseo, para que conociera la ciudad, quería hacerme algunos regalos pero era obvio que luego no podría explicarle a mi marido, así que solo fueron algunas cosas básicas y además nada estridentes, él quería que me viera como una dama exquisita a su lado, no le gustaba mostrar a una putita cualquiera y eso también me gustaba.
Después de recorrer parques, algunos lugares históricos y merendar en un barcito céntrico, volvimos al hotel cuando ya la noche había ganado la ciudad.
Fue mi turno de bañarme y en esos minutos, tuve la sorpresa de verlo a Darío parado bajo el marco de la puerta del baño, como siempre, impecable con su pantalón de vestir y su camisa blanca, rayando la perfección, lo miré a los ojos y descubrí como el recorría centímetro a centímetro mi desnudez y eso me supo tan ahhh!!!! mis pechos, mi cola, mi conchita, todo para el, despojada de todo, y el solo se llenaba la vista con mis curvas
Esperó con paciencia, luego tomó un toallón de generosas dimensiones y lo pasó con paciencia por mi piel para secar gota a gota, y mas me secaba, mas me mojaba, pero Darío ignoró cada gesto, mis miradas, la forma en que me mordía los labios, incluso mis pezones duros como piedras al borde del dolor en tanto deseo, solo me llevó sobre la cama, abrió mis piernas, sentía que mis jugos chorreaban y lo sentía hasta mojar mi esfínter, pero él volvió a ignorarlo y solo me aplicó una crema mentolada para depilarme por completo la conchita.
No lo supo, ó si lo supo lo ignoró adrede, pero en esos roces sobre clítoris ya no pude retener un pequeño orgasmo.
Nos cambiamos y fuimos al primer piso, al comedor, a una mesa acomodada por nuestra cena, elegimos con paciencia, y nos trajeron un buen vino para degustar, lo miraba con intriga, y mi rostro le preguntaba sin hablar
Acaso no piensas hacerme el amor? ya no puedo soportarlo, ya me duele en las entrañas
Y seguramente Darío leyó mi rostro, mientras giraba una copa con el vino tinto en pequeños círculos, con su mirada perdida en la bebida disparó de la nada
Te dije que soy un hombre con gustos diferentes, no soy como los chicos con los que te has acostado, ni como tu esposo, el sexo es un juego, y estamos jugando, disfruta la cena, y después subiremos a la habitación
Cenamos, comimos postre y llegó el momento que tanto había deseado, el se paró, lo observé una vez mas, con su pantalón de vestir en gris claro, su remera negra pegada al torso, y mientras se ponía el saco del mismo color me dijo
Vamos?
Subimos por el ascensor, el mantenía una prudencial distancia, como observándome, entramos al cuarto, el momento había llegado.
Abrió todos los cortinados en los 360°, las luces de la ciudad se entremezclaron con la luminosidad de la luna y las estrellas, y la habitación se tornó en un sugerente violáceo que nos mantenía a media luz, una vez mas, me pidió que me desnudara por completo y una vez más me dijo que él era un hombre de gustos diferentes, al tiempo que sacaba de su valija de mano una caja mas pequeña, para ponerla sobre la cama. Fue cuando la abrió, y en su interior pude ver un montón de cosas raras, un consolador transparente de generosas dimensiones, esposas, látigos y demás accesorios.
Lo miré sin hablar, ya ni siquiera tenía mi ropa interior y él ni siquiera se había sacado el saco, tomó un pañuelo de seda y después de doblarlo prolijamente tapó mis ojos para anudarlo fuertemente por detrás de mi cabeza, fue lo último que vi y el no ver era una sensación mezcla de angustia y excitación por lo desconocido
Darío tomo mis muñecas, las puso por delante de mi vientre, entonces sentí el frio de las esposas que se cerraban en las mismas, luego pasó un collar en mi cuello para ajustarlo demasiado, protesté un poco pero recibí una nalgada como respuesta y me dijo que ya no protestara, que yo haría lo que él quisiera que hiciese. En ese punto, sentía mis jugos chorrear por el interior de mis piernas.
Sentí que me tiraba desde el cuello y comprendí que estaba como una mascota, como una perra, Dario tiró de la correa y me llevo hacia un lado, no sabía bien mi posición exacta pero me hizo arrodillar sobre la mullida alfombra, no tenía control de mi cuerpo, solo hacía lo que él deseaba que hiciera.
Empezó entonces a lubricar mi esfínter con algún gel, a colar sus dedos poco a poco para dilatarme sin que me doliera, y cuando estuve lista, noté que acomodó el dildo transparente que había visto poco antes, tenía mis rodillas y mis pies en el piso y solo me hizo bajar mi cola centímetro a centímetro, y ese juguete fue penetrando en mi trasero, me indicó que me moviera y sola empecé a comérmelo todo, era largo, era grueso, pero me encantaba complacerlo, sabía que el miraba desde algún punto, pero o sabía donde, gemí, mis manos estaban esposadas entre si, intenté llevarlas a mi clítoris, pero descubrí que también estaban unidas al collar, y no podía bajarla mucho más de la altura de mi ombligo, lo maldije, solo seguía haciendo lo que él me había pedido
Lo sentí acomodarse, fue cuando su pene pegó en mi rostro, por un lado y por otro, quería chupársela, pero el me evadía y yo estiraba mi boca en forma ciega, sabía que estaba cerca pero él solo jugaba conmigo mientras sentía todo mi culo dilatado, me estaba muriendo!
Darío al fin me la metió en la boca y dejó que se la lamiera a su antojo, hacía lo que podía, no podía tocarme la conchita con mis manos pero tampoco me dejaba que le tocara su pija, me conformaba con sentir su glande acariciar mis labios, o mi lengua, y solo cuando el quería me hacía alguna penetración profunda.
Después de un rato, Darío tomó mi cabellera y tiró con fuerzas mi cabeza hacia atrás, haciendo que naturalmente mi boca se abriera, comprendí el juego, saqué mi lengua y sentí sobre ella apoyarse su glande tibio y húmedo, fueron unos segundos y en el clímax de mi placer, sentí como su esperma lentamente corría por mis papilas gustativas y se dirigía por mi garganta hasta el interior. Fue demasiado placentero, sabía que él estaba mirando y le regalé beberme todos su jugos, saborearlo, disfrutarlo, para al fin tener en mi interior parte de el.
Cuando terminamos, él sacó el juguete de mi trasero, me hizo incorporar, sentía como alfileres en mis rodillas, me levantó en brazos, noté que ni siquiera se había sacado el saco, y yo estaba completamente desnuda, me llevó sobre la cama, soltó mis esposas pero tiró mis brazos hacia atrás y las amarró por el espaldar
Basta Darío! Me vais a matar! Já não o suporto! - disse quase implorando -
Disse que era um homem com gostos diferentes - respondeu sem levar em conta minha súplica
Estava imóvel, amarrada, cega, deitada boca acima sobre uma cama de hotel, senti fazer alguns ruídos, também acender um fósforo e receber um agradável cheiro perfumado, foi incrível descobrir como estar privada da visão aguçava meus outros sentidos
Sentiu vir para meu lado, muito perto, então me beijou, o meu primeiro beijo com ele, seus lábios se fundiram com os meus em um beijo eterno, cruzamos nossas línguas mas apenas se retirou a seu antojo deixando-me com vontade de mais, e voltava a repetir com sua boca o mesmo jogo de desejos que havia realizado com seu pau
Era desesperante, não podia beijá-lo, não podia tocá-lo, não podia vê-lo, não podia saber o quê diabos estava fazendo
O meu peito direito recebeu então por surpresa uma gota gelada de água de hielo, me sacou um suspiro pelo inesperado, logo foi sobre o esquerdo, mas seria agora uma gota de cera quente, merda, retorci-me como uma serpente, mas de alguma maneira o contraste entre frio e quente começou a enlouquecer-me, porque não sabia onde cairia a próxima gota e só tratava de adivinhar se seria hielo ou cera, e tinha que adivinar em que parte do meu corpo seria
Tinha os punhos fechados puxando sem sorte tentando libertar-me, tinha as pulsões a mil, e nada podia fazer, rogava-lhe que parasse, mas o mundo estava girando aos seus pés
Quando se cansou, levantou minhas pernas e finalmente passou sua língua por meu clitoris inflamado, apenas a ponta, e por meus lábios depilados, e apenas foram segundos, porque eu estava ao borde da loucura, estava tão sensível que até doía o prazer, então agarrou minhas pernas entre seus braços para inmovilizarme e já não pude parar de gritar perdida em uma catarata de orgasmos
Voltou a soltar-me as algemas, fez-me parar, ainda estava cega, levou-me tirando do colar que eu tinha no Ombro, levantou meus braços e os apoie sobre a janela fria, pude notar que estava parada, fez-me abrir as pernas e senti-o me acolher com rudeza, estava completamente nua, quase colada à uma janela pública, sem poder ver, indefesa, e ele ainda havia seu traje impecável, esse contraste excitava-me, o sentir-me observada por estranhos, em compartilhar meu prazer sem saber quem manter na minha cabeça um morbo por imaginar que me vissem nua, chupando como uma puta.
Se não bastasse, a linda cock de meu chefe enchia-me de prazer arrancando-me novos orgasmos e quando senti-a se hinchar para escusar todo o seu jugo em meu interior, soube que havia sido o melhor da minha vida.
Solteu o vendaval dos meus olhos, sacou as esposas, o colar, fechou as cortinas e tomou uns minutos para higienizar tudo, especialmente o brinquedo que havia ficado abandonado à sua sorte, enquanto eu secava a minha pele e retirava os restos de cera que me havia ficado, e limpar minha sexualidade cheia de gel, esperma e meus próprios jugos. O relógio marcava já cerca das quatro da manhã.
Darío então se despirou, foi a primeira vez que o vi completamente nu, meteu-se na cama e eu fui ao seu lado, abraçou-me, cruzei uma perna sobre as suas e um braço sobre seu peito, também apoiei minha cabeça, enquanto ele me acariciava os cabelos até eu adormecer.
Quando abri os olhos a luz do sol tentava invadir a habitação, procurando coligar-se por espaços quase imperceptíveis nos cortinados, doía todo o meu corpo como se um trem tivesse me arrombado, bostecé enquanto me localizava no tempo e espaço, Darío dormia placidamente com um leve ronco, o observei por alguns segundos, estava de costas, ainda nu, e seu cock estava dura como uma pedra, inclinada para meu lado, parecia tão inocente, tão vulnerável.
Desceu em silêncio, então beijei-o uma e outra vez, passei a língua por seu corpo esponjoso e quando abriu os olhos se encontrou com a melhor cena, sua jovem amante chupando-lhe o cock, um Despertar perfeito
Ele, quase incrédulo por minha ação, me presenteou com uma sorrisa e se encheu a vista com o beijo muito de puta que eu estava lhe dando.
Eu me senti como nunca me havia sentido, jamais teria feito algo assim com qualquer homem, mas Darío tirava o pior de mim. De repente, tomou dois travesseiros e os ajustou em cima do colchão, me pôs de costas, com esses travesseiros justamente por baixo da minha cintura, meu cu quedou apontando para o teto, indefeso, então se acomodou sobre mim, e o bastardo apenas lambendo um pouco me meteu toda pela parte de trás.
Me arrancou um gemido delicioso, não o vi virar, não o imaginei ali, e só se moveu dentro muito delicioso, muito prazeroso, seu pau tinha o tamanho justo para me preencher de prazer, nem grande, nem pequeno, apenas justo.
Darío tomou meus braços e os levou para trás, às minhas costas, e com sua força masculina me imobilizou, estava entregue, indefesa e só pude morder as sábanas para calar meus gemidos de prazer, o bastardo me deu a fuck da minha vida.
Minutos após, descenderíamos ao comedor para desjejugar, fomos cúmplices e em essas olhares deixava saber que sentia meu ânus todo dilatado e cheio de esperma, seu esperma, e entre os estranhos e clientes casuais do hotel me senti uma puta sem igual.
Havia chegado a hora de voltar, esse momento que não queria que chegasse, porque por primeira vez havia conhecido um homem, mas ele tinha mulher, filhos, e eu a Marcos, que nos esperavam em minha cidade.
Esse viagem de volta foi demasiado silencioso, melancólico, não cruzamos muitas palavras, mas entre essas poucas palavras, em algum momento meu chefe me disse
Você chegou tarde, sabes?
Eu me encoge de ombros, tratando de compreender, e o olhei inquieta animando-o a continuar
Não faço isso com todas, é mais, tem que ser alguém especial, e você é especial, mas chegou dez ou vinte anos tarde para minha vida, sabes que tenho esposa, uma família e só não posso oferecer-lhe mais do que lhe ofereço, segredo, sem compromissos, sem Ataduras.
Dissse que estava bem, na verdade estava bem, porque eu sabia os riscos que tomava e não podia repreender nada, de alguma maneira ele tinha razão, quando cheguei à sua vida, sua vida já estava armada, e só me conformei em tomar para mim um pedacito do que tinha a mulher dele.
E fomos amantes pelo resto do tempo, até que terminaram esses dois anos e o vi partir novamente para seu lugar no mundo, seu trabalho estava terminado.
Me coloco de lado na cama, atravesso a almofada entre minhas pernas imaginando que é ele, apenas se escrevemos de vez em quando pelo mail laboral, me sabe a tão pouco, me faz tanta falta.
Cueço minha mão pela frente da roupa interior só para verificar minha excitação, saio os dedos embargados e provo meus próprios jugos, aperto minhas pernas imaginando que estás comigo, mas apenas estás em minha cabeça.
Suspiro, por um amplo ventanal começa a entrar um frescor que me obriga a tapar-me, baixa a temperatura, está escuro e creo que começará a chover novamente, trato de me calmar e conciliar o sono, mas é impossível, dói demais sua ausência, passo o reverso dos meus dedos por meus lábios imaginando que são seus lábios, em seguida passo minha mão debaixo da cama, acaricio meus peitos com doçura, em minha cabeça revivo uma e outra vez seus jogos perversos, levo minha outra mão entre minhas pernas, meto um par de dedos e me toco por dentro enquanto a palma da mão faz seu trabalho sobre o clítoris, aperto com forças meus lábios para acallar meus gemidos, venho por ele, só para ele.
Respiro, me tranquilizo, tenho que disimular, asumo que Marcos, meu marido, subirá de um momento a outro, apenas apago a luz, apenas clico os meus olhos, quero dormir
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Marcos está sentado a un lado, desparramado sobre el sillón, desentendido del mundo, sus dedos acarician el encordado de la guitarra, su hobby, su pasión, ignorando absolutamente todo, a escasos metros estoy parada con el rostro pegado al amplio ventanal, miro la nada en el exterior, en el fin del atardecer los gruesos nubarrones cubrieron el cielo y un impresionante aguacero se abate sobre la ciudad. Las gotas impiadosas golpean los vidrios y el ruido del constante repiquetear se entremezcla con el crepitar apenas audible del cigarro consumiéndose entre pitada y pitada.
Estoy harta, hastiada de esta vida, y lo extraño, lo extraño demasiado.
Miro nuevamente a Marcos, mi pareja, un joven apuesto de mi edad que jamás sabrá lo que es un verdadero hombre.
Miró las agujas del reloj de pared, se mueven sin prisa, pero sin pausa, voy a la planta alta, necesito una ducha.
Me desnudo dejando las prendas por el piso, desordenadas, abro la ducha y cuando la temperatura del agua está a mi gusto me interno bajo la misma, cierro los ojos, me lleno de jabón, imagino, paso el duchador de mano por mi piel, lo llevo adrede por mi cuello, por mis pezones y el agua parece lastimar como alfileres dulcemente mi sexualidad, bajo por mi vientre y luego a mi entrepierna, Darío, mi Darío, no puedo sacarte de mi mente, estás anclado en mi corazón
Imagino que son sus manos, pero nada será como sus manos
Interrumpo todo al borde del orgasmo, no, así no quiero que sucedan las cosas. Cierro el agua, me seco y tomo varios minutos en sacar la humedad de mis cabellos para darle forma, me miro al espejo y recuerdo una vez mas que el rubio fue idea de Darío
Salgo completamente desnuda, me asomo a la baranda, miro hacia la planta baja con la intención de provocar a Marcos, pero el sigue encerrado en su mundo de músico fracasado.
Vuelvo al dormitorio, descubro que ha cesado la lluvia y entre gruesos nubarrones cada tanto aparece la luz plateada de la luna casi llena, abro los amplios ventanales y un brisa fresca invade el cuarto, se me hace romántico, si Darío estuviera conmigo sabría que hacer.
Busco entre mis cosas, me pongo una remera blanca sin mangas, una que a el le gustaba como me quedaba, también una bombacha del mismo tono, de generosas dimensiones y unos soquetitos cortos a los tobillos, recientes regalos suyos
Estoy perdida, que estoy haciendo? corro el acolchado de la cama y me recuesto de lado, solo quiero dormir y soñar con él
Marcos es mi tercera pareja estable, y al igual que José, y Marcelo, los dos anteriores, me terminan resultando un fiasco, chicos jóvenes que cogen mucho, pero que aman poco, y llegando a los treinta me encontraba desencantada de los hombres, me encantan las vergas, coger y todo lo relacionado al sexo, pero después? después siento un vacío imposible de llenar.
Me gano la vida en una empresa de turismo, de viajes tanto nacionales como internacionales, tengo un sueldo fijo básico más una comisión por ventas, me gusta lo que hago, los horarios son abiertos, tengo capacitaciones permanentes, posibilidades de ascensos y hasta consigo paquetes de turismo a precios acomodados. La empresa es muy conocida, tiene la casa central en Buenos Aires y sucursales en varios puntos estratégicos del país.
Así conocería a Darío, el nuevo gerente de nuestra sucursal que venía directamente desde la casa central
En ese entonces mi nuevo jefe tenía cincuenta y tres años, alto, delgado, con un cabello platinado por la edad, siempre vestía perfecto y gustaba usar trajes en tonos azules y grises, esos tipos que estaban en cada detalle de su presencia, con unos ojos claros de mirar profundo y una sonrisa peligrosamente seductora. Venía solo por un par de años, tenía que acomodar algunas cosas y darle a la empresa un nuevo aire, mas acorde con los tiempos actuales.
Me designaron como su mano derecha y tuve que tramitarle algunas cosas personales, como su futuro hogar, colegio para los chicos y cosas típicas de una familia que llega a la ciudad.
El era casado, tenía una esposa bastante más joven que el y chicos pequeños para su edad, era evidente que se había casado muy de mayor. Y solo se fueron dando gestos, situaciones, él tenía una educación diferente, muy perdida en estos días, siempre era caballero, atento, me acomodaba la silla, me abría la puerta, me saludaba con cariño, siempre atento a regalarme una flor, o un chocolate, hablábamos mucho, no solo del trabajo, también de mi vida personal, y siempre estaba atento a que nada me pasara, a que nada me faltara. Eran sonseras, pero a mi me encantaban, me sentía protegida, y sentía que un verdadero hombre estaba pendiente de mi, algo que no encontraba en los chicos de mi edad.
Y si bien nunca fuimos directos, se hacía evidente cuanto nos estábamos mezclando uno con el otro, porque el notaba que yo me desarmaba con sus miradas. Me sentí perdida, enredada en sus brazos, y sabía que tarde o temprano, solo sucedería.
Me llamó un viernes casi a última hora, a solas en su oficina, todo estaba arreglado en un hotel a trescientos quilómetros de la ciudad, viajaríamos sábado por la mañana, volveríamos domingo antes del almuerzo, en teoría daría una charla y yo sería una de las participantes, pero esa historia era solo para su familia, la mía y la empresa.
Era una locura, pero no dejaría pasar la oportunidad
Marcos sospechó un poco, le pareció raro, pero sabía que en mi empleo había mucho de viajes y cuando el chofer de remisse pasó a buscarme, con las acreditaciones de la empresa todo le pareció mas normal
Pero ese remisse solo me llevaría a un punto neutral donde Darío me esperaba con su coche, lejos de todos.
Viajamos con normalidad, Darío puso algunos temas en la radio más propio de mi generación que de la suya, otro gesto de su caballerosidad. Al llegar, hicimos el check in y fuimos al cuarto, era una suite impresionante en los pisos superiores, con vista al exterior completa, en 360º, la sensación era espectacular y en ese momento yo solo quería que me cogiera, y cualquier chico de mi edad así lo hubiera hecho, pero Darío era diferente, mientras soltaba el nudo de su corbata me dijo
Tu en verdad no me conoces, soy un hombre con gustos un tanto particulares
No dijo más, Darío desestimó el sexo para llevarme de paseo, para que conociera la ciudad, quería hacerme algunos regalos pero era obvio que luego no podría explicarle a mi marido, así que solo fueron algunas cosas básicas y además nada estridentes, él quería que me viera como una dama exquisita a su lado, no le gustaba mostrar a una putita cualquiera y eso también me gustaba.
Después de recorrer parques, algunos lugares históricos y merendar en un barcito céntrico, volvimos al hotel cuando ya la noche había ganado la ciudad.
Fue mi turno de bañarme y en esos minutos, tuve la sorpresa de verlo a Darío parado bajo el marco de la puerta del baño, como siempre, impecable con su pantalón de vestir y su camisa blanca, rayando la perfección, lo miré a los ojos y descubrí como el recorría centímetro a centímetro mi desnudez y eso me supo tan ahhh!!!! mis pechos, mi cola, mi conchita, todo para el, despojada de todo, y el solo se llenaba la vista con mis curvas
Esperó con paciencia, luego tomó un toallón de generosas dimensiones y lo pasó con paciencia por mi piel para secar gota a gota, y mas me secaba, mas me mojaba, pero Darío ignoró cada gesto, mis miradas, la forma en que me mordía los labios, incluso mis pezones duros como piedras al borde del dolor en tanto deseo, solo me llevó sobre la cama, abrió mis piernas, sentía que mis jugos chorreaban y lo sentía hasta mojar mi esfínter, pero él volvió a ignorarlo y solo me aplicó una crema mentolada para depilarme por completo la conchita.
No lo supo, ó si lo supo lo ignoró adrede, pero en esos roces sobre clítoris ya no pude retener un pequeño orgasmo.
Nos cambiamos y fuimos al primer piso, al comedor, a una mesa acomodada por nuestra cena, elegimos con paciencia, y nos trajeron un buen vino para degustar, lo miraba con intriga, y mi rostro le preguntaba sin hablar
Acaso no piensas hacerme el amor? ya no puedo soportarlo, ya me duele en las entrañas
Y seguramente Darío leyó mi rostro, mientras giraba una copa con el vino tinto en pequeños círculos, con su mirada perdida en la bebida disparó de la nada
Te dije que soy un hombre con gustos diferentes, no soy como los chicos con los que te has acostado, ni como tu esposo, el sexo es un juego, y estamos jugando, disfruta la cena, y después subiremos a la habitación
Cenamos, comimos postre y llegó el momento que tanto había deseado, el se paró, lo observé una vez mas, con su pantalón de vestir en gris claro, su remera negra pegada al torso, y mientras se ponía el saco del mismo color me dijo
Vamos?
Subimos por el ascensor, el mantenía una prudencial distancia, como observándome, entramos al cuarto, el momento había llegado.
Abrió todos los cortinados en los 360°, las luces de la ciudad se entremezclaron con la luminosidad de la luna y las estrellas, y la habitación se tornó en un sugerente violáceo que nos mantenía a media luz, una vez mas, me pidió que me desnudara por completo y una vez más me dijo que él era un hombre de gustos diferentes, al tiempo que sacaba de su valija de mano una caja mas pequeña, para ponerla sobre la cama. Fue cuando la abrió, y en su interior pude ver un montón de cosas raras, un consolador transparente de generosas dimensiones, esposas, látigos y demás accesorios.
Lo miré sin hablar, ya ni siquiera tenía mi ropa interior y él ni siquiera se había sacado el saco, tomó un pañuelo de seda y después de doblarlo prolijamente tapó mis ojos para anudarlo fuertemente por detrás de mi cabeza, fue lo último que vi y el no ver era una sensación mezcla de angustia y excitación por lo desconocido
Darío tomo mis muñecas, las puso por delante de mi vientre, entonces sentí el frio de las esposas que se cerraban en las mismas, luego pasó un collar en mi cuello para ajustarlo demasiado, protesté un poco pero recibí una nalgada como respuesta y me dijo que ya no protestara, que yo haría lo que él quisiera que hiciese. En ese punto, sentía mis jugos chorrear por el interior de mis piernas.
Sentí que me tiraba desde el cuello y comprendí que estaba como una mascota, como una perra, Dario tiró de la correa y me llevo hacia un lado, no sabía bien mi posición exacta pero me hizo arrodillar sobre la mullida alfombra, no tenía control de mi cuerpo, solo hacía lo que él deseaba que hiciera.
Empezó entonces a lubricar mi esfínter con algún gel, a colar sus dedos poco a poco para dilatarme sin que me doliera, y cuando estuve lista, noté que acomodó el dildo transparente que había visto poco antes, tenía mis rodillas y mis pies en el piso y solo me hizo bajar mi cola centímetro a centímetro, y ese juguete fue penetrando en mi trasero, me indicó que me moviera y sola empecé a comérmelo todo, era largo, era grueso, pero me encantaba complacerlo, sabía que el miraba desde algún punto, pero o sabía donde, gemí, mis manos estaban esposadas entre si, intenté llevarlas a mi clítoris, pero descubrí que también estaban unidas al collar, y no podía bajarla mucho más de la altura de mi ombligo, lo maldije, solo seguía haciendo lo que él me había pedido
Lo sentí acomodarse, fue cuando su pene pegó en mi rostro, por un lado y por otro, quería chupársela, pero el me evadía y yo estiraba mi boca en forma ciega, sabía que estaba cerca pero él solo jugaba conmigo mientras sentía todo mi culo dilatado, me estaba muriendo!
Darío al fin me la metió en la boca y dejó que se la lamiera a su antojo, hacía lo que podía, no podía tocarme la conchita con mis manos pero tampoco me dejaba que le tocara su pija, me conformaba con sentir su glande acariciar mis labios, o mi lengua, y solo cuando el quería me hacía alguna penetración profunda.
Después de un rato, Darío tomó mi cabellera y tiró con fuerzas mi cabeza hacia atrás, haciendo que naturalmente mi boca se abriera, comprendí el juego, saqué mi lengua y sentí sobre ella apoyarse su glande tibio y húmedo, fueron unos segundos y en el clímax de mi placer, sentí como su esperma lentamente corría por mis papilas gustativas y se dirigía por mi garganta hasta el interior. Fue demasiado placentero, sabía que él estaba mirando y le regalé beberme todos su jugos, saborearlo, disfrutarlo, para al fin tener en mi interior parte de el.
Cuando terminamos, él sacó el juguete de mi trasero, me hizo incorporar, sentía como alfileres en mis rodillas, me levantó en brazos, noté que ni siquiera se había sacado el saco, y yo estaba completamente desnuda, me llevó sobre la cama, soltó mis esposas pero tiró mis brazos hacia atrás y las amarró por el espaldar
Basta Darío! Me vais a matar! Já não o suporto! - disse quase implorando -
Disse que era um homem com gostos diferentes - respondeu sem levar em conta minha súplica
Estava imóvel, amarrada, cega, deitada boca acima sobre uma cama de hotel, senti fazer alguns ruídos, também acender um fósforo e receber um agradável cheiro perfumado, foi incrível descobrir como estar privada da visão aguçava meus outros sentidos
Sentiu vir para meu lado, muito perto, então me beijou, o meu primeiro beijo com ele, seus lábios se fundiram com os meus em um beijo eterno, cruzamos nossas línguas mas apenas se retirou a seu antojo deixando-me com vontade de mais, e voltava a repetir com sua boca o mesmo jogo de desejos que havia realizado com seu pau
Era desesperante, não podia beijá-lo, não podia tocá-lo, não podia vê-lo, não podia saber o quê diabos estava fazendo
O meu peito direito recebeu então por surpresa uma gota gelada de água de hielo, me sacou um suspiro pelo inesperado, logo foi sobre o esquerdo, mas seria agora uma gota de cera quente, merda, retorci-me como uma serpente, mas de alguma maneira o contraste entre frio e quente começou a enlouquecer-me, porque não sabia onde cairia a próxima gota e só tratava de adivinhar se seria hielo ou cera, e tinha que adivinar em que parte do meu corpo seria
Tinha os punhos fechados puxando sem sorte tentando libertar-me, tinha as pulsões a mil, e nada podia fazer, rogava-lhe que parasse, mas o mundo estava girando aos seus pés
Quando se cansou, levantou minhas pernas e finalmente passou sua língua por meu clitoris inflamado, apenas a ponta, e por meus lábios depilados, e apenas foram segundos, porque eu estava ao borde da loucura, estava tão sensível que até doía o prazer, então agarrou minhas pernas entre seus braços para inmovilizarme e já não pude parar de gritar perdida em uma catarata de orgasmos
Voltou a soltar-me as algemas, fez-me parar, ainda estava cega, levou-me tirando do colar que eu tinha no Ombro, levantou meus braços e os apoie sobre a janela fria, pude notar que estava parada, fez-me abrir as pernas e senti-o me acolher com rudeza, estava completamente nua, quase colada à uma janela pública, sem poder ver, indefesa, e ele ainda havia seu traje impecável, esse contraste excitava-me, o sentir-me observada por estranhos, em compartilhar meu prazer sem saber quem manter na minha cabeça um morbo por imaginar que me vissem nua, chupando como uma puta.
Se não bastasse, a linda cock de meu chefe enchia-me de prazer arrancando-me novos orgasmos e quando senti-a se hinchar para escusar todo o seu jugo em meu interior, soube que havia sido o melhor da minha vida.
Solteu o vendaval dos meus olhos, sacou as esposas, o colar, fechou as cortinas e tomou uns minutos para higienizar tudo, especialmente o brinquedo que havia ficado abandonado à sua sorte, enquanto eu secava a minha pele e retirava os restos de cera que me havia ficado, e limpar minha sexualidade cheia de gel, esperma e meus próprios jugos. O relógio marcava já cerca das quatro da manhã.
Darío então se despirou, foi a primeira vez que o vi completamente nu, meteu-se na cama e eu fui ao seu lado, abraçou-me, cruzei uma perna sobre as suas e um braço sobre seu peito, também apoiei minha cabeça, enquanto ele me acariciava os cabelos até eu adormecer.
Quando abri os olhos a luz do sol tentava invadir a habitação, procurando coligar-se por espaços quase imperceptíveis nos cortinados, doía todo o meu corpo como se um trem tivesse me arrombado, bostecé enquanto me localizava no tempo e espaço, Darío dormia placidamente com um leve ronco, o observei por alguns segundos, estava de costas, ainda nu, e seu cock estava dura como uma pedra, inclinada para meu lado, parecia tão inocente, tão vulnerável.
Desceu em silêncio, então beijei-o uma e outra vez, passei a língua por seu corpo esponjoso e quando abriu os olhos se encontrou com a melhor cena, sua jovem amante chupando-lhe o cock, um Despertar perfeito
Ele, quase incrédulo por minha ação, me presenteou com uma sorrisa e se encheu a vista com o beijo muito de puta que eu estava lhe dando.
Eu me senti como nunca me havia sentido, jamais teria feito algo assim com qualquer homem, mas Darío tirava o pior de mim. De repente, tomou dois travesseiros e os ajustou em cima do colchão, me pôs de costas, com esses travesseiros justamente por baixo da minha cintura, meu cu quedou apontando para o teto, indefeso, então se acomodou sobre mim, e o bastardo apenas lambendo um pouco me meteu toda pela parte de trás.
Me arrancou um gemido delicioso, não o vi virar, não o imaginei ali, e só se moveu dentro muito delicioso, muito prazeroso, seu pau tinha o tamanho justo para me preencher de prazer, nem grande, nem pequeno, apenas justo.
Darío tomou meus braços e os levou para trás, às minhas costas, e com sua força masculina me imobilizou, estava entregue, indefesa e só pude morder as sábanas para calar meus gemidos de prazer, o bastardo me deu a fuck da minha vida.
Minutos após, descenderíamos ao comedor para desjejugar, fomos cúmplices e em essas olhares deixava saber que sentia meu ânus todo dilatado e cheio de esperma, seu esperma, e entre os estranhos e clientes casuais do hotel me senti uma puta sem igual.
Havia chegado a hora de voltar, esse momento que não queria que chegasse, porque por primeira vez havia conhecido um homem, mas ele tinha mulher, filhos, e eu a Marcos, que nos esperavam em minha cidade.
Esse viagem de volta foi demasiado silencioso, melancólico, não cruzamos muitas palavras, mas entre essas poucas palavras, em algum momento meu chefe me disse
Você chegou tarde, sabes?
Eu me encoge de ombros, tratando de compreender, e o olhei inquieta animando-o a continuar
Não faço isso com todas, é mais, tem que ser alguém especial, e você é especial, mas chegou dez ou vinte anos tarde para minha vida, sabes que tenho esposa, uma família e só não posso oferecer-lhe mais do que lhe ofereço, segredo, sem compromissos, sem Ataduras.
Dissse que estava bem, na verdade estava bem, porque eu sabia os riscos que tomava e não podia repreender nada, de alguma maneira ele tinha razão, quando cheguei à sua vida, sua vida já estava armada, e só me conformei em tomar para mim um pedacito do que tinha a mulher dele.
E fomos amantes pelo resto do tempo, até que terminaram esses dois anos e o vi partir novamente para seu lugar no mundo, seu trabalho estava terminado.
Me coloco de lado na cama, atravesso a almofada entre minhas pernas imaginando que é ele, apenas se escrevemos de vez em quando pelo mail laboral, me sabe a tão pouco, me faz tanta falta.
Cueço minha mão pela frente da roupa interior só para verificar minha excitação, saio os dedos embargados e provo meus próprios jugos, aperto minhas pernas imaginando que estás comigo, mas apenas estás em minha cabeça.
Suspiro, por um amplo ventanal começa a entrar um frescor que me obriga a tapar-me, baixa a temperatura, está escuro e creo que começará a chover novamente, trato de me calmar e conciliar o sono, mas é impossível, dói demais sua ausência, passo o reverso dos meus dedos por meus lábios imaginando que são seus lábios, em seguida passo minha mão debaixo da cama, acaricio meus peitos com doçura, em minha cabeça revivo uma e outra vez seus jogos perversos, levo minha outra mão entre minhas pernas, meto um par de dedos e me toco por dentro enquanto a palma da mão faz seu trabalho sobre o clítoris, aperto com forças meus lábios para acallar meus gemidos, venho por ele, só para ele.
Respiro, me tranquilizo, tenho que disimular, asumo que Marcos, meu marido, subirá de um momento a outro, apenas apago a luz, apenas clico os meus olhos, quero dormir
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