Amanecí abrazado a ella tiernamente casi usando sus tetas de almohada, con una sonrisa enorme en la cara y una erección matutina. El cuarto estaba normal sin las velas o los accesorios, las sábanas limpias y sus tatuajes en el lugar correcto. ¿Habrá sido todo un sueño? Me pregunté. Sexo había tenido porque me sentía feliz y descargado. Quizás lo que vi era producto de algún medicamento muy fuerte o alguna sustancia a la que no estoy acostumbrado. No quise preguntar demasiado para seguir disfrutando el momento. En la cama charlamos un poco y me contó que le decían “Mica” como apodo pero su nombre real era Maeve, herencia de su familia irlandesa. Me contó que estaba por irse de viaje por el mundo con unas compañeras así que quería aprovechar bien el tiempo.
Trajo un par de tostadas con manteca para recuperar energías y cuando pedí algo para tomar me ofreció el vaso que había usado anoche para recolectar el semen y demás fluidos. Parecía limpio pero me dio desconfianza el brebaje espeso que tenía dentro. Me insistió muy cariñosamente y me convenció diciéndome que si le hacía caso iba a poder tener todo el sexo que quisiera. Tomé aquel líquido y me pareció como un rancio y arenoso licuado de banana. Podría haber sido peor, lo pude terminar todo y seguir con mi descanso. Me levanté para ir al baño y cuando volví de nuevo estaban las velas, la luz de sus llamas reflejada y “Mica” esperándome boca abajo. No me daban las piernas para ir hasta el borde de la cama y ponerla en 4.
No le entraba la cabeza y ella rogaba como una pendeja muy putita que se la metiera. No entendía el motivo de esta imposibilidad hasta que me miré la verga y la tenía enorme, más grande que en toda mi vida, como de 30cm. Le mandé dedos y cuando estuvo bien bien mojada se la puse toda adentro. De una y hasta el fondo. Ella gritó de placer y me dijo “tenés que acabar rápido y adentro mío”, lo que me hizo poner más cachondo y le di con todo. La bombeé durísimo por media hora y se chorreó toda. Entre gemidos susurraba la misma frase “téann do chumhacht i do bhainne” cada vez más fuerte hasta que le drené mi leche bien adentro suyo. Las llamas de las velas crecieron y su flamear le daba un estilo fantasmagórico a las sombras de los objetos en el cuarto. “No la saqués” me dijo “no se te va a bajar, cogeme de nuevo, por favor, lo necesito, llename de más semen” me pidió. Y dicho y hecho siguió dura y enorme y me cogí a la colorada sin piedad hasta hacer que su concha chorreara mi leche mientras ella repetía esa frase.
Saqué mi exageradamente gran miembro que seguía al palo entendiendo que podíamos descansar un poco. Maeve estaba exhausta y le temblaba el cuerpo, tenía los ojos llorosos y estaba con las piernas enchastradas. Pero se acercó me dio un beso y me dijo al oído “Ahora por el culo, lo mismo pero por la cola, lo necesito, tu semen, por favor” y agarrada de la baranda de la cama se puso en 4 con la cola bien paradita. La agarré de las nalgas y se la metí. Costo que entrara pero una vez que pasó la cabeza se la pude mandar de una. Ella gritó y gritó pero me pedía que siguiera, me rogaba que le diera más fuerte y la nalgueara. Sus enormes tetas rebotaban al ritmo de mis pijazos y ya casi no tenía aire para decir su extraña frase por la que nunca tuve el valor de preguntarle. Pero la dijo hasta que le llené de leche el orto y me sentí tan poderoso y caliente que como tampoco se me bajó la verga ahí la volví a culear con todas mis ganas. Lloraba y se chorreaba, me rogaba que le diera más y a la vez decía que la sentía enorme y no iba a poder aguantar hasta el final. Pero respiró mejor y empezó de nuevo “téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne” y se movió tanto que me quedé parado y su orto sólo se movía para ser culeado. Cuando la agarré de la cintura y volví a meterla toda moviéndome yo una de las maderas de la cama se venció y crujió y empezó a hacer mucho ruido y ella gritó “¡nathair!” y acabé. Le salía leche para afuera aún con mi verga pasándole semen al agujero de su culo. Increíblemente estuve acabando como 5 minutos mientras ella aún gemía despacito y su cuerpo latía.
Al terminar definitivamente me desmayé y tuve lo que parecía ser un sueño consciente. Primero porque veía todo negro pero podía pensar tratando de averiguar qué era eso y dónde estaba. Ante mí se presentó un ojo llameante que me habló y me dijo con voz grave y solemne: “Has sido bendecido por el hechizo de una Sióg Gnéis que premió las buenas acciones de tu vida. Elegirás si entregar tu alma a la tentación y disfrutar esta bendición en vida o esperar a la vida eterna y tener el paso asegurado. Si alguna mujer entra en contacto de alguna manera con tu nuevo líquido dador de vida se entregará a buscar que entre en su cuerpo con unas ansias infinitas. Pero quedas advertido del peligro que conlleva hacer uso de este tipo de artes para el beneficio personal ¡nathair!”
Desperté y ya no había velas ni luces ni sombras raras y “Mica” ya estaba levantada y cambiada. Me dijo que se tenía que ir y que se le había hecho tarde. Entre el cansancio físico y el desconcierto, otra vez, de pasar de un mundo onírico a la realidad tardé en estar listo y cuando lo hice me manejé en piloto automático hasta la despedida. Tras el beso final me quedé mirándola atónito cuando estaba sacando algo de la cartera. En su mano derecha tenía un tatuaje que yo no lo había visto: un ojo gigante envuelto en llamas. Me vio inmóvil e impactado y se acercó a mí una vez más para susurrarme al oído “nathair” y desaparecer entre la gente.
Trajo un par de tostadas con manteca para recuperar energías y cuando pedí algo para tomar me ofreció el vaso que había usado anoche para recolectar el semen y demás fluidos. Parecía limpio pero me dio desconfianza el brebaje espeso que tenía dentro. Me insistió muy cariñosamente y me convenció diciéndome que si le hacía caso iba a poder tener todo el sexo que quisiera. Tomé aquel líquido y me pareció como un rancio y arenoso licuado de banana. Podría haber sido peor, lo pude terminar todo y seguir con mi descanso. Me levanté para ir al baño y cuando volví de nuevo estaban las velas, la luz de sus llamas reflejada y “Mica” esperándome boca abajo. No me daban las piernas para ir hasta el borde de la cama y ponerla en 4.
No le entraba la cabeza y ella rogaba como una pendeja muy putita que se la metiera. No entendía el motivo de esta imposibilidad hasta que me miré la verga y la tenía enorme, más grande que en toda mi vida, como de 30cm. Le mandé dedos y cuando estuvo bien bien mojada se la puse toda adentro. De una y hasta el fondo. Ella gritó de placer y me dijo “tenés que acabar rápido y adentro mío”, lo que me hizo poner más cachondo y le di con todo. La bombeé durísimo por media hora y se chorreó toda. Entre gemidos susurraba la misma frase “téann do chumhacht i do bhainne” cada vez más fuerte hasta que le drené mi leche bien adentro suyo. Las llamas de las velas crecieron y su flamear le daba un estilo fantasmagórico a las sombras de los objetos en el cuarto. “No la saqués” me dijo “no se te va a bajar, cogeme de nuevo, por favor, lo necesito, llename de más semen” me pidió. Y dicho y hecho siguió dura y enorme y me cogí a la colorada sin piedad hasta hacer que su concha chorreara mi leche mientras ella repetía esa frase.
Saqué mi exageradamente gran miembro que seguía al palo entendiendo que podíamos descansar un poco. Maeve estaba exhausta y le temblaba el cuerpo, tenía los ojos llorosos y estaba con las piernas enchastradas. Pero se acercó me dio un beso y me dijo al oído “Ahora por el culo, lo mismo pero por la cola, lo necesito, tu semen, por favor” y agarrada de la baranda de la cama se puso en 4 con la cola bien paradita. La agarré de las nalgas y se la metí. Costo que entrara pero una vez que pasó la cabeza se la pude mandar de una. Ella gritó y gritó pero me pedía que siguiera, me rogaba que le diera más fuerte y la nalgueara. Sus enormes tetas rebotaban al ritmo de mis pijazos y ya casi no tenía aire para decir su extraña frase por la que nunca tuve el valor de preguntarle. Pero la dijo hasta que le llené de leche el orto y me sentí tan poderoso y caliente que como tampoco se me bajó la verga ahí la volví a culear con todas mis ganas. Lloraba y se chorreaba, me rogaba que le diera más y a la vez decía que la sentía enorme y no iba a poder aguantar hasta el final. Pero respiró mejor y empezó de nuevo “téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne”“téann do chumhacht i do bhainne” y se movió tanto que me quedé parado y su orto sólo se movía para ser culeado. Cuando la agarré de la cintura y volví a meterla toda moviéndome yo una de las maderas de la cama se venció y crujió y empezó a hacer mucho ruido y ella gritó “¡nathair!” y acabé. Le salía leche para afuera aún con mi verga pasándole semen al agujero de su culo. Increíblemente estuve acabando como 5 minutos mientras ella aún gemía despacito y su cuerpo latía.
Al terminar definitivamente me desmayé y tuve lo que parecía ser un sueño consciente. Primero porque veía todo negro pero podía pensar tratando de averiguar qué era eso y dónde estaba. Ante mí se presentó un ojo llameante que me habló y me dijo con voz grave y solemne: “Has sido bendecido por el hechizo de una Sióg Gnéis que premió las buenas acciones de tu vida. Elegirás si entregar tu alma a la tentación y disfrutar esta bendición en vida o esperar a la vida eterna y tener el paso asegurado. Si alguna mujer entra en contacto de alguna manera con tu nuevo líquido dador de vida se entregará a buscar que entre en su cuerpo con unas ansias infinitas. Pero quedas advertido del peligro que conlleva hacer uso de este tipo de artes para el beneficio personal ¡nathair!”
Desperté y ya no había velas ni luces ni sombras raras y “Mica” ya estaba levantada y cambiada. Me dijo que se tenía que ir y que se le había hecho tarde. Entre el cansancio físico y el desconcierto, otra vez, de pasar de un mundo onírico a la realidad tardé en estar listo y cuando lo hice me manejé en piloto automático hasta la despedida. Tras el beso final me quedé mirándola atónito cuando estaba sacando algo de la cartera. En su mano derecha tenía un tatuaje que yo no lo había visto: un ojo gigante envuelto en llamas. Me vio inmóvil e impactado y se acercó a mí una vez más para susurrarme al oído “nathair” y desaparecer entre la gente.
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