Mi profe me pone en celo

Mi profe me pone en celo
Las últimas noches he tenido fantasías con mi profesor de guitarra, justo en la madrugada me sobran las cobijas, la pijama y los pensamientos. Mi lado sensato al que casi nunca escucho, pero a veces tiene la razón, me tiene prohibido hacerlo desde la última vez que paso. Pero de nada sirven los baños de agua fría, los rezos al universo, la meditación, él siempre termina metido en mis sueños. (Ojalá en algo más)

Tengo una guerra entre mis dos lados, entre el fuego y la calma, entre la realidad y la fantasía. Tengo un río fluyendo entre las piernas mientras la culpa me acusa, él es de los hombres más prohibidos que me han llegado a gustar ¿Cómo es posible que se meta en mi cama todas las noches? Si tan solo supiera lo que imagino mientras veo sus manos en su guitarra, si tan solo imaginara lo que han hecho esas manos en mi cuerpo, en mi cabello y en mi boca.

La última vez que lo soñé, me desperté en medio de un orgasmo, al sentir la humedad entre mis piernas me excite más, abrí mis ventanas y me levanté desnuda por un vaso de agua, al pasar en frente del espejo no pude evitar mirar el sudor en todo mi cuerpo, a pesar de haber tenido un orgasmo estaba realmente prendida, húmeda, dispuesta.

Tomé el vaso de agua, sumergí mis dedos y comencé a refrescarme, los deslicé por mis pezones aún erectos, mis dedos húmedos por mi cuerpo húmedo, por mi sexo caliente, mojado, excitado. Me recosté en el sofá en frente del espejo al lado de la ventana que reflejaba mi sombra y mis intenciones.

A la razón la dejé en la habitación, aún no sale el sol y su imagen la tengo encima, bueno, ojalá, lo imagino de pie con su guitarra recostado en el marco mirándome desnuda con mi cabello color fuego encima. En la escena ya no hay lugar para su camisa, en el fondo suena “Aín´t no sunshine” de John Mayer mientras mis dedos bailan dentro de mí. Mi guitarrista se quita su pantalón para mí y desde lejos puedo ver y casi sentir el fuego dentro de él.

Me pongo de pie, a la altura de mi lengua está su cuello, se escucha la guitarra de Mayer y mi lengua recorre el corto camino del cuello hacia sus labios, nunca me había atrevido a besarlo y mucho menos a sentir su lengua dentro de mí. Con el lazo de mi cabello le agarro sus manos y lo guio hacia el sofá, él está ahí tan desnudo, tan sexy, tan caliente, lo noto por las palpitaciones de su miembro erecto sobre su ropa interior. Mi inquieta lengua le susurra un poema en el oído mientras baja descubriendo su cuerpo, besar cada uno de sus tatuajes, morderlo, olerlo, sentirlo. Escucho la culpa llamar desde la habitación, pero justo mis manos están bajando su ropa interior y yo estoy cada vez más excitada y caliente. He llegado al sur y su sexo, caliente, erecto y palpitante, está de frente en mi cara, casi entre mis labios. La punta de mi lengua se posó sobre su erecto pene y en un movimiento de su cuerpo sentí cómo cada vez mi guitarrista estaba más y más dispuesto. Comencé a besar su sexo húmedo, mi lengua como una serpiente danzaba a su alrededor, mientras le desataba sus manos ansiosas de tocarme. Sus manos de músico me tumban en el sofá y se sienta sobre mí, con sus dedos inquietos me agarra del cabello mientras me besa, siento su erección en mi vientre, siento mi vagina húmeda, siento mi cuerpo arder, lo quiero dentro de mí, pero me distrajo su boca en mis pezones, su lengua en mi cuello, sus dedos sintiendo mi humedad. Suena Mabiland de fondo “Paso a paso tú vas explorando mi mar

Mojándote vos” y yo siento que podría venirme solo con su lengua en mi clítoris. Me acuesto boca abajo mientras recorre mi espalda y en el momento en que me penetra siento dentro de mí una explosión, me agarra del cabello y mis gemidos me delatan, muero lentamente del placer, no importa la posición ni el orden, cada vez estamos más excitados y encantados y aturdidos y mojados. Mis gemidos me delatan de nuevo, mi orgasmo lo viví frente el espejo, mi guitarrista me pregunta que dónde quiero que se venga y yo lentamente abro mis labios mientras lo veo venirse en mi boca.

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Tomar la mujer como a una vibrante guitarra, pulsar sus cuerdas más profundas, desatar su canto, ¿no es acaso el anhelo de todos?