Confesión 18

Llevaba varios meses de relación a distancia sin nada de sexo. Solamente con el placer que me procuraba a mí misma. No es queja, me gusta mucho y me doy largas sesiones de muchísimo placer. Pero extrañaba unas manos sobre mi cuerpo, la furia de otro cuerpo sobre el mío, sentir unas tetas sobre las mías o una gran verga perforándome. Soy una mujer bisexual, así que estoy acostumbrada a comer de todo.

Mi novia tuvo que salir de viaje de trabajo indefinido. Al inicio se pactaron dos semanas, pero al término de éstas se fijó un mes y así cada vez, hasta ahora que lleva tres meses fuera. Primero no se me hizo nada raro dejar de coger algunas semanas, pues incluso estando juntas hemos tenido momentos de baja libido. Pero luego, conforme se sumaba más tiempo, empecé a hacerme de ideas que me mantenían excitada todo el día.

Podía estar cocinando, viendo una película o peor aún trabajando, y de pronto llegaban a mi mente escenas en las recordaba cómo mi novia me chupa las tetas, me las exprime y se las come con desesperación. Recordaba sus dedos jugando con mis pezones, sosteniéndolos, estirándolos. Recordaba su boquita mamando mi pezoncito como si fuera una bebé hambrienta. Pasábamos largas horas así. Después, intercambiábamos. Ahora yo era la que lamía, chupeteaba y mamaba de sus grandes senos. Y es que qué senos. Mi novia tiene unas tetazas. Ambas somos muy tetudas, pero en mi caso es porque soy de complexión gruesa, tengo amplias caderas, algo de panza y unas grandes nalgas y tetas. Ella es delgada, con un cuerpo más menudo, a excepción de esas tetas que resaltan del resto de su cuerpecito. Todos los días recibe miradas. Ya sea que use ropa holgada, pegada, modesta… lo que sea, siempre se le notan. Entonces ahora en la soledad de mi hogar o entre la gente de la oficina o del transporte público, o en una caminata en el parque o en el gimnasio… ¡donde fuera! Donde fuera me encontraba recordando sus tetas y todas las veces que las chupé, magreé y devoré cual alimento celestial.

Otras veces recordaba su boquita en mi concha. Cómo me daba placer mamando mi clítoris mientras me penetraba con los dedos. La estimulación del clítoris y el punto G me hacían estallar en húmedos orgasmos que le llenaban la carita de mis juguitos. Me encanta sentir el chorro de squirt saliendo de mis glándulas hacia su cara. Le gustaba lamerme un poco más después de eso para asegurarse de haber probado todo.

A ella le gusta mucho usar lencería muy sensual, así que también era inevitable recordarla con el encaje negro o rojo sobre su piel. O un body color nude que daba la ilusión de no tener nada, pero con una ligera censura en los pezones y en el monte de Venus, lo mínimo para causar tensión y excitación. Me gusta mucho empezar a lamerle los pezones por encima de la lencería para, después de largo un rato de estar prensada a sus tetas, darme cuenta de que había mojado completamente la parte de abajo de esa sexy ropa interior. Así, podía empezar a estimular su conchita con mis dedos aun por encima de sus bragas o tanga. Esa sensación de humedad sobre la lencería me volvía loca y a ella la enloquecía sentir mi toque. Generalmente, después de un rato la despojaba de toda prenda para darme gusto tocándola y besándola por todos lados, ahora ya sin ninguna barrera.

Hemos tenido largas horas de placer y sexo. Y ahora todos esos recuerdo llegaban sobre mí como una lluvia que es inevitable no sentir. Estos días me he estado masturbando mucho. La otra noche me serví una copa de vino, me desnudé y me puse a leer historias eróticas en el celular. Mezclaba las fantasías que leía con los flashbacks sexuales de mi novia. Me imaginaba que nosotras éramos las protagonistas de todo eso que leía: lactancia erótica, tríos lésbicos, tijeretazos, sexo en público... Mientras me excitaba, empecé por tocarme los senos, los pezones. Toqué mis piernas, pasé discretamente mis dedos por la vulva, solo para darme cuenta de lo chorreante que estaba. Me recorrí toda, haciendo énfasis en la sensación que me causaban las yemas de mis dedos.

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