Mi esposa con un poringuero!

Todo estaba listo en su bolso: un hermoso babydoll, medias con liguero, una tanga hilo dental, sandalias, todo en blanco. También había un perfume y algunos maquillajes.

—¿Tenés todo? —preguntó Marcos.

—¡Estoy re nerviosa, boludo! —respondió Dai.

Marcos sonrió, la miró y dijo que prepararía algo para tomar mientras ella terminaba de arreglarse el pelo.

—Tomá, así te relajás —dijo él, ofreciéndole un vaso con la bebida.

Dai lo llevó a su boca y, de un solo trago, bebió la mitad. En ese momento, solo necesitaba la templanza que el alcohol podía darle.

—Tenés dos horas todavía, así que tranquila. Terminá de arreglarte y bajá. Después te ayudo a calmarte —añadió Marcos con un tono de lujuria en su voz.

El plan era el siguiente: esa noche Dai y Julián, un joven que conocían desde hacía tiempo y con quien ya habían tenido varias interacciones virtuales, se encontrarían en persona. Dependiendo de la química, quizá jugarían un rato. El único límite era que no habría penetración, pero el resto estaba permitido.

Inicialmente, el encuentro sería en el auto de Julián, en algún lugar oscuro durante la noche. Sin embargo, Marcos no estaba del todo convencido. Para evitar riesgos y asegurarse de que Dai se sintiera más cómoda, propuso que se vieran en un hotel. Allí ella estaría más relajada, sin preocuparse por miradas indiscretas o posibles problemas con la policía. Además, en el hotel podría vestirse más sexy y llevar la intensidad del encuentro a otro nivel.

Todos estuvieron de acuerdo. Julián pasaría a buscarla a las 11:30, irían al hotel, pedirían algo para tomar, y ella se cambiaría de ropa. Marcos solo pidió que Dai le enviara algunas fotos y videos de lo que fuera sucediendo. Dai y Julián dispondrían de una hora y media para conocerse. Después, ella regresaría a casa, donde Marcos la esperaría para tener sexo.

Las luces de la habitación se apagaron, y Dai bajó las escaleras. El trabajo estaba listo. Llevaba un delicado peinado, un maquillaje audaz que, con algunos toques, resultaba atrevido, y un vestido negro casual sin sostén.

—Te ves divina —dijo Marcos mientras le ofrecía otra ronda de tragos.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Dai.

Sin responder, Marcos estiró nuevamente la mano con el vaso. Ella lo tomó e insistió:

—¡Decime! Si no, cancelamos todo.

—Esto lo venimos planeando hace rato, y quiero que lo hagamos. Vos solamente hacé lo que hablamos, ¿ok? —respondió Marcos mientras daba un sorbo a su vaso.

—Ok, pero estoy re nerviosa, y el otro trago ya me pegó. Si me tomo este... ja, ja, no sé qué pasa —dijo ella, sonriendo nerviosa.

—Tenemos cuarenta minutos. A ver qué puedo hacer para que te relajes un poco —dijo Marcos, apagando la luz.

Se acercó a ella, la tomó de la cintura y la arrinconó contra la pared. Pegó su cuerpo al de ella y comenzó a besarle el cuello despacio. Sus manos acariciaban su cintura. Ella gimió.

—¿Estás caliente? —preguntó él.

—Sí, un poco —respondió Dai.

—¿Un poco? —dijo Marcos mientras llevaba su mano a la entrepierna de Dai—. Mirá lo mojada que estás, hija de puta.

Ella no respondió, solo gimió. En ese momento, los nervios y el alcohol le jugaron una mala pasada. Se imaginó siendo manoseada por Julián. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sintiéndolo resonar en todo su cuerpo.

Marcos sacó los pechos de Dai fuera del vestido y comenzó a chuparlos. Mientras tanto, continuaba acariciándole el clítoris de forma sutil. Dai estaba totalmente entregada. Sintió que se venía; los latidos que antes sentía en el pecho ahora los percibía en su sexo. Marcos, al notar que estaba por correrse, se detuvo y se distanció. La observó por un momento mientras ella jadeaba. Disfrutó la escena, bebió un trago y dijo:

—Ahora sí estás lista para encontrarte con él.

Por un momento, ella lo miró como pidiéndole que siguiera, pero se dio cuenta de que él no iba a continuar. Recuperó la compostura, acomodó su ropa y bebió lo que quedaba de su trago, sin pausa.

A las 11:30 en punto, Julián llegó frente a la casa. Dai observó por la ventana cómo el auto se estacionaba y sintió un nudo en el estómago.

—Llegó —dijo ella con un tono tembloroso.

Marcos, sentado en el sillón con su vaso en mano, le sonrió.

—Tranquila, estás hermosa. Hacelo como lo planeamos. Cuando llegues escribime.

Dai asintió, respiró hondo y salió de la casa. Se acerco al auto, abrio la puerta y subio. Se saludaron con un beso en la mejilla . Él lucía casual, con una camisa azul ajustada que destacaba su figura, y su colonia tenía un aroma fresco y atrayente.

—¡Hola! Estás increíble —dijo Julián, mirándola de arriba abajo.

—Gracias —respondió Dai, sonriendo tímidamente mientras miraba el telefono de reojo.

El trayecto al hotel fue breve, pero para Dai, cada segundo parecía eterno. Julián intentó romper el hielo con conversaciones ligeras, pero ella apenas podía concentrarse en las palabras, perdida entre sus propios pensamientos y el cosquilleo que sentía en el cuerpo.

Al llegar al hotel, Julián estacionó el auto en el garaje subterráneo. Dai observó a su alrededor, agradecida por la discreción del lugar. Bajaron juntos y caminaron hacia la recepción. Julián se encargó del registro mientras ella esperaba unos pasos detrás, jugando nerviosamente con los tirantes de su bolso.

—Listo, nos dieron la habitación 207. Vamos —dijo él, mostrándole la tarjeta.

Subieron en silencio por el ascensor, las puertas metálicas reflejando sus figuras. Al llegar al pasillo, la moqueta amortiguaba sus pasos, y el leve zumbido de las luces de techo era lo único que se escuchaba. Julián deslizó la tarjeta en la puerta, que se abrió con un clic.

La habitación era amplia, con una cama matrimonial perfectamente hecha y una iluminación cálida que daba al espacio un aire íntimo. Una botella de champagne esperaba en una cubeta con hielo, junto a dos copas de cristal. Dai respiró hondo.

Julian para romper el hielo, hizo un chiste sobre el champagne y sirvio dos copas. bebieron.
Ella tomo su telefono y dijo, debo avisarle a marcos que llegamos. Le escribio mientras bebia.

Julian dandole un momento de intimidad recorrio la suite, haciendole comentarios a dai para que se sintiera mas comoda.

Ella guardo su telefono en el bolso y dejo la copa vacia en la mesita.

—Voy a cambiarme —dijo, mirando a Julián de reojo.

Él sonrió y asintió.

—Tomate tu tiempo, toma llevate otra copa, sirvio el champagne lentamente para que no se desbordara la espuma.

Dai entró al baño, cerrando la puerta tras de sí. Se miró al espejo. Su maquillaje seguía impecable, aunque podía notar el leve rubor en sus mejillas. Abrió el bolso con manos temblorosas y sacó el babydoll, las medias con liguero, la tanga y las sandalias blancas. Cada prenda la hacía sentir más vulnerable, pero también más deseable.

Se despojó del vestido negro, dejándolo caer al suelo, y comenzó a ponerse la lencería. El encaje blanco resaltaba el tono de su piel y moldeaba perfectamente sus curvas. Se colocó las medias y las ajustó con cuidado al liguero. Finalmente, calzó las sandalias y se observó de nuevo en el espejo.

"Es ahora o nunca", pensó mientras su corazón latía con fuerza. En ese momento sono su telefono.

intercambio mensajes con marcos y lo puso al tanto de como iba todo, que bebian champagne y que estaba en el baño cambiandose. Apunto su camara al espejo y gatillo varias veces.

Estas hermosa y sexy - respondio marcos.
anda a ver que dice el!, y recuerda que el es timido debes ser la que tome la iniciativa ok?.

Te escribo en un rato- dijo ella.

Abrió la puerta del baño y salió, sosteniendo el bolso en una mano y la copa vacia en la otra. Julián la miró con los ojos abiertos, incapaz de disimular su asombro.

—Estás... wow, estás increíble —dijo, poniéndose de pie.

Dai sonrió tímidamente, aunque por dentro sentía que se encendía con cada palabra.

—Gracias... —murmuró, dejando la copa sobre la mesita y acercándose lentamente a él.

Dai caminó hacia la cama y tomó asiento, cruzando las piernas con elegancia mientras se acomodaba el cabello. Julián no podía apartar la mirada de ella; su cuerpo, envuelto en la lencería blanca, parecía un sueño hecho realidad. Su respiración se volvió más rápida, y sus manos temblaban levemente mientras intentaba mantener la compostura.

—¿Querés otra copa? —preguntó ella, rompiendo el silencio.

—Sí, claro —respondió Julián, tratando de sonar seguro.

Dai se puso de pie y caminó hacia la mesa donde estaba el champagne. Mientras servía las copas, sentía la mirada de Julián quemándole la piel. Le tendió una copa y tomó la otra para sí misma.

—Por esta noche, ¿te parece? —dijo ella, alzando su copa con una sonrisa coqueta.

—Por esta noche... y por vos —respondió Julián, sin apartar los ojos de sus pechos que apenas se contenían en el encaje.

Ambos bebieron entre risas, pero la tensión era palpable. Julián no podía evitar moverse incómodo en la silla, luchando contra la evidente erección que empezaba a formarse.

—Estás muy callado —dijo Dai, dejando su copa sobre la mesa—. ¿Te pasa algo?

—Es que... estás increíble. Nunca me imagine tenerte así, producida para mi, con esa ropa... —respondió Julián, desviando la mirada, avergonzado.

Dai sonrió y se acercó a él, inclinándose lo suficiente para que sus pechos quedaran a la altura de sus ojos.

—¿Te gustan tanto como decías? —susurró, divertida.

Julián tragó saliva, incapaz de responder. Dai disfrutaba viendo cómo él se sonrojaba, tan joven y deseoso.

—¿Sabés qué? A Marcos le encantaría vernos ahora mismo —dijo ella, sacando su teléfono del bolso—. ¿Qué te parece si le mandamos unas fotos?

Julián la miró sorprendido, pero su expresión rápidamente se transformó en una mezcla de excitación y nerviosismo.

—¿De verdad? ¿No le va a molestar?

—Para nada. Es parte del juego —respondió Dai, guiñándole un ojo.

Se sentó junto a él en la cama y abrió la cámara del teléfono.

—Acercate más —dijo, acomodándose de forma que su escote quedara perfectamente visible. Julián obedeció, inclinándose hacia ella.

Dai tomó varias fotos: primero una de ambos sonriendo, luego otra más atrevida, enfocándose en su cuerpo y en cómo él la miraba con deseo. Finalmente, giró la cámara y tomó una foto de perfil en la que sus labios parecían a punto de encontrarse.

—Ahora algo más interesante... —susurró ella.

Dejó el teléfono sobre la mesa y se puso de pie, colocándose frente a Julián. Despacio, se arrodillo posando sobre su brageta.

—¿Que esta pasando aqui? —preguntó con una sonrisa traviesa.

Julián sonrio, fijate- dijo.
Aun no - contesto, mientras se paraba. volvió a tomar el teléfono y se inclinó hacia él, colocando su pecho contra su rostro mientras tomaba una foto rápida. Luego giro y apoyo su cola contra el, volvio a capturar la escena.
selecciono las fotos y las envió a Marcos con un simple mensaje:

"Nos estamos conociendo... ¿Te gusta?"



Mi esposa con un poringuero!
puta
esposa


Bueno gente si gusta el relato lo continuamos. Saludos !!

15 comentários - Mi esposa con un poringuero!

uffff.... muy caliente todo... y ella tan sexy.... por favor... ¿cómo sigue?
Mi esposa con un poringuero!
Uff tremendo, yo tambien soy poringuero, y ademas seguidor, gracias por compartir
uuuuuuffff esa tension sexual!!!jajaa se siente hasta en el relato,todas las ganas de saber cómo siguio
Ufff como me dejó caliente está historia y la bebota
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