Jueves por la tarde. A mi suegra Josefina no le venía bien otro día ir al banco. Eran cerca de las 16:30 cuando llegamos los dos a la oficina. Mi mujer trabajaba, y yo por culpa de un tropezón estúpido estaba unos días de baja, que intentaría que fueran los menos posible. Torcedura de tobillo con rotura de fibras, mal momento para estar de baja con el trabajo acumulado que tenía.
Pero ella insistió en que la acompañara al banco. Debía hacer unas transferencias bancarias, y luego ingresar unos cheques por el alquiler de un pequeño piso que disponía en el centro, y por el que le pagaban bastante bien. Le daba un poco de miedo ir sola a la oficina, y cogiendo la muleta que se había convertido en mi fiel compañera los últimos días nos fuimos para allá.
Divorciada desde que mi mujer era adolescente, Josefina era lo que se podía llamar una mujer echada para delante. Tuvo varios trabajos y ahora aparte del alquiler, pasaba consulta como quiromasajista, con lo que podía vivir más o menos sin problemas económicos. Una mujer madura que a sus 52 años se conservaba como si tuviera 20 años menos. Había tenido a su hija, mi mujer, muy joven.
El hecho de que su ropa también se ajustara a esa diferencia de edad, y que siempre soliera usar lo que para mí era una talla menor a la suya, hacia que muchos hombres se volvieran cada vez que pasaba. Tampoco ayudaba mucho a que no la miraran sus anchas caderas, y sus no menos grandes pechos.
Entramos en la oficina, y un hombre que venía detrás de mí cerró la puerta del banco haciendo que pudiéramos refrescarnos al entrar en el interior con el aire acondicionado a bastante potencia. Para ser primeros del mes de junio, el sol calentaba bastante.
Josefina sacó la cartilla del bolso, mientras yo me quedé en un discreto segundo plano. En ese momento no me di cuenta de que el hombre que estaba detrás nuestro había echado el pestillo de la puerta del banco, y, colocándose un pasamontañas, sacó un arma y nos apuntó con una pistola, y su compañero, ya dentro de la oficina hizo lo mismo.
-Señores y señoras esto es un atraco. -dijo el hombre que ya se encontraba dentro de la oficina.
En ese momento mi suegra dio un brinco asustada y dejó caer la cartilla al suelo.
-Señora se le ha caído esto. -le dijo el hombre que estaba detrás nuestro y se agachó para cogerla y devolverle la cartilla-. Y que pedazo de señora. -en ese momento señaló con su pistola los grandes pechos de mi suegra.
-No queremos su dinero señores y señoras. -dijo el primer ladrón al ver que Josefina estaba tan asustada-. Solo el de esta oficina. El seguro les devolverá todo el dinero que nos llevemos. Y ahora, por favor, háganse a un lado.
Los 10 o 12 clientes que estábamos en ese momento en el banco obedecimos y nos apartamos a un lado tal y como nos habían ordenado los ladrones. Mi suegra, delante de mi, pegó contra mi paquete su trasero rematado por unos pantalones bastante cortos para su edad. Yo quedé atrapado entre su culo y la cristalera de uno de los despachos donde trabajaba una de las oficinistas de la sucursal.
-Ahora van a abrir la caja fuerte y van a darnos todo el efectivo que tengan en billetes grandes. -dijo el primer ladrón señalando con su pistola al director de la sucursal.
Me fijé en que el segundo ladrón, bastante más torpe, se entretenía en mirar a mi suegra y volvía a señalar con su pistola sus grandes pechos. Tanto, que en un momento determinado puso el cañón en su canalillo. Josefina dio otro respingo al notar el acero entre sus mamas, y en ese instante me di cuenta de que la pistola era falsa.
Cuando el director se acercó a la caja fuerte para abrirla acompañado de otra empleada, una joven de unos veintitantos años, calculé, oímos una sirena de un coche de la policía que se acercaba cada vez más.
El primer ladrón tiró del hombro del segundo, y abriendo la puerta de la oficina, salieron a la carrera perdiéndose entre la multitud.
A Josefina le dio un mareo debido a lo acababa de pasar. La joven de antes la sentó en su propia silla y le trajo un vaso de agua de su máquina dispensadora. Mi suegra se encontraba muy nerviosa, y aunque el mareo se le fue pasando poco a poco, al final no pudo hacer las transferencias y el ingreso de los cheques. Pero la joven le comentó que no debía preocuparse ya que ella la llamaría cuando todo quedara arreglado, para hacerle las transferencias y el cobro de los cheques.
La policía llegó unos instantes después.
Cuando nos tomaron declaración a todos, y la policía nos permitió volver a nuestras casa o quehaceres, mi suegra me pidió que la acompañara a su casa.
-Claro que si suegra. -a veces le decía suegra en lugar de llamarla por su nombre-. Menudo susto nos hemos llevado. Sujétame mientras vamos andando, procuraré que no te caigas. Estás muy nerviosa.
Su casa no estaba lejos del banco, así que llegamos enseguida.
Entramos en casa. Yo tenía una llave del piso por si en algún momento necesitaba entrar si ella estaba fuera o aunque ella estuviera en casa.
-Pedro, necesito darme una buena ducha. -me dijo dejando el bolso en la pequeña mesita de la entrada y las llaves en el llavero-. ¿Podrías esperarme hasta que termine? Aun no se me han pasado los nervios del todo y podría caerme o algo en la ducha. ¿Me harás ese favor?
-Claro que sí. No tengo nada mejor que hacer esta tarde. -le contesté sentándome en el sofá del salón y dejando la muleta a un lado.
-Dejaré la puerta del baño abierta por si me surge algo y tengo que avisarte. -me dijo Josefina.
-De acuerdo. Miraré un poco la tv a ver si hay algo pasable. Jejeje. -le dije cogiendo el mando a distancia.
Al poco oí el agua de la ducha. Repasé de arriba abajo la programación de la tv, no vi nada interesante, pero en ese momento me vino a la cabeza la imagen de mi suegra desnuda. Para mi sorpresa había dejado la blusa sobre el sofá antes de meterse en el lavabo y sin que yo me diera cuenta, lo que hizo que me viniera esa imagen.
Imaginé sus pechos maduros recibiendo el agua mientras mi suegra se los enjabonaba y los frotaba para limpiarlos bien.
Di un golpe sin querer con el codo a la muleta que cayó al suelo. Puse atención por si ella había oído el golpe y me preguntaba que había pasado, pero solo oí el agua de la ducha, por lo que supe que no oyó caerse mi muleta.
La imagen de ella desnuda iba y venía en rachas. Entonces el agua dejó de correr y volví a hacer que prestaba atención a la tv.
Josefina salió de la ducha envuelta en una toalla. Llevaba otra en su pelo.
-¿Todo bien suegra? – le pregunté.
-Todo bien yerno. -me contestó sonriendo-. Ya me encuentro mejor. Más relajada y ya se me pasó el susto.
-De acuerdo. Pues si te encuentras bien me vuelvo para casa.
-¿No te apetece darte una ducha también? Hace mucho calor para esta época del año, todavía estamos en junio, y además con las emociones de hoy…
No era mala idea, la verdad, darme una ducha en casa de mi suegra. Tenía un lavabo grande, una ducha de esas casi de spa. Volviera a casa fresco.
-Esta bien. Me daré esa ducha. -le contesté.
-Perfecto. -me dijo ella asintiendo-. Tienes toallas limpias en el armarito.
Fui hasta el baño ayudado por la muleta. Me desnudé y dejé también abierta la puerta del baño. No creía que necesitara ayuda, pero no estaba mal que la dejara abierta.
Cuando salí cubierto con una toalla al igual que Josefina, ella seguía vestida de la misma forma. Estaba inclinada de espaldas, apoyada sobre el sofá y cortándose las uñas de los pies.
Se dio la vuelta al terminar y me miró los pies desnudos.
-Vaya, veo que las tienes grandes. ¿Mi hija no te ayuda a cortarte las uñas? -me preguntó poniendo los brazos en jarras.
-Ahora está muy ocupada con el trabajo y dice que apenas tiene tiempo para sus cosas, así que tiene menos tiempo para las mías. Y lo peor es que no puedo mantener la pierna en alto para que me las corte. Me duele mucho si la tengo mucho rato así. -le contesté.
-Entonces te las cortaré yo yerno. Vamos a mi habitación y te tumbas en la cama.
Hice lo que me dijo y me tumbé boca arriba en su cama. Josefina se subió a la cama y se colocó dándome la espalda. Seguía con la toalla puesta.
Así no me dolía porque tenía la pierna estirada. Pero la visión del culo de mi suegra a sólo unos centímetros de mi cara era lo mejor del día. Parecía que en algún momento la toalla se le fuera a caer y se quedara desnuda sobre mi.
Cuando terminó me ayudó a incorporarme. Traté de evitar la mirada hacia sus tetas que casi se salían por la parte de arriba de la toalla.
Ella se dio cuenta enseguida.
-¿Te da vergüenza que puedas verme las tetas? -me preguntó al ver que evitaba mirar hacia ahí.
-No. -le contesté evitando llevar la conversación a esa parte.
-Mi cuerpo es igual que el de mi hija, tu mujer. Seguro que te la follas bien, ¿eh? -volvió a preguntarme.
-La verdad es que es ella la que me folla a mi. -le dije pasando mi mano por el pelo-. Últimamente se pone sobre mí y empieza a cabalgarme con ganas. Se inclina hacia atrás para hacer la penetración mas profunda.
Ella se muerde el labio inferior mientras lo hacemos, pone cara de morirse de gusto y yo me limito a agarrarle las caderas mientras me folla, o magrearle las tetas hasta que no puedo más y me corro, siempre en su interior. Alguna vez me gustaría llenarle las tetas de leche, pero no me deja.
En ese momento me di cuenta de que le había contado parte de mi vida sexual con su hija a mi suegra, y siento un calor que me sube desde abajo ahora que me había conseguido refrescar gracias a la ducha. Hablar con ella de eso me ha dado una mezcla de vergüenza tremenda y morbo, que hace que mi pene se empine bajo la toalla.
-Lo siento Josefina, ya se que tu ahora mismo no tienes a ningún hombre. ¿Como te apañas? -le pregunté.
-Pues hijo con mucho dedo. De vez en cuando un dildo, y tu mujer me regaló el año pasado por mi cumpleaños un succionador de clítoris, pero no le encuentro la gracia, la verdad. Donde esté un buen trozo de carne…Tú me comprendes ¿verdad? -me preguntó acercándose a mi.
-Si. Te comprendo. Bueno, creo que debo irme ya, que la conversación se está poniendo muy tensa. -le dije levantándome de la cama.
-Ya lo veo. Muy, muy tensa. -me dijo fijándose en mi paquete.
-Muchas gracias por todo suegra. Bueno ya te dejo. Gracias por la ducha y nos vemos mañana si quieres.
Me vestí casi a la carrera, cogí la muleta, le di dos castos besos a Josefina, agradeciéndole de nuevo que me dejara usar su ducha, y me fui de la casa. Ella seguía con la toalla puesta cuando me fui. No dijo nada, ni porque me iba tan pronto, ni tampoco nada para retenerme. Supuse que entendía perfectamente mi calentura.
Bajé en el ascensor y paré el primer taxi que pasó. Menuda tarde de sobresaltos. Pensé mientras el taxi me llevaba de vuelta a casa.
Al día siguiente Lourdes mi mujer me propuso acompañarla de compras al mercado. Tenía bastantes cosas que hacer en el trabajo, pero disponía de un par de horas libres e íbamos a aprovecharlas.
-¿Qué tal ayer con mi madre? -me preguntó mientras miraba la etiqueta de un bote de tomate.
-Aparte de lo del casi atraco, bien. -le había contado a mi mujer lo del intento de robo en la sucursal bancaria esa noche cuando volvió del trabajo-. Tu madre se asustó mucho, pero luego en casa se dio una ducha y se relajó bastante. Yo me quedé con ella por si mareaba o le pasaba algo, incluso me duché luego en su casa.
-¿No hablaría de cada cuanto tenemos sexo, o en que posturas lo hacemos, no? -me preguntó Lourdes volviendo a dejar el bote en la estantería.
-Para nada. -le contesté disimulando no sabía si muy bien.
-A tu suegra le gusta mucho hablar de sexo. Antes me preguntaba cada dos por tres cada cuanto lo hacíamos, o me contaba cada cuanto lo hacia ella. Pobre, la entiendo. Desde que se divorció de papá solo la he conocido dos novios formales. Es normal, todavía es joven, y tiene sus necesidades como cualquiera, pero siempre que hablábamos de sexo terminaba queriendo saber más de la cuenta, o proponiéndome hacer nuevas posturas que según ella serian ideales para alcanzar mejor el orgasmo.
En ese momento un padre con sus hijos pequeños llegó hasta donde estábamos, por lo que mi mujer y yo zanjamos el tema, y menudo tema, de conversación.
Llegamos a la caja y nos dispusimos a pagar, cuando sonó el teléfono de mi mujer.
-Si, sí. De acuerdo, se lo digo. Seguro que le parece muy bien. Nada, cuídate mamá, un beso. -dijo mi mujer por el móvil.
-¿Qué quería Josefina? -le pregunté.
-Tu suegra que nos invita el fin de semana a la piscina. Sábado y domingo. Tiene entradas gratis porque uno de sus pacientes es encargado de la piscina municipal de nuestro distrito. ¿Qué te parece el plan? -me preguntó mi mujer.
-La verdad es que no teníamos nada planeado. No me parece mal plan. No nos impide que podamos cenar tú y yo esa noche cariño. -le dije a mi mujer.
-Claro. Ahora le mando un WhatsApp y le digo que ok por tu parte.
Al final mi suegra se iba a salir con la suya. Iba a ver su cuerpo en bañador o bikini.
Quedamos el sábado en la entrada de la piscina. Adultos con hijos, personas mayores con sus parejas, gente de casi todas las edades esperando junto a nosotros para entrar. A lo lejos vi una figura familiar que se acercaba con paso decidido.
Era Josefina que lucia un vestido vaporoso y adornando su cabeza con una pamela bastante grande, y unas gafas de sol redondas que completaban la estampa de mi suegra preparada para un día de piscina.
-Hola hija. -le dijo a Lourdes dándole dos sonoros besos en las mejillas.
-Hola mamá. -le respondió ella devolviéndole los besos.
-Hola yerno. -me dijo a mi dándome también dos besos.
Después del saludo entramos en la piscina.
-Jose María. Cuánto tiempo. -saludó mi suegra a un señor bastante alto que supuse era su cliente de la clínica quiropráctica.
Nos presentó a los dos y juntos fuimos hasta el final del recinto. No sabía hacia donde nos dirigíamos.
-Sorpresa chicos. -nos dijo Josefina riendo tapándose la boca, como si nos hubiera ocultado el mayor secreto del mundo.
Efectivamente. Nos encontrábamos frente a una zona vallada en la que se podía leer un cartel que indicaba “ZONA NUDISTA” A PARTIR DE AQUÍ ES IMPRESCINDIBLE NO LLEVAR ROPA, SOLO SE PERMITEN ZAPATILLAS, TOALLAS Y DEMÁS ARTÍCULOS PARA EL BAÑO.
Dios mío, pensé para mis adentros. Mi suegra me la había jugado a base de bien, y solo a mi porque mi mujer daba saltitos de alegría, como si fuera el día de su cumpleaños.
-Me hacía mucha ilusión venir mamá. Nunca me atreví a pedírtelo y ahora no puedo creerme que estemos aquí. Una piscina con zona nudista. -le dijo entusiasmada mi mujer que dirigió su vista directamente a un hombre desnudo que lucía un pene excesivamente grande en mi opinión para estar flácido.
-Ya lo sé hija. Sabía que te gustaría mucho venir conmigo y tu marido. Anda, vamos a sentarnos aquí, ya sabéis hay que quitarse toda la ropa.
Josefina se despidió de José María con otro par de besos y recuerdos a su mujer al ver que quedábamos instalados. A mí me dio vergüenza quedarme desnudo, pero mi mujer insistió en que estábamos en la zona nudista de la piscina, y como anunciaba el cartel no podíamos llevar nada de ropa. De todas formas, en esos momentos no había mucha gente en la zona nudista.
Deje la muleta en el suelo y me desnudé tratando de tapar mis partes íntimas. Como pude me senté en la hamaca tratando de que no se viera nada. Mi suegra dirigió un vistazo por encima de sus gafas de sol a mi barriga mientras me sentaba. Ella hizo lo propio y se quitó el vestido. Un segundo después la parte de arriba de su bikini dejó a la vista dos pechos grandes, algo caídos, lógico por la edad, pero mostraba dos pezones de areolas pequeñas de color rosado y bastante apetecibles, todo hay que decirlo.
Tras quitarse la parte de arriba, hizo lo propio con la braga del bikini dejando a la vista un triángulo de pelo depilado, pero casi al ras, que daba una apariencia de triangulo no tan oscuro como si lo llevase sin depilar, pero agradable de ver a la vista. Yo le devolví la mirada a su tripa, que también tenía, aunque no tan abultada como la mía, y quedé sorprendido cuando se sentó en la hamaca enfrente de mí con las piernas cruzadas, porque sus labios mayores eran gruesos y sobresalían de su vulva.
Cuando quise darme cuenta mi mujer ya estaba desnuda a mi lado tumbada en la hamaca.
-¿No vas a echarme crema solar? -me preguntó mi mujer desde la hamaca.
-Ah sí, claro. Ahora mismo cariño. -le contesté.
Cogí el bote de crema y me dispuse a desenroscarlo, cuando me fijé en que mi suegra no me quitaba ojo de encima pese a que no se había quitado todavía sus gafas de sol.
No era una mirada de maldad, supuse que le daba morbo como a mí tener a su yerno enfrente desnudo, igual que yo la tenía a ella desnuda. A mi mujer estaba acostumbrada a verla desnuda desde hacía tiempo, por lo que ella no me producía tantos nervios.
-Dame bien en los pechos cielo. No te dejes nada. -me dijo mi mujer incorporándose en la hamaca.
Me incorporé yo también y mi barriga tembló cosa que hizo que mi suegra no me quitara ojo de encima.
Eché un chorro de crema en mi mano derecha y le unté el pecho izquierdo a mi mujer. Me recreé extendiéndolo bien, estaba acostumbrado a masajearle los pechos para excitarla antes de ponernos a follar.
Cuando terminé con el izquierdo pasé al derecho, luego extendí más crema por su tripa, sus piernas, y finalmente su espalda y su trasero cubriéndole bien todo el cuerpo.
-Bueno chicos, me voy a dar un baño. -dijo mi mujer mientras se levantaba la hamaca y cogía la toalla.
-¿Tan pronto? -le pregunté nervioso-. ¿No vas a esperar un rato a que se asiente bien la crema?
-Si, me voy ya. Es mi primera vez en una piscina nudista y quiero comparar tamaños, tu ya me entiendes.
La vimos alejarse meneando las caderas y el trasero hacia la piscina que estaba dentro del recinto donde se practicaba nudismo, independiente de la piscina normal para la gente que usaba bañador, y de la cual no me había fijado al entrar.
-Bueno yerno. ¿No me vas a echar crema a mi también? -me preguntó mi suegra mientras se quitaba la pamela y las gafas de sol.
-Si, sí, claro. Ahora mismo. -le dije cogiendo el bote de crema y desenroscándolo una vez más.
Josefina se sentó sobre el césped y yo hice lo mismo.
La miré sin saber porque parte de su cuerpo empezar. Tenía sus tetas a un palmo de mi cara. Me eché un chorro de crema en la mano y empecé por su tripa que se movía cada vez que la frotaba.
Luego pasé a sus piernas y muslos, se dio la vuelta para que le siguiera dando en la espalda, y finalmente en su trasero.
Sus nalgas sin ropa eran blandas. Mi suegra tenía un culo atractivo de nalgas grandes, aunque le faltaban tonificarse, casi exactamente como a mi.
Ya solo quedaban sus pechos, la parte que después de su culo mas me preocupaba. Cubrí mis partes con la toalla porque notaba como mi miembro empezaba a despertarse.
Respiré hondo y tras volver a echar crema en mi mano comencé a frotarla por su pecho izquierdo tratando de no mirarlo.
Repetí la operación con el derecho hasta que quedó cubierto de crema. Para entonces mi polla estaba completamente erecta.
-No me has mirado los pechos. -me dijo ella mientras yo miraba hacia otro lado.
-No. Pero están bien cubiertos de crema, ¿verdad? -le dije.
-Si. -dijo examinándoselos en un instante en que giré la cabeza hacia ella-. De todas formas, veo que te gustan. Si no, no estarías así.
-¿Cómo estoy? -le pregunté intentando disimular inútilmente.
-Vamos a verlo. -me dijo, y metió su mano bajo mi toalla ya que los dos estábamos casi pegados. La levantó un poco y me dijo: no estás circuncidado.
-No. Pero descubro bien el glande como puedes ver.
Como si no me creyera, mi suegra agarró mi polla con la mano derecha y me descapulló, sin que yo reaccionara.
-Es verdad. ¿La tienes tiesa del todo? -no me dio tiempo a responder, ella misma sacó la conclusión-. No es muy larga, pero es gruesa. Es cierto que dejarás a mi hija satisfecha.
Volvió a tapar mis partes con la toalla y volvió a agarrar mi pene comenzando a masturbarme suavemente.
-No te muevas, no digas nada. Mantén la respiración estable, que nadie se de cuenta de que te estoy haciendo una paja. ¿Te gusta, eh yerno? Mantente así, quieto, respira hondo, relájate.
Quise no hacerle caso, ponerme a gemir y temblar para que todo el mundo se enterara de que mi suegra me estaba pajeando mientras su hija, mi mujer, nadaba en la piscina ajena a todo, pero me contuve.
Fijé mi vista en el horizonte mientras ella seguía moviendo su mano muy despacio bajo la toalla. Apenas se notaba el sube y baja, pero me daba un placer increíble.
Respiré hondo una vez más. El ritmo suave era tan intenso como un ritmo rápido. Intenté no gemir, pero me era casi imposible no hacerlo. Me retorcí sobre el césped y apoyé las palmas fuerte contra el suelo anticipando el orgasmo que llegaba en olas que me hacían sudar. Josefina apoyó su mano libre en mi muslo izquierdo tratando de tranquilizarme, pero era imposible.
En ese instante Lourdes apareció frente a nosotros cubriéndose con la toalla. Mi suegra paró la paja, cosa que hizo que me diera un espasmo. Cortar así mi placer tan cerca del orgasmo fue muy brusco.
Lourdes llegó a nuestra altura. Nos miró fijamente a ambos y preguntó:
-¿Qué hacéis?
Mi suegra fue la primera en hablar.
-Le estaba diciendo a tu marido como evitar algo que ha terminado pasando. Se ha empalmado. -y diciendo esto retiró la toalla dejando mi pene algo más flácido ya a la vista.
-Es normal. -dijo muy mujer como si nada. -Es su primera vez en una piscina nudista. Hasta yo me he humedecido un poco mirando pollas. No te lo tomes a mal Pedro, pero eran más grandes que la tuya. Mirad como me he puesto. -dijo abriéndose los labios y dejándonos ver unas gotas de fluido en su coño rosado sin que la poca gente que estaba en ese momento en la zona nudista nos hiciera caso.
Maldita sea. Pensé. Ha sido muy suegra la que me la ha puesto dura y encima me ha masturbado, y disimula diciendo que has sido cosa mía.
-Puedes hacer una cosa. -me dijeron las dos al unísono casi pisándose las palabras. -Por allí están los vestuarios y los lavabos. Ve hasta allí y hazte una buena paja. Así descargaras y te costará volver a empalmarte. ¿Qué te parece?
-Está bien. Eso haré. -dije resignado-. Esperadme aquí las dos.
-No nos moveremos hasta que vuelvas y nos cuentes que tal, ¿vale? -dijo mi mujer y se rieron las dos.
¿Dónde había quedado lo que habíamos hablado con mi mujer el jueves en el supermercado? ¿Ahora no le importaba a mi mujer hablar de sexo con su madre, y más conmigo delante?
Me cubrí la cintura con la toalla y dirigí mis pasos a los vestuarios arrastrando los pies y sin la muleta, con cuidado de no caerme.
Para mi sorpresa los vestuarios y los lavabos eran mixtos, y además sin puertas.
Vi a una niña sentada en el vater meando con las piernas muy abiertas regalándome la visión de su coñito. Un hombre más gordo que yo orinaba en el vater de al lado. Cuando terminó, pasó al otro donde estaba la niña, que debía ser su hija y le ayudó a limpiarse sus partes, y cuando terminó se agachó y comenzó a lamerle el coño a su propia hija mientras esta le sujetaba la cabeza mientras el sujeto obraba con ganas.
Pasé a otro de los lavabos. Estaba bastante limpio la verdad. Oí como una pareja gemía algo más lejos. Debian estar follando. ¿A que sitio me había traído mi suegra?
Levanté la taza con papel higiénico, colgué la toalla en un perchero que estaba en la pared, y bastante excitado comencé a retomar la paja que mi mujer sin querer había interrumpido.
No necesité más que unos minutos para acabar lo que mi suegra había empezado. Me corrí bien fuerte eyaculando tres o cuatro chorros de leche espesa y caliente que mancharon la taza.
Limpié la taza, me limpié yo también, y me puse de nuevo la toalla alrededor de la cintura. No quise investigar que más cosas podrían verse en los vestuarios.
Al llegar de nuevo a la zona de las hamacas, mi mujer y mi suegra me miraban expectantes.
-¿Qué tal la paja yerno? -me preguntó Josefina. Mi mujer estaba en cuclillas junto a ella escuchando atentamente.
-Ha estado bien. -le respondí escuetamente.
-En una escala del 1 al 10, ¿qué nota le pondrías? -volvió a preguntarme Josefina.
Miré a mi mujer como esperando su aprobación, aunque ella no dijo nada, ni siquiera asintió, así que le respondí.
-Un diez sin duda.
-¿Mucha leche cielo? -me preguntó Lourdes tocándome el hombro y uniéndose a su madre en sus preguntas guarras.
-Varios chorros. Tres o cuatro la verdad. Bueno, estuvo muy bien.
-Me alegro yerno de que te hayas aliviado bien. Con vuestro permiso os dejo solos, voy a darme un buen baño. -nos dijo Josefina.
Echó a andar y me fijé nuevamente en su trasero que se meneaba al ritmo de su caminar. Tenía bastante celulitis cosa que me pareció apreciar cuando lo unté de crema, pero ahora a la luz del sol se percibia aún mejor.
-Oye, no le mires el culo a mi madre. -me dio un codazo mi mujer en broma-. ¿O es que te gusta su cuerpo?
-¿Y tú? -le repliqué volviendo la vista a su cara-. ¿No decías que tu madre era muy pesada hablando de sexo? ¿Os habéis puesto de acuerdo para preguntarme que que tal mi paja?
-No te enfades cielo. Es una forma de chincharte y de avivar la llama entre nosotros de vez en cuando.
-Vale, pero mañana si queréis venir yo me quedaré en la zona donde está la gente vestida. No sabes lo que he visto en los vestuarios. -le dije a mi mujer.
-Mejor no lo me cuentes. Anda, tomemos el sol un rato, aprovechemos que hemos venido a la piscina.
Un rato después estaba medio adormilado, cuando noté algo frio que caía sobre mí.
Abrí los ojos y vi a Josefina con una bandeja junto a nosotros. De sus tetas caían gotas de agua, y también de su entrepierna que eran las que me estaban mojado. Sus pocos pelos púbicos se habían rizado aún más con el baño. La estampa era de lo más erótica que hubiera visto en mi vida.
-Os he traído unas Cocas Colas y algo de picar. ¿Qué os apetece? -nos dijo.
Yo me incorporé y me senté de lado en la hamaca y Josefina se sentó junto a mí rozando mi costado con su pecho izquierdo. Uf, mi suegra me ponía cachondo a base de bien, y mi mujer o no se daba cuenta, o si era consciente de ello, no decía nada y lo permitía.
Afortunadamente me acababa de correr por lo que mi polla estaba a buen recaudo. También mi toalla seguía cubriendo esa parte.
Bebimos y comimos los aperitivos, y yo ya más animado me fui nadar guardando el tiempo indicado para hacer la digestión.
Al día siguiente repetimos en la piscina, pero esta vez los tres en la piscina para los que llevábamos bañador, y en el caso de mis mujeres bikini. Ese día transcurrió sin sobresaltos.
Pasaron dos semanas y me dieron por fin el alta medica. Al día siguiente volvería a trabajar.
Mi mujer me llamó para decirme que ahora que estaba mejor mi suegra podría hacerme un masaje para terminar de curar mi tobillo. Sin duda sabía que algo tramaba Josefina.
No pude negarme a decirle que no a mi mujer, por lo que quedé con que ella llamaría a su madre para indicarle que me venía bien ir esa misma tarde, porque al día siguiente trabajaría y tendría mucho trabajo atrasado.
Unos minutos después recibí un WhatsApp de mi suegra donde me confirmaba que le parecía bien esa hora para la cita y me mandaba también la localización de la clínica, cosa que yo sabía perfectamente.
Llegué unos cincos minutos antes de la cita.
-Hola yerno. -me dijo Josefina abriendo la puerta de la clínica-. Llevaba puesta una camiseta muy ceñida de una talla menos de la suya al menos, y unos leggins de color azul oscuro que no dejaban nada a la imaginación. Juraría que podía notarle los labios a través de la tela porque no debía de llevar bragas.
-Deja tus cosas aquí. La cartera y las llaves también. El móvil si llevas. Quítate el pantalón y túmbate en la camilla.
Obedecí sin rechistar e hice lo que me dijo. Me tumbé en la camilla solo con la camisa y los calzoncillos puestos.
-¿Cómo sientes el tobillo? -me preguntó mientras se untaba las manos con crema.
-Bien. Ahora algo mejor. -le contesté.
-Pues vamos a ello.
Comenzó a masajearme la zona donde apenas notaba ya dolor. Josefina se desenvolvía bastante bien en su oficio, y notaba que ejercía efecto en el tobillo, pero al poco noté como subía sus manos más arriba del tobillo.
Como un resorte mi polla empezó a enderezarse. No sabía dónde había tocado, pero sin duda había hecho el efecto que ella buscaba.
-Dime, ¿qué es lo que buscas? -le pregunté al sentir mi polla erecta.
-¿Qué es lo que busco yerno? Ya lo sabes. -me dijo quitándose la camiseta dejándome ver de nuevo sus tetas como aquel sábado en la piscina-. Quiero terminar lo que empezamos aquel día. Quiero saber que siente mi hija cuando te la follas. -y diciendo esto se quitó los leggins-. Como había adivinado no llevaba bragas. Sus carnes quedaron libres.
-La camilla es demasiado pequeña para los dos. -me dijo-. Tengo un sofá cama donde duermo alguna vez. Vamos allí.
Yo estaba decidido. No me importaba ponerle los cuernos a mi mujer, y precisamente con su madre. Me quité la camisa y el calzoncillo, y la seguí hasta el cuarto donde tenía el sofá. Iba a follarme a mi suegra en su consulta.
-¿Quieres empezar tú, yerno? Bésame con ganas. -me dijo ansiosa mientras se tumbaba en la cama.
Hice lo que me dijo y la besé con muchas ganas metiéndole mi lengua en su boca. Ella respiraba con fuerza, se estaba excitando más de lo que ya lo estaba.
-Ponte de espaldas a mí. -le ordené.
Ella obedeció y se dio la vuelta.
-¿Quieres hacerlo por detrás yerno? -me preguntó sudando de excitación.
-No, pero me gusta verte la espalda desnuda y tu culo. Es grande y tiene celulitis y eso me excita mucho. Tu hija tiene un cuerpo casi perfecto, pero el tuyo es real. Me encanta sobarlo. Mira cómo te lo sobo. -y comencé a masajearlo con ganas como si fuera la masa de una pizza. Sus nalgas se movían con fuerza y entonces no pude más y me mojé dos dedos con saliva y los dirigí a sus labios vaginales.
Los masajeé como había hecho con sus nalgas y cuando noté la humedad en su coño, me llevé los dedos a la boca y chupé sus fluidos. Sabían a gloria.
Entonces metí mis dedos todavía húmedos en su coño y la masturbé como si fuera mi falo.
-No puedo aguantar mas yerno. Métemela ya. Quiero saber que siente mi hija cuando te la follas. -volvió a repetir.
-Está bien. -le dije-. Agarré mi polla con la mano derecha, separé sus nalgas sudorosas y se la fui clavando despacio hasta que entró toda.
-Ugggh, yerno. -gimió ella-. Me gusta mucho. Tu polla es gruesa y roza mis labios. Siii, ahora empieza a bombear.
Me gustaba que me diera órdenes, y no quise hacerme de rogar y comencé a bombear. La sacaba hasta la mitad, volvía a metérsela despacio y se la clavaba hasta el fondo.
-Aaaah siiiii. Así yerno, fóllame así, joder que gustooooooo.
-¿Quieres que te folle más fuerte? -le pregunté viendo que le gustaba mi follada.
-Siiii. Dame más fuerte, más duroooooo. Uuuuuggghhh. -me contestó.
Entonces le embestí más duro como me habia pedido. Le daba fuertes golpes de cadera que hacían que mi barriga chocara con su espalda y su culo haciendo que sonara como plas, plas, plas.
-Ah, ah, ah. No puedo más yerno, aaaaaah que gusto. Ahora sé lo que siente mi hija cuando te la follas, aaaaah joder. Sigue así, sigue así, por dios, no te pares, jodeeeer sigueeeeee.
-No te corras todavía suegra. -le dije jadeante tratando de recuperar algo la respiración. -Ahora quiero que te des la vuelta. Quiero verte la cara mientras me corro.
Se dio la vuelta y entonces la tuve de cara. Sudaba a mares como yo y en cuanto se la volví a meter se corrió dando grandes jadeos que inundaron la estancia. Yo paré un momento recreándome en cómo se corría y como sus músculos vaginales se contraían y expandían ordeñando mi polla lo que hizo que yo también estuviera a punto de correrme.
No hicieron falta más que unas pocas embestidas para correrme.
-Aaaaaah suegra, me corro, Josefina, me corrooooooo, me estoy corriendo, me derramo dentro de tiiiiiii.
Imaginé como mi leche salía a borbotones inundando las paredes de su coño maduro mientras ella se agarraba a mi espalda y se impulsaba hacia arriba tratando de que estimulara al máximo su punto g.
Terminé de dar mis últimos espasmos y por fin me calmé. Me pareció que Josefina se corría una vez más, pero si lo hizo fue en silencio. Solo noté como me miraba fascinada.
Al poco rato sonó el móvil. Era mi mujer que me preguntaba que qué tal el masaje.
-Ha sido muy bueno. -le contesté sentado en la cama junto a mi suegra mientras esta me miraba con pasión después del tremendo polvo que acabábamos de echar.
Acaricié sus tetas mientras hablaba con mi mujer, y después le di un beso cuando me despedí de mi mujer mandándole también otro beso.
-Tengo una sorpresa para vosotros. -me dijo mi suegra-. Os invito a un camping nudista en el mes de julio. ¿Qué te parece yerno?
Me quedé sin palabras porque me dijera eso con la experiencia que tuvimos en la piscina. Me comentó que la gente que iba a esos campings eran nudistas y no tenían prejuicios ni hacían las cosas que había visto en los vestuarios de la piscina a la que fuimos.
Le dije que lo consultaría con su hija, aunque seguramente diría que sí.
Vería a mi mujer y mi suegra desnudas todo el mes.
Pero ella insistió en que la acompañara al banco. Debía hacer unas transferencias bancarias, y luego ingresar unos cheques por el alquiler de un pequeño piso que disponía en el centro, y por el que le pagaban bastante bien. Le daba un poco de miedo ir sola a la oficina, y cogiendo la muleta que se había convertido en mi fiel compañera los últimos días nos fuimos para allá.
Divorciada desde que mi mujer era adolescente, Josefina era lo que se podía llamar una mujer echada para delante. Tuvo varios trabajos y ahora aparte del alquiler, pasaba consulta como quiromasajista, con lo que podía vivir más o menos sin problemas económicos. Una mujer madura que a sus 52 años se conservaba como si tuviera 20 años menos. Había tenido a su hija, mi mujer, muy joven.
El hecho de que su ropa también se ajustara a esa diferencia de edad, y que siempre soliera usar lo que para mí era una talla menor a la suya, hacia que muchos hombres se volvieran cada vez que pasaba. Tampoco ayudaba mucho a que no la miraran sus anchas caderas, y sus no menos grandes pechos.
Entramos en la oficina, y un hombre que venía detrás de mí cerró la puerta del banco haciendo que pudiéramos refrescarnos al entrar en el interior con el aire acondicionado a bastante potencia. Para ser primeros del mes de junio, el sol calentaba bastante.
Josefina sacó la cartilla del bolso, mientras yo me quedé en un discreto segundo plano. En ese momento no me di cuenta de que el hombre que estaba detrás nuestro había echado el pestillo de la puerta del banco, y, colocándose un pasamontañas, sacó un arma y nos apuntó con una pistola, y su compañero, ya dentro de la oficina hizo lo mismo.
-Señores y señoras esto es un atraco. -dijo el hombre que ya se encontraba dentro de la oficina.
En ese momento mi suegra dio un brinco asustada y dejó caer la cartilla al suelo.
-Señora se le ha caído esto. -le dijo el hombre que estaba detrás nuestro y se agachó para cogerla y devolverle la cartilla-. Y que pedazo de señora. -en ese momento señaló con su pistola los grandes pechos de mi suegra.
-No queremos su dinero señores y señoras. -dijo el primer ladrón al ver que Josefina estaba tan asustada-. Solo el de esta oficina. El seguro les devolverá todo el dinero que nos llevemos. Y ahora, por favor, háganse a un lado.
Los 10 o 12 clientes que estábamos en ese momento en el banco obedecimos y nos apartamos a un lado tal y como nos habían ordenado los ladrones. Mi suegra, delante de mi, pegó contra mi paquete su trasero rematado por unos pantalones bastante cortos para su edad. Yo quedé atrapado entre su culo y la cristalera de uno de los despachos donde trabajaba una de las oficinistas de la sucursal.
-Ahora van a abrir la caja fuerte y van a darnos todo el efectivo que tengan en billetes grandes. -dijo el primer ladrón señalando con su pistola al director de la sucursal.
Me fijé en que el segundo ladrón, bastante más torpe, se entretenía en mirar a mi suegra y volvía a señalar con su pistola sus grandes pechos. Tanto, que en un momento determinado puso el cañón en su canalillo. Josefina dio otro respingo al notar el acero entre sus mamas, y en ese instante me di cuenta de que la pistola era falsa.
Cuando el director se acercó a la caja fuerte para abrirla acompañado de otra empleada, una joven de unos veintitantos años, calculé, oímos una sirena de un coche de la policía que se acercaba cada vez más.
El primer ladrón tiró del hombro del segundo, y abriendo la puerta de la oficina, salieron a la carrera perdiéndose entre la multitud.
A Josefina le dio un mareo debido a lo acababa de pasar. La joven de antes la sentó en su propia silla y le trajo un vaso de agua de su máquina dispensadora. Mi suegra se encontraba muy nerviosa, y aunque el mareo se le fue pasando poco a poco, al final no pudo hacer las transferencias y el ingreso de los cheques. Pero la joven le comentó que no debía preocuparse ya que ella la llamaría cuando todo quedara arreglado, para hacerle las transferencias y el cobro de los cheques.
La policía llegó unos instantes después.
Cuando nos tomaron declaración a todos, y la policía nos permitió volver a nuestras casa o quehaceres, mi suegra me pidió que la acompañara a su casa.
-Claro que si suegra. -a veces le decía suegra en lugar de llamarla por su nombre-. Menudo susto nos hemos llevado. Sujétame mientras vamos andando, procuraré que no te caigas. Estás muy nerviosa.
Su casa no estaba lejos del banco, así que llegamos enseguida.
Entramos en casa. Yo tenía una llave del piso por si en algún momento necesitaba entrar si ella estaba fuera o aunque ella estuviera en casa.
-Pedro, necesito darme una buena ducha. -me dijo dejando el bolso en la pequeña mesita de la entrada y las llaves en el llavero-. ¿Podrías esperarme hasta que termine? Aun no se me han pasado los nervios del todo y podría caerme o algo en la ducha. ¿Me harás ese favor?
-Claro que sí. No tengo nada mejor que hacer esta tarde. -le contesté sentándome en el sofá del salón y dejando la muleta a un lado.
-Dejaré la puerta del baño abierta por si me surge algo y tengo que avisarte. -me dijo Josefina.
-De acuerdo. Miraré un poco la tv a ver si hay algo pasable. Jejeje. -le dije cogiendo el mando a distancia.
Al poco oí el agua de la ducha. Repasé de arriba abajo la programación de la tv, no vi nada interesante, pero en ese momento me vino a la cabeza la imagen de mi suegra desnuda. Para mi sorpresa había dejado la blusa sobre el sofá antes de meterse en el lavabo y sin que yo me diera cuenta, lo que hizo que me viniera esa imagen.
Imaginé sus pechos maduros recibiendo el agua mientras mi suegra se los enjabonaba y los frotaba para limpiarlos bien.
Di un golpe sin querer con el codo a la muleta que cayó al suelo. Puse atención por si ella había oído el golpe y me preguntaba que había pasado, pero solo oí el agua de la ducha, por lo que supe que no oyó caerse mi muleta.
La imagen de ella desnuda iba y venía en rachas. Entonces el agua dejó de correr y volví a hacer que prestaba atención a la tv.
Josefina salió de la ducha envuelta en una toalla. Llevaba otra en su pelo.
-¿Todo bien suegra? – le pregunté.
-Todo bien yerno. -me contestó sonriendo-. Ya me encuentro mejor. Más relajada y ya se me pasó el susto.
-De acuerdo. Pues si te encuentras bien me vuelvo para casa.
-¿No te apetece darte una ducha también? Hace mucho calor para esta época del año, todavía estamos en junio, y además con las emociones de hoy…
No era mala idea, la verdad, darme una ducha en casa de mi suegra. Tenía un lavabo grande, una ducha de esas casi de spa. Volviera a casa fresco.
-Esta bien. Me daré esa ducha. -le contesté.
-Perfecto. -me dijo ella asintiendo-. Tienes toallas limpias en el armarito.
Fui hasta el baño ayudado por la muleta. Me desnudé y dejé también abierta la puerta del baño. No creía que necesitara ayuda, pero no estaba mal que la dejara abierta.
Cuando salí cubierto con una toalla al igual que Josefina, ella seguía vestida de la misma forma. Estaba inclinada de espaldas, apoyada sobre el sofá y cortándose las uñas de los pies.
Se dio la vuelta al terminar y me miró los pies desnudos.
-Vaya, veo que las tienes grandes. ¿Mi hija no te ayuda a cortarte las uñas? -me preguntó poniendo los brazos en jarras.
-Ahora está muy ocupada con el trabajo y dice que apenas tiene tiempo para sus cosas, así que tiene menos tiempo para las mías. Y lo peor es que no puedo mantener la pierna en alto para que me las corte. Me duele mucho si la tengo mucho rato así. -le contesté.
-Entonces te las cortaré yo yerno. Vamos a mi habitación y te tumbas en la cama.
Hice lo que me dijo y me tumbé boca arriba en su cama. Josefina se subió a la cama y se colocó dándome la espalda. Seguía con la toalla puesta.
Así no me dolía porque tenía la pierna estirada. Pero la visión del culo de mi suegra a sólo unos centímetros de mi cara era lo mejor del día. Parecía que en algún momento la toalla se le fuera a caer y se quedara desnuda sobre mi.
Cuando terminó me ayudó a incorporarme. Traté de evitar la mirada hacia sus tetas que casi se salían por la parte de arriba de la toalla.
Ella se dio cuenta enseguida.
-¿Te da vergüenza que puedas verme las tetas? -me preguntó al ver que evitaba mirar hacia ahí.
-No. -le contesté evitando llevar la conversación a esa parte.
-Mi cuerpo es igual que el de mi hija, tu mujer. Seguro que te la follas bien, ¿eh? -volvió a preguntarme.
-La verdad es que es ella la que me folla a mi. -le dije pasando mi mano por el pelo-. Últimamente se pone sobre mí y empieza a cabalgarme con ganas. Se inclina hacia atrás para hacer la penetración mas profunda.
Ella se muerde el labio inferior mientras lo hacemos, pone cara de morirse de gusto y yo me limito a agarrarle las caderas mientras me folla, o magrearle las tetas hasta que no puedo más y me corro, siempre en su interior. Alguna vez me gustaría llenarle las tetas de leche, pero no me deja.
En ese momento me di cuenta de que le había contado parte de mi vida sexual con su hija a mi suegra, y siento un calor que me sube desde abajo ahora que me había conseguido refrescar gracias a la ducha. Hablar con ella de eso me ha dado una mezcla de vergüenza tremenda y morbo, que hace que mi pene se empine bajo la toalla.
-Lo siento Josefina, ya se que tu ahora mismo no tienes a ningún hombre. ¿Como te apañas? -le pregunté.
-Pues hijo con mucho dedo. De vez en cuando un dildo, y tu mujer me regaló el año pasado por mi cumpleaños un succionador de clítoris, pero no le encuentro la gracia, la verdad. Donde esté un buen trozo de carne…Tú me comprendes ¿verdad? -me preguntó acercándose a mi.
-Si. Te comprendo. Bueno, creo que debo irme ya, que la conversación se está poniendo muy tensa. -le dije levantándome de la cama.
-Ya lo veo. Muy, muy tensa. -me dijo fijándose en mi paquete.
-Muchas gracias por todo suegra. Bueno ya te dejo. Gracias por la ducha y nos vemos mañana si quieres.
Me vestí casi a la carrera, cogí la muleta, le di dos castos besos a Josefina, agradeciéndole de nuevo que me dejara usar su ducha, y me fui de la casa. Ella seguía con la toalla puesta cuando me fui. No dijo nada, ni porque me iba tan pronto, ni tampoco nada para retenerme. Supuse que entendía perfectamente mi calentura.
Bajé en el ascensor y paré el primer taxi que pasó. Menuda tarde de sobresaltos. Pensé mientras el taxi me llevaba de vuelta a casa.
Al día siguiente Lourdes mi mujer me propuso acompañarla de compras al mercado. Tenía bastantes cosas que hacer en el trabajo, pero disponía de un par de horas libres e íbamos a aprovecharlas.
-¿Qué tal ayer con mi madre? -me preguntó mientras miraba la etiqueta de un bote de tomate.
-Aparte de lo del casi atraco, bien. -le había contado a mi mujer lo del intento de robo en la sucursal bancaria esa noche cuando volvió del trabajo-. Tu madre se asustó mucho, pero luego en casa se dio una ducha y se relajó bastante. Yo me quedé con ella por si mareaba o le pasaba algo, incluso me duché luego en su casa.
-¿No hablaría de cada cuanto tenemos sexo, o en que posturas lo hacemos, no? -me preguntó Lourdes volviendo a dejar el bote en la estantería.
-Para nada. -le contesté disimulando no sabía si muy bien.
-A tu suegra le gusta mucho hablar de sexo. Antes me preguntaba cada dos por tres cada cuanto lo hacíamos, o me contaba cada cuanto lo hacia ella. Pobre, la entiendo. Desde que se divorció de papá solo la he conocido dos novios formales. Es normal, todavía es joven, y tiene sus necesidades como cualquiera, pero siempre que hablábamos de sexo terminaba queriendo saber más de la cuenta, o proponiéndome hacer nuevas posturas que según ella serian ideales para alcanzar mejor el orgasmo.
En ese momento un padre con sus hijos pequeños llegó hasta donde estábamos, por lo que mi mujer y yo zanjamos el tema, y menudo tema, de conversación.
Llegamos a la caja y nos dispusimos a pagar, cuando sonó el teléfono de mi mujer.
-Si, sí. De acuerdo, se lo digo. Seguro que le parece muy bien. Nada, cuídate mamá, un beso. -dijo mi mujer por el móvil.
-¿Qué quería Josefina? -le pregunté.
-Tu suegra que nos invita el fin de semana a la piscina. Sábado y domingo. Tiene entradas gratis porque uno de sus pacientes es encargado de la piscina municipal de nuestro distrito. ¿Qué te parece el plan? -me preguntó mi mujer.
-La verdad es que no teníamos nada planeado. No me parece mal plan. No nos impide que podamos cenar tú y yo esa noche cariño. -le dije a mi mujer.
-Claro. Ahora le mando un WhatsApp y le digo que ok por tu parte.
Al final mi suegra se iba a salir con la suya. Iba a ver su cuerpo en bañador o bikini.
Quedamos el sábado en la entrada de la piscina. Adultos con hijos, personas mayores con sus parejas, gente de casi todas las edades esperando junto a nosotros para entrar. A lo lejos vi una figura familiar que se acercaba con paso decidido.
Era Josefina que lucia un vestido vaporoso y adornando su cabeza con una pamela bastante grande, y unas gafas de sol redondas que completaban la estampa de mi suegra preparada para un día de piscina.
-Hola hija. -le dijo a Lourdes dándole dos sonoros besos en las mejillas.
-Hola mamá. -le respondió ella devolviéndole los besos.
-Hola yerno. -me dijo a mi dándome también dos besos.
Después del saludo entramos en la piscina.
-Jose María. Cuánto tiempo. -saludó mi suegra a un señor bastante alto que supuse era su cliente de la clínica quiropráctica.
Nos presentó a los dos y juntos fuimos hasta el final del recinto. No sabía hacia donde nos dirigíamos.
-Sorpresa chicos. -nos dijo Josefina riendo tapándose la boca, como si nos hubiera ocultado el mayor secreto del mundo.
Efectivamente. Nos encontrábamos frente a una zona vallada en la que se podía leer un cartel que indicaba “ZONA NUDISTA” A PARTIR DE AQUÍ ES IMPRESCINDIBLE NO LLEVAR ROPA, SOLO SE PERMITEN ZAPATILLAS, TOALLAS Y DEMÁS ARTÍCULOS PARA EL BAÑO.
Dios mío, pensé para mis adentros. Mi suegra me la había jugado a base de bien, y solo a mi porque mi mujer daba saltitos de alegría, como si fuera el día de su cumpleaños.
-Me hacía mucha ilusión venir mamá. Nunca me atreví a pedírtelo y ahora no puedo creerme que estemos aquí. Una piscina con zona nudista. -le dijo entusiasmada mi mujer que dirigió su vista directamente a un hombre desnudo que lucía un pene excesivamente grande en mi opinión para estar flácido.
-Ya lo sé hija. Sabía que te gustaría mucho venir conmigo y tu marido. Anda, vamos a sentarnos aquí, ya sabéis hay que quitarse toda la ropa.
Josefina se despidió de José María con otro par de besos y recuerdos a su mujer al ver que quedábamos instalados. A mí me dio vergüenza quedarme desnudo, pero mi mujer insistió en que estábamos en la zona nudista de la piscina, y como anunciaba el cartel no podíamos llevar nada de ropa. De todas formas, en esos momentos no había mucha gente en la zona nudista.
Deje la muleta en el suelo y me desnudé tratando de tapar mis partes íntimas. Como pude me senté en la hamaca tratando de que no se viera nada. Mi suegra dirigió un vistazo por encima de sus gafas de sol a mi barriga mientras me sentaba. Ella hizo lo propio y se quitó el vestido. Un segundo después la parte de arriba de su bikini dejó a la vista dos pechos grandes, algo caídos, lógico por la edad, pero mostraba dos pezones de areolas pequeñas de color rosado y bastante apetecibles, todo hay que decirlo.
Tras quitarse la parte de arriba, hizo lo propio con la braga del bikini dejando a la vista un triángulo de pelo depilado, pero casi al ras, que daba una apariencia de triangulo no tan oscuro como si lo llevase sin depilar, pero agradable de ver a la vista. Yo le devolví la mirada a su tripa, que también tenía, aunque no tan abultada como la mía, y quedé sorprendido cuando se sentó en la hamaca enfrente de mí con las piernas cruzadas, porque sus labios mayores eran gruesos y sobresalían de su vulva.
Cuando quise darme cuenta mi mujer ya estaba desnuda a mi lado tumbada en la hamaca.
-¿No vas a echarme crema solar? -me preguntó mi mujer desde la hamaca.
-Ah sí, claro. Ahora mismo cariño. -le contesté.
Cogí el bote de crema y me dispuse a desenroscarlo, cuando me fijé en que mi suegra no me quitaba ojo de encima pese a que no se había quitado todavía sus gafas de sol.
No era una mirada de maldad, supuse que le daba morbo como a mí tener a su yerno enfrente desnudo, igual que yo la tenía a ella desnuda. A mi mujer estaba acostumbrada a verla desnuda desde hacía tiempo, por lo que ella no me producía tantos nervios.
-Dame bien en los pechos cielo. No te dejes nada. -me dijo mi mujer incorporándose en la hamaca.
Me incorporé yo también y mi barriga tembló cosa que hizo que mi suegra no me quitara ojo de encima.
Eché un chorro de crema en mi mano derecha y le unté el pecho izquierdo a mi mujer. Me recreé extendiéndolo bien, estaba acostumbrado a masajearle los pechos para excitarla antes de ponernos a follar.
Cuando terminé con el izquierdo pasé al derecho, luego extendí más crema por su tripa, sus piernas, y finalmente su espalda y su trasero cubriéndole bien todo el cuerpo.
-Bueno chicos, me voy a dar un baño. -dijo mi mujer mientras se levantaba la hamaca y cogía la toalla.
-¿Tan pronto? -le pregunté nervioso-. ¿No vas a esperar un rato a que se asiente bien la crema?
-Si, me voy ya. Es mi primera vez en una piscina nudista y quiero comparar tamaños, tu ya me entiendes.
La vimos alejarse meneando las caderas y el trasero hacia la piscina que estaba dentro del recinto donde se practicaba nudismo, independiente de la piscina normal para la gente que usaba bañador, y de la cual no me había fijado al entrar.
-Bueno yerno. ¿No me vas a echar crema a mi también? -me preguntó mi suegra mientras se quitaba la pamela y las gafas de sol.
-Si, sí, claro. Ahora mismo. -le dije cogiendo el bote de crema y desenroscándolo una vez más.
Josefina se sentó sobre el césped y yo hice lo mismo.
La miré sin saber porque parte de su cuerpo empezar. Tenía sus tetas a un palmo de mi cara. Me eché un chorro de crema en la mano y empecé por su tripa que se movía cada vez que la frotaba.
Luego pasé a sus piernas y muslos, se dio la vuelta para que le siguiera dando en la espalda, y finalmente en su trasero.
Sus nalgas sin ropa eran blandas. Mi suegra tenía un culo atractivo de nalgas grandes, aunque le faltaban tonificarse, casi exactamente como a mi.
Ya solo quedaban sus pechos, la parte que después de su culo mas me preocupaba. Cubrí mis partes con la toalla porque notaba como mi miembro empezaba a despertarse.
Respiré hondo y tras volver a echar crema en mi mano comencé a frotarla por su pecho izquierdo tratando de no mirarlo.
Repetí la operación con el derecho hasta que quedó cubierto de crema. Para entonces mi polla estaba completamente erecta.
-No me has mirado los pechos. -me dijo ella mientras yo miraba hacia otro lado.
-No. Pero están bien cubiertos de crema, ¿verdad? -le dije.
-Si. -dijo examinándoselos en un instante en que giré la cabeza hacia ella-. De todas formas, veo que te gustan. Si no, no estarías así.
-¿Cómo estoy? -le pregunté intentando disimular inútilmente.
-Vamos a verlo. -me dijo, y metió su mano bajo mi toalla ya que los dos estábamos casi pegados. La levantó un poco y me dijo: no estás circuncidado.
-No. Pero descubro bien el glande como puedes ver.
Como si no me creyera, mi suegra agarró mi polla con la mano derecha y me descapulló, sin que yo reaccionara.
-Es verdad. ¿La tienes tiesa del todo? -no me dio tiempo a responder, ella misma sacó la conclusión-. No es muy larga, pero es gruesa. Es cierto que dejarás a mi hija satisfecha.
Volvió a tapar mis partes con la toalla y volvió a agarrar mi pene comenzando a masturbarme suavemente.
-No te muevas, no digas nada. Mantén la respiración estable, que nadie se de cuenta de que te estoy haciendo una paja. ¿Te gusta, eh yerno? Mantente así, quieto, respira hondo, relájate.
Quise no hacerle caso, ponerme a gemir y temblar para que todo el mundo se enterara de que mi suegra me estaba pajeando mientras su hija, mi mujer, nadaba en la piscina ajena a todo, pero me contuve.
Fijé mi vista en el horizonte mientras ella seguía moviendo su mano muy despacio bajo la toalla. Apenas se notaba el sube y baja, pero me daba un placer increíble.
Respiré hondo una vez más. El ritmo suave era tan intenso como un ritmo rápido. Intenté no gemir, pero me era casi imposible no hacerlo. Me retorcí sobre el césped y apoyé las palmas fuerte contra el suelo anticipando el orgasmo que llegaba en olas que me hacían sudar. Josefina apoyó su mano libre en mi muslo izquierdo tratando de tranquilizarme, pero era imposible.
En ese instante Lourdes apareció frente a nosotros cubriéndose con la toalla. Mi suegra paró la paja, cosa que hizo que me diera un espasmo. Cortar así mi placer tan cerca del orgasmo fue muy brusco.
Lourdes llegó a nuestra altura. Nos miró fijamente a ambos y preguntó:
-¿Qué hacéis?
Mi suegra fue la primera en hablar.
-Le estaba diciendo a tu marido como evitar algo que ha terminado pasando. Se ha empalmado. -y diciendo esto retiró la toalla dejando mi pene algo más flácido ya a la vista.
-Es normal. -dijo muy mujer como si nada. -Es su primera vez en una piscina nudista. Hasta yo me he humedecido un poco mirando pollas. No te lo tomes a mal Pedro, pero eran más grandes que la tuya. Mirad como me he puesto. -dijo abriéndose los labios y dejándonos ver unas gotas de fluido en su coño rosado sin que la poca gente que estaba en ese momento en la zona nudista nos hiciera caso.
Maldita sea. Pensé. Ha sido muy suegra la que me la ha puesto dura y encima me ha masturbado, y disimula diciendo que has sido cosa mía.
-Puedes hacer una cosa. -me dijeron las dos al unísono casi pisándose las palabras. -Por allí están los vestuarios y los lavabos. Ve hasta allí y hazte una buena paja. Así descargaras y te costará volver a empalmarte. ¿Qué te parece?
-Está bien. Eso haré. -dije resignado-. Esperadme aquí las dos.
-No nos moveremos hasta que vuelvas y nos cuentes que tal, ¿vale? -dijo mi mujer y se rieron las dos.
¿Dónde había quedado lo que habíamos hablado con mi mujer el jueves en el supermercado? ¿Ahora no le importaba a mi mujer hablar de sexo con su madre, y más conmigo delante?
Me cubrí la cintura con la toalla y dirigí mis pasos a los vestuarios arrastrando los pies y sin la muleta, con cuidado de no caerme.
Para mi sorpresa los vestuarios y los lavabos eran mixtos, y además sin puertas.
Vi a una niña sentada en el vater meando con las piernas muy abiertas regalándome la visión de su coñito. Un hombre más gordo que yo orinaba en el vater de al lado. Cuando terminó, pasó al otro donde estaba la niña, que debía ser su hija y le ayudó a limpiarse sus partes, y cuando terminó se agachó y comenzó a lamerle el coño a su propia hija mientras esta le sujetaba la cabeza mientras el sujeto obraba con ganas.
Pasé a otro de los lavabos. Estaba bastante limpio la verdad. Oí como una pareja gemía algo más lejos. Debian estar follando. ¿A que sitio me había traído mi suegra?
Levanté la taza con papel higiénico, colgué la toalla en un perchero que estaba en la pared, y bastante excitado comencé a retomar la paja que mi mujer sin querer había interrumpido.
No necesité más que unos minutos para acabar lo que mi suegra había empezado. Me corrí bien fuerte eyaculando tres o cuatro chorros de leche espesa y caliente que mancharon la taza.
Limpié la taza, me limpié yo también, y me puse de nuevo la toalla alrededor de la cintura. No quise investigar que más cosas podrían verse en los vestuarios.
Al llegar de nuevo a la zona de las hamacas, mi mujer y mi suegra me miraban expectantes.
-¿Qué tal la paja yerno? -me preguntó Josefina. Mi mujer estaba en cuclillas junto a ella escuchando atentamente.
-Ha estado bien. -le respondí escuetamente.
-En una escala del 1 al 10, ¿qué nota le pondrías? -volvió a preguntarme Josefina.
Miré a mi mujer como esperando su aprobación, aunque ella no dijo nada, ni siquiera asintió, así que le respondí.
-Un diez sin duda.
-¿Mucha leche cielo? -me preguntó Lourdes tocándome el hombro y uniéndose a su madre en sus preguntas guarras.
-Varios chorros. Tres o cuatro la verdad. Bueno, estuvo muy bien.
-Me alegro yerno de que te hayas aliviado bien. Con vuestro permiso os dejo solos, voy a darme un buen baño. -nos dijo Josefina.
Echó a andar y me fijé nuevamente en su trasero que se meneaba al ritmo de su caminar. Tenía bastante celulitis cosa que me pareció apreciar cuando lo unté de crema, pero ahora a la luz del sol se percibia aún mejor.
-Oye, no le mires el culo a mi madre. -me dio un codazo mi mujer en broma-. ¿O es que te gusta su cuerpo?
-¿Y tú? -le repliqué volviendo la vista a su cara-. ¿No decías que tu madre era muy pesada hablando de sexo? ¿Os habéis puesto de acuerdo para preguntarme que que tal mi paja?
-No te enfades cielo. Es una forma de chincharte y de avivar la llama entre nosotros de vez en cuando.
-Vale, pero mañana si queréis venir yo me quedaré en la zona donde está la gente vestida. No sabes lo que he visto en los vestuarios. -le dije a mi mujer.
-Mejor no lo me cuentes. Anda, tomemos el sol un rato, aprovechemos que hemos venido a la piscina.
Un rato después estaba medio adormilado, cuando noté algo frio que caía sobre mí.
Abrí los ojos y vi a Josefina con una bandeja junto a nosotros. De sus tetas caían gotas de agua, y también de su entrepierna que eran las que me estaban mojado. Sus pocos pelos púbicos se habían rizado aún más con el baño. La estampa era de lo más erótica que hubiera visto en mi vida.
-Os he traído unas Cocas Colas y algo de picar. ¿Qué os apetece? -nos dijo.
Yo me incorporé y me senté de lado en la hamaca y Josefina se sentó junto a mí rozando mi costado con su pecho izquierdo. Uf, mi suegra me ponía cachondo a base de bien, y mi mujer o no se daba cuenta, o si era consciente de ello, no decía nada y lo permitía.
Afortunadamente me acababa de correr por lo que mi polla estaba a buen recaudo. También mi toalla seguía cubriendo esa parte.
Bebimos y comimos los aperitivos, y yo ya más animado me fui nadar guardando el tiempo indicado para hacer la digestión.
Al día siguiente repetimos en la piscina, pero esta vez los tres en la piscina para los que llevábamos bañador, y en el caso de mis mujeres bikini. Ese día transcurrió sin sobresaltos.
Pasaron dos semanas y me dieron por fin el alta medica. Al día siguiente volvería a trabajar.
Mi mujer me llamó para decirme que ahora que estaba mejor mi suegra podría hacerme un masaje para terminar de curar mi tobillo. Sin duda sabía que algo tramaba Josefina.
No pude negarme a decirle que no a mi mujer, por lo que quedé con que ella llamaría a su madre para indicarle que me venía bien ir esa misma tarde, porque al día siguiente trabajaría y tendría mucho trabajo atrasado.
Unos minutos después recibí un WhatsApp de mi suegra donde me confirmaba que le parecía bien esa hora para la cita y me mandaba también la localización de la clínica, cosa que yo sabía perfectamente.
Llegué unos cincos minutos antes de la cita.
-Hola yerno. -me dijo Josefina abriendo la puerta de la clínica-. Llevaba puesta una camiseta muy ceñida de una talla menos de la suya al menos, y unos leggins de color azul oscuro que no dejaban nada a la imaginación. Juraría que podía notarle los labios a través de la tela porque no debía de llevar bragas.
-Deja tus cosas aquí. La cartera y las llaves también. El móvil si llevas. Quítate el pantalón y túmbate en la camilla.
Obedecí sin rechistar e hice lo que me dijo. Me tumbé en la camilla solo con la camisa y los calzoncillos puestos.
-¿Cómo sientes el tobillo? -me preguntó mientras se untaba las manos con crema.
-Bien. Ahora algo mejor. -le contesté.
-Pues vamos a ello.
Comenzó a masajearme la zona donde apenas notaba ya dolor. Josefina se desenvolvía bastante bien en su oficio, y notaba que ejercía efecto en el tobillo, pero al poco noté como subía sus manos más arriba del tobillo.
Como un resorte mi polla empezó a enderezarse. No sabía dónde había tocado, pero sin duda había hecho el efecto que ella buscaba.
-Dime, ¿qué es lo que buscas? -le pregunté al sentir mi polla erecta.
-¿Qué es lo que busco yerno? Ya lo sabes. -me dijo quitándose la camiseta dejándome ver de nuevo sus tetas como aquel sábado en la piscina-. Quiero terminar lo que empezamos aquel día. Quiero saber que siente mi hija cuando te la follas. -y diciendo esto se quitó los leggins-. Como había adivinado no llevaba bragas. Sus carnes quedaron libres.
-La camilla es demasiado pequeña para los dos. -me dijo-. Tengo un sofá cama donde duermo alguna vez. Vamos allí.
Yo estaba decidido. No me importaba ponerle los cuernos a mi mujer, y precisamente con su madre. Me quité la camisa y el calzoncillo, y la seguí hasta el cuarto donde tenía el sofá. Iba a follarme a mi suegra en su consulta.
-¿Quieres empezar tú, yerno? Bésame con ganas. -me dijo ansiosa mientras se tumbaba en la cama.
Hice lo que me dijo y la besé con muchas ganas metiéndole mi lengua en su boca. Ella respiraba con fuerza, se estaba excitando más de lo que ya lo estaba.
-Ponte de espaldas a mí. -le ordené.
Ella obedeció y se dio la vuelta.
-¿Quieres hacerlo por detrás yerno? -me preguntó sudando de excitación.
-No, pero me gusta verte la espalda desnuda y tu culo. Es grande y tiene celulitis y eso me excita mucho. Tu hija tiene un cuerpo casi perfecto, pero el tuyo es real. Me encanta sobarlo. Mira cómo te lo sobo. -y comencé a masajearlo con ganas como si fuera la masa de una pizza. Sus nalgas se movían con fuerza y entonces no pude más y me mojé dos dedos con saliva y los dirigí a sus labios vaginales.
Los masajeé como había hecho con sus nalgas y cuando noté la humedad en su coño, me llevé los dedos a la boca y chupé sus fluidos. Sabían a gloria.
Entonces metí mis dedos todavía húmedos en su coño y la masturbé como si fuera mi falo.
-No puedo aguantar mas yerno. Métemela ya. Quiero saber que siente mi hija cuando te la follas. -volvió a repetir.
-Está bien. -le dije-. Agarré mi polla con la mano derecha, separé sus nalgas sudorosas y se la fui clavando despacio hasta que entró toda.
-Ugggh, yerno. -gimió ella-. Me gusta mucho. Tu polla es gruesa y roza mis labios. Siii, ahora empieza a bombear.
Me gustaba que me diera órdenes, y no quise hacerme de rogar y comencé a bombear. La sacaba hasta la mitad, volvía a metérsela despacio y se la clavaba hasta el fondo.
-Aaaah siiiii. Así yerno, fóllame así, joder que gustooooooo.
-¿Quieres que te folle más fuerte? -le pregunté viendo que le gustaba mi follada.
-Siiii. Dame más fuerte, más duroooooo. Uuuuuggghhh. -me contestó.
Entonces le embestí más duro como me habia pedido. Le daba fuertes golpes de cadera que hacían que mi barriga chocara con su espalda y su culo haciendo que sonara como plas, plas, plas.
-Ah, ah, ah. No puedo más yerno, aaaaaah que gusto. Ahora sé lo que siente mi hija cuando te la follas, aaaaah joder. Sigue así, sigue así, por dios, no te pares, jodeeeer sigueeeeee.
-No te corras todavía suegra. -le dije jadeante tratando de recuperar algo la respiración. -Ahora quiero que te des la vuelta. Quiero verte la cara mientras me corro.
Se dio la vuelta y entonces la tuve de cara. Sudaba a mares como yo y en cuanto se la volví a meter se corrió dando grandes jadeos que inundaron la estancia. Yo paré un momento recreándome en cómo se corría y como sus músculos vaginales se contraían y expandían ordeñando mi polla lo que hizo que yo también estuviera a punto de correrme.
No hicieron falta más que unas pocas embestidas para correrme.
-Aaaaaah suegra, me corro, Josefina, me corrooooooo, me estoy corriendo, me derramo dentro de tiiiiiii.
Imaginé como mi leche salía a borbotones inundando las paredes de su coño maduro mientras ella se agarraba a mi espalda y se impulsaba hacia arriba tratando de que estimulara al máximo su punto g.
Terminé de dar mis últimos espasmos y por fin me calmé. Me pareció que Josefina se corría una vez más, pero si lo hizo fue en silencio. Solo noté como me miraba fascinada.
Al poco rato sonó el móvil. Era mi mujer que me preguntaba que qué tal el masaje.
-Ha sido muy bueno. -le contesté sentado en la cama junto a mi suegra mientras esta me miraba con pasión después del tremendo polvo que acabábamos de echar.
Acaricié sus tetas mientras hablaba con mi mujer, y después le di un beso cuando me despedí de mi mujer mandándole también otro beso.
-Tengo una sorpresa para vosotros. -me dijo mi suegra-. Os invito a un camping nudista en el mes de julio. ¿Qué te parece yerno?
Me quedé sin palabras porque me dijera eso con la experiencia que tuvimos en la piscina. Me comentó que la gente que iba a esos campings eran nudistas y no tenían prejuicios ni hacían las cosas que había visto en los vestuarios de la piscina a la que fuimos.
Le dije que lo consultaría con su hija, aunque seguramente diría que sí.
Vería a mi mujer y mi suegra desnudas todo el mes.
1 comentários - Mi suegra Josefina