Manipulador - uno de ocho -

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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos

Gracias por los puntos y comentarios


MANIPULADOR (PARTE UNO DE OCHO)

Mis padres me criaron bajo los más estrictos preceptos de la religión cristiana, mamé en el seno de mi familia una cultura muy arraigada a la iglesia, todos los fines de semana asistíamos a misa y mi madre incluso fue por bastante tiempo colaboradora en la parroquia y solía ir en la semana alguna que otra vez a rezar el rosario.

Como imaginarán, y como consecuencia lógica, siempre fui una chica muy vergonzosa y timorata a la que le costó engranar en la vida y muchas veces mi inocencia me jugaba en contra.


El punto de quiebre fue a mis dieciocho, cuando quedé embarazada, Mario, o Marito como lo llamaban en casa, era mi noviecito en ese entonces, éramos demasiado jóvenes, inexpertos y con las hormonas fluyendo en nuestras venas, imposible de controlar.

No sabíamos nada, o casi nada, en mi casa jamás me habían hablado de sexo, tema tabú si lo había y otro tanto pasaba en lo de Mario, nos habíamos conocido en los encuentros dominicales de la parroquia.

Fue muy duro enfrentar a nuestras familias, en especial fue una decepción para mi padre quien jamás hubiera imaginado semejante noticia, el soñaba entregar a su hija vestida de blanco en el altar, de blanco impoluto, jamás tocada.



Pero la realidad fue otra y el tiempo curó las heridas, aunque a papá creo que siempre le quedó la espina clavada.

Dos años después papá falleció de un accidente cardiovascular, fue imprevisto, de golpe, lloré mucho, él era muy importante en mi vida, a tal punto que el dolor me llevó a alejarme de Dios, aún hoy no encuentro respuestas y dejé mi fe guardada en el cajón de los recuerdos.

Esa es la arcilla con la que fui moldeada, porque cada uno es una consecuencia de lo que fue, de lo que vivió, de lo que mamó.



Vamos a mi presente cercano, ya tengo veinticinco, vivo con Mario, mi esposo y Romina, mi beba que ya está por cumplir seis añitos, es mi razón de vivir.

Mario ocupa un alto cargo en una empresa de siderurgia, de servicios, no entiendo mucho del tema pero lo cierto es que se la pasa viajando demasiado por todo el país, supervisando montajes y no sé qué cosas más que siempre me cuenta, sus anécdotas son por demás de aburridas, al menos para lo que una mujer como yo pueda interesarle.

En los primeros tiempos mi espacio se llenó con la crianza de Romina, pero desde que había empezado el año inicial del colegio descubrí que tenía demasiado tiempo disponible y poco a poco comencé a sentirme desesperadamente sola e inútil, me di cuenta que me estaba deprimiendo en mi soledad y que si no hacía algo al respecto las cosas no caerían del cielo solo por arte de magia.



Los discutimos con Mario, y con mi madre, y con mis suegros, comencé a buscar un empleo a medio tiempo, si bien mi marido ganaba suficiente para mantenernos, necesitaba sentir que estaba viva, que podía ganar mi propio dinero, necesitaba llenar mi espacio, ser alguien diferente a lo que era.



Así fue que luego de presentar algunos curriculum vitae, luego de tocar algunos contactos y conocidos, luego de algunas entrevistas y esperas, tuve la oportunidad de ingresar al estudio de Lozano-Gorostiaga.

La remuneración no era mucha, no se paga mucho por una simple secretaria, pero no estaba ahí por la paga, al menos no en ese momento, me convenía ingresar a las ocho de la mañana y salir a las doce del mediodía, el horario del colegio de Romina, sabiendo que ante cualquier imprevisto podría contar con la ayuda de mi madre, o de mis suegros.



El estudio jurídico contable no era muy grande, tampoco era chico para tres personas, ellos tenían la mayor porción del lugar y a un lateral estaba mi oficina, separadas por vidrios con cortinados que ellos abrían o cerraban cuando creían conveniente.

Llevaban el asesoramiento de algunas empresas de la zona que por razones confidenciales no nombraré, solo entre las más importantes una autopartista automotriz, una radiodifusora y un complejo hotelero.

Tenían buenos contactos, banqueros, judiciales, hasta políticos, sabían lo que hacían.

Y ellos poco a poco me fueron soltando la correa y dando más responsabilidades, de simple telefonista y recepcionista pasé a manejar balances, a hacer recorridas bancarias, a mover dinero, deambular por tribunales, pasaba mucho dinero delante de mis ojos, más de lo que a mí me sonaba lógico.



Gustavo Lozano es contado público, llegando a los cincuenta años, gusta de la buena vida, ostenta su coche importado, imponente, lustroso, ese, el de los cuatro círculos, un tipo de poco más un metro ochenta, bien mantenido a base de practicar deportes y gimnasio, de cabello corto, llamativamente canoso por su edad, de sugerente ojos verdes, perfectamente afeitado.

Usa finas ropas, invariablemente traje y pantalón de vestir, costosos perfumes importados, inteligente, rápido, vivo para los negocios, siempre un paso adelante, un ganador por naturaleza, siempre por sobre la media, no era de conformarse, llevaba el liderato en las venas.



María José Gorostiaga, su esposa, es abogada, delgada, alta, tan alta como el, cuando usa tacos hasta lo pasa en altura, hago memoria y creo que jamás la he visto en pantalones, generalmente viste una incontable cantidad de trajes Chanel, exóticos y exclusivos.

De mirada penetrante, ojos negros y cabellos a los hombros, teñidos perfectamente a un negro azabache, envidiablemente brillantes, muy fina y delicada para hablar, aunque lo negara era evidente un lifting en su rostro y sus pechos artificiales, siempre maquillada a la perfección, con las uñas esculpidas pintadas en rojo sangre. Ella tiene un coche japonés de dimensiones modestas, pero no por ello privado de lujos.

Manipulador - uno de ocho -O casamento forma um dupla impecável, sócios, em um mundo de advogados e contadores, sei que têm um filho que poderia ser meu irmão mais novo, um mocoso malcriado que tem tudo ao alcance da mão, fanfarrão na sua moto de alta cilindrada que conduz de forma que o barulho do seu escapamento faz tremer os vidros do local.

Mas bem, vamos a centrarnos no último ano...

Como entenderão, a convivência diária entre três pessoas, começam sendo laborais, mas é inevitável que pouco a pouco se misturem temas pessoais, assim foi que me informei das coisas narradas antes e eles também se informaram sobre minha vida pessoal.

Ninguém tinha horários fixos, como eu precisava recorrer bancos e clientes, eles também iam e vinham, às vezes estava sozinha, às vezes estavam sozinhos, às vezes compartilhava horas com Maria José e às vezes com Gustavo.

Gustavo era um tipo com experiência na vida e em mulheres, podia se notar facilmente, e quando estávamos a sós não duvidava em tratar de se aproximar, modestia à parte, atraído por minha beleza e por minha juventude. Ele foi o que sugeriu que eu tivesse um uniforme de trabalho, camisa branca, jaqueta preta e saia ajustada do mesmo tom e uma delicada e feminina xale violeta rodeando meu pescoço. Mas a saia era bem curta e me fazia uma bunda muito provocativa e sugestiva, não sou burra...

Meu chefe me coqueteava cada vez que podia, se insinuava, e sei que muitas vezes me chamava com qualquer pretexto apenas para me ver ao voltar, podia sentir sua mirada queimando meu traseiro.

Era recorrente com um tema, me perguntava se usava lingerie erótica, me dizia que imaginava com um corset, meias e calcinha branca, a que eu me sonrojava e me ria nervosamente desviando a mirada, apenas dizendo-lhe para não me importunar, o que ele sempre retrucava pela sorte que tinha meu marido.

Falando de meu marido, não lhe ocultava essas coisas, essas palavras com meu chefe, mas ele nunca dava demasiada importância. Também lhe Eu dizia a Gustavo que eu estava preocupada com o que sua esposa poderia pensar, mas ele sempre ria às gargalhadas e me dizia para não me preocupar com a advogada...

Pouco a pouco eu me enredava como uma mosca em teia de aranha, Marito estava longe demais tempo e a solidão não é boa conselheira, Gustavo ia corroendo pouco a pouco meus alicerces e cada tanto me convidava a tomar uma copa, um café, o que for, especialmente quando visitávamos algum cliente, se tornava pesado e cada vez se tornava mais difícil dar um não como resposta.

A tudo isso eu não podia acreditar na passividade de Maria José, ou era cega ou era muito estúpida. Seu esposo me tratava demasiado bem para ser apenas uma empregada, para o dia da secretária me regalou um ramo de rosas com uma caixa de bombons e se bem a cartão dizia 'Maria José e Gustavo', ele me deixou bem claro que era apenas uma formalidade e o obsequio corria só por sua conta.

Todo se desmoronou na última semana, o viernes se aproximava o fim da jornada quando Gustavo me contactou pelo chat, ele estava na rua por isso supus que fazia desde seu móvel...

Nora, preciso pedir um favor muito grande...

Sim, Gustavo, em que posso ajudar-te? - respondi enquanto lia meus correios

Sabes que estamos com o tema dos franceses e estou ultimando os detalhes - Gustavo chamava 'os franceses' a alguns empresários que estavam com temas de gastronomia, por sinal, 'os franceses' era tudo de sarcasmo.

Sim, estou ao tanto...

Bom, esta noite temos uma ceia e preciso que venhas...

Esta noite? - escrevi um tanto molesta, odeio que me peçam as coisas tão sobre a hora.

Sim, esta noite, é muito importante, lamento molestar-te, sei que te incomoda mas sabes que Maria José viajou para Buenos Aires e preciso de alguém que me dê uma mão...

Dame um momento, em cinco te contesto...

E nesse momento não me pareceu nada estranho, se bem não era habitual, cada tanto eles fechavam seus negócios em uma ceia, ou em um almoço, em algum lugar de etiqueta, fora da oficina.

Ya conhecia essas coisas e quando me tocava participar era quem ia anotando os detalhes da conversação, o primeiro problema era minha pequena filha, assim que liguei para mamá para que se chegasse a casa a cumprir funções de avó e babá.

Minha mãe já estava acostumbrada a essas coisas e desfrutava no seu papel de avó, assim não tive problemas em saltar o obstáculo.

Meu chefe é um tipo impaciente, e antes dos cinco minutos já me chamava diretamente para meu celular.

Nora, e? Tenho que fechar a reserva e outras coisas…

Para Gustavo, as coisas não se resolvem em um abrir e fechar de olhos – reclamei levantando a voz, esquecendo com quem falava, o que fez que ele levantasse o pé do acelerador e meditasse seus passos.

Lo siento, estou sob bastante pressão…

Bom, assim está melhor… não te preocupes, minha mãe se quedará a dormir com Romi, assim terei tempo para ti, isso lhes sairá caro… - sabia que essas reuniões começavam e nunca terminavam, negócios são negócios, e sabia que me levaria uns pesos extras por meus serviços.

Não te preocupes, serás recompensada como de costume… passo por tua casa? às nove?

Não Gustavo, por casa não, sabes que me incomoda, melhor passa pelo bar da Itália e Pellegrini, como de costume, te parece? Te espero ali - não me parecia apropriado que na ausência do meu marido passe buscar-me por casa um tipo com um carro importado, por que dirão no bairro e pelas perguntas filosas da minha mãe, por isso buscava um ponto neutro de encontro.

Ok, como preferes, não esqueças de levar o seu notebook e todos os registros dos franceses…

Sim, sim… conheço meu trabalho.

Pronto, qualquer problema nos falaremos

Chau!

Nora!

Sim?

Obrigado…

CONTINUARA

DULCES.PLACERES@LIVE.COM