Un compañero se masturbó en frente de mí

Hola:
Contaré lo que me pasó cuando estaba trabajando en una fábrica. Teníamos que hacer guardia durante el fin de semana. Cada tanto, teníamos que quedarnos dos, tres y hasta cuatro compañeros para hacer reparaciones, a la vez, para que ningún ladrón o intruso se metiera a robar o hacer desmanes. La fábrica estaba cerrada, entonces la idea era volver a abrirla en menos de un año. Si bien hacíamos una tarea doble, la mayor parte del tiempo no hacíamos nada, solamente mirar la pared y tomar mate.
Dos de mis compañeros eran jóvenes: uno de 24 años y el otro de 27. Yo en esa época tenía 30 años. Y el mayor tenía 42 para aquella época.
El más joven era extrovertido, solía hacer ejercicio de forma natural porque no tenía plata para pesas y no había equipos de gimnasio en el trabajo. Entonces, hacía lagartijas, se colgaba de una barra, hacía flexiones de brazos apoyado en una silla, más de 100 abdominales en el suelo. Y con ese tipo de ejercicios, más una genética natural, el pibe tenía un físico musculoso, marcado, con el pecho, los brazos y los abdominales bien definidos. Durante el verano se sacaba la remera y tomaba un color bronceado muy atractivo, sumado a su cabello color rubio, el pelo en el pecho y en los abdominales también de color castaño claro casi rubio, lo hacían un muchacho muy bien parecido y muy deseable. Siempre haciendo comentarios sobre su propio cuerpo y de alguna manera, exhibiéndose para centrar la atención en sí mismo. 
Sumado a todo ese conjunto físico, lo acompañaba un buen bulto. Solamente una vez lo había yo visto a este pibe de 24 años bañándose. Su verga era larga, gruesa estando dormida, con cabellos púbicos rizados de un color castaño claro, grandes huevos colgando y una cola bien turgente y redonda. En cierta forma me recordaba al actor de La Laguna Azul. Su aspecto físico y su cara eran muy similares. Si no vieron esa película, les recomiendo buscar imágenes del protagonista y se van a dar una idea perfecta de lo que estoy hablando.
Un día cuando estábamos con mi otro compañero, el de 27 años, cae este muchacho de la calle diciendo que tenía mucho calor, que había viajado en tren y que quería sacarse la remera.
"Hacelo", le dije yo. "¿Qué drama hay?"
Desde luego que no iba a perder ninguna oportunidad de ver a ese pibe con poca ropa. Se sacó la remera y acto seguido dice: ¡Estoy re caliente! ¡Vi cada culo en el tren que me quedé loco! ¡Tremendos minones, me re alcé con esos ojetes!
De mi parte no iba a secundar ese gusto por las mujeres porque no me gustaron nunca. Solamente permanecí callado, atento a lo que él decía. Y luego continuó: "Me hubiera pajeado ahí mismo, en el tren. Pero tenía miedo de que me denuncien"
Le digo: "Y sí, te van a denunciar seguro"
Entonces, el muchacho agregó: "¿Me puedo masturbar acá?"
Yo no supe qué decir. Mi asombro me impedía reaccionar, aunque desde luego que tenía ganas de que lo hiciera. Para no perder esa oportunidad le dije: "Por mi parte, hacelo" Y le pregunté a mi otro compañero qué pensaba. A lo que respondió que no, que él no quería ver eso.
En un intento por convencerlo, le digo: "Es lo más normal del mundo, todos lo hacemos, ¿o no?"
El muchacho se seguía negando a querer ver al pibe masturbándose. Hasta que el pibe exhibicionista y yo lo convencimos.
"No te voy a salpicar", decía el otro. "Voy a acabar para el otro lado", continuó.
Yo estaba entusiasmado por ver ese espectáculo, me salía de mí mismo del entusiasmo. Mientras que mi otro compañero miraba de reojo con un sesgo de crítica aunque ya parecía más interesado.

Y ya con el consentimiento de todos, el pibe musculoso, de cabellos rizados, de piel bronceada y verga grande empezó a quitarse el pantalón de jean. Se bajó el calzoncillo slip que se veía un poco mojado en la parte del pene. Era evidente que este pibe estaba caliente en serio porque su pija estaba babeando. Y esa misma verga ya estaba bastante larga y gruesa cuando salió de su ropa interior. Se quedó descalzo, parado en medio de la oficina donde estábamos en ese momento. En esa época no había celulares, no había cámaras de vigilancia, no había prácticamente tecnología. Lamentablemente no tengo registro de todo aquello, solamente quedó el recuerdo en nuestras propias memorias.
Este pibe joven y atractivo estaba desnudo en frente de nosotros. Tomó su verga con la mano izquierda y empezó a correr la piel de la cabeza para atrás. Una mueca de placer se dibujó en su rostro. Siguió corriendo la piel de la cabeza para atrás y para adelante, lentamente, soltando suspiros de placer con cada movimiento. Los huevos le colgaban sudorosos, transpirados, con el calor del verano quedaron colgando como una pesada campana. El cuerpo de este muchacho se ponía tenso, sus músculos se marcaban, bien definidos los abdominales, el pecho, los músculos de sus brazos, y su rostro de placer. Era la visión de un adonis, una maravillosa estatua griega cobrando vida en pleno acto sexual.
Respiraba y decía: ¿Viste cómo es? ¿Es gruesa la verga, viste? ¡Ohh! ¡Miren, con dos manos la agarro! ¡Qué ganas de pajearme tenía! Y no quiero hacerlo solo... ¡Ohh!

Se frotaba la cabeza pelada de la pija con la mano, apretando fuerte. Aflojaba unos segundos y volvía a frotarse más rápido y más fuerte, para pasar a pajearse lentamente de nuevo. Tenía la verga tan mojada que estaba resbalosa y podía pajearse de esa manera, con el prepucio totalmente corrido hacia atrás. La cabeza de la pija brillosa, gigante, a punto de explotar. Empezó a frotarse más rápido, empujaba hacia adelante con la pelvis como si estuviera cogiendo a alguien y en un momento surgió un espasmo de placer. La leche empezó a saltar de su pija como un chorro de una manguera de bombero. El piso que estaba limpio, quedó manchado de leche. Algunas gotas llegaron hasta un metro y medio o dos metros de distancia. Su cuerpo desnudo, transpirado, joven y bello siguió con espasmos esporádicos de placer mientras exprimía hasta la última gota de semen de su verga.
Acto seguido, tomó sus ropas y se fue caminando desnudo a tomar un baño. El baño estaba a menos de 5 metros de distancia.
Mientras que para mi compañero era algo que tuvo poco interés, como algo tabú que no estaría dispuesto a aceptar que disfrutó. Para mí fue una experiencia genial, inolvidable. Algo que ni en sueños hubiera imaginado que podía pasar y que tuve la oportunidad de vivir.
Más adelante, con ese mismo pibe exhibicionista, dormimos un par de noches en la misma cama durante la guardia nocturna, que como dije. era bastante relajada en esa fábrica. Pero eso es parte de otra historia...



Esta historia es totalmente real y sucedió en algún lugar de la provincia de Buenos Aires...
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