Seguimos con la parte 3
CAPÍTULO 3: CONVERSACIONES QUE ACERCAN
El dia siguio normal, demasiado. De hecho se encerró en la pieza y no salio en toda la tarde. Solo salió para comer y despues volverse a encerrar, creo que su carrera es realmente dificil como dicen.
Al otro dia, por la tarde, ese dia no entrenaba por suerte, era uno de esos en los que no había planes ni obligaciones urgentes. Estaba en mi cuarto, acostado en la cama con el celular en la mano, cuando escuché ruidos en el pasillo. Me asomé y vi a Julieta con una bolsa grande en la mano, tratando de abrir la puerta de su cuarto con el codo.
—¿Necesitás ayuda? —pregunté, apoyándome en el marco de mi puerta.
Julieta me miró y se quejó.
—No sé por qué insistí en traer todo junto —dijo, sosteniendo la bolsa con ambas manos ahora—. Compré algunas cosas y casi me rompo el brazo llevándolas.
Me acerqué y tomé la bolsa de su mano. Era más pesada de lo que esperaba.
—¿Qué trajiste? ¿Ladrillos?
Julieta rodó los ojos y sonrió.
—No, genio. Solo unas cosas para mi cuarto y algunas boludeces que necesitaba.
La seguí adentro y dejé la bolsa sobre su cama. El cuarto de Julieta tenía ese aroma dulce y fresco que siempre se sentía cuando pasaba por la puerta. Me apoyé en el marco y la vi sacar algunas cosas: un par de libros, cosméticos, un paquete de gomitas y un cuaderno nuevo.
—¿Compraste caramelos y ni siquiera me ofreciste? —pregunté, fingiendo indignación.
Julieta me miró de reojo mientras abría el paquete y sacaba una gomita roja.
—Solo porque me ayudaste —dijo, extendiéndola hacia mí.
La tomé de sus dedos y me la llevé a la boca, manteniendo su mirada un poco más de lo normal. Fue un momento breve, pero lo sentí. Julieta bajó la vista un instante antes de seguir acomodando sus cosas.
Miré a mi alrededor. Su cuarto estaba sorprendentemente ordenado.
—No esperaba que fueras tan organizada —comenté, apoyándome en la pared.
Julieta soltó una pequeña risa.
—¿Pensabas que vivía en el caos?
—No sé… —dije, sonriendo—. Es que en mi cuarto nunca se ve todo tan en su lugar.
—Ah, o sea que sos desordenado —dijo, arqueando una ceja.
—Tengo mi propio sistema de organización —bromeé.
—Claro… un sistema basado en el caos —dijo, divertida.
Me senté en el borde de su cama y tomé uno de los libros que había sacado. Lo hojeé sin prestar mucha atención.
—¿Siempre estudiás tanto? —pregunté.
—Es la idea si quiero recibirme antes de los 40 —dijo con sarcasmo.
—No sé cómo hacés, yo no podría.
Julieta se encogió de hombros.
—Supongo que es como vos con el fútbol. Cuando algo te gusta de verdad, lo hacés sin pensarlo mucho.
—Puede ser… —dije, observándola.
Por alguna razón, la charla se sentía distinta. Más relajada, más sincera. Nos conocíamos desde hacía varias semanas, pero había cosas que todavía no habíamos hablado.
—¿Y aparte de estudiar y comprar gomitas, qué hacés para divertirte?
Julieta apoyó el codo en su rodilla y me miró.
—No mucho últimamente. A veces salgo con amigas, pero me gusta estar en casa también.
—¿Nada de citas?
Ella arqueó una ceja, como si no esperara la pregunta.
—No muchas… ¿Vos sí?
—Hace un tiempo salía con alguien, pero quedó ahí —dije, repitiendo lo que ya había pensado antes.
—¿Por qué?
Me quedé en silencio un segundo.
—No me enganché lo suficiente.
Julieta asintió lentamente, como si entendiera el sentimiento.
—¿Y vos? —pregunté—. ¿No tenés a nadie?
Ella jugueteó con un mechón de su pelo antes de contestar.
—No. Solo estoy con alguien cuando de verdad me gusta… y no pasa tan seguido.
No sé por qué, pero esa respuesta me dejó pensando más de la cuenta.
Nos quedamos en silencio unos segundos. Yo todavía tenía el libro en la mano, aunque ya ni recordaba qué decía. Julieta se acomodó en la cama, cruzando las piernas debajo de ella.
—¿Siempre fuiste tan… reservado? —preguntó de repente.
—¿Reservado?
—Sí. Sos de hablar, pero no contás mucho sobre vos.
Sonreí de lado.
—Tal vez porque no hay mucho que contar.
—No te creo —dijo, mirándome fijamente.
La forma en que me miraba me hizo sentir algo en el estómago. No sabía qué era exactamente, pero estaba ahí.
No respondí enseguida. Solo me quedé ahí, mirándola, sintiendo el peso del momento.
Al final, Julieta desvió la vista y se acomodó el pelo detrás de la oreja.
—Bueno, gracias por la ayuda con la bolsa —dijo, rompiendo la tensión—. Te dejo libre antes de que te pongas más filosófico.
Me reí y me puse de pie.
—De nada. Y gracias por la gomita.
—No te acostumbres —bromeó.
Cuando salí de su cuarto, no pude evitar sonreír para mí mismo. Algo había cambiado en nuestra dinámica, aunque no sabía exactamente qué.
Y por alguna razón, eso me gustaba.
Entré a mi habitación y me tiré en la cama, sacando el celular casi por inercia. Deslicé la pantalla, revisando las notificaciones sin demasiado interés, hasta que algo me llamó la atención.
“ xxxxx comenzó a seguirte".
Juli me habia seguido. Quedé mirando un segundo, como si mi cerebro tardara en procesarlo.
Toqué su perfil por reflejo. La foto de ella en la playa, el sol iluminando su piel, el cabello desordenado por el viento. Bajé un poco. Algunas fotos con amigas, otras más casuales. No sabía por qué, pero sentí un cosquilleo en el estómago.
Sin pensarlo mucho, apreté el botón de seguirla de vuelta.
Dejé el celular sobre mi pecho y cerré los ojos un momento. Pero cuando los volví a abrir, vi una nueva historia suya en la parte superior de la pantalla.
Un corazón verde. Un signo de pregunta.
Mi cuerpo reaccionó antes que mi cabeza. Me incorporé en la cama, sintiendo cómo una corriente extraña me recorría el cuerpo.
¿Era para mí? ¿O estaba jugando?
Pasé la lengua por mis labios, sin saber si debía responder. O si debía ignorarlo.
Apreté la pantalla para volver a verla. Ese maldito corazón verde.
Y el peor problema era que, por primera vez, me dieron ganas de responder.
Y obviamente lo hice.
Sin pensarlo demasiado, toqué el corazón verde y cerré la historia. Sentí una descarga de adrenalina absurda en el pecho, como si hubiera hecho algo prohibido.
Apreté el celular entre mis manos, esperando… ¿Qué carajo esperaba?
Cinco minutos después, otra historia apareció en la parte superior de la pantalla.
Pero esta vez, era verde!! (Mejores amigos)
Tragué saliva. Sentí el pulso acelerado, un calor extraño recorriéndome la espalda.
Pasé el dedo por la pantalla, impaciente. Tenía que verla.
Me anime, aprete… y lo que vi, hizo que por primera vez desde que llegó julieta a casa, me generara una erección tan pero rápida como nunca en mis 21 años…
Hasta aca la tercera parte, son ocho partes... Y no saben como se vienen las próximas. Espero que les guste comunidad hermosa. Un abrazo
CAPÍTULO 3: CONVERSACIONES QUE ACERCAN
El dia siguio normal, demasiado. De hecho se encerró en la pieza y no salio en toda la tarde. Solo salió para comer y despues volverse a encerrar, creo que su carrera es realmente dificil como dicen.
Al otro dia, por la tarde, ese dia no entrenaba por suerte, era uno de esos en los que no había planes ni obligaciones urgentes. Estaba en mi cuarto, acostado en la cama con el celular en la mano, cuando escuché ruidos en el pasillo. Me asomé y vi a Julieta con una bolsa grande en la mano, tratando de abrir la puerta de su cuarto con el codo.
—¿Necesitás ayuda? —pregunté, apoyándome en el marco de mi puerta.
Julieta me miró y se quejó.
—No sé por qué insistí en traer todo junto —dijo, sosteniendo la bolsa con ambas manos ahora—. Compré algunas cosas y casi me rompo el brazo llevándolas.
Me acerqué y tomé la bolsa de su mano. Era más pesada de lo que esperaba.
—¿Qué trajiste? ¿Ladrillos?
Julieta rodó los ojos y sonrió.
—No, genio. Solo unas cosas para mi cuarto y algunas boludeces que necesitaba.
La seguí adentro y dejé la bolsa sobre su cama. El cuarto de Julieta tenía ese aroma dulce y fresco que siempre se sentía cuando pasaba por la puerta. Me apoyé en el marco y la vi sacar algunas cosas: un par de libros, cosméticos, un paquete de gomitas y un cuaderno nuevo.
—¿Compraste caramelos y ni siquiera me ofreciste? —pregunté, fingiendo indignación.
Julieta me miró de reojo mientras abría el paquete y sacaba una gomita roja.
—Solo porque me ayudaste —dijo, extendiéndola hacia mí.
La tomé de sus dedos y me la llevé a la boca, manteniendo su mirada un poco más de lo normal. Fue un momento breve, pero lo sentí. Julieta bajó la vista un instante antes de seguir acomodando sus cosas.
Miré a mi alrededor. Su cuarto estaba sorprendentemente ordenado.
—No esperaba que fueras tan organizada —comenté, apoyándome en la pared.
Julieta soltó una pequeña risa.
—¿Pensabas que vivía en el caos?
—No sé… —dije, sonriendo—. Es que en mi cuarto nunca se ve todo tan en su lugar.
—Ah, o sea que sos desordenado —dijo, arqueando una ceja.
—Tengo mi propio sistema de organización —bromeé.
—Claro… un sistema basado en el caos —dijo, divertida.
Me senté en el borde de su cama y tomé uno de los libros que había sacado. Lo hojeé sin prestar mucha atención.
—¿Siempre estudiás tanto? —pregunté.
—Es la idea si quiero recibirme antes de los 40 —dijo con sarcasmo.
—No sé cómo hacés, yo no podría.
Julieta se encogió de hombros.
—Supongo que es como vos con el fútbol. Cuando algo te gusta de verdad, lo hacés sin pensarlo mucho.
—Puede ser… —dije, observándola.
Por alguna razón, la charla se sentía distinta. Más relajada, más sincera. Nos conocíamos desde hacía varias semanas, pero había cosas que todavía no habíamos hablado.
—¿Y aparte de estudiar y comprar gomitas, qué hacés para divertirte?
Julieta apoyó el codo en su rodilla y me miró.
—No mucho últimamente. A veces salgo con amigas, pero me gusta estar en casa también.
—¿Nada de citas?
Ella arqueó una ceja, como si no esperara la pregunta.
—No muchas… ¿Vos sí?
—Hace un tiempo salía con alguien, pero quedó ahí —dije, repitiendo lo que ya había pensado antes.
—¿Por qué?
Me quedé en silencio un segundo.
—No me enganché lo suficiente.
Julieta asintió lentamente, como si entendiera el sentimiento.
—¿Y vos? —pregunté—. ¿No tenés a nadie?
Ella jugueteó con un mechón de su pelo antes de contestar.
—No. Solo estoy con alguien cuando de verdad me gusta… y no pasa tan seguido.
No sé por qué, pero esa respuesta me dejó pensando más de la cuenta.
Nos quedamos en silencio unos segundos. Yo todavía tenía el libro en la mano, aunque ya ni recordaba qué decía. Julieta se acomodó en la cama, cruzando las piernas debajo de ella.
—¿Siempre fuiste tan… reservado? —preguntó de repente.
—¿Reservado?
—Sí. Sos de hablar, pero no contás mucho sobre vos.
Sonreí de lado.
—Tal vez porque no hay mucho que contar.
—No te creo —dijo, mirándome fijamente.
La forma en que me miraba me hizo sentir algo en el estómago. No sabía qué era exactamente, pero estaba ahí.
No respondí enseguida. Solo me quedé ahí, mirándola, sintiendo el peso del momento.
Al final, Julieta desvió la vista y se acomodó el pelo detrás de la oreja.
—Bueno, gracias por la ayuda con la bolsa —dijo, rompiendo la tensión—. Te dejo libre antes de que te pongas más filosófico.
Me reí y me puse de pie.
—De nada. Y gracias por la gomita.
—No te acostumbres —bromeó.
Cuando salí de su cuarto, no pude evitar sonreír para mí mismo. Algo había cambiado en nuestra dinámica, aunque no sabía exactamente qué.
Y por alguna razón, eso me gustaba.
Entré a mi habitación y me tiré en la cama, sacando el celular casi por inercia. Deslicé la pantalla, revisando las notificaciones sin demasiado interés, hasta que algo me llamó la atención.
“ xxxxx comenzó a seguirte".
Juli me habia seguido. Quedé mirando un segundo, como si mi cerebro tardara en procesarlo.
Toqué su perfil por reflejo. La foto de ella en la playa, el sol iluminando su piel, el cabello desordenado por el viento. Bajé un poco. Algunas fotos con amigas, otras más casuales. No sabía por qué, pero sentí un cosquilleo en el estómago.
Sin pensarlo mucho, apreté el botón de seguirla de vuelta.
Dejé el celular sobre mi pecho y cerré los ojos un momento. Pero cuando los volví a abrir, vi una nueva historia suya en la parte superior de la pantalla.
Un corazón verde. Un signo de pregunta.
Mi cuerpo reaccionó antes que mi cabeza. Me incorporé en la cama, sintiendo cómo una corriente extraña me recorría el cuerpo.
¿Era para mí? ¿O estaba jugando?
Pasé la lengua por mis labios, sin saber si debía responder. O si debía ignorarlo.
Apreté la pantalla para volver a verla. Ese maldito corazón verde.
Y el peor problema era que, por primera vez, me dieron ganas de responder.
Y obviamente lo hice.
Sin pensarlo demasiado, toqué el corazón verde y cerré la historia. Sentí una descarga de adrenalina absurda en el pecho, como si hubiera hecho algo prohibido.
Apreté el celular entre mis manos, esperando… ¿Qué carajo esperaba?
Cinco minutos después, otra historia apareció en la parte superior de la pantalla.
Pero esta vez, era verde!! (Mejores amigos)
Tragué saliva. Sentí el pulso acelerado, un calor extraño recorriéndome la espalda.
Pasé el dedo por la pantalla, impaciente. Tenía que verla.
Me anime, aprete… y lo que vi, hizo que por primera vez desde que llegó julieta a casa, me generara una erección tan pero rápida como nunca en mis 21 años…
Hasta aca la tercera parte, son ocho partes... Y no saben como se vienen las próximas. Espero que les guste comunidad hermosa. Un abrazo
3 comentários - Julieta, mi hermosa hermanastra III