Hola, gente bonita. ¿Cómo andan? Ya llevo mucho tiempo sin traerles posts nuevos, asi que, como ando sin tiempo para nuevas sesiones de fotitos, les traigo este relatito sobre algo que me pasó hace relativamente poco. Espero que les guste. Los nombres están cambiados para resguardar la privacidad.
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Cierro con fotito que me saqué hoy, probándome un vestidito nuevo. ¿Les gustaría ver una sesión de fotos usándolo?
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El día estaba muy cálido, hacían cerca de 30 grados de temperatura. Mi familia, con quien vivo, se fueron al mediodía, avisando que quedaría la casa sola para mi todo el día puesto que no volvían hasta entrada la noche.
Ni bien quedé en soledad en casa, procedí a alimentar a mis gatos, y darles agua fresca antes de hacer lo que mas me gusta.
Me dirigí hacia un mueble que tengo en la sala principal de mi casa, y saqué una peluca, algo de maquillaje, una tanga trucadora, y algo de ropa femenina. Ni bien terminé de transformarme, fui hasta mi pc, y aprovechando que en primer lugar, me había puesto ropa cómoda; una remera negra y una calza, me puse a practicar algunas coreografías de mis canciones favoritas de K-pop. Desde el año 2016, sigo mucho y escucho bastante de esa música. Mi amor por la música K-pop, convive prácticamente, con mi amor por el metal gótico.
Después de haber estado unas dos horas, entrenando y habiendo sudado bastante, me doy una ducha y me cambio la ropa. Ahora llevaba un top blanco, con una minifalda tableada con diseño a cuadros blancos y negros, mediecitas de red —me encanta usarlas—, y unos borcegos caña alta.
Pensaba sentarme un rato a jugar algún videojuego en mi PC, pero mientras pensaba qué jugar, suena el timbre del departamento donde vivo. Dejo los auriculares sobre el escritorio y abro la puerta. Ahí me encuentro con un hombre grande, alrededor de cincuenta años, de rasgos asiáticos. Llevaba ropa salpicada con manchas de pintura.
—Hola, disculpa la intromisión —De entrada, podía notarse que, en efecto, era un hombre asiático, puesto sus dificultades para la correcta pronunciación del español—. No pude evitar escuchar un poco, estabas hace un rato con música K-pop, ¿no? —El hombre se mostraba un poco nervioso.
—En efecto, me encanta esa música. —respondí con un tono alegre y sonriendo, para intentar eliminar sus nervios y relajarlo.
—Oh, un gusto conocerla. Me llamo Kang, un hombre coreano suelto en Argentina. —Me comentó, que lleva mucho tiempo viviendo en este país, y actualmente trabajaba todo el día para pagar los estudios universitarios de su hija.
—¿Le gustaría una taza de té? —Me pareció un muy buen hombre, con todas las buenas intenciones, y que se merecía algún descansito, asi que no me pareció una mala idea.
Él aceptó con gusto.
Mientras me encontraba preparándolos, sentí un ligero roce de una mano suya, en mi culo, pero lo ignoré totalmente. Al rato, vuelvo a sentir lo mismo, y vuelvo a ignorarlo.
Una vez que dos tazas de té estuvieron servidas, ambos nos sentamos a tomarlos, mientras hablábamos un poco mas. Unos diez minutos después, los dos nos terminamos nuestros tés. Dejamos las tazas en una mesa y nos encaminamos a la puerta para despedirlo, pero en el trayecto, nos tropezamos y caímos al suelo. Yo caí de cara al suelo, pero mi rostro se detuvo en algo que casualmente, se encontraba bastante dura. Al abrir los ojos, tenía mi nariz y mi boca sobre la entrepierna del hombre, quien había caído de espaldas con las piernas separadas.
Él estaba notoriamente nervioso, pero en ese momento, tuve un frenesí de excitación sexual, producto de haber sentido su miembro duro, por lo que no pude pensar en otra cosa para intentar tranquilizarlo, que comenzar a acariciar su ingle por encima de la ropa, manteniendo un contacto visual con él. En mis manos, se empezaba a sentir mas su miembro, así como una dureza aun mayor.
El hombre asiático, parecía estar disfrutando bastante, puesto que los nervios en él, empezaron a decaer. Lentamente, empecé a desplazar mi cuerpo, acercándome a su rostro y lo besé.
Las manos de él, rápidamente se fueron hacia mi culito, levantó mi falda y empezó a manosear y apretar con muchas ganas.
Para no quedarme atrás, yo le bajé el pantalón y su bóxer, dejando ver su miembro. No era muy grande, su tamaño era bastante regular, pero tenía cierto vigor, que pocas vergas poseen, y mas para su edad.
En seguida, saqué mi lengua y empecé a lamer suavemente su glande, recorriendo lentamente cada centímetro de esa cabecita deliciosa. Parecía estar disfrutándolo, por lo que decidí continuar. Mis labios cubrieron totalmente su glande, y el líquido preseminal empezó a emanar de su miembro, dándome un espectáculo de ese manjar en mi boca. Mientras tanto, yo sentía sus manos que de a poco me desprendían de mi pollerita, las mediecitas de red, e incluso, la tanga. Algunas nalgadas, unas suaves, otras bien fuertes, vinieron posteriormente.
Al sentir todo mi culito al descubierto, yo procedí metiendo su miembro entero dentro de mi boca. Él no podía estar mas excitado. Movía sus caderas, como queriendo coger mi boca con desesperación como si fuera mi culito.
Ambos nos pusimos de pie, nos desvestimos totalmente, y mi pequeño penecito se asomó.
—Espera, ¿eres hombre? —preguntó con cierta sorpresa.
—Puedo ser hombre, mujer, sissy, femboy...puedo ser lo que quieras.
—Entonces...¿puedes ser mi putita? —Él se quedó mirando todo mi cuerpo.
—Dijiste mi palabra favorita.
El hombre se sentó en una silla de la sala, y yo me acomodé de forma tal que apoyé mi culito justo en su entrepierna. Manoseó otro poco mis nalgas, al parecer le gustaban, porque lo hacía con mucha energía.
Yo lleve una de mis manos hasta su entrepierna, y acomodé su miembro para que quede insertado dentro de mi culito. Empezó a moverse frenéticamente, sentía cada centímetro suyo dentro mío con un placer sin igual. En cada embestida, alcanzaba mi zona mas sensible, mi punto prostático, haciéndome lanzar muchísimos gemidos de placer y provocándome temblores en todo el cuerpo, mas un calor insoportable en todo mi interior.
Sus embestidas, se detuvieron repentinamente, para llevarme a un sofá que se encontraba en un rincón de la sala, me colocó en posición perrito, y se puso a continuar embistiendo mi culito mientras sus manos rodeaban mi cuello y atraían mi cabeza un poco hacia él.
En esta posición, sus embestidas se volvieron mucho mas rápidas y salvajes. Algunas me provocaban un ligero dolor, pero entre tanto placer, esto poco significaba. Mis temblores eran mayores, y mis gemidos se transformaron en gritos incontenibles de placer.
—¿Así te gusta, putita? —dijo el hombre entre pequeños jadeos.
—Si, papi, quiero mas.
El asiático se abalanzó sobre mi, volcó todo su cuerpo sobre mi espalda y continuó sus embestidas. Ambos estábamos con la excitación sexual y el goce por las nubes. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que un hombre me cogió tan rico. Me sentía en el paraíso.
—Ahí viene tu recompensa.
Las embestidas se vuelven un poco mas rápidas, para luego detenerse repentinamente. Empecé a sentir algo dentro de mí. Algo fluía en mi interior. El hombre quitó su miembro de mi interior y sentí esa gran cantidad de semen derramándose desde dentro de mi culo.
Volteé la cabeza para verlo, sólo para percatarme que su erección aun seguía, lo invito a ponerse de pie y me arrodillo frente a él. Le lamo un poco mas su miembro para ayudarlo a mantener su erección, aunque no creí que fuera necesario, y de paso, limpiar con mi boca los restos de semen que le quedaban por todo su glande.
Ambos hicimos contacto visual, y él empezó a masturbar su verga. Con un vigor sorprendente, en pocos segundos, una segunda gran descarga de semen, salió disparada. Abrí la boca para recibirla ahí, pero cayó por toda mi cara y partes de mi cuerpo.
Finalmente, el cayó agotado al sofá, jadeando fuertemente, y yo me recosté al lado, abrazándolo y admirando su miembro, que empezaba a perder su erección.
Permanecimos así unos minutos hasta que fuimos a ducharnos juntos, y tuve que despedirlo porque debía seguir trabajando.
Mi culito aun latía por las penetraciones, todo mi cuerpo aun mantenía cierto temblor, producto de tanto placer.
Fue una tarde que iba a ser aburrida, pero terminó siendo totalmente inolvidable.
Ni bien quedé en soledad en casa, procedí a alimentar a mis gatos, y darles agua fresca antes de hacer lo que mas me gusta.
Me dirigí hacia un mueble que tengo en la sala principal de mi casa, y saqué una peluca, algo de maquillaje, una tanga trucadora, y algo de ropa femenina. Ni bien terminé de transformarme, fui hasta mi pc, y aprovechando que en primer lugar, me había puesto ropa cómoda; una remera negra y una calza, me puse a practicar algunas coreografías de mis canciones favoritas de K-pop. Desde el año 2016, sigo mucho y escucho bastante de esa música. Mi amor por la música K-pop, convive prácticamente, con mi amor por el metal gótico.
Después de haber estado unas dos horas, entrenando y habiendo sudado bastante, me doy una ducha y me cambio la ropa. Ahora llevaba un top blanco, con una minifalda tableada con diseño a cuadros blancos y negros, mediecitas de red —me encanta usarlas—, y unos borcegos caña alta.
Pensaba sentarme un rato a jugar algún videojuego en mi PC, pero mientras pensaba qué jugar, suena el timbre del departamento donde vivo. Dejo los auriculares sobre el escritorio y abro la puerta. Ahí me encuentro con un hombre grande, alrededor de cincuenta años, de rasgos asiáticos. Llevaba ropa salpicada con manchas de pintura.
—Hola, disculpa la intromisión —De entrada, podía notarse que, en efecto, era un hombre asiático, puesto sus dificultades para la correcta pronunciación del español—. No pude evitar escuchar un poco, estabas hace un rato con música K-pop, ¿no? —El hombre se mostraba un poco nervioso.
—En efecto, me encanta esa música. —respondí con un tono alegre y sonriendo, para intentar eliminar sus nervios y relajarlo.
—Oh, un gusto conocerla. Me llamo Kang, un hombre coreano suelto en Argentina. —Me comentó, que lleva mucho tiempo viviendo en este país, y actualmente trabajaba todo el día para pagar los estudios universitarios de su hija.
—¿Le gustaría una taza de té? —Me pareció un muy buen hombre, con todas las buenas intenciones, y que se merecía algún descansito, asi que no me pareció una mala idea.
Él aceptó con gusto.
Mientras me encontraba preparándolos, sentí un ligero roce de una mano suya, en mi culo, pero lo ignoré totalmente. Al rato, vuelvo a sentir lo mismo, y vuelvo a ignorarlo.
Una vez que dos tazas de té estuvieron servidas, ambos nos sentamos a tomarlos, mientras hablábamos un poco mas. Unos diez minutos después, los dos nos terminamos nuestros tés. Dejamos las tazas en una mesa y nos encaminamos a la puerta para despedirlo, pero en el trayecto, nos tropezamos y caímos al suelo. Yo caí de cara al suelo, pero mi rostro se detuvo en algo que casualmente, se encontraba bastante dura. Al abrir los ojos, tenía mi nariz y mi boca sobre la entrepierna del hombre, quien había caído de espaldas con las piernas separadas.
Él estaba notoriamente nervioso, pero en ese momento, tuve un frenesí de excitación sexual, producto de haber sentido su miembro duro, por lo que no pude pensar en otra cosa para intentar tranquilizarlo, que comenzar a acariciar su ingle por encima de la ropa, manteniendo un contacto visual con él. En mis manos, se empezaba a sentir mas su miembro, así como una dureza aun mayor.
El hombre asiático, parecía estar disfrutando bastante, puesto que los nervios en él, empezaron a decaer. Lentamente, empecé a desplazar mi cuerpo, acercándome a su rostro y lo besé.
Las manos de él, rápidamente se fueron hacia mi culito, levantó mi falda y empezó a manosear y apretar con muchas ganas.
Para no quedarme atrás, yo le bajé el pantalón y su bóxer, dejando ver su miembro. No era muy grande, su tamaño era bastante regular, pero tenía cierto vigor, que pocas vergas poseen, y mas para su edad.
En seguida, saqué mi lengua y empecé a lamer suavemente su glande, recorriendo lentamente cada centímetro de esa cabecita deliciosa. Parecía estar disfrutándolo, por lo que decidí continuar. Mis labios cubrieron totalmente su glande, y el líquido preseminal empezó a emanar de su miembro, dándome un espectáculo de ese manjar en mi boca. Mientras tanto, yo sentía sus manos que de a poco me desprendían de mi pollerita, las mediecitas de red, e incluso, la tanga. Algunas nalgadas, unas suaves, otras bien fuertes, vinieron posteriormente.
Al sentir todo mi culito al descubierto, yo procedí metiendo su miembro entero dentro de mi boca. Él no podía estar mas excitado. Movía sus caderas, como queriendo coger mi boca con desesperación como si fuera mi culito.
Ambos nos pusimos de pie, nos desvestimos totalmente, y mi pequeño penecito se asomó.
—Espera, ¿eres hombre? —preguntó con cierta sorpresa.
—Puedo ser hombre, mujer, sissy, femboy...puedo ser lo que quieras.
—Entonces...¿puedes ser mi putita? —Él se quedó mirando todo mi cuerpo.
—Dijiste mi palabra favorita.
El hombre se sentó en una silla de la sala, y yo me acomodé de forma tal que apoyé mi culito justo en su entrepierna. Manoseó otro poco mis nalgas, al parecer le gustaban, porque lo hacía con mucha energía.
Yo lleve una de mis manos hasta su entrepierna, y acomodé su miembro para que quede insertado dentro de mi culito. Empezó a moverse frenéticamente, sentía cada centímetro suyo dentro mío con un placer sin igual. En cada embestida, alcanzaba mi zona mas sensible, mi punto prostático, haciéndome lanzar muchísimos gemidos de placer y provocándome temblores en todo el cuerpo, mas un calor insoportable en todo mi interior.
Sus embestidas, se detuvieron repentinamente, para llevarme a un sofá que se encontraba en un rincón de la sala, me colocó en posición perrito, y se puso a continuar embistiendo mi culito mientras sus manos rodeaban mi cuello y atraían mi cabeza un poco hacia él.
En esta posición, sus embestidas se volvieron mucho mas rápidas y salvajes. Algunas me provocaban un ligero dolor, pero entre tanto placer, esto poco significaba. Mis temblores eran mayores, y mis gemidos se transformaron en gritos incontenibles de placer.
—¿Así te gusta, putita? —dijo el hombre entre pequeños jadeos.
—Si, papi, quiero mas.
El asiático se abalanzó sobre mi, volcó todo su cuerpo sobre mi espalda y continuó sus embestidas. Ambos estábamos con la excitación sexual y el goce por las nubes. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que un hombre me cogió tan rico. Me sentía en el paraíso.
—Ahí viene tu recompensa.
Las embestidas se vuelven un poco mas rápidas, para luego detenerse repentinamente. Empecé a sentir algo dentro de mí. Algo fluía en mi interior. El hombre quitó su miembro de mi interior y sentí esa gran cantidad de semen derramándose desde dentro de mi culo.
Volteé la cabeza para verlo, sólo para percatarme que su erección aun seguía, lo invito a ponerse de pie y me arrodillo frente a él. Le lamo un poco mas su miembro para ayudarlo a mantener su erección, aunque no creí que fuera necesario, y de paso, limpiar con mi boca los restos de semen que le quedaban por todo su glande.
Ambos hicimos contacto visual, y él empezó a masturbar su verga. Con un vigor sorprendente, en pocos segundos, una segunda gran descarga de semen, salió disparada. Abrí la boca para recibirla ahí, pero cayó por toda mi cara y partes de mi cuerpo.
Finalmente, el cayó agotado al sofá, jadeando fuertemente, y yo me recosté al lado, abrazándolo y admirando su miembro, que empezaba a perder su erección.
Permanecimos así unos minutos hasta que fuimos a ducharnos juntos, y tuve que despedirlo porque debía seguir trabajando.
Mi culito aun latía por las penetraciones, todo mi cuerpo aun mantenía cierto temblor, producto de tanto placer.
Fue una tarde que iba a ser aburrida, pero terminó siendo totalmente inolvidable.
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Cierro con fotito que me saqué hoy, probándome un vestidito nuevo. ¿Les gustaría ver una sesión de fotos usándolo?
2 comentários - Una tarde con el asiático (relato sissy)