Ana y Marcos [Relato Femdom]

Capítulo 1: El Primer Encuentro

Era una tarde de jueves cuando a Marcos le tocó quedarse en el campus más tiempo de lo esperado. Su profesor había anunciado un proyecto final en parejas, y la única persona disponible era Ana, una compañera de clase que apenas conocía. Ella no parecía particularmente interesada en el proyecto ni en él, pero al parecer ambos estaban atrapados en la misma situación.

Ana tenía una actitud despreocupada y algo intimidante, el tipo de persona que siempre parece dominar cualquier conversación con apenas unas palabras. Era hermosa, con ese atractivo confiado que llamaba la atención sin esfuerzo. Y aunque parecía mirarlo de manera desinteresada, en realidad observaba cada uno de sus gestos, fascinada por su apariencia delicada y su nerviosismo palpable. Marcos, con su figura delgada y una expresión constantemente tímida, despertaba algo en ella que no podía ignorar.

Se reunieron en la biblioteca después de clase, el lugar tranquilo permitiéndoles trabajar sin muchas distracciones. Al sentarse frente a él, Ana no pudo evitar esbozar una sonrisa mientras Marcos intentaba organizar los papeles del proyecto con manos visiblemente temblorosas.

—¿Estás bien? —preguntó, con una ceja levantada, fingiendo desinterés.

Marcos levantó la mirada, un poco sorprendido por la pregunta. Asintió rápidamente, como si intentara ocultar su incomodidad. —Sí… claro. Es solo que… bueno, es la primera vez que trabajamos juntos —respondió, su voz apenas un susurro.

Ella soltó una pequeña risa, divertida por la seriedad de su respuesta. —Eres… algo raro, ¿sabes? —le dijo, mirándolo con un brillo travieso en los ojos—. Lindo, pero raro.

Marcos sintió cómo se le subían los colores al rostro. No estaba seguro de si ella hablaba en serio o si solo se estaba burlando de él, y la confusión lo hacía aún más torpe. —¿Perdón…? —murmuró, sin saber qué responder.

—Oh, nada, nada… solo que me pareces un poco… diferente —dijo, dejando la palabra colgada en el aire, como si quisiera que él la interpretara.

La tarde continuó con pequeños intercambios así, Ana lanzando comentarios que oscilaban entre el coqueteo y la burla, y Marcos respondiendo siempre con nerviosismo y evasivas. A medida que pasaba el tiempo, él notaba que ella lo miraba con una intensidad que no había visto antes, pero no podía descifrar sus intenciones.

—Sabes, tienes algo muy peculiar… —le dijo ella en un momento, observándolo con una mirada que parecía atravesarlo. Él la miró, esperando que continuara, pero ella solo sonrió y cambió de tema, como si nada hubiera pasado. Sin embargo, el comentario quedó resonando en la mente de Marcos, dejándolo con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

Cuando se despidieron esa tarde, Marcos no sabía cómo sentirse. Había algo en Ana que lo atraía y lo intimidaba a la vez, y aunque había intentado concentrarse en el proyecto, la mayoría del tiempo se había encontrado pensando en los comentarios de ella y en las miradas que parecían seguirlo.

Ana, por su parte, sonreía para sí misma mientras lo veía marcharse. Había disfrutado cada segundo de su nerviosismo, y aunque no lo admitiría en voz alta, le gustaba ese lado tímido y vulnerable que él intentaba ocultar. La idea de volver a verlo y jugar un poco más con él la hacía sentir una emoción nueva, una que estaba dispuesta a explorar.

Capítulo 2: Revelando Intereses Ocultos

Las reuniones para trabajar en el proyecto se volvieron algo regular para Marcos y Ana, y aunque él seguía sintiéndose un poco intimidado por su presencia, la compañía de ella comenzaba a resultarle, extrañamente, cada vez más agradable. Ana, por su parte, se había dado cuenta de que Marcos era completamente ajeno a su propio atractivo, y eso solo hacía que ella quisiera explorar su lado más vulnerable aún más.

Era en esas pequeñas cosas donde ella encontraba su encanto. Cuando él se inclinaba para sacar algo de su mochila o se agachaba para recoger algún papel caído, Ana no podía evitar que su mirada se desviara a su culo. Su cuerpo, delgado pero bien proporcionado, le daba a Marcos una figura que ella encontraba tremendamente atractiva, y su timidez solo acentuaba ese encanto femenino y delicado que le hacía imposible resistirse.

Un día, mientras trabajaban juntos en la cafetería del campus, Ana decidió dar un paso más. Habían estado hablando de cosas sin importancia, y ella observaba con cierta satisfacción cómo él se relajaba cada vez más en su compañía.

—Sabes, tienes un estilo algo… peculiar —comentó de repente, con tono casual, pero con una mirada atenta a su reacción.

Marcos levantó la vista, claramente confundido. —¿A qué te refieres? —preguntó, con un tono nervioso.

Ana sonrió, apoyando la barbilla en la mano y mirándolo con ese brillo de diversión que él ya reconocía. —No sé, como que eres… diferente —dijo, deliberadamente manteniendo la ambigüedad—. Es lindo. Tienes una apariencia que no se ve mucho en los chicos.

Marcos se sonrojó, sin saber cómo interpretar esas palabras. Él no tenía idea de que ella realmente lo miraba con tanto detalle, y su desconcierto le resultaba evidente a Ana, lo cual solo la motivaba a seguir. Después de todo, su incomodidad era, en parte, lo que la atraía tanto de él.

—¿Sabes? —continuó ella, en un tono juguetón y casi inocente—. Tienes un culito que… bueno, no quiero que te lo tomes a mal, pero creo que sería perfecto para lucir en algo especial.

El rostro de Marcos enrojeció inmediatamente, y su expresión pasó de la sorpresa a la incomodidad en un segundo. No sabía si ella estaba bromeando o si realmente hablaba en serio, pero el comentario lo dejó sin palabras. Balbuceó una respuesta inaudible, incapaz de mirar directamente a Ana.

—¿Qué… qué quieres decir con eso? —preguntó finalmente, su voz apenas un murmullo.

Ana se encogió de hombros, fingiendo una inocencia que claramente no tenía. —Oh, nada, solo que hay ciertas cosas que les quedan mejor a personas con tu tipo de figura. —Lo miró con una sonrisa burlona—. No tienes por qué ponerte así; solo es una observación.

La reacción de Marcos le confirmó que él no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de comentarios, y eso le daba a Ana toda la ventaja. Disfrutaba viendo cómo él intentaba disimular su incomodidad, sin saber cómo responder a sus indirectas.

—No sé… Nunca había pensado en eso —murmuró Marcos, intentando desviar la mirada mientras su rostro seguía teñido de rojo.

—Bueno, tal vez deberías —replicó ella, con una risa suave—. Quién sabe, quizás te sorprenderías. —Con un guiño, dejó que el comentario se asentara, y volvió al tema del proyecto, como si nada hubiera pasado.

A pesar de sus intentos de concentrarse, Marcos no pudo sacar el comentario de su cabeza. Ana había tocado una fibra que él no sabía que tenía, y aunque se sentía extraño e incómodo, había algo en la situación que lo hacía sentir curioso y vulnerable. Y mientras ella seguía trabajando a su lado, con una sonrisa que denotaba satisfacción, Marcos comenzaba a preguntarse si quizás había algo más en esos comentarios de Ana, algo que, por alguna razón, lo hacía sentir deseado de una manera que jamás habría imaginado.

Capítulo 3: La Propuesta Tentadora

Con el paso de las semanas, la relación entre Ana y Marcos se había vuelto cada vez más cercana. Habían pasado de intercambiar miradas en clase a pasar largas horas juntos, tanto en la biblioteca como en su departamento, donde a veces trabajaban hasta tarde en el proyecto. Marcos seguía sin comprender completamente las intenciones de Ana, pero había algo en ella que lo hacía sentir especial, aunque también un poco ansioso. Las bromas y los comentarios de ella ya se habían vuelto una especie de juego entre los dos, uno que él encontraba tan desconcertante como tentador.

Una noche, se encontraban en la sala de estar del departamento de Ana, con un par de libros y una laptop sobre la mesa. Habían estado repasando información para el proyecto, pero la concentración de ambos había disminuido considerablemente. Ana, sentada a su lado en el sofá, lo miraba de reojo, con una sonrisa que él ya reconocía. Era esa expresión que aparecía siempre que ella estaba a punto de lanzarle un comentario que sabía que lo haría enrojecer.

—Oye, Marcos… —dijo de repente, rompiendo el silencio de la habitación.

Él levantó la mirada, algo distraído. —¿Sí?

Ana hizo una pausa, como si estuviera evaluando cómo decir lo que tenía en mente, y luego sonrió de una forma que lo puso en alerta. —He estado pensando en algo… —murmuró, con un tono de voz bajo y casi cómplice—. ¿Alguna vez has probado usar… algo especial?

Marcos la miró confundido, tratando de entender a qué se refería, pero su expresión solo le arrancó una pequeña risa. —¿Algo especial? ¿A qué te refieres?

Ella se acercó un poco más, disfrutando de la expresión desconcertada de él, y le lanzó una mirada llena de picardía. —Ya sabes… como lencería —dijo, dejando la palabra colgada en el aire—. Creo que te quedaría perfecta.

Marcos sintió cómo el rostro se le encendía al instante, y abrió los ojos con sorpresa. —¡¿Qué?! —exclamó, en una mezcla de incredulidad y vergüenza.

Ana soltó una risa suave y se encogió de hombros, fingiendo que el comentario era de lo más casual. —Vamos, no te pongas así. Es solo una idea. —Lo miró con un brillo juguetón en los ojos—. Imagínalo como una especie de apuesta o desafío. Podrías probar algo nuevo.

Marcos se quedó sin palabras, incapaz de procesar lo que ella acababa de decirle. La idea le parecía completamente inusual y, al mismo tiempo, la forma en que ella lo miraba le hacía sentir un cosquilleo extraño. —No… no creo que sea… apropiado —murmuró, intentando desviar la mirada.

Ana sonrió, sabiendo que había encontrado su punto débil. Se inclinó un poco más hacia él, lo suficiente como para hacerle sentir su presencia, y le habló en un tono suave y seductor. —Vamos, Marcos… no es nada malo. Nadie más tiene que saberlo —dijo, manteniendo la voz baja, como si fuera un secreto entre ellos—. Te aseguro que te verías… muy lindo.

Marcos tragó saliva, sintiendo el calor en sus mejillas intensificarse. La idea le parecía vergonzosa y completamente fuera de lugar, pero había algo en la manera en que ella se lo proponía que le hacía cuestionarse. No quería decepcionarla, y aunque la idea le resultaba abrumadora, no podía evitar sentirse intrigado.

—No sé… —balbuceó, sin mirarla a los ojos—. Es un poco raro, ¿no?

Ana soltó una pequeña carcajada y negó con la cabeza. —No tienes nada que perder. Piensa en ello como una forma de… experimentar. —Le dio un leve empujón en el hombro, animándolo—. Anda, es solo para probar algo nuevo.

Después de un silencio tenso, en el que Marcos debatía internamente, finalmente asintió, sin atreverse a mirarla. —Está bien… pero solo esta vez —murmuró, sintiendo que el corazón le latía a mil por hora.

Ana sonrió, satisfecha, sabiendo que había dado un paso importante en su pequeña conquista. La curiosidad de Marcos y su deseo de complacerla habían sido suficientes para romper sus barreras, y él, aunque aún inseguro, comenzaba a adentrarse en un mundo que jamás imaginó, uno en el que ella tenía la ventaja y el control.

Capítulo 4: La Tentación

Ana había seleccionado una lencería exquisita, pensada no solo para resaltar la feminidad de Marcos, sino también para jugar con su vulnerabilidad. La pieza principal era un conjunto de encaje negro que consistía en un sujetador de copas suaves que realzaban su figura y un tanga que apenas cubría lo esencial, dejando al descubierto la curvatura de sus caderas y, por supuesto, su culo perfecto. La delicada tela se complementaba con un liguero que caía sobre sus muslos, añadiendo un toque seductor al conjunto.

Cuando Ana le mostró la lencería, sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y picardía. Él, sin embargo, se sintió completamente abrumado, con el rostro encendido en un tono carmesí que destacaba su timidez. Aún así, la curiosidad y el deseo de complacerla lo llevaron a aceptar el desafío.

En la intimidad de su departamento, con la luz suave del atardecer filtrándose por la ventana, Marcos se sintió como si estuviera a punto de dar un paso hacia lo desconocido. Ana le dio un momento a solas para que se pusiera la lencería, pero ella no podía evitar espiar, ansiosa por ver cómo le quedaría.

Cuando finalmente salió, la atmósfera cambió. La lencería se ajustaba a su cuerpo de una manera que parecía hecha a medida. El encaje negro contrastaba con su piel, destacando sus curvas y haciéndolo ver a la vez delicado y sensual. El tanga, que dejaba poco a la imaginación, enfatizaba su trasero de una manera que la hizo sonreír con satisfacción.

Ana se acercó lentamente, sus ojos recorriendo cada detalle de la figura de Marcos. Se quedó inmóvil un momento, absorbiendo la imagen de él, como si fuera una obra de arte. No pudo evitar acercarse más, la tensión palpable entre ambos.

—No puedo creer lo adorable que te ves —dijo ella, su voz suave y seductora—. Esa lencería te queda increíble. El encaje resalta tus curvas de una forma que… simplemente me vuelve loca.

Mientras se movía a su alrededor, Ana dejó que sus dedos rozaran suavemente el borde del sujetador, sus manos explorando la delicadeza del tejido y la piel de él. Luego, sus ojos se enfocaron en el culo de Marcos, y su sonrisa se volvió traviesa.

—Y ese culo… —murmuró, inclinándose para estar a su altura—. Nunca había visto un culo tan perfecto. Me encantaría que lo mostraras más. Imagínate lo que pasaría si alguien más pudiera verlo… —dijo Ana con una sonrisa pícara, acercándose aún más a él—. Serías el centro de todas las miradas.

Marcos sintió un escalofrío recorrer su espalda, un tira y afloja entre la incomodidad de ser observado y la tentación de dejarse llevar por la excitación del momento. La idea de exhibirse de alguna manera lo asustaba, pero la forma en que Ana lo miraba, con ese interés palpable, lo hacía cuestionar todo lo que había creído sobre sí mismo.

—No… no estoy seguro de eso —protestó débilmente, pero sus palabras sonaron más como un deseo que una negativa.

Ana, aprovechando su vulnerabilidad, se acercó más, su respiración cálida sobre su piel. Con un movimiento suave, levantó una de sus manos y la posó sobre el borde del tanga, rozando su piel con delicadeza. La acción provocó que Marcos se sobresaltara, la mezcla de placer y humillación cruzando su rostro.

—Solo es un juego. A veces, es divertido salir de nuestra zona de confort —dijo Ana, sonriendo de manera coqueta, mientras sus dedos exploraban su cuerpo con más confianza.

Con cada roce, la emoción de la escena crecía, y aunque Marcos estaba nervioso, no podía evitar sentir que algo nuevo y electrizante se estaba formando entre ellos.

Ana, con un destello travieso en sus ojos, dio un paso más en el juego. Se apartó un poco y comenzó a revisar su teléfono, su sonrisa insinuante iluminando el ambiente.

—¿Sabes qué sería aún más divertido? —preguntó, su tono juguetón haciendo que el corazón de Marcos se acelerara—. Deberíamos tomar algunas fotos. Así podrás ver lo increíble que te ves.

Marcos abrió los ojos, sorprendido por la propuesta. La idea de que ella quisiera capturar ese momento lo llenaba de nervios y dudas.

—No sé… —tartamudeó, sintiéndose incómodo ante la perspectiva de ser fotografiado de esa manera.

—Vamos, no seas tímido —respondió ella, inclinándose hacia él con una mirada intensa—. Es solo por diversión. Quiero tener un recuerdo de cómo te ves.

El corazón de Marcos latía con más fuerza, una mezcla de vergüenza y emoción. Ana tenía razón; había algo liberador en la idea de dejarse llevar. A regañadientes, asintió, y el rostro de Ana se iluminó con una sonrisa que ayudó a disipar sus inseguridades.

Ana levantó su teléfono y se colocó en una posición que resaltara cada detalle.

—Primero, quiero que te gires un poco —dijo, su voz suave y seductora. Marcos, aún nervioso, obedeció, girándose para mostrar su culo, maravillosamente acentuado por la lencería. Ana comenzó a tomar varias fotos, ajustando el ángulo para captar la mejor luz.

—Te ves absolutamente delicioso —comentó mientras revisaba las imágenes en su pantalla.
—Ahora quiero que te inclines un poco más —dijo Ana, su mirada fija en él—. Deja que tu culo sea el centro de atención.

Marcos obedeció, inclinándose ligeramente hacia adelante y alzando su culo, el encaje marcando su figura de manera provocativa. Ana tomó la foto, su sonrisa llena de satisfacción mientras capturaba la imagen perfecta. En ese instante, Marcos sintió una mezcla embriagadora lujuria.

—Espera… —dijo, con la voz cargada de deseo—. Necesito tomar una más. Esta vez, quiero que mires a la cámara. Quiero ver esa expresión en tu rostro.

Marcos sintió una ola de emoción recorrerlo. Con el rostro caliente y el corazón acelerado, miró hacia la cámara, una sonrisa tímida asomándose en sus labios. Ana tomó la foto en el instante en que él se dio cuenta de que, a pesar de su vergüenza, había algo adictivo en ser el centro de atención, en dejarse llevar por sus propios deseos.

Capitulo 5: El Principio de Algo Más.

La atmósfera en la habitación era eléctrica después de la sesión de fotos. Ana dejó el teléfono a un lado, sus ojos brillando con una mezcla de satisfacción y picardía. Marcos, aún sintiendo el calor en sus mejillas y la adrenalina corriendo por sus venas, se dio cuenta de que esta experiencia había cambiado algo entre ellos.

Ana se acercó a él, su expresión juguetona y su sonrisa seductora hacían que el corazón de Marcos latiera con fuerza.

—No puedo creer lo increíble que te ves —dijo, apoyando una mano en su brazo mientras lo miraba fijamente—. Tal vez deberíamos hacer esto más a menudo.

Marcos, sintiéndose más seguro a pesar de la vulnerabilidad que había expuesto, apenas pudo articular una respuesta. Su mente estaba llena de emociones conflictivas: sorpresa, deseo y un atisbo de emoción ante lo que podría venir. Aun así, una chispa de curiosidad se encendió en él. La idea de explorar más a fondo su conexión con Ana lo intrigaba.

—¿Más fotos? —preguntó, con un tono de broma, tratando de ocultar su nerviosismo.

—Oh, no solo fotos —respondió Ana, acercándose un poco más, su voz suave y cargada de insinuación—. Creo que podríamos encontrar muchas más formas de divertirnos juntos. Imagina todas las posibilidades.

Marcos sintió un escalofrío recorrer su espalda. La insinuación de Ana lo llenaba de anticipación y deseo. Era evidente que ambos habían cruzado una línea en su relación, y aunque ninguno de los dos lo dijo en voz alta, el entendimiento era palpable en el aire.

—Solo tengo que acostumbrarme —murmuró Marcos, su voz casi un susurro.

Ana soltó una risa suave y seductora, como si entendiera completamente sus pensamientos.

—No te preocupes. Estoy aquí para ayudarte a salir de tu caparazón. Después de todo, las apuestas solo están comenzando.

Con esa frase, el ambiente se cargó de una tensión nueva, una mezcla de deseo y complicidad que vibraba entre ellos. Ambos se miraron, sus ojos intercambiando promesas no dichas y un entendimiento de que esto era solo el principio. La chispa de atracción que había comenzado como un simple juego ahora se había convertido en algo mucho más profundo y emocionante.

Marcos, sintiendo una renovada confianza, sonrió de manera tímida pero decidida. Sabía que estaba listo para seguir explorando no solo su relación con Ana, sino también su propia identidad y deseos.

Y así, con el eco de sus risas resonando en la habitación, la historia de Marcos y Ana se quedó en un punto de inflexión, un preludio de lo que estaba por venir, lleno de emociones aún por descubrir.


-------------------------------------------------
Gracias por leer, pronto estaré publicando una segunda parte de esta pervertida historia. Si les gustó denme puntos, comenten, envíenme DM y todo eso.


Otros relatos mios:

La Petición:

https://m.poringa.net/posts/relatos/5713832/La-Peticion-Relato-Femdom.html

El Novio Sumiso:

https://m.poringa.net/posts/relatos/5710181/El-novio-sumiso-Relato-Femdom.html

La Profesora Feminista:

https://m.poringa.net/posts/relatos/5724326/La-Profesora-Feminista-Relato-Femdom.html

2 comentários - Ana y Marcos [Relato Femdom]

Necesito leer la segunda parte yaaa. Donde ser consigue una compañera así?
increíble historia!! muy buena!! Todo putito busca que lo descubran!
Esperamos ansiosos la segunda parte!