Llegué a casa después de un día agotador en la oficina, y me encontré con una sorpresa: mi esposa, Alicia, aún no había llegado. Miré el reloj y vi que eran más de las once de la noche. Empezaba a molestarme que llegara tan tarde y, para colmo, borracha. Sabía que tenía una reunión de trabajo, pero esto ya era excesivo.
Mientras esperaba, recordé que mi cuñada, Susana, se estaba quedando con nosotros por unos días. Dormía en una cama improvisada al lado de la nuestra, y eso añadía un toque de complicidad y morbo a la situación.
Finalmente, escuché la puerta principal abrirse y cerrarse. Alicia entró tambaleándose, claramente borracha. Sonrió al verme y se acercó, intentando ser seductora.
“Hola, amor”, dijo, su voz pastosa. “Sé que llegué tarde, pero tengo una sorpresa para ti”.
Me crucé de brazos, tratando de parecer molesto. “¿Ah, sí? ¿Y qué sorpresa es esa?”
Ella se acercó más, sus manos comenzando a desabrocharme la camisa. “Voy a hacer que te sientas muy, muy bien”.
Mientras la desvestía, noté un olor familiar y excitante: olía a sexo. Mi polla se endureció instantáneamente, y supe que algo interesante había pasado en esa reunión de trabajo. La miré con una mezcla de curiosidad y deseo.
“Alicia”, susurré, “¿no crees que deberías tener cuidado? Susana está durmiendo justo allí”.
Ella se rió suavemente, sin dejar de besarme. “No te preocupes por ella. Está profundamente dormida y, además, quiero que me des una lección”.
Se arrodilló frente a mí, sus manos bajando lentamente hasta mi cinturón. Lo desabrochó y bajó mi cremallera, sacando mi verga ya dura. Sin decir una palabra, se la metió en la boca, comenzando a mover su cabeza arriba y abajo, sus labios y su lengua trabajando magia.
Gemí, tratando de mantener el control. “Alicia, joder, eso se siente increíble”.
Ella respondió con un gemido propio, el sonido vibrando alrededor de mi verga y enviando ondas de placer por todo mi cuerpo. Mis manos fueron a su cabello, guiándola, animándola a tomar más de mí.
De repente, escuché un ruido detrás de nosotros. Me volví para ver a Susana, despierta y mirándonos con una mezcla de sorpresa y curiosidad. No parecía molesta, más bien intrigada.
“Lo siento”, susurró Susana, “no quería interrumpir”.
Alicia, sin dejar de hacerme la mamada, miró a su hermana y sonrió. “No te preocupes, Susana. Solo estamos teniendo un poco de diversión”.
Susana sonrió y se recostó, observándonos con interés. La situación era extremadamente erótica y prohibida, y me excitaba aún más saber que mi cuñada nos estaba viendo.
Alicia aumentó el ritmo, su boca y su mano trabajando juntas para llevarme al límite. Podía sentir mi orgasmo acercándose, y supe que no aguantaría mucho más.
“Alicia, me voy a correr”, le advertí, pero ella solo me tomó más profundo, animándome a liberarme en su boca.
Con un gemido final, me vine, sintiendo mi liberación en oleadas de placer. Alicia tragó todo, sus ojos fijos en los míos, y luego se levantó, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
“¿Estás contento ahora, amor?”, preguntó, sonriendo.
Asentí, todavía tratando de recuperar el aliento. “Sí, pero ¿y Susana?”
Miramos a Susana, quien aún nos observaba con una sonrisa pícara. “¿Te gustaría unirte a nosotros, Susana?”, preguntó Alicia, extendiendo una mano hacia su hermana.
Susana dudó por un momento, pero luego se levantó y se acercó a nosotros, sus ojos brillando con deseo. “Sí, me gustaría”.
La noche prometía ser larga y muy interesante. Sabía que había cruzado una línea, pero en ese momento, no me importaba. Solo quería más, más de todo.
Mientras esperaba, recordé que mi cuñada, Susana, se estaba quedando con nosotros por unos días. Dormía en una cama improvisada al lado de la nuestra, y eso añadía un toque de complicidad y morbo a la situación.
Finalmente, escuché la puerta principal abrirse y cerrarse. Alicia entró tambaleándose, claramente borracha. Sonrió al verme y se acercó, intentando ser seductora.
“Hola, amor”, dijo, su voz pastosa. “Sé que llegué tarde, pero tengo una sorpresa para ti”.
Me crucé de brazos, tratando de parecer molesto. “¿Ah, sí? ¿Y qué sorpresa es esa?”
Ella se acercó más, sus manos comenzando a desabrocharme la camisa. “Voy a hacer que te sientas muy, muy bien”.
Mientras la desvestía, noté un olor familiar y excitante: olía a sexo. Mi polla se endureció instantáneamente, y supe que algo interesante había pasado en esa reunión de trabajo. La miré con una mezcla de curiosidad y deseo.
“Alicia”, susurré, “¿no crees que deberías tener cuidado? Susana está durmiendo justo allí”.
Ella se rió suavemente, sin dejar de besarme. “No te preocupes por ella. Está profundamente dormida y, además, quiero que me des una lección”.
Se arrodilló frente a mí, sus manos bajando lentamente hasta mi cinturón. Lo desabrochó y bajó mi cremallera, sacando mi verga ya dura. Sin decir una palabra, se la metió en la boca, comenzando a mover su cabeza arriba y abajo, sus labios y su lengua trabajando magia.
Gemí, tratando de mantener el control. “Alicia, joder, eso se siente increíble”.
Ella respondió con un gemido propio, el sonido vibrando alrededor de mi verga y enviando ondas de placer por todo mi cuerpo. Mis manos fueron a su cabello, guiándola, animándola a tomar más de mí.
De repente, escuché un ruido detrás de nosotros. Me volví para ver a Susana, despierta y mirándonos con una mezcla de sorpresa y curiosidad. No parecía molesta, más bien intrigada.
“Lo siento”, susurró Susana, “no quería interrumpir”.
Alicia, sin dejar de hacerme la mamada, miró a su hermana y sonrió. “No te preocupes, Susana. Solo estamos teniendo un poco de diversión”.
Susana sonrió y se recostó, observándonos con interés. La situación era extremadamente erótica y prohibida, y me excitaba aún más saber que mi cuñada nos estaba viendo.
Alicia aumentó el ritmo, su boca y su mano trabajando juntas para llevarme al límite. Podía sentir mi orgasmo acercándose, y supe que no aguantaría mucho más.
“Alicia, me voy a correr”, le advertí, pero ella solo me tomó más profundo, animándome a liberarme en su boca.
Con un gemido final, me vine, sintiendo mi liberación en oleadas de placer. Alicia tragó todo, sus ojos fijos en los míos, y luego se levantó, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
“¿Estás contento ahora, amor?”, preguntó, sonriendo.
Asentí, todavía tratando de recuperar el aliento. “Sí, pero ¿y Susana?”
Miramos a Susana, quien aún nos observaba con una sonrisa pícara. “¿Te gustaría unirte a nosotros, Susana?”, preguntó Alicia, extendiendo una mano hacia su hermana.
Susana dudó por un momento, pero luego se levantó y se acercó a nosotros, sus ojos brillando con deseo. “Sí, me gustaría”.
La noche prometía ser larga y muy interesante. Sabía que había cruzado una línea, pero en ese momento, no me importaba. Solo quería más, más de todo.
1 comentários - La noche inesperada