RELATO PERSONALIZADO PARA http://www.poringa.net/Fol53
Hernán ya le tenía la tanguita corrida.
Mari seguía boca abajo, respirando lento, el cuerpo tibio y entregado.
Pero algo cambió cuando le sintió la lengua.
Ese roce húmedo, suave, sucio.
Le sacó un gemido sin querer.
No se despertó del todo.
Pero el cuerpo reaccionaba.
Las caderas se movían solas.
El culo se ofrecía.
Hernán lo notó.
Se detuvo apenas.
Le habló bajito, rozándole la oreja con la voz:
—Mari…
¿Querés que pare?
Un silencio.
Y entonces, ella se movió.
Se giró un poco.
Lo miró con los ojos entrecerrados.
—¿Qué hacés...? —susurró, sin enojo.
Con esa voz entre dormida y caliente.
—No pude aguantar —le dijo él, sin vergüenza—.
Estás muy rica así.
Muy puta.
Ella no respondió.
Solo lo agarró del cuello, lo atrajo más cerca…
y le metió la lengua.
En la boca.
Feroz.
Como si lo hubiera estado soñando.
Hernán se sacó el cinturón.
Se bajó el pantalón.
Estaba duro como piedra.
—¿Estás segura? —le preguntó con la pija en la mano, rozándole la pierna.
Mari lo miró fijo.
—Sí.
Pero no digas nada.
Nunca.
Y entonces sí.
Se la metió.
Despacito.
Sintiendo cómo se abría.
Cómo se mojaba más de lo que esperaba.
Cómo lo apretaba como si fuera suya.
Como si ya supiera… que Tom nunca iba a saberlo.
O sí.
Pero tarde.
El polvo fue sucio.
Profundo.
Lento y caliente.
Mari se lo cogió con el cuerpo entero.
Sin culpa.
Sin freno.
Y sin pedir perdón.
—Vas a acordarte de esta juntada toda la vida —le dijo Hernán, jadeando.
Ella le clavó los ojos y le respondió al oído:
—Y vos también…
cuando te la cuente él.
Cuando Tom sepa.
Cuando me coja pensando en vos.
Hernán ya le tenía la tanguita corrida.
Mari seguía boca abajo, respirando lento, el cuerpo tibio y entregado.
Pero algo cambió cuando le sintió la lengua.
Ese roce húmedo, suave, sucio.
Le sacó un gemido sin querer.
No se despertó del todo.
Pero el cuerpo reaccionaba.
Las caderas se movían solas.
El culo se ofrecía.
Hernán lo notó.
Se detuvo apenas.
Le habló bajito, rozándole la oreja con la voz:
—Mari…
¿Querés que pare?
Un silencio.
Y entonces, ella se movió.
Se giró un poco.
Lo miró con los ojos entrecerrados.
—¿Qué hacés...? —susurró, sin enojo.
Con esa voz entre dormida y caliente.
—No pude aguantar —le dijo él, sin vergüenza—.
Estás muy rica así.
Muy puta.
Ella no respondió.
Solo lo agarró del cuello, lo atrajo más cerca…
y le metió la lengua.
En la boca.
Feroz.
Como si lo hubiera estado soñando.
Hernán se sacó el cinturón.
Se bajó el pantalón.
Estaba duro como piedra.
—¿Estás segura? —le preguntó con la pija en la mano, rozándole la pierna.
Mari lo miró fijo.
—Sí.
Pero no digas nada.
Nunca.
Y entonces sí.
Se la metió.
Despacito.
Sintiendo cómo se abría.
Cómo se mojaba más de lo que esperaba.
Cómo lo apretaba como si fuera suya.
Como si ya supiera… que Tom nunca iba a saberlo.
O sí.
Pero tarde.
El polvo fue sucio.
Profundo.
Lento y caliente.
Mari se lo cogió con el cuerpo entero.
Sin culpa.
Sin freno.
Y sin pedir perdón.
—Vas a acordarte de esta juntada toda la vida —le dijo Hernán, jadeando.
Ella le clavó los ojos y le respondió al oído:
—Y vos también…
cuando te la cuente él.
Cuando Tom sepa.
Cuando me coja pensando en vos.
1 comentários - Relato para otro cornudo seguidor (parte 3