Cuando era pequeño, vi algo que nunca olvidé. Fue en una de esas viejas grabadoras, antes de que los celulares lo invadieran todo. Era mi papá comiendose a mi mamá, un acto lque se grabó a fuego en mi mente. Recuerdo que ese día algo despertó en mí; me vine casi al instante, como si mi cuerpo entendiera antes que mi cabeza lo que estaba sintiendo, fue maravilloso, si bien siempre me sentí precoz por morbosear a mis compañeras de escuela e imaginarás desnudas cuando me masturbaba, lo deiadre fue un nuevo nivel.
Con los años, esa chispa se convirtió en obsesión. Durante mi adolescencia, aprovechaba las noches en que mi mamá dormía. Ella usaba una bata ligera, sin sostén, y yo, con el corazón latiéndome en la garganta, le abría la bata con cuidado para tocarle las tetas. A veces me limitaba a mirarle el pezón, duro y expuesto, mientras me tocaba en silencio. Otras noches, iba más lejos: buscaba sus calzones o su sostén en el cesto de la ropa sucia, los olía con delirio, y me masturbaba imaginándola, sus olores, la imagen que te iba grabada, todo fue maravilloso.
Casi llegando a los dieciséis, todo escaló. Revisando su celular, encontré fotos y videos de ella tocándose. Eran imágenes íntimas, prohibidas, y no pude resistirme: me los pasé a escondidas. Desde entonces, no la veo solo como mi madre. La veo como mujer, como una puta adicta a la verga. Después de esas fotos, empecé a aprovechar cualquier descuido: un movimiento desprevenido, un cruce de piernas, una bata mal cerrada. Ella solía no usar nada debajo, y yo buscaba esos instantes fugaces para alimentar mi obsesión.




Con los años, esa chispa se convirtió en obsesión. Durante mi adolescencia, aprovechaba las noches en que mi mamá dormía. Ella usaba una bata ligera, sin sostén, y yo, con el corazón latiéndome en la garganta, le abría la bata con cuidado para tocarle las tetas. A veces me limitaba a mirarle el pezón, duro y expuesto, mientras me tocaba en silencio. Otras noches, iba más lejos: buscaba sus calzones o su sostén en el cesto de la ropa sucia, los olía con delirio, y me masturbaba imaginándola, sus olores, la imagen que te iba grabada, todo fue maravilloso.
Casi llegando a los dieciséis, todo escaló. Revisando su celular, encontré fotos y videos de ella tocándose. Eran imágenes íntimas, prohibidas, y no pude resistirme: me los pasé a escondidas. Desde entonces, no la veo solo como mi madre. La veo como mujer, como una puta adicta a la verga. Después de esas fotos, empecé a aprovechar cualquier descuido: un movimiento desprevenido, un cruce de piernas, una bata mal cerrada. Ella solía no usar nada debajo, y yo buscaba esos instantes fugaces para alimentar mi obsesión.





5 comentários - Las fotos robadas de mi madre P1