Katherine Riveros Abusada de nuevo por mi suegro

Katherine Riveros Abusada de nuevo por mi suegro
 
Katherine RiverosAbusada de nuevo por mi suegro sigue usando mi cuerpo
 
No supe cuántotiempo me dormí, ni a qué hora fue que mi suegro me desató; pero al despertarestaba libre, sin el antifaz y sola en mi recámara, la cual era todo un desastre;reflejo de la batalla sexual que ahí se había llevado a cabo.
 
Junto a míencontré un papel que decía: “tuve que salir puta, arregla todo, báñate,arréglate muy bien y ponte el bikini que te di; prepara de comer mientrasregreso y prepara tu culo para una buena cogida”.
 
No me gustaronlas palabras que leí de mi suegro; me sentí ofendida de que creyera que yo meiba a dejar coger, así como así nomás, pero de repente me acordé de lo quehabíamos hecho y me sentí confundida por mis propios pensamientos.
 
Me levanté y mepuse de nuevo el diminuto bikini; mientras me vestía sentí que un líquidocorría por mis piernas y supe que era el semen de mi suegro que había quedadoen mi vagina; fui al baño a limpiarme e incluso me dieron ganas de bañarme denuevo, pero pensé: “no tiene caso, seguramente me va a volver a coger”;extrañamente el pensamiento no fue con enojo, sino más bien con resignación.
 
Vestidaúnicamente con el pequeño bikini azul me vi en el espejo de mi recámara y penséque yo soy demasiado hermosa y que mi cuerpo está muy bien formado como paraque un viejo desgraciado lo estuviera disfrutando gracias a su malditochantaje; pensé que yo debería estar disfrutando con mi novio Manuel o tal vezcon otros hombres más jóvenes que mi suegro y que tenía que buscar la manera delibrarme de él.
 
Aun pensando fuia la cocina y empecé a preparar la comida. De repente pensaba que no deberíaobedecer a mi suegro, pero entonces me acordaba de sus amenazas y pensaba queera mejor hacer lo que él decía hasta poder denunciarlo a las autoridades.
 
Una ideademasiado loca pasó por mi cabeza cuando cortaba una cebolla: «¿Y si mejor lomato?», durante dos segundos me quedé pensando con el cuchillo en la mano; perotan solo de pensarlo me dio miedo, pensé en que si lo hacía seguramenteacabaría mis días en prisión y solté el cuchillo. Durante unos segundos mequedé quieta viendo el cuchillo en la barra de la cocina y sacudiendo la cabezapensé: «¿Qué estoy pensando?, ¡Jamás podría matar a alguien!» y seguí cortandola cebolla.
 
Pero no dejaba depensar qué podría hacer para librarme de mi suegro y que él fuera al quecastigaran y entonces se me ocurrió otra idea: ¿Y si buscaba los DVDs donde sevea que me violó y me humilló para denunciarlo? Esta idea me pareció mejor yentonces me apuré a hacer la comida para ir a buscar los videos, yo estabasegura de que los escondía en algún lugar de la casa. También pensé en laamenaza que él me hizo cuando dijo que mostraría los videos en los cualesparecía que yo cogía por gusto con él, pero mi idea era adelantármele ydemostrar que eso era falso y que él me forzaba.
 
Terminé la comiday me dispuse a buscar los malditos DVDs. Traté de pensar como lo haría misuegro y lo primero que se me ocurrió es que tenían que estar en el sótano dela casa, pues era el lugar a donde no dejaba entrar a nadie, solamente élentraba ahí. Pero había un gran problema: La puerta del sótano estaba cerradacon llave. Entonces me imaginé que la llave estaría en alguna parte de surecámara, así que fui allá a buscarla.
 
Abrí y cerrépuertas, cajones y gavetas y no encontraba nada; hacía las cosas con rapidezpara que mi suegro no me fuera a atrapar con las manos en la masa, pues sabíaque regresaría para comer. Al seguir buscando no encontré la llave, pero metopé con algo que me sorprendió y me dio un vuelco total al corazón: En unagaveta había un sobre grande de papel manila de esos que tienen dos ruedas conun cordón que se enreda en ellos para cerrar el sobre. Estaba cerrado con elcordón; lo abrí y encontré una serie de fotos en las cuales aparecía Valeria enlencería, bikini, semidesnuda o totalmente desnuda en posiciones sexuales muyprovocativas. En todas las fotos ella sonreía de manera forzada y supuse queDon Manuel era el que se las había tomado, pues la gaveta era de él. Eranmuchas fotos y con diferentes atuendos, ¡incluso en uno de ellos Valeria traíapuesto el mismo bikini azul que yo traía puesto en ese momento! Durante unossegundos me quedé anonadada, sin saber que pensar, pero segura de que el puercode mi suegro se cogía a su propia hija; también me dio asco saber que estabausando una prenda que ya ella se había puesto y quien sabe cuántas personasmás.
 
Además de lasfotos había dos DVDs en el sobre, me imaginé que en ellos habría grabacionesdel cochino de mi suegro con su hija o más fotos de Valeria. Sonreí para misadentros y pensé: “Con esto te hundo desgraciado”, las  volví a meter al sobre y lo dejé a un ladomientras seguía buscando la llave del sótano.
 
Un poco despuéssonó el teléfono. Contesté rápidamente, pues en la recámara había un teléfonoinalámbrico, extensión del principal y en el que mi suegro escuchaba misconversaciones.
 
Bueno
Bueno, putita ¿yaestás lista?, reconocí la voz de Don José
Si señor
Muy bien mamacita,llego en 5 minutos, quiero la comida bien caliente y tu panocha y tu culo biencalientes también, ¿escuchaste perra?
Si, si señor,contesté nerviosa
Muy bien, noquiero pendejadas, ¿oíste?
Si señor, noseñor. Estoy lista señor, fue lo que se me ocurrió decir para que él ya colgarael teléfono mientras yo rápidamente había tomado el sobre con las fotos y mefui  a mi recámara a esconderlo.
Bueno, ya casillego, ahorita te cojo, digo, te veo, dijo riéndose y colgó
Metí el sobredebajo de mi colchón y regresé a la recámara de mis suegros a dejar el teléfonoy a ver que nada hubiera quedado fuera de su lugar, pues si mi suegro se dabacuenta de que había estado ahí seguramente el castigo que me pondría sería muycruel.
 
Nerviosa me fui ala sala de la casa y me senté en un sillón a esperarlo; me acomodé en unaposición sensual y traté de sonreír para que no me descubriera.
 
Don José entró yse me quedó viendo sonriente; yo le prodigué una gran sonrisa y dije un «hola»con una actitud y una voz muy sensual. Él sonrió y me dijo: «Muy bien putita,ya vas aprendiendo. ¡Ahorita cogemos, pero primero dame de comer que traigo unhambre atroz!»
 
«Si señor»,contesté tratando de parecer servil; me levanté y fui a la cocina moviendo lasnalgas de manera sexy para que él las contemplara, pues sabía que mi cuerpo leencantaba.
 
En la cocinaserví solamente la comida de él; no serví la mía, pues no quería que mecastigara como en la mañana. Al estar sirviendo de nuevo vi el cuchillo y laloca idea volvió a cruzar por mi mente; pero la deseché agitando la cabeza comotratando de espantar esa estúpida tontería.
 
Salí de la cocinahacia el comedor con una bandeja grande en la que llevaba un plato de sopa yuna bebida para mi suegro; él ya estaba sentado en su lugar del comedoresperando la comida. Coloqué la bandeja en la mesa, agachándome de tal maneraque mi cuerpo casi desnudo quedara muy cerca de la cara de mi suegro, sobretodo mis tetas y noté como él se les quedaba viendo fascinado. Me dijo: «¡Ayputa, se nota que quieres verga, espérate un poco, nomás que coma te doy contodo!» Yo solamente sonreí complaciente.
 
Terminé deservirle la comida y me quedé parada junto a él como si fuera su sirvienta; élcomenzó a comer mientras hablaba:
 
Qué bárbara puta,también sabes cocinar; esto está delicioso, tan delicioso como tú. Que buenajoya trajo mi hijo, sabrosa, buena cocinera, sabes limpiar con la lengua,¡nombre eres una maravilla!
Siguió comiendo yen ese momento pensé: «¡Qué estúpida soy, lo hubiera envenenado y ni cuenta sehabría dado!»
 
Parece que mehubiera leído el pensamiento, porque en eso me dijo:
 
¿Y tú por qué nocomes?; ¿Acaso me estás envenenando?
¡No señor, yojamás haría algo así!, contesté asustada
¡Jajaja, ya losé! Si yo me muero tú te mueres de hambre porque yo soy el de la lana, tunoviecito no sabe hacer nada, lo tengo en mi empresa porque sé que es un inútily para mandarlo lejos mientras me cojo a su vieja ¡jajaja!
Estaba paradajunto a él y empezaba a enojarme con lo que decía, pero aguanté. De repente éltomó la cuchara llena de sopa y me dijo: «¡pruébala!»; supe que lo hacía paraver si yo lo aceptaba o lo rechazaba y de esa manera comprobar que no lo estabaenvenenando. Yo me agaché, con una mano me hice a un lado el cabello para queno cayera hacia la sopa y tomé la sopa de la cuchara que mi suegro me daba,demostrándole así que no tenía veneno. Le sonreí coquetamente y me enderecé denuevo.
 
Muy bien puta, tehas ganado el derecho a comer conmigo, podrás hacerlo en cuanto me mames laverga
¿Mande?, dijesorprendida, pues su comentario me tomó por sorpresa.
Que te metasdebajo de la mesa y me chupes la verga, me ordenó
Tuve queobedecerle, me metí debajo de la mesa y sorprendida vi que el viejo estabasentado sin pantalón ni calzón, es decir, totalmente desnudo de la cintura paraabajo, con su verga totalmente parada esperando a ser satisfecha.
 
Me acerqué a sumiembro erecto, lo tomé con una mano y lo metí en mi boca; sentí asco de nuevo,pero sabía que no podía desobedecer, así que me aguanté las arcadas y empecé achuparlo  como a él le gustaba.
 
¡Ah que ricomamas puta!, me dijo con la boca llena de comida.
Mi suegro bajóuna mano y la colocó sobre mi cabeza, no me empujó, solamente seguía el ritmo que mi cabeza llevaba al mamarle sugigantesco pene.
 
Durante un ratose la estuve chupando hasta que él me ordenó detenerme.
 
Tráeme rápido elguisado antes de que me venga putita, me dijo
Salí de debajo dela mesa, recogí el plato de la sopa y fui a la cocina contoneándomeprovocativamente al caminar. Sabía que él me estaría viendo.
 
Al estarsirviendo el siguiente platillo pensé en ponerle veneno para ratas, perolamentablemente no tenía ni la menor idea de dónde habría, o siquiera si habíaen la casa y no me daría tiempo de buscarlo, así que deseché la idea.
 
Salí de la cocinacon el platillo en la mano y de igual forma lo coloqué en la mesa frente a misuegro, poniéndole las tetas en la cara, situación que a él le fascinó.
 
Yo me iba a meterdebajo de la mesa para continuar con la felación, demostrándole sumisión, peroél me detuvo y cortó un pedazo de carne, lo tomó con el tenedor y me dijo:“¡Cómetelo!”, supongo que lo hizo para verificar que no lo estuvieraenvenenando y entonces pensé que había sido bueno no ponerle veneno a su comidao me hubiese descubierto. Me incliné mostrándole de nuevo mis tetas y abrí laboca para que él metiera el trozo de carne en ella; lo mastiqué y lo traguébajo su atenta mirada; ya que me lo pasé mi suegro sonrió y me dijo:“Continúa”, señalándome hacia abajo de la mesa.
 
Él comenzó acomer y yo sumisa me metí debajo de la mesa para continuar con la felación.Volví a meter su duro miembro en mi boca y de nuevo lo mamé. Mientras lo hacíapensé que lo mejor sería que mi suegro terminara en mi boca para que así notuviera ganas de cogerme y por eso decidí hacer un excelente trabajo con laboca. Aunque también me entristecía un poco que no me fuera a dar una buenacogida como la de la mañana; pero decidí quitarme ese pensamiento que meparecía algo depravado.
 
Después de unosmomentos de estar chupando el pene de Don José, él de repente me tomó delcabello y me hizo detenerme. Me dijo: “espera puta o me voy a venir”. Me detuve,aunque no quería y entonces él me dijo: “sal de ahí abajo y ve por tu comida”.Obedecí en silencio, salí de debajo de la mesa y fui a la cocina por mi comida.Cuando regresé con mi sopa mi suegro me tenía otra sorpresa. Él ya habíaterminado de comer, pero seguía sentado en su silla. Cuando coloqué mi plato enla mesa me dijo: “No, espera, no vas a comer ahí” y se levantó de su lugar. Fuepor una pequeña maleta que estaba en la sala y que yo no había visto; la abrióy sacó un collar de cuero para perro con una cadena y también sacó un plato delos que sirven para darle de comer a los perros. Yo miraba asombrada y pensé:“¡Oh no, me va a humillar haciéndome comer en ese plato como perra!”
 
Y no meequivoqué; el infeliz viejo se acercó a mí y me entregó el collar de perro;solamente ordenó: “póntelo”. Yo me le quedé viendo y estuve a punto dereclamarle y negarme, pero pensé que mi plan original sería mejor y decidímostrarme sumisa. Tragué saliva y tomé la correa con el collar, lo abrí y me locoloqué en el cuello. Luego mi suegro me dio el plato de perro y me dijo: “ponahí tu comida”; lo hice: coloqué el plato de perro en la mesa y vacié elcontenido del otro plato en él. Iba a comer cuando mi suegro me dijo: “¡Alsuelo!” Entendí su orden, y aunque me enojaba mucho, me aguanté el coraje, toméel plato de perro y lo bajé al suelo.
 
Mi suegro habíatomado la correa del extremo opuesto al collar y me jaló como ordenándome queme bajara a comer. Le seguí el juego y me coloqué con las rodillas y las manosen el piso y me empiné para comer como perra. Tuve que meter la cara en elplato de perro para sorber la sopa. Mi suegro, que se había sentado en unasilla sosteniendo el extremo de la cadena sonreía mientras me tomaba fotos consu celular y me dijo: “Haz como las perras, saca la lengua para tomar la sopa”.Aguantándome la humillación y el coraje hice lo que él quería, comí como perralo cual para un humano es sumamente complicado.
 
Mientras yo meesforzaba por tragar como perra mi suegro comenzó a hablar: “Cuando te vi en lamañana lamiendo el suelo se me ocurrió esta idea y mira, no es nada mala, te vezmuy bien tragando como la perra que eres”.
 
Cuando por finterminé la sopa, mi suegro me acarició la cabeza como se acaricia a los perros,se levantó de la silla y me dijo: “buena chica, vamos por tu guisado”, entoncesyo, que no quería seguir con ese juego le dije: “ya no tengo hambre”. Él se me quedóviendo con cara seria y me dijo: “no te estoy preguntando su tienes hambreperra, te estoy diciendo que vayas por tu pinche comida”.
 
No me quedó másremedio que obedecer, iba a levantarme cuando me dijo: “¡Ah, ah, como perra!” yme hizo seguirlo a la cocina caminando en cuatro patas.
 
Cuando llegamos ala cocina, él se detuvo junto a la estufa y se asomó a la cacerola en dondeestaba el guisado que yo había preparado. Colocó el extremo de la correa en sumuñeca y tomó un pedazo de carne de la cacerola, lo partió con sus dedos y medijo: “¡siéntate!”; yo me iba a subir a una silla y entonces mi suegro hizocara de desesperado y me dijo: “¿eres estúpida o qué? ¡como perra! ¡Eres miperra hasta que yo te diga! ¿entiendes?”. Bajé la mirada y asentí con lacabeza; me senté como él quería, con las piernas debajo de los muslos y coloquémis manos en mis rodillas; entonces él colocó sus manos a los lados y me dijo:“¡así!”, obedecí colocando las manos dobladas a los lados, como perrita yentonces él me arrojó el pedazo de carne y me dijo: “¡atrápalo!”; yo abrí laboca, pero no pude atrapar la carne, que cayó al suelo; entonces él se ríoburlonamente y dijo: “¡Ah de veras, lo que tienes de sabrosa lo tienes dependeja!, a ver ahí va otro, ¡atrápalo!”; de nuevo abrí la boca, pero el pedazode carne me pegó en la mejilla y cayó al piso.
 
“¡JAJAJAJA, Estúpida,¡abre bien el hocico!” y me arrojó un tercer trozo de carne; este si pudeatraparlo con la boca y lo mastiqué mientras él me acariciaba la cabeza y medecía: “buena chica, ya vas aprendiendo”.
 
Luego tomó untrozo de carne y lo tiró al piso y me ordenó: “¡anda, come!”. Casi no podíacontener mi enojo, pero obedecí; me empiné para comer la carne como perradándole la espalda a mi suegro.
 
A los pocossegundos sentí como Don José tomaba la tanga del bikini y me lo bajó hasta losmuslos; supe lo que venía y de inmediato sucedió; sin ninguna preparaciónprevia colocó su duro miembro en la entrada de mi culo y empujó, penetrándomecon fuerza. “¡AAAAAAUUUUUCH!”, grité al sentir la salvaje penetración yentonces mi suegro dijo: “¡Eso es, aúlla como perra, puta!” y empezó unmete-saca salvaje en mi pobre culo, masacrándolo.
 
“¡AAAAAIIIIIIIGGGGGHHHHNOOOOO!”, grité, mientras mi suegro emitía gemidos de placer: ¡”AAAAAHHHH SI,AH, SI PUTA, AH!”
 
“¡NOOOOO,AAAAAYYYYY ME DUELEEEEE, AAAAYYYY, POR FAVOOOR!”, gritaba yo sin parar por lasalvaje penetración, mientras Don José disfrutaba a más no poder.
 
“¡HAZ COMO PERRAPUTA, HAZ COMO PERRA, AÚLLA!”, me ordenó mi suegro. Yo, con el dolor que mecausaba no quería obedecer, pero entendí que sería mejor cuando empezó apegarme con la propia cadena en las nalgas y me gritó: “¡QUA AULLES TE DIGO,PERRA!”
 
“¡AAAAAAAAUUUUUUUUU!”,grité, tratando de imitar a una perra siendo cogida por los perros.
“¡ESO ES, ESO ES,ERES MI PERRA PUTA, ERES MI PERRA!”, me dijo mi suegro mientras me cogía confuerza y sin piedad.
Yo no atinaba quehacer, por un lado, sabía que debía obedecer, porque de lo contrario mecastigaría y ahora, en lugar de cinturón, tenía una cadena y estaba segura queno dudaría en usarla, pero por otro lado, me daban ganas de decirle que estabaa punto de acabar con sus abusos conmigo y con su hija.
 
Pero tuve queaguantar, pensé que en cuanto terminara se iría a dormir y me dejaría en paz yyo podría poner en marcha mi plan para hundirlo al día siguiente.
 
“¿PORQUÉ CARAJOSNO AULLAS PERRA, QUIERES QUE TE PEGUE?”, dijo mi suegro, quitándome de miscavilaciones.
“¡AAAAAAAAAAUUUUUUUUUUUU!”,aullé de inmediato con fuerza para que no me castigara. De cualquier manera eldolor era real.
Fueron variosminutos de inmenso dolor que tuve que soportar hasta que de repente mi suegrodejó su miembro dentro de mí y mientras me llenaba de semen las entrañas gritó:
 
“¡AAAAAAAAHHHHHH,YAAAAAAAA, SI PERRAAAAAAA, SIIIII, AAAAAHHHH!”
Luego sacó supene ya flácido embarrándome las nalgas y los muslos por detrás. Se tumbó en elsuelo sudando y respirando agitadamente mientras dijo: “excelente palo perra,me encantó, sabes como hacerme gozar”
 
Yo también metumbé en el suelo, pero boca abajo, adolorida y sintiéndome humillada, sabedorade que Don José solamente me veía exactamente como una perra de la que podíadisponer a su antojo, sobre todo mientras no regresaran mi suegra, mi cuñada ymi novio, lo cual no sabía cuándo sería.
 
Unos segundosdespués Don José se incorporó y mientras salía de la cocina me dijo: “limpiatodo, esperas a que te llame y vienes perra”. Obedecí, me subí la tanga, melevanté y limpié todo el batidillo que había quedado, sosteniendo la cadena quecolgaba del collar que tenía en el cuello. Cuando terminé ya empezaba aoscurecer y me senté a esperar a que “mi amo” me llamara; tardó unos diezminutos y me llamó; fui a la sala, en donde estaba mi suegro sentado en unasilla; me acerqué y él tomó la cadena que colgaba de mi cuello; se levantó y medijo: “sígueme”; yo empecé a caminar detrás de él y entonces se detuvo ymirándome fríamente me dijo: “¿eres estúpida o qué? ¡como perra!”.
 
Entendí quequería que lo siguiera en cuatro patas y me humillé haciéndolo; el infeliz demi suegro me condujo hasta su recámara; entramos y me hizo seguirlo hacia unlado de su cama que no se veía desde la entrada; allí en el rincón había unajaula grande para mascota abierta; Don José me llevó hasta ella y me dijo: “muybien perrita, métete”. Yo dudé un segundo, no me latía la idea de estarencerrada ahí; mi suegro me dijo: “anda, adentro, se buena chica”. No tuve másremedio que obedecer; me metí gateando a la jaula.
 
Una vez queestuve adentro, mi suegro cerró la jaula y le colocó un candado por fuera; yoexclamé: “¡Oiga, no…!”, pero nada pude hacer, el desgraciado me había metidoahí como su perra.
 
Él me dijo: “vasa estar quieta y callada, si no quieres que tengamos problemas”. Tuve queasentir con la cabeza muy a mi pesar. Luego él me ordenó: “quítate el bikini”;a lo que yo iba a protestar: “¡pero…!”; “¡Ah, ah, ah! Calladita perrita,obedece o te irá mal”, dijo en tono de advertencia. Obedecí, me quité el bikiniy se lo di por en medio de uno de los cuadros de la jaula. Quedé totalmentedesnuda ahí adentro. A continuación, mi suegro tomó la cadena y la amarró a unapata de su cama y me dijo: “hoy vas a dormir aquí, junto a mí perrita; descansamucho que mañana nos espera una larga jornada”; luego él se quitó la ropa, sepuso una camiseta y un short, prendió la TV y puso un programa que parecía undocumental de guerra; apagó la luz y se acostó; a los pocos minutos lo escuchéroncar dejando la TV encendida. No pude aguantar más, me tiré al piso y mesolté llorando por el dolor y  al darmecuenta de que el nivel de humillación era cada vez peor y que no podría llevara cabo mi plan.
 
No supe a quéhora me quedé dormida, pero el despertar fue terrible: sentí que mi suegro mesacaba de la jaula jalándome de la correa con fuerza, casi ahorcándome yayudándose jalándome del cabello con la otra mano; yo no entendía que pasaba,estaba tirada en el piso y sentí como él me empezaba a pegar con su cinturón enlas nalgas; yo trataba de detenerlo, pero al moverme los centurionazgos pegabanen diferentes partes de mi cuerpo, lastimándome y haciéndome llorar.
 
“¡YAAAAA,AAAAAYYYYYY, NO, AAAAYYY, YA, NO, NO POR FAVOR, YA NO ME PEGUE, AYYYY!”,gritaba yo mientras metía las manos desesperada tratando de detener el salvajecastigo.
“¡CÁLLATE PUTAPERRA TRAIDORA, CÁLLATE O TE IRÁ PEOR!”
Al arrastrarmepor la alfombra de su recámara tratando de escapar de la golpiza de casualidadvi el sobre con las fotos de Valeria que yo me había llevado a mi recámaratirado en el suelo mientras en la pantalla de la TV corría un video en el cualse veía claramente como yo hurgaba entre los cajones de la recamara de missuegros y como me llevaba el sobre y luego como lo escondía debajo de mi cama yentonces comprendí el motivo del castigo: mi suegro seguramente había revisadolos videos de vigilancia de las cámaras que tiene escondidas en toda la casa;me di cuenta lo estúpida que fui al olvidarme de ello y me enojé conmigo mismapor tonta.
 
Me arrastrétratando de ocultarme debajo de la cama de mi suegro para evitar loscinturonazos, pero cuando empezaba a meterme Don José me jaló de una piernagritándome: “¡¿A DÓNDE CREES QUE VAS PUTA?!”, “¡VEN ACÁ QUE AUN NO ACABOCONTIGO PERRA DESGRACIADA, MALAGRADECIDA, INFELIZ PENDEJA!” y mientras decíatodo eso no dejaba de pegarme con el cinturón.
 
El castigo fueduro y cruel; de nada sirvieron mis súplicas y mi llanto pidiendo que sedetuviera; en ese momento pensé que me iba a matar y tuve mucho miedo.
 
Llegado elmomento, Don José dejó de pegarme. Y lo hizo porque se cansó, pues lo visentarse en su cama sumamente agitado y sudoroso.
 
Traté delevantarme, pero no pude, estaba demasiado adolorida; además mi suegro me dijo:“¡No te atrevas a moverte puta o te mato!” Yo estaba tan aterrada por laviolencia con que me había pegado que decidí obedecerlo y no moverme.
 
Don José,sudoroso, cansado y agitado comenzó a hablar:
 
“¿Por qué erestan malagradecida?, ¿Por qué quieres traicionarme si te lo he dado todo?, ¿Quéte hace falta?, ¡Tienes comida, una buena casa, ropa, lujos, todo y aun asíquieres traicionarme, no lo entiendo!”
La que noentendía era yo, ¿cómo es que mi suegro piensa que tengo que ser agradecida conél, si lo que hace es forzarme a tener sexo sin mi consentimiento?
 
Él continuabahablando:
 
“Todas laspinches viejas, además de putas, son unas hijas de la chingada malagradecidas,infelices; ahí tienes a la puta de mi hija; aquí tiene todo lo que necesita, yole doy todo: ropa de marca, una buena escuela, su auto, buen sexo y ¿Qué hacela muy puta?; ¡Se larga a coger con el pinche idiota vago drogadicto de sunovio que me la entrega ya cogida y cansada!, no dudo que han de echarse susbuenas orgías con todos los pinches drogadictos que se juntan y que según dicenvan a estudiar”
“¡Y la puta de miesposa!, ¿acaso cree que soy pendejo? ¿acaso piensa que me creo que se la pasacuidando a mi pinche suegra todo el pinche día? ¡Si yo sé que se acuesta con elcabrón vecino de su madre y que se la pasa en la casa de ese hijo de la chingadacasi todo el día!”
“Y luego estástu, pinche puta cabrona, que sedujiste al pendejo de mi hijo cogiéndotelo casidiario, ¿crees que no me contaba de sus pinches encuentros sexuales diarios?,desde entonces se me antojó cogerte; desde la vez que encontré tus fotosdesnuda en su recámara con tus pinches poses sugestivas de puta barata”.
Yo intenté hablarpara reclamar por lo que me pareció un insulto:
 
“Oiga, yo…”
“¡CÁLLATE PUTA,NO QUIERO OIR TUS PINCHES MENTIRAS!, ¡CÁLLATE QUE SOY CAPAZ DE MATARTE YHACERTE DESAPARECER Y LUEGO DECIR QUE TE LARGASTE CON OTRO CABRÓN, PERRA HIJADE LA CHINGADA!”
Me callé porcompleto, nunca había visto a mi suegro tan enojado y tan abrumado con sustraumas. Él se me quedó viendo por un instante y ya con voz calmada me dijo:
 
“Mira lo que mehiciste hacer; eres tan tonta. Métete a la jaula y no quiero oír tuschillidos”.
Obedecímetiéndome a la jaula con todo el dolor que tenía; yo sentía que en ese momentonecesitaba ir a un hospital, pero no dije nada por temor a que me volviera apegar. Lloré en silencio y me acosté dentro de la jaula temblando y dándole laespalda a mi suegro, pues no quería verlo después de lo que me hizo.
 
Escuché comocerró la jaula con candado, apagó la TV y la luz y salió de la recámara dandoun portazo; luego escuché como salía de la casa y cómo encendió su auto y sefue. Me quedé ahí encerrada llorando sin poder hacer nada y lamentándome por nopoder haber llevado a cabo mi plan y haberlo estropeado todo, además de haberhecho enojar a Don José, por lo que seguramente a partir de ese momento metendría más vigilada.
 
No pude dormirpor el dolor que sentía, así que en la oscuridad intenté ver si podía abrir elcandado de alguna manera, pues pensé que cuando mi suegro regresara, la vidasería un infierno para mí; pero no pude, no tenía nada con que hacerlo y mesentía adolorida y cansada. Llegado el momento, el sueño me venció y me tumbépara poder descansar un poco.
 
Varias vecesdesperté sin saber cuánto tiempo había pasado, la oscuridad de la recámara eratotal, pues las cortinas no permitían pasar el sol y por ello no sabía si yahabía amanecido o no. Tampoco había reloj alguno a la vista. Tenía hambre ysed, pero lo que más tenía era mucho miedo de lo que mi suegro me fuera ahacer; pensé que tal vez me eliminaría definitivamente.
 
Después de no sécuánto tiempo, escuché que alguien entraba en la casa y se dirigía a larecámara. Mi suegro abrió la puerta y encendió la luz, encandilándome por unossegundos; él entró y se sentó en la cama, frente a la jaula y comenzó a hablar:
 
Mira perra, loque hiciste estuvo muy mal. Si algo no soporto es la traición y tu pensabastraicionarme; si hubiera sido otra persona ya no existiría en este mundo; perola verdad es que he llegado a apreciarte un poco y además eres la novia de mihijo. Es por eso que, después de pensarlo mucho, he decidido perdonarte y darteuna última oportunidad; pero en el caso de que descubra otra nueva traicióntuya, puedes irte despidiendo de este mundo y no será de una forma agradable;te haré sufrir tanto que me implorarás que te mate; pero antes tu vida sería uninfierno, haría que todos te despreciaran de forma tal que no podrías ir aninguna parte sin ser rechazada o tal vez violada por mucha gente. Yo saldríabien librado de cualquier situación, pues tengo muchas influencias que eldinero me ha comprado y si no, las compro en ese momento. Así que espero queentiendas y de una vez por todas entiendas que eres mi puta, mi perra, miesclava y harás todo lo que yo te diga, porque recuerda que tengo todos tusvideos y tengo mucho poder para hacer de tu vida un infierno.
Eee…está bien…musité con la cabeza agachada, llorando asustada por todo lo que me decía. Nosabía si era verdad, pero tampoco quería comprobarlo.
Muy bien putita,entonces a lo que sigue, dijo y se acercó a la jaula.
Mi suegro abrióel candado de la jaula y tomó la cadena, me sacó como si fuera una perrita y meordenó: “Necesito que te bañes, te cubras los moretones y te arregles, porquehoy va a ser un día muy intenso y quiero que estés bien preparada”. Dicho eso,me quitó la cadena y yo me levanté y me fui caminando desnuda; salí de larecámara de mi suegro y vi que ya era de día, el reloj de la sala marcaba las2:25 p.m.; pensé en que me despedirían de mi trabajo por faltar tanto, peroparecía que Don José me leía la mente, porque en ese momento me dijo: “¡ah, porcierto, ya no te preocupes por ese trabajo de mierda en el que estabas, yamandé tu carta de renuncia!”. Me quedé anonadada; ¿quién se creía ese viejopara tomar esa decisión por mí? ¡Si algo me gustaba era mi trabajo! No dijenada, pero me fui llorando al saber que mi maldito suegro cada vez se adueñabamás de mí.
 
Mi suegro siguióhablando sin fijarse en lo que yo sentía: “Desde el próximo mes entras atrabajar en mi empresa, serás mi asistente personal”. Ya no quise escuchar más,me fui casi corriendo a mi recámara y me aventé en la cama a llorar. Duranteunos minutos lloré desconsoladamente tratando de no hacer ruido, pero luego melevanté y me dispuse a obedecer las órdenes de mi suegro. Me bañé y me esmeréen mi arreglo; me puse una blusa blanca sexy muy pegada sin sostén, una pequeñachamarra “torera” negra, minifalda de cuero negro, medias negras y zapatillas.Me maquillé y pinté muy bien y después de dos horas y media, salí a la sala. Misuegro se me quedó viendo con los ojos muy abiertos, con cara de morbo y dijo:“¡Caray puta, que buena estás!”; pero casi de inmediato cambió el semblante yme dijo muy serio: “Pero… a donde vamos no te puedo llevar así; vamos a ir acenar con unas personas muy importantes y no puedo llevarte como la puta queeres; así que vas a tener que cambiarte y ponerte algo elegante”.
 
Me quedésorprendida, pensé que con nada le daba gusto a mi suegro, pero el saber que meiba a llevar a cenar a algún lugar elegante me agradó, pues pensé que tal vezya me consideraba algo más que solo su puta y también saber que habría másgente me gustó; incluso pensé que tal vez sería mi oportunidad de escapar o decontarle a alguien lo que Don José me hacía y que por fin la gente supiera laverdad acerca del depravado tipo.
 
Un poco molesta,me di la media vuelta sin decir nada y me dirigí hacia mi recámara para irme acambiar. En ese momento mi suegro me dijo: “¡Hey, pero espera!”. Me detuvepensando: “¿Ahora que quiere?” y me volteé hacia él fingiendo una sonrisa.
 
“Quieroaprovechar que estás vestida como puta para cogerte así, ven acá; al fintenemos tiempo”, me dijo mi suegro sin más ni más. De nuevo me quedé en unapieza, ¿pues que se estaba creyendo?, pero de inmediato recordé que me tenía ensus manos y resignada suspiré y caminé hacia él; me dijo: “muy bien putita, megusta que seas obediente y sumisa; así la vamos a pasar muy bien y nadie tieneporqué llorar ni enojarse; solamente será gozo y diversión”. Yo contesté conuna fingida sonrisa: “ajá”.
 
“¡Quítate lafalda!” me ordenó de inmediato, yo lo hice y entonces él tomó mi tanga negra yla bajó; me dijo: “¡Me encanta tu chocho!”; acercó su cara a mi clítoris ycomenzó a lamerlo mientras posaba sus dos manos sobre mis nalgas. De inmediatotuve una sensación de placer maravillosa, la lengua de mi suegro era la de unexperto, era evidente que ya había hecho eso muchas veces. No resistí latentación de colocar mis manos en mis pechos, así que me subí la blusa ycomencé a masajearme mis jugosas tetas. Mi suegro se dio cuenta de lo que hacíay se detuvo un momento para decirme: “¡Eso es puta, me encanta cuando te ponescachonda, ya te estás mojando mamacita!” y era cierto, ya empezaba yo a sentircomo mi vagina se lubricaba y como el calor empezaba a llenar mi cuerpo.
 
Mi suegro metióun dedo en mi panocha y otro comenzó a meterlo en mi ano; yo solo traguésaliva. Sabía que eso estaba mal, sabía que todo quedaría grabado en lascámaras escondidas que él tenía, pero estaba sintiendo tanto placer que nopensé en nada más, lo ignoré todo, olvidé que era mi suegro el que me daba eseplacer inmenso; en ese momento no pensé en todo lo que me había hecho,solamente me dejé llevar por lo que sentía.
 
Yo respirabaprofundo, mi suegro metió dos, luego tres y luego cuatro dedos en mi panochaque a esas alturas ya se encontraba totalmente empapada; en mi culo había dosdedos y su lengua seguía lamiendo mi chocho, haciéndome gozar tanto que derepente sentí como una descarga eléctrica recorría mi cuerpo y fue unaexplosión de placer; gemí como loca: “¡AAAAAHHMMMM, AAAAHHHHMMM, AAAAAHHHHHH,SSSSSSIIIIII, AAAAAHHHH DIOOOOSSS, DIOS, SIIIII!”
 
El orgasmo fueintenso y duradero, yo sentía que todo mi cuerpo estaba descontrolado y perdíel control de mis brazos y piernas, que se agitaban sin parar.
 
Después de variossegundos, o minutos, no lo sé, terminé el orgasmo y caí rendida el piso, puesmi suegro me había soltado y había dejado de lengüetearme.
 
“¿Ves puta, veslo que puedes gozar conmigo?; si me prometes no volverme a traicionar, yo teprometo darte momentos como éste, ¿qué dices?”.
 
Me extrañó que enesta ocasión mi suegro no utilizara la violencia para convencerme, sino elplacer. Tragando saliva a duras penas, pues mi garganta había quedadototalmente seca contesté en un suspiro: “si”.
 
“Muy bien; es miturno, siéntate en mi verga”, me ordenó Don José y yo obedecí; me levanté delpiso, abrí las piernas y me clavé en su gordo pene; como estaba bien lubricada,no tuve ningún problema; él me tomó de la cadera y marcó el ritmo que quería; yome moví subiendo y bajando, apretando la vagina para que mi suegro sintiera másplacer.
 
Duramos así unbuen rato, hasta que mi suegro me dijo: “voltéate y clávate de culo”; de nuevoobedecí, pues aún sentía agradecimiento por el tremendo orgasmo que me hizosentir unos minutos antes; me volteé y su gorda verga me clavó por el culo;sentí un poco de dolor al principio, pero una vez que su verga entró porcompleto, mi ano se relajó y de nuevo comenzamos con el sube y baja y derepente yo movía la cadera en círculos, para que él experimentara más placer; yasí fue; cada vez que yo movía las caderas en círculos, él me decía:“¡AAAAAHHHH PUTAAAA, AAAAHHH, ESO ME GUSTAAA, ASSÍIII, MUÉVELO PUTAAAAA,AAAAHHHH!” y eso me gustaba, pero había otras expresiones que no me agradabanmucho, como cuando decía: “¡AAAAAHHH, SSSSIIII, TE MUEVES MÁS RICO QUE LAPINCHE VALERIAAAAA Y ESTÁS MÁS APRETADAAAAA, AAAAAHHH QUE RICOOOO!”
 
Ya lo tenía bienconfirmado: el cochino viejo se cogía a su hija; mis dudas ahora eran: ¿seríacon consentimiento de ella o la forzaría?; ¿Doña Martha estaría enterada?, ¿YManuel, mi novio?, ¿Acaso había llegado a una familia de depravados? , ¿O solomi suegro sería el desgraciado?
 
Mis pensamientosseguían mientras mi suegro gozaba de mi culo a su antojo. Fueron cerca de seiso siete minutos que el viejo me estuvo cogiendo de esa manera hasta que meapretó las nalgas con fuerza y se vino echando grandes chorros de semen dentrode mis entrañas y gritando: “¡AAAAAAHHHH, YAAAAAA, POR FIIIIN, MEVENGOOOO,AAAAAHHHHH!”
 
Sentí como elpene de mi suegro perdía dureza y quedaba flácido fuera de mi culo. Él me soltóy me levanté; lo vi ahí, con su miembro de fuera, viéndome con una sonrisaburlona. “Es lo que te gusta, ¿verdad?” No dije nada, pues me di cuenta de queme había dejado llevar y rápidamente me fui a i recámara. Mientras caminaba misuegro me gritó: “¡Cámbiate rápido y arréglate porque ya vamos a salir!”
 
Entré a mirecámara de nuevo confundida; por un lado, satisfecha por el gran orgasmo y elsexo que acababa de tener con mi suegro, pero por el otro, sabiendo que no eracorrecto y que en cualquier momento él regresaría a sus humillaciones y juegosdepravados y eso no quería permitirlo.
 
Pero lassorpresas no paraban, en la cena hubo más…

puta

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