SILVIA.
Hay historias personales que habitan de distinta forma en los recuerdos. Puede que por la aventura vivida por la paciente, la personalidad de ésta o el desconcierto que surge tras lo inesperado.
El caso es que esta mujer de 36 años aun aviva en mi recuerdo, no sabría definir si por lo sexual o lo carismático de su espíritu.
Morena, pelo largo y rizado lanzado hacia su izquierda con estilo. Un cabello negro oscuro invadido por intermitentes brillos.
Unas cejas marcadas sobre unos finos ojos, achinados e inocentes.
Unos ojitos que al mirarte te harían despertar pena si no fuera por estar presos de una sonrisa eterna.
Bajo las gafas de pasta su desnudez se hacia mas inocente y a la vez perversa.
Unos lunares a ambos lados sobre los oyuelos en sus mejillas y una voz susurrada que se expresaba con ternura.
No era profunda, no trataba los temas con carisma, era sencilla inocente como sus pequeños senos cuyos pezones despertaban deseos perversos lanzados al aire como si de una llamada al roce desearan.
Su vientre duro lo necesario bajaba a un bello pelvico rizado con desenfado y erotismo.
Estaba sentada, desnuda, con las piernas estiradas como si el tiempo fuese su aliado.
Me observó y entonces su inocente personalidad quedó atrapada por un perverso brillo sexual.
Tras llevar dos dedos de su mano derecha a la boca los humedeció. No dejaba de mirarme
Hostia, en cierto modo esa seguridad identidad de las y los locos me despertó el miedo.
Después sin apartar la mirada levanto las piernas, flexionandolas sobre el sofá ahí delante de mi su vagina hermosa y su ano pequeño pero oscurecido del uso excesivo supuse.
-¿Le gusta doctora? -se frotó como una niña traviesa lamiendo se los pequeños labios.
-A mí sí... -gimió cerrando levemente los ojos pero sin apartar de algún modo su vista.
Se retorcía como una serpiente segura de si misma en el sofá.
Suspiro y gimió y buscó su placer de una forma adictiva, poco consciente. Parecía presa de unas manos invisibles que la arrastraban a las profundidades del placer.
Su pelo rizado se agitaba densamente sobre una cabeza que imagino no podía soportar tantas emociones incontrolables.
Entonces me fijé en sus pequeños pies que se retorcía de lado a lado al igual que una bebé en su cunita.
Segundo asegundo se perdía en un mundo incontrolado cuya excitacion se adueñaba de cada poro de su piel
Gimió, gritó, parecía pedir ayuda para escapar de esos segundos entre el infierno y el placer animal.
1 comentários - Una paciente inocente y perversa