Un domingo cualquiera mi pareja Cecilia y yo, fuimos a visitar a sus padres como lo hacíamos habitualmente. Cuando entramos a la casa de mis suegros, mi suegra Esperanza nos recibió llorando, abrazando a mi pareja desconsoladamente. Después que ella se calmó un poco Cecilia le preguntó:
—Pero mamá, ¿qué sucede? Me estás asustando. ¡Por favor dime qué pasa!
—¡Ay hija! Tu padre me es infiel. Tiene una amante . Estoy bastante afligida mi amor… ¡No sé qué hacer!...
Mi suegra es una mujer de carácter dominante, mal humorada y de mal genio, una vieja de mierda en resumen de 56 años. Las veces que hemos visitado a mis suegros era bastante notorio que maltrataba a su pareja, siempre había un motivo para retarlo y lo trataba como a un niño. Mi suegro Simón era todo lo contrario a ella: un buen hombre, bien divertido, trabajador, responsable y le tenía bastante paciencia a su mujer.
Ante esta circunstancia, momentos después y en privado, Cecilia me había pedido llevar a su madre a la casa que compartiamos por un tiempo hasta que las aguas se calmaran, ya que mi suegra quería mucho a mi pareja y con ella no había ninguna contrariedad, todo lo contrario, le ayudaba en lo que podía y se notaba que la quería mucho.
—Pero Ceci —le dije a mi pareja—, tú sabes que tu mamá y yo nunca nos hemos llevado bien. No quiero tener ningún problema con ella para no hacerte sentir mal… Ya sabes Cecilia que yo no soy como tu padre en ese aspecto.
—Sí, lo sé mi amor… —respondió mi pareja—. Pero hazlo por mí por favor…
—Ok … Pero habla bien con tu madre por favor —le acepté porque sé que como hija es importante apoyar a su madre en estos momentos, y a la vez que quería verla tranquila.
Al día siguiente con mi pareja ayudamos a su madre a trasladar algunas cosas a nuestra casa e instalarla en el dormitorio para visitas. La verdad, yo no me sentía nada contento de que mi suegra viva con nosotros, tratándose de una mujer bastante conflictiva. Si bien es cierto la tuve que tolerar ya que iba a ser por poco tiempo y también para tener contenta a mi pareja.
Después de dejar instalada a mi suegra en casa, me fui a mi oficina para continuar con mis trabajos y dejar a madre e hija conversar tranquilamente.
Volvi a casa para comer y me puse a conversar con mi suegra de temas irrelevantes, una mujer demasiado conservadora para mi , y que vestía como tal.
—Dígame César —dijo mi suegra—, ¿cómo le fue en el trabajo? ¿Todo bien?
—Gracias a Dios todo marcha bien doña Esperanza. Las ventas están estupendas.
—Me alegro por usted. ¿A qué hora sale por las noches de su oficina?
—A las siete de la noche suegra. ¿Por qué?
—Mmm… Me parece extraño que haya llegado a casa cerca de las ocho —indagaba mi suegra—. Me parece que de su casa a la oficina no se demora más de media hora…
Mi mujer me quedó mirando y se dio cuenta que me había molestado por la forma que doña Esperanza me estaba interrogando.
—Eeeh… Mami, ¿Qué es de la vida de la señora Lola? —cambió la conversación mi mujer para evitar alguna discusión—. ¿Siguen siendo muy amigas?
—Sí mi hijita. Ya hace tres semanas que no la veo. Viajó a Santiago a visitar a su hijo. Hace dos días hablé con ella y me dijo que la próxima semana estará acá.
Después de cenar, mi suegra se despidió de nosotros y se retiró a su pieza. Ya en el living a solas con mi mujer le pregunté:
—Dime amor, no entiendo, ¿por qué tu padre se buscó una amante? Conociendo a don Simón, él es una persona intachable, bien correcto y responsable. En verdad, me cuesta imaginármelo con otra mujer que no sea tu madre.
—Por las conversaciones que teníamos con papá, saqué la conclusión de que mamá no lo atendía sexualmente como es debido, inclusive dando él la iniciativa, mamá no sentía ningún interés por ello, aparte cariño tú ya sabes cómo es el carácter de mamá, creo yo que esas son las razones que él se buscó una amante —me explicó Cecilia y yo esbosé una sonrisa en mi rostro—. ¿Por qué sonríes César?
—Discúlpame mi amor. No voy a mentir y tú lo sabes. Doña Esperanza trataba muy mal a tu padre y encima siempre la encontraba enojada. Como cualquier hombre y cansado de ello, a la vez que tenía mucha necesidad de sexo, ocurrió lo que tenía que ocurrir.
—Sí, lo entiendo cariño —me dijo mi mujer—. Lo único que te pido es que seas paciente con ella y trata de acercarte a mamá. Recuerda que es por unos días.
—Voy a hacer todo lo posible Cecilia. Me estás pidiendo mucho. Ya sabes cómo es tu madre.
—Gracias mi amor —mi pareja se acercó a mí y me dio un beso —. Yo sé que a la larga ustedes se van a llevar bien.
Llegó el domingo y es costumbre que ese día con mis amigos nos dedicáramos a jugar fútbol y después de eso regresé a casa para almorzar .
Estando ya en casa no encontré a mi pareja ni a su madre, pregunté por ellas en voz alta y pude escuchar la respuesta que venía desde la piscina. Al verlas, ellas se encontraban recostadas sobre las reposeras. Mi preciosa mujer llevaba un bikini espectacular como a mí me gusta y mi suegra un traje de baño entero ya algo viejo. Quedé mirando a doña Esperanza y pensé:
«¡Qué vieja de mierda es esta señora! Con razón mi suegro buscó otra mujer … ¡mierda! Vistiendo así, es imposible de llamar la atención de cualquier hombre».
—Buenas tardes chicas — saludé a ambas—. Qué bueno que la estén pasando muy bien, y sobre todo disfrutando de este rico calor.
—Pero mamá, ¿qué sucede? Me estás asustando. ¡Por favor dime qué pasa!
—¡Ay hija! Tu padre me es infiel. Tiene una amante . Estoy bastante afligida mi amor… ¡No sé qué hacer!...
Mi suegra es una mujer de carácter dominante, mal humorada y de mal genio, una vieja de mierda en resumen de 56 años. Las veces que hemos visitado a mis suegros era bastante notorio que maltrataba a su pareja, siempre había un motivo para retarlo y lo trataba como a un niño. Mi suegro Simón era todo lo contrario a ella: un buen hombre, bien divertido, trabajador, responsable y le tenía bastante paciencia a su mujer.
Ante esta circunstancia, momentos después y en privado, Cecilia me había pedido llevar a su madre a la casa que compartiamos por un tiempo hasta que las aguas se calmaran, ya que mi suegra quería mucho a mi pareja y con ella no había ninguna contrariedad, todo lo contrario, le ayudaba en lo que podía y se notaba que la quería mucho.
—Pero Ceci —le dije a mi pareja—, tú sabes que tu mamá y yo nunca nos hemos llevado bien. No quiero tener ningún problema con ella para no hacerte sentir mal… Ya sabes Cecilia que yo no soy como tu padre en ese aspecto.
—Sí, lo sé mi amor… —respondió mi pareja—. Pero hazlo por mí por favor…
—Ok … Pero habla bien con tu madre por favor —le acepté porque sé que como hija es importante apoyar a su madre en estos momentos, y a la vez que quería verla tranquila.
Al día siguiente con mi pareja ayudamos a su madre a trasladar algunas cosas a nuestra casa e instalarla en el dormitorio para visitas. La verdad, yo no me sentía nada contento de que mi suegra viva con nosotros, tratándose de una mujer bastante conflictiva. Si bien es cierto la tuve que tolerar ya que iba a ser por poco tiempo y también para tener contenta a mi pareja.
Después de dejar instalada a mi suegra en casa, me fui a mi oficina para continuar con mis trabajos y dejar a madre e hija conversar tranquilamente.
Volvi a casa para comer y me puse a conversar con mi suegra de temas irrelevantes, una mujer demasiado conservadora para mi , y que vestía como tal.
—Dígame César —dijo mi suegra—, ¿cómo le fue en el trabajo? ¿Todo bien?
—Gracias a Dios todo marcha bien doña Esperanza. Las ventas están estupendas.
—Me alegro por usted. ¿A qué hora sale por las noches de su oficina?
—A las siete de la noche suegra. ¿Por qué?
—Mmm… Me parece extraño que haya llegado a casa cerca de las ocho —indagaba mi suegra—. Me parece que de su casa a la oficina no se demora más de media hora…
Mi mujer me quedó mirando y se dio cuenta que me había molestado por la forma que doña Esperanza me estaba interrogando.
—Eeeh… Mami, ¿Qué es de la vida de la señora Lola? —cambió la conversación mi mujer para evitar alguna discusión—. ¿Siguen siendo muy amigas?
—Sí mi hijita. Ya hace tres semanas que no la veo. Viajó a Santiago a visitar a su hijo. Hace dos días hablé con ella y me dijo que la próxima semana estará acá.
Después de cenar, mi suegra se despidió de nosotros y se retiró a su pieza. Ya en el living a solas con mi mujer le pregunté:
—Dime amor, no entiendo, ¿por qué tu padre se buscó una amante? Conociendo a don Simón, él es una persona intachable, bien correcto y responsable. En verdad, me cuesta imaginármelo con otra mujer que no sea tu madre.
—Por las conversaciones que teníamos con papá, saqué la conclusión de que mamá no lo atendía sexualmente como es debido, inclusive dando él la iniciativa, mamá no sentía ningún interés por ello, aparte cariño tú ya sabes cómo es el carácter de mamá, creo yo que esas son las razones que él se buscó una amante —me explicó Cecilia y yo esbosé una sonrisa en mi rostro—. ¿Por qué sonríes César?
—Discúlpame mi amor. No voy a mentir y tú lo sabes. Doña Esperanza trataba muy mal a tu padre y encima siempre la encontraba enojada. Como cualquier hombre y cansado de ello, a la vez que tenía mucha necesidad de sexo, ocurrió lo que tenía que ocurrir.
—Sí, lo entiendo cariño —me dijo mi mujer—. Lo único que te pido es que seas paciente con ella y trata de acercarte a mamá. Recuerda que es por unos días.
—Voy a hacer todo lo posible Cecilia. Me estás pidiendo mucho. Ya sabes cómo es tu madre.
—Gracias mi amor —mi pareja se acercó a mí y me dio un beso —. Yo sé que a la larga ustedes se van a llevar bien.
Llegó el domingo y es costumbre que ese día con mis amigos nos dedicáramos a jugar fútbol y después de eso regresé a casa para almorzar .
Estando ya en casa no encontré a mi pareja ni a su madre, pregunté por ellas en voz alta y pude escuchar la respuesta que venía desde la piscina. Al verlas, ellas se encontraban recostadas sobre las reposeras. Mi preciosa mujer llevaba un bikini espectacular como a mí me gusta y mi suegra un traje de baño entero ya algo viejo. Quedé mirando a doña Esperanza y pensé:
«¡Qué vieja de mierda es esta señora! Con razón mi suegro buscó otra mujer … ¡mierda! Vistiendo así, es imposible de llamar la atención de cualquier hombre».
—Buenas tardes chicas — saludé a ambas—. Qué bueno que la estén pasando muy bien, y sobre todo disfrutando de este rico calor.
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