Esclava rusa 8

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El ferri se acercaba al crucero, el sonido de la costa de había alejado hace mucho y ahora sólo quedaban los murmullos de la gente que venía en el ferri.
A lo lejos el sol apenas era un pequeño haz de luz anaranjado y tímido tras el pueblo de Dzhubga.
Alina seguía de rodillas abrazada a mi cintura y mi mano seguía posada sobre su cabeza. Los pocos pasajeros que nos acompañaban en los asientos de proa se le habían quedado viendo un instante preguntándose lo que había pasado con ella. 
El ferri de acercaba por el costado del crucero y se lograba ver la entrada, indicada por un balcón en el casco con una rampa levadiza. Desperté a Alina de su letargo y le señalé el crucero; con la boca abierta trató de levantarse, pero mi mano en su hombro la detuvo. No era momento para estar impresionado, algunos turistas en la proa se acercaban a los barandales a sacar fotos del imponente crucero. Ahora se hacía evidente el motivo por el cuál no estaba cerca de tierra. Era imposible que pudiera sostenerse a una profundidad menor.
El diminuto Ferri ancló a unos 5 metros del balcón y la rampa fue desplegada para alcanzar la cubierta del ferri. 
Los empleados tripulantes del ferri organizaron las filas y los empleados del crucero esperaban en el balcón, revisando los boletos y los papeles de forma superficial.
Nos formamos en la fila, Alina me tomó del brazo izquierdo,en el que llevaba la maleta, mientras seguía con la boca abierta mirando al crucero, sonreí por lo bajo mientras sostenía nuestros papeles y boletos.
-Am...Marco...
-¿Qué pasa? -La fila avanzaba lentamente a pesar de los cuatro empleados revisando papeles en la borda y el segundo ferri con pasajeros se lograba ver a lo lejos.
-¿Cuánto tiempo estaremos en este barco?
-Buena pregunta... En avión nos tomaría menos de un día, aquí no estoy seguro. Tal vez un mes como mucho.
-Es como una ciudad...-Asentí levantando mi índice frente a los labios. Quería evitar miradas sospechosas, a pesar de que una esclava no fuera la primera opción de todas las personas, igual quedaban opciones por las que la chica fuera tan ignorante y fácil de sorprender.
Me acerqué a su mejilla y le di un beso.
-Trata de actuar como si esto no te sorprendiera, necesitamos pasar desapercibidos, evitar a la gente. En la habitación puedes impresionarte tanto como quieras, aquí es peligroso.- susurré a su oído en lo que pareció el abrazo más largo en una fila de ferri.-me encantas.- concluí después de separarme de su rostro.
Un a sombra rojiza iluminó sus mejillas y la hizo voltear la mirada hacía el escaso ocaso que quedaba. La ciudad se iba perdiendo en la penumbra y aún así titilaban sus luces sobre la costa.
La fila avanzaba casi al ritmo al que el sol desaparecía tras el Oeste, la fila decrecía, el segundo ferri de acercaba y Alina se recargaba en mi hombro esperando impaciente ver el interior de tan enorme coloso.
El empleado nos observó y tendió la mano, tomó los boletos y al ver la habitación parecía exaltado. Revisó los pasaportes y volvió a vernos receloso.
-¿Necesitan el servicio especial?
-¿Puedo consultarlo con el encargado y avisarles o esta es mi única oportunidad?
-Puede consultar. Su habitación está en el tercer nivel desde la cubierta.
-Muchas gracias.
-¿Qué es el servicio es...?- Alina nos dirigía una mirada dubitativa.
-Oh, sólo es acceso al casino, bar y todo eso a deshoras, amor.- Interrumpí dándole un empujón discreto hacía las escaleras. Mientras subíamos mi expresión se iba endureciendo.
-¿Hice algo malo, amo?- su voz empezaba a temblar.
Nos mantuvimos en silencio hasta subir a la cubierta y desde ahí seguimos subiendo hasta el tercer piso, donde encontramos la habitación después de rebuscar entre la simple división en cruz de las habitaciones.
El interior del barco consistía, mayormente, en paredes metálicas recubiertas de tabla-roca y piso, probablemente, de imitación de madera, para aligerar el navío. No había muchos muebles en los pasillos, probablemente para evitar que de cayeran en caso de una tormenta, y los pocos que habían eran ligeros y se podía notar que estaban bien sujetos al piso.
La puerta de madera con el número 56 sobre una placa metálica dorada nos invitaba al interior, y, después de abrir la puerta y dejar entrar a Alina cerré con la mayor ligereza que pude.
-A ver. No hiciste nada tan malo. Sólo una tontería, detalles, por supuesto.
-Lo siento, no lo volveré a hacer.- Agachó la cabeza y sostuvo la maleta frente a ella, no como un escudo, sino más bien como un bastón. Me dirigí al primer sillón que vi después de dejar mi maleta cerca de la cama.
-No. Te explicaré qué pasó, para que no vuelvas a cometer el mismo error. ¿De acuerdo?- Alina asintió- puedes ir ordenando nuestra ropa mientras te explico o puedes sentarte; no te quedes ahí, debe ser incómodo.- Asintió y recostó nuestras maletas juntas mientras sacaba la ropa y la organizaban por tipos: pantalones, camisas, calcetines.- La persona que conozco, suele ayudar a los migrantes ilegales, gente que huye o cosas así a ir a otros países. Depende de la distancia es lo que cobra. Nadie, absolutamente nadie sabe que eres una esclava, la tripulación, al menos la que está al tanto, piensa que eres una ilegal tratando de finalmente ir con su pareja a vivir. Obviamente es una historia con muchos agujeros porque claramente ya tienes papeles. La idea es que pagué por está habitación, pero no estaremos registrados, sólo yo. Un miembro de la tripulación se encargará de registrar mi salida cuando lleguemos a mi país.
-¿Entonces por qué tengo papeles, amo?
-Por precaución.- Alina no entendía- piensa que en caso de que algo falle y tengamos que pasar por control migratorio al menos ya tenemos un peso menos. Piensa que si alguien sospecha que eres una ilegal podemos probar que tienes papeles y tienes un boleto del crucero, piensa que al final no podemos quedarnos en el barco y tenemos que usar avión. Todo tiene un riesgo. Cometí muchos errores en este viaje y lo menos que espero es que por una frase sospechosa todo se venga abajo. Pudimos haber ido a lo lento y convertirte en una ciudadana total, con papeles reales, igual serías mi esclava en concepto, y pasaríamos con la misma historia de que eres mi pareja, pero igual dejaría dudas acerca de ¿Cómo nos conocimos? Al menos con esta vía tenemos la opción de contar una historia más elaborada y no tendrá que ser al gobierno.
-Amo...- Alina se puso de rodillas frente a mí.- procuraré ser cuidadosa. ¿cómo nos conocimos...? También... ¿Cómo se enteró de mi existencia? 
-Cómo nos conocimos... ¿Internet? Es algo que tendremos que elaborar si preguntan, no podemos dejar detalles sin pulir. Sobre tu existencia... Uno de los migrantes que mi conocido ayudó a pasar mencionó la existencia de pueblos olvidados por Dios, que vendían esclavos, mencionó Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Letonia. Decidí decan... Elegir Rusia. No fue fácil dar con los poblados, tuve que preguntar en otros pueblos, me hice pasar por un agente de la ONU investigando los rumores para obtener información de los moralistas y tuve que revelar mis intenciones a los que no. Encontré 3 pueblos que vendían esclavos; mencionaron más, al menos 14, pero ya estaban al Oeste de Moscú y en esta zona era más seguro ir de país en país. Vi al menos a 20 esclavas en 2 días. Algunos las formaban y otros las tenían individuales.
-¿Y por qué me escogió a mí?- preguntó reposando la cabeza sobre mis piernas como un cachorro.
-Eras la mejor de todas.-<la más iletrada, la más manipulable, la más obediente, la mejor nutrida y la más saludable> Sonrió cálida y tomó mi mano para besar los nudillos.
-Gracias, amo.- Sonreía sosteniendo mi mano contra su mejilla.
-Está bien, ve a darte un baño, tengo que hacer una llamada.
-¡Sí!- se levantó rápido y comenzó a desvestirse frente a mí, su invitación era obvia, pero todavía no era momento.

La llamada duró poco, mi contacto, se mostraba abierto a ideas. Sólo de confirmó lo necesario. Haríamos paradas en Estambul, çanakkale, Atenas, Cagliari y Gibraltar; de ahí hay que ser cuidadosos porque el barco termina en Miami y repite curso de Cancún a Europa.

Cuando Alina salió del baño, con la toalla enrollada en su cintura y secándose el cabello con otra toalla sólo vio oscuridad. Detrás de ella la puerta del baño se deslizó y el chasquido del aluminio la hizo voltearse a prisas. La mano en el cuello y los seguidos empujones la hacían querer gritar, pero era inútil. Sobre la cama las toallas alcanzaban a tapar pobremente su figura. Empujaba con pies y manos con la misma fuerza que tendría un mendigo y con los ojos cerrados apenas podía saber lo que sucedía.
-No me molesta que tú defensa sea tan pobre conmigo, pero me preocupa a futuro.
-¡Amo! - dejó de empujar y patalear,  aceptaba la cercanía de nuestros cuerpos. - ¿Por qué?
-Tengo muchas cosas que enseñarte en este mes.- dejé de presionar su pecho y me recosté al lado. Su cabello suelto sobre el edredón blanco de plumas se quebraba y bailaba con cada movimiento que hacía terminar recostada sobre mi pecho.
-¿Cómo qué?- sonaba expectante.
-Español, para empezar. A defenderte, a leer, a escribir, a no cometer errores sobre tu posición.
-¿Mi posición?
-Que no delates que eres una esclava.
-Oh. Lo siento.
-Pasaremos mucho tiempo encerrados en la habitación o saliendo de madrugada, hay que evitar a la gente lo más que podamos y no parecer sospechosos cuando no tengamos más opciones que hablar con alguien.
-Seré cuidadosa, amo.
-Eso espero. -Comencé a acariciar su cabello, ella acariciaba el mío.
-No es tan malo... -murmuró.
-¿El qué?
-Haber venido con usted. Es un lugar cómodo. Quiero llegar a... casa. Con usted.-Había cierto tono dubitativo en su voz, estaba insegura.

El comedor frente a la proa abarcaba casi todo el primer piso, aquellas luces amarillentas le daban calidez. Entre el tumulto algunas mesas de esa madera barnizada estaban desocupadas. Entre gente trajeada, y atuendos más bien de playa, se sentía incomodidad al vestir totalmente casual. Alina vestía unas licras negras, una sudadera naranja y tenía el cabello recogido en una cola de caballo; mientras que yo sólo tenía unos jeans, una playera gris y un suéter negro ya casi demasiado gastado.
Cuando el mesero nos llevó el menú Alina lo hojeó y lo dejó de lado para dirigir su mirada hacia mí.
-¿Ya sabes qué vas a ordenar?-le pregunté asomando la mirada sobre la carta. Su sobresalto me hizo sonreír. - Está bien, ya lo dejo. Sólo dile al mesero que vas a pedir lo mismo que yo. Está noche te enseñaré.- Asintió apenada.
Estiré mi mano para tomar la suya. A veces me hacía sentir mal lo fácil que era fingir tener una relación.

La velada no estuvo mal, el Kulibiak no me había gustado pero a Alina sí. Después de terminar con nuestros alimentos nos dispusimos a ir al camarote para iniciar las lecciones de Alina, se vio interrumpido por una pareja joven: un hombre rubio y una chica pelirroja.
Tomaron asiento en las sillas frente a nosotros.
-Hey there...- Comenzó el hombre de ojos verdes con una sonrisa amigable. Hablaba inglés, Alina estaba confundida- Do you mind if we just...?
-Not a problem. We were just leaving. Good evening.-Corté secamente tomando a Alina por el brazo. Tanto la pareja como Alina parecían sorprendidos, no sólo por la sequedad, sino por la rapidez al salir.
-¿Am... arco...?- Comenzó a Alina. Caminamos hasta la entrada y seguimos hacia los camarotes.- ¿Por qué reacciona así?-El interior del camarote seguía oscuro.-¿Pasa algo con esas personas? - Me senté en el sillón colindante a la puerta del baño. Alina se puse de rodillas frente a mí. Probablemente fue algo que le enseñaran a hacer.
-Sólo me molesta la gente así.- Alina no parecía entender.- Todavía no nos levantábamos y se sentaron.
-Probablemente querían conversar.-Concluyó Alina.
-Precisamente: en un idioma que no conoces, sin ninguna historia pensada para nuestra relación, que seguramente saldría el tema a colación... Además ¿una pareja en un crucero buscando hablar con otra de la nada en el primer día? O es una estafa, una pareja de Swingers pisando el terreno o una invitación a una secta religiosa. No, gracias.
-Usted de verdad piensa en todo.- Musitó.
-No te puedes ni debes fiar de nadie. Hemos tenido suerte evitando estos contactos. Tal vez soy paranoico, pero no voy a arriesgarme de forma tan tonta.
Nos quedamos en silencio, el ruido del gentilicio lograba filtrarse sordo a través de la puerta, apenas un ruido ligera, intrascendente. La miré a los ojos, parpadeó y se apoyó en mis piernas.
-¿Por qué te sientas a mis pies?
-Me gusta verlo hacia arriba...- Mi mano se movió sola hacia su cabeza. Tal vez ya era un vicio.
El movimiento del crucero nos hizo perder el equilibrio, Alina se asomó por el balcón que miraba al sur, la seguí andando a pasos torpes. La costa se alejaba y el mar parecía olear con mayor frecuencia.
-Adentro, es momento de empezar.- La tomé del hombro y tiré de ella al interior del camarote.

Fin parte 8


Siguiente parte:

¡Espero que les guste!

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