Hoy quiero traerles un breve relato real, (colocaré imágenes y todo) sobre mis experiencias y ver que sucede, me encanta la idea de conocer a personas que compartan este estilo de vida y morbo. Sientanse libres de preguntarme cualquier cosa. Sin tantos preámbulos comencemos 

Ella no cambió de un día para otro. Fue lento. Delicado. Como si fuera deshojando a la niña buena que sus padres criaron, pétalo por pétalo, hasta volverse flor salvaje.

Y yo lo vi todo.

Pasaron los años. Crecimos juntos. Nos cuidamos. Pero había algo en mí que siempre estuvo ahí, enterrado. Un deseo de verla... florecer. De verla romperse y reconstruirse como mujer, como alguien más allá de mí.

Al principio solo era curiosidad. La propuesta del cuckolding la asustó, claro. Me miró como si no me conociera. Pero no me rechazó… solo preguntó.
Y como quien abre un libro prohibido, empezó a leer. A buscar. A imaginar.

Y una noche, sin previo aviso, me confesó que había estado viendo cosas. Historias. Relatos. Vídeos.
—No me excita ver a otras parejas —me dijo—. Pero imaginarme a mí… con otro, mientras tú miras…
Me temblaron las piernas.

Esa noche, sus mejillas estaban encendidas como si hubiese cometido un pecado. Pero no era arrepentimiento. Era excitación contenida. Y decidimos dar el paso. Pasaron los meses y ella me dijo que había conocido a alguien, un compañero de universidad. Más alto, más fuerte, más hombre.  Solo le dije: “quiero que seas libre”

Ella me lo contaba todo. Al principio.
Cómo le hablaba. Cómo la hacía reír. Cómo la trataba con una mezcla de respeto y deseo que la volvía líquida.
Yo la veía florecer.
Y sentía celos, sí.
Pero también orgullo y fascinación.

Hasta que llegó el día, el día en que ellos dieron el paso y empezó todo. 

Luego vinieron los cambios.
El primer piercing. En la nariz. Pequeño, sutil, pero bastó para que sus padres se escandalizaran.
Después, teñirme el cabello. Un tatuaje. Luego otro. Después, vino el día que fumó por primera vez con él. Nunca lo había hecho, pero dijo que con él se sentía distinta. Más real. Más ella.

Su risa, antes tímida, ahora estalla libre.
Su forma de caminar cambió. Más recta. Más segura. Como si supiera que cada paso deja huella.

Ahora… las cosas han cambiado.

Me decía todo. Hasta que dejó de hacerlo.
Y entonces fue él quien tomó ese rol.
—Hoy está más salvaje que nunca. No quiso esperar a llegar al hotel.
—Me dijo que quiere que te imagines cómo huele ahora.
—Te dejó este video, pero me pidió que solo lo vieras después de correrte… si yo te dejo.

Él dice que ella ha descubierto placeres que yo nunca imaginé. Que le gusta hacerme sufrir con sutileza. Que le excita la idea de que yo lo sepa, pero que me mantenga al margen. Y sí… me excita también. No como antes. De otra forma. Más intensa. Más enferma. Más pura.

Yo… sólo me corro con vibrador. Con su permiso. A veces, ni eso. A veces, días enteros de castidad absoluta.
Pero me siento más conectado con ella que nunca.
Porque ahora no es solo mía.
Ahora, ella elige a quién se entrega. Y yo soy el único que lo ve todo desde el ángulo más crudo, más íntimo.

Lo más increíble es que, fuera de eso, ella sigue siendo mi princesa. Me abraza, me cuida, me prepara el café. A veces me mira con ternura y me acaricia el rostro como si yo fuera el verdadero amor de su vida. Y lo soy. Solo que ahora, me ama desde otro lugar. Desde uno donde también caben otros. Uno donde caben secretos, lujuria y poder.

Muchos pensarán que esto es una mentira, un cuento para excitar. Pero no tengo necesidad de mentir. Esta es mi vida. Esta es nuestra vida.

Y esto... no se detiene aquí.

No sé qué vendrá. Tal vez más cambios. Tal vez me impida tener cualquier contacto físico por meses. Quizás me pida algo más. Algo más profundo, más irreversible.

Lo único que sé es que lo aceptaré.


Porque la amo.


Y porque cada vez que la veo transformarse, me doy cuenta que yo también estoy renaciendo. No como el hombre que la posee, sino como el hombre que se entrega.