Llegué puntual. Ni siquiera sé por qué me fijé tanto en eso, si en el fondo sabía que esa tarde iba a ser todo menos formal. Llevaba la remera blanca suelta, la misma que ya me había visto antes en una videollamada, y un short de algodón que marcaba todo más de lo que admito. Abajo, el conjunto negro nuevo que me había puesto “por las dudas”, aunque sabía que no eran dudas lo que tenía: eran ganas.
Lucas me abrió con una sonrisa que ya decía demasiado. Esa sonrisa que no es amable, es pícara. Esa que dice “ya sé que estás acá para que pase lo que sabés que va a pasar”.
Entré y nos saludamos con un beso en la mejilla, pero se notó… demasiado cerca, demasiado lento. Me senté en el sofá mientras él traía algo para tomar. Hablábamos del trabajo práctico, de lo mal organizados que estaban los demás, de cómo íbamos a terminar haciéndolo solos. Y mientras hablábamos, él se iba acercando. Apenas. Un poco más con cada frase, con cada broma. Sentí su rodilla rozando la mía, su brazo sobre el respaldo, su mirada que me recorría con calma.
Y de pronto, sin aviso, sin preguntarme, sin dudas, me besó. Firme, lento, como si ya lo hubiera hecho mil veces. Yo no dije nada. No me alejé. Dejé que pasara. Lo esperé. Sus labios me atraparon, su lengua buscó la mía, y mi cuerpo respondió solo.
—Así te quería tener —murmuró contra mi boca—. Para mí.
Yo solo cerré los ojos. Lo dejé. Me dejé.
Me tomó de la mano y me guió a su habitación. No dijo nada más. No necesitaba. Entramos y cerró la puerta. Las luces LED rojas ya estaban encendidas, todo era suave, íntimo, medio irreal. Me sentí en otra dimensión.
Me paré frente a él. Lucas me miraba con deseo, con hambre. Me sacó la remera con lentitud, dejó al descubierto mi sostén negro. Me acarició los hombros, bajó las manos por mis brazos, mi cintura, mi cadera. Me quitó el short sin apuro. Yo no decía nada. Solo lo miraba. Lo deseaba.
Me hizo arrodillar frente a él. No lo dijo, solo lo hizo. Me tomó del mentón, me miró a los ojos y bajó su pantalón. Yo lo entendí todo. Empecé despacio. Lamiendo, jugando, haciéndome la inocente. Pero sabía que no lo era. Lo miraba de vez en cuando, buscaba su aprobación, su dominio.
—Eso, así, mirame. Mirá cómo te hacés la putita por mí —susurró.
Gemí apenas con la boca llena, como respuesta.
—Sabía que eras una infiel. ¿Tu novio te hace esto? ¿Te gusta más mi pija que la de él, no?
Me ardía el rostro. De vergüenza y de excitación. No respondí, solo lo chupé con más ganas.
Me tomó por los brazos y me levantó. Me dio vuelta y me apoyó sobre la cama, en cuatro. Me bajó la bombacha y acarició despacio antes de ponerse el preservativo. Yo ya estaba húmeda, abierta, lista.
Me penetró lento, fuerte. Me tapé la boca con la almohada para no gemir tan alto. Me sentía suya. Usada. Pero feliz.
—¿Esto hacés con todos los compañeros? ¿Te hacés coger mientras tu novio te espera? —decía entre embestidas.
—Ayyy, hdp… me encanta —le solté sin pensar.
Me agarraba de las caderas como si me reclamara. Me pegó un par de nalgadas suaves, y yo me movía, seguía, como su perrita.
—Sos mi putita, Andrea. Decímelo.
—Soy tu putita —dije jadeando, mientras me rompía más el alma con cada movimiento.
Me hizo dar vuelta, me monté sobre él. Cabalgué suave, despacio, mientras él me tomaba las tetas, el cuello, la cintura. Me dejé hacer todo. Gritaba su nombre bajito. Me sentía viva.
Al final, él se quitó el preservativo, se lo sacudió cerca de mi boca. Me arrodillé de nuevo. Le di los últimos besos, y cuando acabó, me lo tragué todo. Me quedé unos segundos así, con los labios cerrados, tragando en silencio. Él me acariciaba el pelo.
—Eso quería. Bien obediente.
Me vestí despacio, algo temblorosa. Él también. Después nos pusimos a revisar el trabajo práctico. Hablábamos normal, como si no acabara de pasar todo eso. Tomábamos agua. Nos reíamos.
Y, como si fuera poco, antes de que me fuera, me agarró de la cintura, me apoyó contra el escritorio y me cogió otra vez, rápido, casi salvaje. No me saqué ni el short. Solo me bajó lo necesario. Fue más corto, más sucio. Pero igual de bueno.
Ya volviendo a casa, mientras caminaba con el celu en la mano, no pude evitar abrir el chat con él. “Después hablamos”, me había puesto. Yo sonreí sola. Me encantó. Me encantó todo. Me encantó sentirme otra. Me encantó hacer algo que nunca pensé que iba a hacer.
Y lo peor... o lo mejor… es que quiero más.

Ando muy caliente ahora, les gusta que suba más fotos así sin mostrar nada? 🤭 Otra vez me animé a subir fotito así, sin nada. Comenten si les gusta verme así y si les calentó el relato je. Dejen puntitos...
Lucas me abrió con una sonrisa que ya decía demasiado. Esa sonrisa que no es amable, es pícara. Esa que dice “ya sé que estás acá para que pase lo que sabés que va a pasar”.
Entré y nos saludamos con un beso en la mejilla, pero se notó… demasiado cerca, demasiado lento. Me senté en el sofá mientras él traía algo para tomar. Hablábamos del trabajo práctico, de lo mal organizados que estaban los demás, de cómo íbamos a terminar haciéndolo solos. Y mientras hablábamos, él se iba acercando. Apenas. Un poco más con cada frase, con cada broma. Sentí su rodilla rozando la mía, su brazo sobre el respaldo, su mirada que me recorría con calma.
Y de pronto, sin aviso, sin preguntarme, sin dudas, me besó. Firme, lento, como si ya lo hubiera hecho mil veces. Yo no dije nada. No me alejé. Dejé que pasara. Lo esperé. Sus labios me atraparon, su lengua buscó la mía, y mi cuerpo respondió solo.
—Así te quería tener —murmuró contra mi boca—. Para mí.
Yo solo cerré los ojos. Lo dejé. Me dejé.
Me tomó de la mano y me guió a su habitación. No dijo nada más. No necesitaba. Entramos y cerró la puerta. Las luces LED rojas ya estaban encendidas, todo era suave, íntimo, medio irreal. Me sentí en otra dimensión.
Me paré frente a él. Lucas me miraba con deseo, con hambre. Me sacó la remera con lentitud, dejó al descubierto mi sostén negro. Me acarició los hombros, bajó las manos por mis brazos, mi cintura, mi cadera. Me quitó el short sin apuro. Yo no decía nada. Solo lo miraba. Lo deseaba.
Me hizo arrodillar frente a él. No lo dijo, solo lo hizo. Me tomó del mentón, me miró a los ojos y bajó su pantalón. Yo lo entendí todo. Empecé despacio. Lamiendo, jugando, haciéndome la inocente. Pero sabía que no lo era. Lo miraba de vez en cuando, buscaba su aprobación, su dominio.
—Eso, así, mirame. Mirá cómo te hacés la putita por mí —susurró.
Gemí apenas con la boca llena, como respuesta.
—Sabía que eras una infiel. ¿Tu novio te hace esto? ¿Te gusta más mi pija que la de él, no?
Me ardía el rostro. De vergüenza y de excitación. No respondí, solo lo chupé con más ganas.
Me tomó por los brazos y me levantó. Me dio vuelta y me apoyó sobre la cama, en cuatro. Me bajó la bombacha y acarició despacio antes de ponerse el preservativo. Yo ya estaba húmeda, abierta, lista.
Me penetró lento, fuerte. Me tapé la boca con la almohada para no gemir tan alto. Me sentía suya. Usada. Pero feliz.
—¿Esto hacés con todos los compañeros? ¿Te hacés coger mientras tu novio te espera? —decía entre embestidas.
—Ayyy, hdp… me encanta —le solté sin pensar.
Me agarraba de las caderas como si me reclamara. Me pegó un par de nalgadas suaves, y yo me movía, seguía, como su perrita.
—Sos mi putita, Andrea. Decímelo.
—Soy tu putita —dije jadeando, mientras me rompía más el alma con cada movimiento.
Me hizo dar vuelta, me monté sobre él. Cabalgué suave, despacio, mientras él me tomaba las tetas, el cuello, la cintura. Me dejé hacer todo. Gritaba su nombre bajito. Me sentía viva.
Al final, él se quitó el preservativo, se lo sacudió cerca de mi boca. Me arrodillé de nuevo. Le di los últimos besos, y cuando acabó, me lo tragué todo. Me quedé unos segundos así, con los labios cerrados, tragando en silencio. Él me acariciaba el pelo.
—Eso quería. Bien obediente.
Me vestí despacio, algo temblorosa. Él también. Después nos pusimos a revisar el trabajo práctico. Hablábamos normal, como si no acabara de pasar todo eso. Tomábamos agua. Nos reíamos.
Y, como si fuera poco, antes de que me fuera, me agarró de la cintura, me apoyó contra el escritorio y me cogió otra vez, rápido, casi salvaje. No me saqué ni el short. Solo me bajó lo necesario. Fue más corto, más sucio. Pero igual de bueno.
Ya volviendo a casa, mientras caminaba con el celu en la mano, no pude evitar abrir el chat con él. “Después hablamos”, me había puesto. Yo sonreí sola. Me encantó. Me encantó todo. Me encantó sentirme otra. Me encantó hacer algo que nunca pensé que iba a hacer.
Y lo peor... o lo mejor… es que quiero más.

Ando muy caliente ahora, les gusta que suba más fotos así sin mostrar nada? 🤭 Otra vez me animé a subir fotito así, sin nada. Comenten si les gusta verme así y si les calentó el relato je. Dejen puntitos...
10 comentários - Parte 5: Era obvio que iba a pasar
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