ella tiene una amiga pervertida.

Esto arrancó en un bar de Palermo. La vi desde el fondo, apoyada en la barra, con un vestido negro que se le pegaba al cuerpo como si fuera una segunda piel. Me miró, sonrió con descaro, y supe que la cosa iba a terminar en algo más que un par de tragos. Charlamos, nos reímos, y en menos de una hora ya estábamos caminando por las calles empedradas, rumbo a su casa. El aire fresco me pegaba en la cara, pero yo solo pensaba en el calor que me esperaba.
Llegamos a su departamento, un lugar chico pero con onda, con velas gastadas y un olor a incienso que flotaba. Me agarró de la mano y me llevó directo a un cuarto. La puerta crujió al abrirse, y adentro, en una cama contra la pared, había otra mina, durmiendo. Estaba boca abajo, con una sábana que apenas le tapaba el culo. No le di mucha bola; mi cabeza estaba en la que me tenía agarrado, que ya me estaba desabrochando la camisa con dedos rápidos.
Nos tiramos en la otra cama, a unos metros de la mina que dormía. Ella se sacó el vestido , quedándose en una tanga negra que no dejaba nada a la imaginación. Su cuerpo era puro fuego: tetas firmes, cintura chiquita, y un culo que pedía a gritos ser apretado. Me bajó el pantalón y mi pija ya estaba dura como piedra, saltando libre. Se lamió los labios, me miró con cara de puta, y se la metió en la boca sin vueltas. La chupaba con ganas, la lengua dando vueltas por mi cabeza mojada, los labios apretándome justo donde me hacía temblar. Gemí bajito, pero ella no paraba, chupando como si quisiera sacarme la leche en dos minutos.
No aguanté mucho y la tiré en la cama. Le saqué la tanga, dejando su concha al descubierto. Estaba depilada, brillante de lo mojada que estaba, los labios rosados y abiertos como invitándome. Me tiré encima, y sin pensarlo dos veces, se la metí de una. Estaba apretada, caliente, y ella soltó un grito ahogado que me puso más loco. Empecé a bombear fuerte, entrando y saliendo, el sonido de la piel chocando llenando el cuarto. Ella se retorcía, clavándome las uñas en la espalda, pidiéndome más con gemidos que eran puro vicio.
De reojo, vi movimiento en la otra cama. La mina que dormía se había despertado. Estaba sentada, con los ojos entrecerrados, mirándonos fijo. No dijo nada, pero su respiración era pesada, como si la escena la hubiera prendido fuego. La sábana le había caído, y sus tetas, grandes y con pezones oscuros, quedaban a la vista. Seguimos dándole, pero ahora yo también la miraba a ella, a esa mina que nos espiaba sin pudor.
La que estaba conmigo se puso arriba, montándome como si fuera una yegua desbocada. Su concha me apretaba la pija, chorreando, su flujo corriendo por mis huevos. Yo le apretaba el culo, y le metia los dedos, dándole nalgadas que resonaban. Pero mis ojos volvían a la otra. Se había abierto de piernas, bien descarada, y se tocaba la concha con dos dedos. se la abría para que yo mirara. La tenía peluda, pero se veían los labios hinchados, brillando de lo mojada que estaba. Se los abría con los dedos, metiéndoselos adentro, mientras nos miraba con una cara de puta que me hacía hervir la sangre.
—Dale, cogeme más fuerte —me gritó la que tenía encima, y yo obedecí, embistiéndola con todo. La cama rechinaba y el aire olía a sexo puro. Pero yo no podía sacarme de la cabeza la concha de la otra, esa que se masturbaba sin parar, con los dedos empapados, el clítoris hinchado asomando. Se chupaba una teta y seguia mirando como una puta pervertida. siguio por meterse un dedo en el culo. Era más excitante que la que me estaba cogiendo, y eso me volvía loco.
Ella se vino primero, la que me montaba. Gritó como poseída, su concha apretándome la pija mientras temblaba entera. Yo no aguanté más y saque la pija para acabar afuera, en su concha, pero afuera. Ella se untó toda mi leche por su concha mojada.


En ese mismo momento, la mina de la otra cama soltó un gemido largo, profundo. La vi acabar como puta, arquearse, con las piernas bien abiertas, los dedos metidos hasta el fondo en su concha empapada. Su otra mano seguia con los dedos en el culo. Acabó mirándonos, los ojos clavados en nosotros en mi leche desparramada, y juro que el olor de su sexo, dulce y pesado, me pegó más fuerte que el de la que tenía encima.
Nos quedamos los tres en silencio, jadeando, el cuarto cargado de calor y deseo. Yo seguía sintiendo la humedad de la otra, mientras mi pija atinaba a pararse nuevamente.

1 comentários - ella tiene una amiga pervertida.

nn1612
Promete la historia jaja continua?