14 de febrero.
San Valentín.
Nico llegó a casa con flores, bombones y una sonrisa medio nerviosa.
Sabía que algo especial iba a pasar.
Pero no imaginaba cuánto.
Lu lo estaba esperando en el sillón.
Musculosa blanca, sin corpiño.
Short de algodón, culo redondo marcado.
Cara de nena buena, pero con los ojos encendidos.
—Feliz día, mi amor —le dijo.
Y lo besó.
—Feliz día, Lu —contestó él, dejándole las cosas sobre la mesa.
—Pero hoy… el regalo no es para mí —dijo ella, sonriendo—.
Es para vos.
Y sé que lo querés hace rato.
Nico frunció el ceño.
—¿De qué hablás?
Lu no respondió.
Solo agarró el celular.
Escribió algo rápido.
Dos minutos después, tocaron el timbre.
Nico abrió la puerta.
Era Fede.
Su mejor amigo.
El que conocía de toda la vida.
El que más de una vez se le quedó mirando el culo a Lu.
—¿Todo bien, hermano? —dijo Fede, con una sonrisa media ladeada.
Nico no entendía.
—¿Qué hacés vos acá?
Lu apareció atrás.
—Lo invité yo.
Y si no te molesta…
voy a dejar que hoy sea él el que me haga acabar.
El silencio se volvió caliente.
Nico tragó saliva.
La pija empezó a endurecerse.
Lu se acercó a su oído.
Le susurró:
—Vos vas a mirar.
No vas a tocar.
Y si te portás bien…
capaz te dejo juntar la leche de tu amigo después.
Para dármela vos.
Como te gusta.
Nico no podía ni hablar.
Solo asintió.
Lu se dio vuelta.
Miró a Fede.
—¿Estás listo para darme lo que él nunca pudo?
Fede se rió.
—Estuve esperando esto desde el primer día que la traías al boliche, Nico.
Hoy me la cojo como siempre quise.
Y vos…
vas a ver cómo la hago gritar.
Por todos los agujeros.