Por una de las tantas actividades que tengo, suelo viajar mucho al interior a dar charlas clases a profesionales de distintas disciplinas. Ello no sólo me permite conocer muchos lugares a lo ancho y largo del país, sino que, también, muchas colegas. Las jornadas se desarrollan los viernes y el sábado, al cierre, se hace un pequeño coctel con los participantes. El punto es que durante la charla del viernes por la tarde, ubicadas en los primeros asientos se encontraban dos mujeres, ambas atractivas pero una en particular llamaba mi atención. Primero por su forma de mirar y luego por la manera de festejar los dichos y chistes durante la exposición, a la vez que buscaba participar constantemente. Quienes estamos en el ambiente hace unos años, sabemos leer algunas actitudes y gestos del auditorio, y en este caso mi intuición me decía que había algo más que interés académico. Durante el break ambas colegas se acercaron, al igual que otros asistentes, pero no se despegaron todo tiempo, siempre buscando conversación. La verdad, ambas muy divertidas y amables. Ya al cierre de la jornada, como es costumbre, algunos colegas del Colegio, entre los que estaban la directora académica y el presidente, me invitaron a cenar y algunos otros se sumaron, entre los que estaba Ma. Fernanda (la colega en cuestión). La cena fue más divertida y amable de lo que suelen ser (generalmente muy protocolares) y eso dio la posibilidad de intercambiar un par de ideas con Fernanda; también chistes y luego algunas insinuaciones. La noche terminaba, ya éramos pocos en el lugar. Por la hora debía retirarme a descansar ya que la jornada del sábado empezaba temprano, así que apuré unos comentarios con Fernanda, para ver cómo reaccionaba. Enseguida entendió la onda y me dijo algo así como que era casada y con chicos, aparte en que en el interior no daba para hacer ciertas cosas porque todo se sabía, por lo que con algunos comentarios y chistes logré descomprimir la situación. Lo mejor fue que, al despedirnos, me dijo “Igualmente, se nota que Ud es muy discreto…y mi marido muy obediente. Nos vemos mañana”. El sábado por la mañana llegó muy rápido. Todos asistieron para la finalización de la charla y también estaba Fernanda. Pero estaba diferente al resto. Mientras que casi todos estaban vestidos de manera relajada, más sport, Fernanda estaba con un trajecito con pollera que permitían admirar sus piernas. Debajo del saco, una blusa que dejaba mostrar sus hermosos pechos. Al finalizar la charla, vino el coctel y dadas las condiciones que habían vuelvo a sucederse a lo largo de la mañana, estaba decidido a ir con todo al frente. Fernanda, lejos de frenar mi avance, lo estimulaba. Hasta que llegó el momento en el cual le dije que recién por la noche debía volver a Buenos Aires y la invité a pasar por la habitación del hotel. Hizo unos comentarios alusivos, chistes y demás, pero finalmente aceptó. Sólo hizo mención que no iría sola. Que su pareja la iba a acompañar pero luego agregó que era por una cuestión de la pareja, nada conmigo. Yo ya había estado con parejas y sabía cómo venía la mano. Llegué al hotel, más bien hostería, y por la época del año no había nadie. La chica de la recepción aparecía cuando uno la llamaba y el lugar estaba casi vacío. Eso me daba la tranquilidad de la discreción. A la hora apareció Fernanda con Dario. Nos presentamos y todo bien, buena onda. En la habitación tenía algo para tomar y los invité a pasar. Charlamos un rato hasta que Fernanda se levanta y se va al baño. Me quedé charlando un toque con Dario hasta que ella volvió. No apareció disfrazada ni nada, pero ya tenía la mirada encendida. Se acercó al esposo y le dijo que se pusiera cómodo, que la porno que iba a hacer era para él. Le dio un beso y lo dejó en el sillón, en un costado. Vino hacia mí y me dijo “ Cojeme bien, porque este putito no me alcanza….soy mucha hembra para él”. Entendí el juego y lo primero que hice fue agarrarle los pelos y llevarla hasta mi bragueta. Casi con desesperación sacó mi verga. Sonrió. La miró con ganas y después de dijo al marido “Ves, putito, esto es una pija, no lo que vos tenes ahí”. Dario había sacado su verga y aún erecta era pequeña. Luego de eso, Fernanda empezó a chuparme la pija con muchas ganas, llenándola de saliva. Iba de la verga a los huevos como poseída. Ya muy caliente le empecé a coger la boca. La enterraba hasta el fondo una y otra vez. Esperaba que salieran lágrimas de sus ojos y con cada salida de mi verga, largaba litros de saliva y puteaba por cómo le garchaba la boca. A esa altura la agarraba del pelo y ella hacía todo lo que le pedía. La tiré boca arriba en la cama y seguí cogiéndole la boca a fondo y en esa posición ya podía jugar mejor con su concha. Inundada y muy sensible. Apenas si acaricié su clítoris que Fernanda acabó de manera violenta. Enseguida le metí los dedos y dejé que choreara otra acabada más. Tenía los ojos en blanco y no paraba de temblar. A gritos pedía que la cogiera. Yo tenía otras intenciones. La tiré en el piso cerca de su marido. La puse en cuatro y metí mis dedos en su concha. Los saque e inmediatamente se los metí por el culo. Lanzó un gemido casi ahogado. “Con esa pija no me des por el culo” Apenas si pudo decir algo más que clave mi miembro hasta el fondo de su cola. Gritó al punto que le tuve que tapar la boca sobre el sillón. Para todo esto Dario tenía su pija que explotaba y los ojos desbordados. Empecé a meter y sacar la poronga del culo de Fernanda y ella cambió los gritos por gemidos. Al cabo de unos minutos volví a acariciar su concha y acabó de una manera tan violenta que pensé que me estrangulaba mi verga con su culo. Yo estaba a punto de acabar también así que la levanté (literalmente) y metí mi poronga en su boca. Volví a cogerla con fuerza hasta que dejé toda la leche en su boca. Algo la tragó. Con otro tanto fue hacia Dario y lo besó. Derramando mí leche sobre él. Después de dijo “Acá solo acaban los machos, vos terminá de pajearte en el baño”. Él se levantó y, efectivamente, terminó pajeandose en el baño. Nos repusimos un rato, yo miraba la hora. Ella se dio cuenta. Lo miró al esposo y le dijo que ahora iba a tener que esperar en el auto porque ella quería seguir cogiendo sin pajeros cerca. Dario se cambió y salió. Fue al auto como ella le ordenó. Seguimos cogiendo un rato mientras el tiempo nos permitió. Luego nos despedimos y al rato me envió una foto del marido. Lo había hecho pajear en el auto contándole cómo había seguido rompiéndole el culo como un salvaje. Cada tanto nos hablamos e incluso ellos vinieron a Baires; y obvio, pasé a “saludarlos”.
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