Continuación de: http://www.poringa.net/posts/relatos/5758540/Esclava-rusa-9.html
Hacía calor en el interior del camarote. Dormir era una tarea difícil cuando el calor de la costa se volvía insoportable. Alina se había quedado dormida hace algunas horas. Le quedaban algunos días más para terminar su periodo y nos faltaban 5 días para irnos de Miami, no quedaba mucho tampoco para que terminara su periodo. El control migratorio había sido riguroso, le pusieron una multa a la embarcación por permitir que subieran personas sin Visa americana a sabiendas de que pasarían por territorio estadounidense. Amenazaron con deportar a quienes no tuvieran visa y finalmente se llegó al acuerdo de que mientras los pasajeros sin visa no bajaran de la embarcación no les harían nada.
Alina no tenía, pero yo sí.
La tripulación del barco, con sus uniformes azul marino, se paseaban por todo el barco, algunos limpiando, otros cargando suministros a las bodegas y otros haciendo mantenimiento.
El día anterior a partir ya había nuevas caras en el crucero. Alina no tenía ánimos para salir, en parte por el dolor y en parte porque le gustaba la intimidad que teníamos en aquél camarote, de cualquier manera salíamos cada dos días para que pudieran limpiar la habitación. La mayoría de la gente parecía ignorarnos y sólo habíamos tenido algunos encuentros con gente increpándonos por hablar español. A lo que respondía:
-And so? We'll be on mexican territory soon. Will you speak spanish or shut up already?
Sólo había tenido una pelea con uno, que era un señor mayor.
Al parecer la pelirroja se había ido.
Cuando el crucero zarpó, meditando las cosas en la cama, viendo a Alina dormir con aquella expresión placentera en el rostro me di cuenta de lo mucho que había pasado en el mes. Me sentía cansado, como si cargara con el peso del mundo. Si hubiera evitado hacer este viaje tal vez me seguiría sintiendo solo, pero ahora, al menos la tenía a ella. Mis problemas de confianza no se desvanecían, pero estar con ella me daba la certeza de que no se iría sin que yo lo supiera.
Su cabello había crecido, acariciarlo era una costumbre de la que no me podía deshacer.
Abrió los ojos y me sonrió, se arrastró hasta mí y pasó sus brazos alrededor de mi torso. Ese día nos quedamos dormidos así.
Durante los dos días que tomó llegar a Cancún volvíamos a hacer lo usual, tener sexo, jugar en el balcón y hacer a Alina salir con semen entre las piernas. A veces me masturbaba en su ropa interior y ella se la ponía para salir a cubierta. No eran muchas las miradas lascivas que recibía, sólo dos o tres, el resto de turistas ignoraban nuestra presencia y de cualquier manera, no buscábamos sus miradas.
Al acercarnos cada vez más a cancún recibíamos visitas más frecuentes del personal del crucero.
-El plan es el siguiente.- dijo el hombre uniformado.- En la mañana. A las 5, nos encuentran en el balcón del sótano 3, sel lado opuesto al que abordaron. Ahí habrá una pequeña lancha. Déjenla al lado del muro que está en la playa de la casa club de Puerto cancún. Es todo. No deberían tener muchos problemas. Es una zona de mucha circulación, a migración le da igual.
Y así lo hicimos, la lancha, por suerte, era lo suficientemente grande como para soportarnos y a nuestras maletas. Alina metía las manos al agua mientras la lancha estaba en movimiento y volteaba a ver la estela que dejaba. Quería besarle la frente.
Cancún era cálido, como casi cualquier ciudad costera en México. La arena era blanca y las palmeras eran numerosas. Alina y yo pisábamos tierra firme por fin en 45 días. Desde la entrada del club tomamos un taxi hasta el Fiesta Inn.
La entrada del hotel estaba escondida entre un Liverpool y un Sushi ito.
Eran las 4 de la tarde y Alina estaba fascinada con la vibra de la zona.
-Amo...
-Marco.
-¡Marco! ¡Qué bonito! ¿Llegamos a casa? -preguntó entusiasmada. Sonreí para mis adentros y acaricié su cabello, recogido en una cola de caballo. Ese día sólo vestía unos shorts cortos amarillos y una blusa gris.
-No todavía. Falta otro viaje para estar en casa, Ali. Vamos.
La recepción del hotel emanaba minimalismo. La recepcionista nos sonreía amable y el cuarto era al menos 3 veces más grande que el camarote, aunque no necesitábamos tanto era una buena oportunidad de estirar las piernas.
Encendí la televisión mientras Alina revisaba el cuarto.
-Amo ¿Quiere café?
-Sí. ¿Tú?-Cambiaba los canales. Ella asintió y caminó hacia el mueble de la cafetera.
Abrí una ventana, estábamos en un piso alto. Podía ver la ciudad desde ahí. Casi parecía una ciudad de cristal. Nunca había estado aquí, al menos no desde los 5 años.
No había mucho que ver en la televisión. Mi teléfono al fin tenía cobertura. Abrí whatsapp, pasando entre los mensajes irrelevantes llegué a su contacto. Karla. Mi hermana.
-Marco...-Contestó de inmediato-¿Dónde mierdas has estado, pedazo de imbécil. -Ella era menor.
-De viaje. Necesito que pases por mí. No puedo usar avión. -Hubo un silencio prolongado del otro lado de la linea.
-¿Dónde estás?
Cancún. -Suspiró con hartazgo. - En el fiesta Inn de las américas.
-Marco ¿Por qué crees que iría por ti? ¿Por qué no usas avión y ya?
-Estuve 45 días en el mar. Quiero tierra bajo mis pies.- mentí.
-Pasado mañana estaré ahí. ¿Cuál es la habitación?
- 52.
-Estaba preocupada.
-Te lo explicaré pasado mañana.
La llamada se cortó ahí.
Alina servía el café en dos tazas. Se arrodilló entre ambos sillones. Me senté en el sillón de su derecha. A pesar del silencio no había ninguna clase de incomodidad, había preparado bien el café, pero todavía tenía la costumbre de sentarse a mis pies.
-Pasado mañana vendrán por nosotros.-Comenté.-Mi hermana.
-¿Ella sabe?
-No sabe de ti. Se enterará ese día.
-No quiero separarme de usted, amo.
-No creo que nos separemos. No pasa nada, es mi hermana. Es bueno que la conozcas, pasa de vez en cuando por mi casa, así que la verás mucho. Espero que se lleven bien.
-Haré lo posible, amo.-Cerró los ojos y bajó la cabeza servilmente. Mi mano volvió a acariciar su cabello. Me incliné sobre ella y le di un largo beso en los labios.
-Todo estará bien, Ali.- Tomó mi mano y puso el dorso contra su mejilla para después besarla.
-¿Quiere hacérmelo, amo?
Pocas veces veía su cara mientras teníamos sexo, usualmente veía su espalda y sus nalgas sobre mí. Esta vez no era un excepción. Su piel estaba roja a causa de las nalgadas y su cabello estaba hecho un revoltijo después de haberla tironeado tantas veces. El sonido de nuestros cuerpos chocando era, entre otras cosas, estimulante. No sólo era ese sonido parecido a aplausos, era que la humedad de Alina en este punto producía un chirrido viscoso ante cada entrada y salida de mi pene. Tenía la espalda húmeda por el sudor, tenía la cara llena de saliva, le producía excitación ser escupida. Dejé caer otro escupitajo sobre ella, un escalofrío recorrió su espalda y se sentía en su interior.
-¿Amo? -Gimió con desconcierto. -Ah, ¡amo!
Mi pulgar estaba entrando en su ano mientras seguía llenando su vagina.
-Quiero intentar algo nuevo.- Gemí de vuelta moviendo el dedo en su interior y viendo la reacción que eso producía.
-Haga lo...- Todavía pensaba en las palabras que debía usar.-Que quiera conmigo...-A cada palabra que decía alcanzaba a sentir más humedad la pelvis. -Soy suya.
Mi dedo se movía haciendo círculos y ella dejaba su pecho descansar sobre la cama, levantando la cadera y moviéndola rítmicamente en mi pene.
Moví mi pulgar hacia arriba y la piel alrededor de su ano y sus labios se estiraron, inclinó más las nalgas entre quejidos mezclados con gemidos.
-¿Quiere por ahí?
-Hay que preparate para eso.-La tomé del cabello y tiré de él para acercarla a mí. El dolor parecía gustarle. Mi mano recorrió su vientre para acariciarle la entrepierna mientras seguía embistiendo si interior. Mordí su hombro y pasé mi lengua por su cuello sudoroso, pequeños espasmos, signos del escalofrío que le provocaba mi tacto.
Estar en ella era una constante sensación de dominio, su cuerpo era manejable y dócil hasta la sumisión absoluta. Sí. Era mía. Total y absolutamente mía.
Seguimos sumidos en el acto hasta después de que el sol se ocultó. Durante los baños Alina y yo probamos sumergirla en la tina para darme un oral. Según ella, la sensación era un poco mejor que tener mi mano en su garganta mientras ella estaba acostada boca arriba y yo violaba su garganta.
Durante la noche, decidimos cenar en el Sushii-ito.
-Entones-Comenzó inclinándose en mi dirección. -¿Me está diciendo que esto está crudo?
-El arroz no...
-Amo, ni en mi pueblo nos atrevíamos a tanto.
-Me sorprende que tengas algo más de carácter, Ali.
-Lo siento, no volverá a pasar.-Regresó a su posición inicial y no pude evitar llevarme una mano a la boca para tapar mi sonrisa.
-Está bien. Te doy permiso de volver a hacerlo, pero no en exceso. Me gusta que tengas carácter.-Mi mano tocó su mejilla y ella se quedó mirándome fijamente.
El mesero trajo ambos platos rectangulares con aquellos rollos de sushi y dos platos de Udon. Cuando se retiró dirigí mi atención a Alina, que miraba con los ojos entrecerrados al platillo que tenía enfrente.
-Mira, los palillos los sostienes así entre tus dedos... No; así. Bien. Tomas la pieza, la sumerges en la salsa de soja y lo comes.
Alina imitaba mis movimientos con la mano demasiado tensa. Antes de que terminara de llevarse la pieza a la boca esta había sido aplastada entre los palillos. Pedimos un entrenador al mesero y ahora parecía más manejable para Alina.
-¡Sabe bien! ¿Le gusta esto? ¿Debería preparárselo en casa?
-Supongo que te enseñaré a hacerlo en ca...
-No se preocupe, arroz cocido, pescado crudo, alguna verdura y esta cosa verde rara.
-Es alga. Y sí, más o menos. Ya lo veremos en casa.-Esa noche sonreía y por primera vez desde que comenzó todo este viaje absurdo sentí mi espalda ligera.
Fin parte 10
Siguiente parte:
Como había dicho: les avisaré por aquí cuando es que la serie se termina y la verdad es que no le calculo más de entre 2 o 4 capítulos más. Principalmente porque no quiero extender la serie hasta el hartazgo.
Hacía calor en el interior del camarote. Dormir era una tarea difícil cuando el calor de la costa se volvía insoportable. Alina se había quedado dormida hace algunas horas. Le quedaban algunos días más para terminar su periodo y nos faltaban 5 días para irnos de Miami, no quedaba mucho tampoco para que terminara su periodo. El control migratorio había sido riguroso, le pusieron una multa a la embarcación por permitir que subieran personas sin Visa americana a sabiendas de que pasarían por territorio estadounidense. Amenazaron con deportar a quienes no tuvieran visa y finalmente se llegó al acuerdo de que mientras los pasajeros sin visa no bajaran de la embarcación no les harían nada.
Alina no tenía, pero yo sí.
La tripulación del barco, con sus uniformes azul marino, se paseaban por todo el barco, algunos limpiando, otros cargando suministros a las bodegas y otros haciendo mantenimiento.
El día anterior a partir ya había nuevas caras en el crucero. Alina no tenía ánimos para salir, en parte por el dolor y en parte porque le gustaba la intimidad que teníamos en aquél camarote, de cualquier manera salíamos cada dos días para que pudieran limpiar la habitación. La mayoría de la gente parecía ignorarnos y sólo habíamos tenido algunos encuentros con gente increpándonos por hablar español. A lo que respondía:
-And so? We'll be on mexican territory soon. Will you speak spanish or shut up already?
Sólo había tenido una pelea con uno, que era un señor mayor.
Al parecer la pelirroja se había ido.
Cuando el crucero zarpó, meditando las cosas en la cama, viendo a Alina dormir con aquella expresión placentera en el rostro me di cuenta de lo mucho que había pasado en el mes. Me sentía cansado, como si cargara con el peso del mundo. Si hubiera evitado hacer este viaje tal vez me seguiría sintiendo solo, pero ahora, al menos la tenía a ella. Mis problemas de confianza no se desvanecían, pero estar con ella me daba la certeza de que no se iría sin que yo lo supiera.
Su cabello había crecido, acariciarlo era una costumbre de la que no me podía deshacer.
Abrió los ojos y me sonrió, se arrastró hasta mí y pasó sus brazos alrededor de mi torso. Ese día nos quedamos dormidos así.
Durante los dos días que tomó llegar a Cancún volvíamos a hacer lo usual, tener sexo, jugar en el balcón y hacer a Alina salir con semen entre las piernas. A veces me masturbaba en su ropa interior y ella se la ponía para salir a cubierta. No eran muchas las miradas lascivas que recibía, sólo dos o tres, el resto de turistas ignoraban nuestra presencia y de cualquier manera, no buscábamos sus miradas.
Al acercarnos cada vez más a cancún recibíamos visitas más frecuentes del personal del crucero.
-El plan es el siguiente.- dijo el hombre uniformado.- En la mañana. A las 5, nos encuentran en el balcón del sótano 3, sel lado opuesto al que abordaron. Ahí habrá una pequeña lancha. Déjenla al lado del muro que está en la playa de la casa club de Puerto cancún. Es todo. No deberían tener muchos problemas. Es una zona de mucha circulación, a migración le da igual.
Y así lo hicimos, la lancha, por suerte, era lo suficientemente grande como para soportarnos y a nuestras maletas. Alina metía las manos al agua mientras la lancha estaba en movimiento y volteaba a ver la estela que dejaba. Quería besarle la frente.
Cancún era cálido, como casi cualquier ciudad costera en México. La arena era blanca y las palmeras eran numerosas. Alina y yo pisábamos tierra firme por fin en 45 días. Desde la entrada del club tomamos un taxi hasta el Fiesta Inn.
La entrada del hotel estaba escondida entre un Liverpool y un Sushi ito.
Eran las 4 de la tarde y Alina estaba fascinada con la vibra de la zona.
-Amo...
-Marco.
-¡Marco! ¡Qué bonito! ¿Llegamos a casa? -preguntó entusiasmada. Sonreí para mis adentros y acaricié su cabello, recogido en una cola de caballo. Ese día sólo vestía unos shorts cortos amarillos y una blusa gris.
-No todavía. Falta otro viaje para estar en casa, Ali. Vamos.
La recepción del hotel emanaba minimalismo. La recepcionista nos sonreía amable y el cuarto era al menos 3 veces más grande que el camarote, aunque no necesitábamos tanto era una buena oportunidad de estirar las piernas.
Encendí la televisión mientras Alina revisaba el cuarto.
-Amo ¿Quiere café?
-Sí. ¿Tú?-Cambiaba los canales. Ella asintió y caminó hacia el mueble de la cafetera.
Abrí una ventana, estábamos en un piso alto. Podía ver la ciudad desde ahí. Casi parecía una ciudad de cristal. Nunca había estado aquí, al menos no desde los 5 años.
No había mucho que ver en la televisión. Mi teléfono al fin tenía cobertura. Abrí whatsapp, pasando entre los mensajes irrelevantes llegué a su contacto. Karla. Mi hermana.
-Marco...-Contestó de inmediato-¿Dónde mierdas has estado, pedazo de imbécil. -Ella era menor.
-De viaje. Necesito que pases por mí. No puedo usar avión. -Hubo un silencio prolongado del otro lado de la linea.
-¿Dónde estás?
Cancún. -Suspiró con hartazgo. - En el fiesta Inn de las américas.
-Marco ¿Por qué crees que iría por ti? ¿Por qué no usas avión y ya?
-Estuve 45 días en el mar. Quiero tierra bajo mis pies.- mentí.
-Pasado mañana estaré ahí. ¿Cuál es la habitación?
- 52.
-Estaba preocupada.
-Te lo explicaré pasado mañana.
La llamada se cortó ahí.
Alina servía el café en dos tazas. Se arrodilló entre ambos sillones. Me senté en el sillón de su derecha. A pesar del silencio no había ninguna clase de incomodidad, había preparado bien el café, pero todavía tenía la costumbre de sentarse a mis pies.
-Pasado mañana vendrán por nosotros.-Comenté.-Mi hermana.
-¿Ella sabe?
-No sabe de ti. Se enterará ese día.
-No quiero separarme de usted, amo.
-No creo que nos separemos. No pasa nada, es mi hermana. Es bueno que la conozcas, pasa de vez en cuando por mi casa, así que la verás mucho. Espero que se lleven bien.
-Haré lo posible, amo.-Cerró los ojos y bajó la cabeza servilmente. Mi mano volvió a acariciar su cabello. Me incliné sobre ella y le di un largo beso en los labios.
-Todo estará bien, Ali.- Tomó mi mano y puso el dorso contra su mejilla para después besarla.
-¿Quiere hacérmelo, amo?
Pocas veces veía su cara mientras teníamos sexo, usualmente veía su espalda y sus nalgas sobre mí. Esta vez no era un excepción. Su piel estaba roja a causa de las nalgadas y su cabello estaba hecho un revoltijo después de haberla tironeado tantas veces. El sonido de nuestros cuerpos chocando era, entre otras cosas, estimulante. No sólo era ese sonido parecido a aplausos, era que la humedad de Alina en este punto producía un chirrido viscoso ante cada entrada y salida de mi pene. Tenía la espalda húmeda por el sudor, tenía la cara llena de saliva, le producía excitación ser escupida. Dejé caer otro escupitajo sobre ella, un escalofrío recorrió su espalda y se sentía en su interior.
-¿Amo? -Gimió con desconcierto. -Ah, ¡amo!
Mi pulgar estaba entrando en su ano mientras seguía llenando su vagina.
-Quiero intentar algo nuevo.- Gemí de vuelta moviendo el dedo en su interior y viendo la reacción que eso producía.
-Haga lo...- Todavía pensaba en las palabras que debía usar.-Que quiera conmigo...-A cada palabra que decía alcanzaba a sentir más humedad la pelvis. -Soy suya.
Mi dedo se movía haciendo círculos y ella dejaba su pecho descansar sobre la cama, levantando la cadera y moviéndola rítmicamente en mi pene.
Moví mi pulgar hacia arriba y la piel alrededor de su ano y sus labios se estiraron, inclinó más las nalgas entre quejidos mezclados con gemidos.
-¿Quiere por ahí?
-Hay que preparate para eso.-La tomé del cabello y tiré de él para acercarla a mí. El dolor parecía gustarle. Mi mano recorrió su vientre para acariciarle la entrepierna mientras seguía embistiendo si interior. Mordí su hombro y pasé mi lengua por su cuello sudoroso, pequeños espasmos, signos del escalofrío que le provocaba mi tacto.
Estar en ella era una constante sensación de dominio, su cuerpo era manejable y dócil hasta la sumisión absoluta. Sí. Era mía. Total y absolutamente mía.
Seguimos sumidos en el acto hasta después de que el sol se ocultó. Durante los baños Alina y yo probamos sumergirla en la tina para darme un oral. Según ella, la sensación era un poco mejor que tener mi mano en su garganta mientras ella estaba acostada boca arriba y yo violaba su garganta.
Durante la noche, decidimos cenar en el Sushii-ito.
-Entones-Comenzó inclinándose en mi dirección. -¿Me está diciendo que esto está crudo?
-El arroz no...
-Amo, ni en mi pueblo nos atrevíamos a tanto.
-Me sorprende que tengas algo más de carácter, Ali.
-Lo siento, no volverá a pasar.-Regresó a su posición inicial y no pude evitar llevarme una mano a la boca para tapar mi sonrisa.
-Está bien. Te doy permiso de volver a hacerlo, pero no en exceso. Me gusta que tengas carácter.-Mi mano tocó su mejilla y ella se quedó mirándome fijamente.
El mesero trajo ambos platos rectangulares con aquellos rollos de sushi y dos platos de Udon. Cuando se retiró dirigí mi atención a Alina, que miraba con los ojos entrecerrados al platillo que tenía enfrente.
-Mira, los palillos los sostienes así entre tus dedos... No; así. Bien. Tomas la pieza, la sumerges en la salsa de soja y lo comes.
Alina imitaba mis movimientos con la mano demasiado tensa. Antes de que terminara de llevarse la pieza a la boca esta había sido aplastada entre los palillos. Pedimos un entrenador al mesero y ahora parecía más manejable para Alina.
-¡Sabe bien! ¿Le gusta esto? ¿Debería preparárselo en casa?
-Supongo que te enseñaré a hacerlo en ca...
-No se preocupe, arroz cocido, pescado crudo, alguna verdura y esta cosa verde rara.
-Es alga. Y sí, más o menos. Ya lo veremos en casa.-Esa noche sonreía y por primera vez desde que comenzó todo este viaje absurdo sentí mi espalda ligera.
Fin parte 10
Siguiente parte:
Como había dicho: les avisaré por aquí cuando es que la serie se termina y la verdad es que no le calculo más de entre 2 o 4 capítulos más. Principalmente porque no quiero extender la serie hasta el hartazgo.
1 comentários - Esclava rusa 10