Una chica sumisa

Una chica sumisa
Mi historia comienza en el verano antes de irme a la universidad. Mis padres tenían una cabaña al lado de un lago.

La odiaba.

Al principio no. Era un crío y no me importaba. Pero conforme iban pasando los años me daba cuenta de que en realidad no había nada que hacer allí, salvo aburrirse. Quizá por eso a mis padres les gustaba tanto ir a veranear allí, porque podían perderse del mundo tranquilamente.

Ya el verano comenzaba raro pues era la primera vez que iba allí solo con mi padre tras el divoricio de mis padres.

— Parece que los Anderson han logrado alquilar la cabaña esta vez.

Yo mire por simple curiosidad y no reconocí el coche, pero sí que la reconocí a ella.

Ellie era la diosa de nuestro instituto. Una rubia despampanante que era el objeto de las pajas de todo el instituto. Verla caminar con el vestido blanco que llevaba puesto y las sandalias fue un regalo para la vista.

— Creo que esa chica necesita consuelo.

— ¿Estás insinuando que vaya? Está muy fuera de mi liga, papá.

— Incluso el Madrid pierde contra equipos de segunda B de vez en cuando.

La mire un poco más mientras se alejaba de la cabaña. Parecía que había discutido con sus padres y podía entender perfectamente el motivo de esa discusión.

— Si no lo haces tú, iré yo.

Lo dijo en serio. La imagen de mi padre consolando a mi diosa me pinchó en el orgullo. Así que sí, comencé a caminar en su dirección.

Ella se había sentado en un columpio y sujetaba juguetonamente las cadenas con sus manos.

— Hola. Acabo de llegar con mi padre y te he visto. Creo que necesitas compañía.

No sabía que estaba diciendo.

— ¿Puedo sentarme?

Ella accedió a mi petición, así que me senté en el otro columpio que había a su lado. Joder, era lo más cerca que nunca había estado de ella.

— ¿Cuántos días llevas aquí?

— Veinte. Llegamos aquí hace veinte días.

— Y ya te has aburrido de este sitio. Es por eso que has discutido con tus padres.

Se dibujó en su cara una sonrisa cómplice.

Por mi parte bajé mi vista a su pecho y a sus preciosas piernas. La aparté solo para volverla a mirar.

Me pilló.

— Eres lo más bonito que hay por aquí.

Creí que iba a reaccionar mal a mi cumplido pero ella no se movió ni dijo nada. Y yo hice algo que nunca me creí capaz.

Alargué mi mano y la posé sobre su pierna. Tenía la piel más suave que jamás había tocado.

Ella no dijo nada. Miró mi mano, me miró a mí, miró a la cabaña de sus padres, volvió a mirar mi mano.

Estaba sorprendida y nerviosa. Más que yo.

— ¿Ellie, vas a venir a cenar?

Para estás alturas acariciaba su muslo sin disimulo, usando toda la mano, con seguridad y firmeza.

Y ella se dejaba.

— Dile que irás más tarde.

Ellie obedeció mientras yo la seguía acariciando.

En cierto modo sabía que lo haría. Estaba siendo mala, traviesa, seguramente por primera vez en su vida. Sí, era una diosa, una diosa inalcanzable al menos para los de nuestra edad, por eso estaba seguro de que ninguno de nosotros se había atrevido siquiera a hablarla. Y que con los chicos mayores no la permitían salir. Una diosa enfadada con sus padres.

Y yo me estaba aprovechando de ello.

Seguí acariciando su muslo sin prisa, pero sin pausa mientras la tarde ya caía.

Quería hacer algo más, mucho más, quizá porque seguramente está sería la única oportunidad que tendría en la vida.

Me levanté tranquilamente del columpio y me situé delante de ella.

Me desabroche el pantalón con toda la tranquilidad del mundo y me saqué la polla. Tenía una erección descomunal para ese momento.

Me acerqué a ella y la situé justo debajo de su preciosa nariz.

Y ella la chupó.

Ni siquiera usó las manos, que seguían fuertemente agarradas a las cadenas.

Solo la cabeza, la boca y la lengua.

Se había metido la punta de mi polla en la boca y la chupaba y lamía y saboreaba.

No tardé mucho en llenar toda su boca con una corrida de lo más abundante.

Tan abundante que por las comisuras de sus labios comenzaron a escapar unos hilillos mezcla de semen y babas.

Saqué mi polla, y estando aún morcillona, comencé a rebozar la punta por toda su carita.

No sabía porque se estaba dejando hacer todo esto. El cabreo y la decepción ya deberían haber pasado.

Pero aquí estaba, agarrada a las cadenas del columpio, con los ojos cerrados y dejando que yo restregará mi polla por toda su cara.

No tardé en correrme de nuevo debido al intenso morbo de la situación.

Le dejé la cara bañada con una mezcla de semen y orina y metí mi polla en su boca para estrujar hasta la última gota.

— Deberías lavarte antes de volver a casa.

— No quiero volver a casa.

Creía que se refería a esa noche.

Comenzó a andar detrás de mí, sin limpiarse.

Por mi parte no podía evitar lanzar miradas furtivas hacía ella. Podía ver los brillos en su cara, podía ver los pegotes de semen en su pelo y podía ver como sonreía avergonzaba por ello.

Era una hembra marcada por su macho.

Caminamos hasta llegar al porche de la cabaña de mi familia.

Dentro estaba mi padre.

Me excitaba la idea de que él la viera así pero no podía entender porque ella se dejaría ver así por otro.

Abrí la puerta y entramos.

Mi padre estaba sentado en el sofá, bebiendo una cerveza.

— Bonito saco de semen tienes ahí.

El abrupto de mi padre me molestó más de lo debido. Ellie no era mi novia, ni mi amiga. No sabía qué era exactamente.

— Arriba hay un baño.

Ellie asintió con la cabeza y subió las escaleras.

— Y no te toques sin permiso.

— Padre, es nuestra invitada esta noche y mañana vuelve con su familia. No puedes tratarla así.

— Esa no se va. Demasiado sumisa. Se la va a coger hasta el perro.

No entendí en ese momento que era lo que quería decir mi padre. Lo único que sabía era que me tocaba hacer la cena para los tres. Y cuando me puse a ello descubrí que no sabía que le gustaba.

Subí las escaleras y toqué la puerta del baño.

No estaba allí.

Me pareció escuchar unos ruidos provenientes de mi habitación.

Ellie se estaba masturbando encima de mi cama. Con las piernas muy abiertas apoyadas en el suelo y el vestido levantado, se frotaba frenéticamente.

Yo intenté irme en silencio, lo intenté.

— Lo siento, no he podido aguantarme.

Me acerqué a ella hasta situarme delante de ella.

Se había medio incorporado y colocado la falda mientras no dejaba de mirar al suelo.

— ¿Eres sumisa?

Sí, lo sé, lo reconozco, fue una pregunta tonta.

Ella simplemente asintió levemente con la cabeza.

— ¿De las esclavas? ¿De las que necesitan ser utilizadas por un hombre?

— Creo que sí.

La pedí o la ordené más bien que se volviera a colocarse como estaba antes.

Obedeció sin demora y se subió la falda hasta el ombligo.

Era la primera vez que veía un coño de cerca.

Uno bonito y muy limpio.

Un coño que necesitaba usar y castigar.

Comencé acariciando sus muslos.

Y la penetré.

Una y otra vez, hasta el fondo, con todas mis fuerzas.

Por la posición en la que nos encontrábamos notaba que tenía total dominio sobre lo que estaba pasando.

Por eso se lo estaba haciendo por su parte más estrecha y delicada.

Ellie gemía con cada embestida.

Me corrí dentro de ella.

Aún estábamos unidos cuando escuché unos aplausos desde la puerta.

Mi padre entró a la habitación, se situó cerca de la cabecera y se sacó la polla.

La metió directamente en la boca solo para descargar el contenido de sus huevos dentro de ella.

No me molestó. Ni siquiera me incomodó. Me sorprendió que no me molestará.

— La cena está lista, al menos para los dos. Haz lo que quieras con ella.

Solo saqué la polla que mantenía dentro de ella cuando mi padre se marchó.

Le quité el vestido dejándola desnuda. Busqué en el interior de mi mochila un rotulador negro para poder escribir en su vientre “Propiedad de Andy”, como si fuera un juguete.

1 comentários - Una chica sumisa

Mucha entrega y es mutua: la sumisión esconde una tiranía y el dominio, una esclavitud.