Cielo Riveros es follada por cura y se vuelve puta

Cielo Riveros es follada por cura y se vuelve puta

 
Cielo Riveros esfollada por cura y se vuelve puta
Follarte a uncura cuenta como pecado capital
Desde muy pequeñamis padres me han intentado educar bajo la doctrina cristiana pero no con muybuen resultado que digamos. En ocasiones alcanzaban unos extremos un tantoagobiantes como el tener que rezar antes de dormir,  dar las gracias a Dios por habernoslevantado, y hasta bendecir la mesa si salíamos a tomar unas tapas al bar deenfrente.
 
Pero lo peor nosolo era eso, sino que una vez por semana tenía que ir a confesarme con elpadre Damián. Mi madre decía que era algo necesario, ya que al ser unaadolescente me pasaba pecando las 24 horas del día y razón no le faltaba; perode ahí a tener que ir todos los jueves a contarle mis intimidades a un hombremayor había una gran diferencia.
 
Mi madre pensabaque yo no lo sabía pero un día cuando cogí el teléfono con intención dellamar  a mi amiga Sonia lo descubrítodo. Una vez que yo había llegado a casa después de confesarme, mi madrellamaba al padre Damián para saber si verdaderamente había ido a confesarme osi incluso  había pecado mucho.
 
El cura,obviamente, no podía contarlo todo más que nada porque quedaba bajo el secretode confesión, pero si dejaba caer un poco por qué camino iban mis pecados.
Como otro juevescualquiera llegué a la Iglesia y tras sentarme en el confesionario comencé acontarle algunos pecados menores al padre Damián; como que siempre me la pasabadiciendo palabrotas, metiéndome con mi hermano o enfadada con mis padres, perocansada de contarle siempre lo mismo, decidí hacer uso de mi inspiración yhacer alarde de mis fantasías sexuales.
 
No quiseasustarlo de primeras por lo que le dije que en algunas ocasiones solíamasturbarme, y si no lo hacía viendo porno era grabándome mientras me tocaba,porque el simple hecho de saber que una cámara estaba captando como mis dedosse iban introduciendo muy lentamente en mi vagina  y que luego alguien pudiese verlo y disfrutarigual que yo me excitaba de una manera impresionante.
 
El padre Damiántras escucharlo emitió una tos seca y cortarte para que parase,  pero desesperada alegué que si había ido aconfesarme era porque llevaba una semana inmersa en el más profundo pecado dela carne; masturbándome pensando en hombres…mujeres y que incluso habíaempezado a introducirme ciertos objetos con forma de falo por mi ano todavíavirgen.
 
Desde hacía unrato el padre Damián parecía haber empezado un voto de silencio, incluso lleguéa pensar que me había sumergido tanto en mi historia que no me había dadocuenta de que se podría haber marchado ofendido por mis delitos carnales, porlo decidí mirar dentro del confesionario y salir de dudas. Tras levantarme,corrí un poco la cortina y allí estaba el padre Damián, con la cabeza echadahacia atrás y los ojos en blanco; masturbándose con una mano mientras con laotra sujetaba un rosario dejando pasar entre sus dedos una a una las bolas decuentas pidiendo perdón por lo que estaba haciendo.
 
El padre Damiántenía la polla más pequeña que había visto en toda mi vida, no le cabía a penasen la mano, le debía de medir unos 13 cm de largo, se la sujetaba con tresdedos, pero eso sí, se la meneaba a una velocidad impresionante. Mis ojos nopodían dejar de seguir el movimiento, hasta tal punto de que mi boca empezó asegregar saliva suplicándome que me la metiese hasta alcanzarme la campanilla ohasta donde alcanzasen esos 13 cm de hipnótica carne erecta.
Fui descorriendola cortina lentamente, hasta tal punto de que el padre Damián se percató de mipresencia. Al verme se quedó petrificado pero antes de poder articular palabraalguna, se escucharon unos pasos de fondo, por lo que el padre Damián para evitarescándalo alguno; me cogió de la muñeca y me arrastró hacia dentro ocultándomecon él en el confesionario.
 
Caí de rodillas,y acto seguido con su dedo índice sobre sus labios me ordenó guardar silencio.Avocó su cabeza hacia la abertura que creaba el confesionario y la cortina paracerciorarse de la presencia de algún peligro.
 
Mi cabeza seencontraba sujeta entre sus muslos, tenía su polla a menos de 2 cm de la cara.Cada vez que intentaba escaparme de esa jaula de carne el padre Damián volvía aejercer presión sobre mí, así que tras varios intentos fallidos por librarme deél, recordé cómo los espías conseguían siempre escapar de sus trampas con unallave maestra, pero en este caso no iba a usar una llave precisamente, sino másbien mi lengua.
 
Comencé a darlepequeños lametones al cirio pascual del padre Damián, al instante él se retrajointentando que la cosa no fuese a más después de todo lo que ya había sucedido,pero el instinto junto como mi lengua le jugaron una mala pasada y cometió el errorde soltarme, por lo que con cada uno de mis brazos agarre sus piernas einmovilizándole yo a él comencé a chupársela. El padre Damián presa del placerse quitó el alzacuellos y comenzó a morderlo mientras una parte de susubconsciente mandaba un débil señal a una de sus manos  para que me intentase apartar de su miembro,pero  al ver que no podía quitarme deentre sus piernas por mucha más fuerza que ejerciese, decidió abrirse la sotanay mientras seguía mordiendo el alzacuellos comenzó a arañarse con la manorestante el pecho en forma de castigo aunque yo sé que eso no lo hacía porflagelarse, sino porque en el fondo le ponía aún más cachondo.
 
Para nuestrasorpresa, cuando nos encontrábamos en el punto más álgido, se escucharon dostoques provenientes del otro lado del confesionario acompañado de un ''Avemaría purísima'', tanto él como yo paramos al instante e intentamos hacer comosi no hubiese nadie en esos tres metros cuadrados de madera, pero la señora quehabía al otro lado no era tanto como nosotros pensamos y dijo ''venga padre, nose haga de rogar, le he oído rezar hace un momento'' y a la vieja no le faltabarazón, lo había escuchado rezar pero no por devoción sino más bien paralibrarse del demonio que le había hecho prisionero.
 
El padre Damiánno encontró otra solución que abrir la ventanilla y responder como lo hizoconmigo en su momento, pero en este caso no creo que la cosa fuese a acabarigual. Por lo que mientras esa mujer buscaba penitencia por sus pecadoscometidos, decidí seguir con mi labor pero ya no con la boca sino más bien conmis manos, esos 13 cm no daban para ambas cosas, era o boca o mano, pero lasdos juntas no casaban.
 
Cuando comencé ahacerle la paja se pudo ver como la voz del padre Damián se empezaba aentrecortar, cosa que fue notada por dicha anciana la cual le preguntó si seencontraba bien. Ante esa situación el padre decidió intentar quitarse a laanciana de encima antes de correrse y de que nos descubriesen pero al darmecuenta de ello, me quite la bragas y se las metí en la boca, provocando que lasvenas de su polla sobresaliesen aún más debido a la excitación.
 
Me fui levantandopoco a poco sin hacer ruido alguno hasta quedarme de pie frente a él y fueentonces cuando supe que me estaba mirando, me levante aquel vestido de monjaque a mi madre le encantaba que usase siempre para ir a la iglesia, yaprovechando la poca visibilidad que había a través de la ventanilla, agarré supolla con mi mano, y sentándome sobre él, me la introduje en la vagina. Comencéa moverme lentamente mientras esa vieja pesada no paraba de contarnos su vida,pero solo de ponerme en situación me excitaba aún más, el padre Damián se quitóel rosario que llevaba en el cuello y pasándolo por detrás de mi espalda, meató las muñecas y sacándose mis bragas de su boca me las introdujo en la mía.
 
Una vez listapara la acción, era él el que se empezó a mover como si de la serpientepecadora se tratase. La mujer cansada de que el padre Damián no le hiciesecaso, decidió ver qué ocurría y tras correr la cortina pudo er testigo de cómo  el demonio conseguía introducirse hasta elrincón más profundo de la casa de Dios y robarle a uno de sus ángeles.
 
El padre Damián yyo nos corrimos mientras mirábamos la cara de aquella mujer, fue perfecto. Micoño se iba llenando de la leche bendita del padre Damián mientras el cuerpo ycorazón de esa mujer caían desmayado y sin vida al suelo presa de la situación.
Eliminando así alúnico testigo de nuestra desdicha, es como si Dios se hubiese apiadado denuestras almas y nos diese una segunda oportunidad, la cual nodesaprovecharíamos para volver a vernos.
 
Lo mejor de todono fue sino la alegría que inundó a mí madre tras hablar con el padre Damiánpor teléfono aquella noche; diciéndole que había sido una chica muy buena, quehabía conseguido limpiarme todos mis pecados y que no veía el momento paravolver a verme el jueves siguiente.
El padre Damiánllevaba un par de días nervioso, Cielo Riveros, una de sus feligresas másdevotas y fieles a su iglesia, hacía tiempo que no se pasaba por suconfesionario. Siempre se ha dicho que el secreto mejor guardado es aquel queestá a la vista de todos, así que haciendo uso de esa frase, Cielo Riveros y elpadre Damián sin apenas darse cuenta comenzaron un romance del que tardaríanbastante en salir.
 
Todo empezócuando la madre de Cielo Riveros le dio por pensar que su hija no andaba conbuenas compañías y que sin darse cuenta estaba tirando su futuro por la borda,pero quién le diría a aquella madre que la solución de llevarla alconfesionario del padre Damián, sería la peor decisión de sus vidas.
 
Cada jueves, lamadre de Cielo Riveros mandaba a su hija a la iglesia, esta debía confesase yasí librase tanto de los malos espíritus como de los pecados cometidos, perodigamos que el Padre Damián tenía una manera peculiar de expirar los pecados desus feligreses, follándoselos más concretamente.
 
Era el tercerjueves del mes que Cielo Riveros no aparecía por la iglesia y el Padre Damiánempezaba a sospechar que algo malo podía estar pasando. Por un momento, pensóen llamar a casa de Cielo Riveros como tenía la sana costumbre de hacer, peroalgo en su mente y sobre todo en su conciencia le decía que no lo hiciera.Temía la idea de que una madre o peor aún, un padre histérico, le preguntase sise había follado a su hija, y como buen cura y siervo de Dios, la mentira noestaba permitida.
 
Ya era la quintavuelta que aquel cura desesperado daba a la iglesia, era tal el grado decalentura, que no se sabía que estaba más dura, si la cruz de madera queportaba en el pecho o aquellos centímetros que le colgaban de la entrepierna.Hubo un momento en el que el padre Damián recordó la misa que tenía preparada alas seis de la tarde para las novicias, con un poco de suerte daría misa,recitaría el salmo y con el aburrimiento conseguiría pensar en otra cosa que nofuera el sexo.
 
Cuando el padreDamián llegó al convento, dos de las madres superioras salieron a su encuentropara darle la bienvenida. Una de ellas se arrodilló y tras besarle la mano lededico un caluroso y respetuoso; buenas tardes padre. La otra, sin embargo, másanciana y con los mismos o incluso mayores aires de grandeza le dedicó la mismafrase que la madre anterior pero con un tono más serio. Después de haberleenseñado las nuevas instalaciones al padre Damián, las madres superioras locondujeron hacia el salón principal del convento.
 
Las manecillasdel reloj cada vez estaban más cerca de marcar las seis en punto, aquella tardela iglesia se veía preciosa; las flores en los pasillos, las velas colgadas delas paredes, los familiares de las novicias vestidos con sus mejores galas ypor si fuera poco, una alfombra roja que guiaba a las muchachas desde laentrada del edificio hasta el altar, donde ya se encontraban los monaguillos.Los tronos mayores, estaban situados junto a aquellos monaguillos.
 
El trono de laderecha, estaba reservado para el padre Juan, agradable anciano donde los haya,nunca ha dado ningún problema como siervo del señor. El asiento de laizquierda, estaba el padre Isaías, otro trozo de pan puesto por el mismísimoDios en las filas del cristianismo.
 
Y por último elasiento del centro, ocupado nada más y nada menos que por el padre Damián; esteno era sino el peor ejemplo de todos los allí presentes. La vida del padreDamián era conocida por todos, y sino por una gran parte del personalreligioso. No era la primera vez que los pecados de lujuria que este habíacometido habían atravesado los muros de su iglesia y llegado hasta el mismísimoVaticano. Pero el hecho de que el Papa fuese amigo desde la infancia del padreDamián le salvaba en más de una ocasión.
 
El tiempo fuepasando y unos cuantos murmullos comenzaron a llenar las paredes de aquelhabitáculo. El padre Damián preguntó a uno de los monaguillos qué estabasucediendo.
 
-Parece ser quefalta una de las novicias Padre.
 
-Que la manden abuscar entonces dijo este.
 
-La han buscadopor todo el convento, pero no aparece prosiguió aquel joven monaguillo.
 
Cansada ypreocupada, toda la sala se levantó de sus asientos y comenzó a buscar aaquella novicia. El padre que no iba a ser menos, debía buscar como el que más,o por lo menos aparentarlo, así que tras remangarse la sotana, se levantó de suasiento y puso manos a la obra.
 
-¡Teresa!...¡Teresa!...seescuchaba una y otra vez de fondo.
 
En esos momentos,el padre Damián recordó sus días de juventud, en los que se escapaba delseminario para poder irse con sus amigos; unas veces jugaban al fútbol, otrasrobaban vino de la eucaristía y otras simplemente se escondía en el seminario yesperaban a que los buscasen los profesores solo para reírse de ellos. Por esarazón, el padre Damián llegó a la conclusión de que si quería encontrar aTeresa, debía pensar como ella.
 
Después deestrujarse la mente, el padre Damián recordó que detrás de la antigua capilla,había una pequeña caseta donde dormía el conserje. El padre y sus amigos solíanir allí porque el conserje les dejaba fumar y de vez en cuando les enseñabaalguna revista subida de tono.
 
Cuando el padreDamián llegó a la caseta, la puerta para su sorpresa estaba entreabierta. Porun momento dudó en si entrar o no, hacía años que nadie vivía allí y los monjesdel convento son muy cuidadosos a la hora de tratar los materiales y sobre todode cerrar las puertas de las celdas una vez terminada la tarea en ellas. Peroteniendo en cuenta la gravedad que suponía la desaparición de una novicia,colocó sus dedos entre el espacio que formaba aquel trozo de madera y el marcode la misma, y fue empujándola suavemente hasta que pudo introducir losuficiente su cabeza como para poder ver qué estaba sucediendo dentro.
 
Sus ojos por uninstante parpadearon quedando así ojipláticos, ¿Era cierto lo que estabanviendo? Frente a él se encontraba una muchacha que sollozaba frente a unespejo, al mismo tiempo que fustigaba su espalda con una especie de cuerda quese había convertido en una especie de látigo improvisado.
 
En ese momento,el crujido de la madera de la puerta, avisó a aquella joven de la presencia delpadre Damián. Esta inmediatamente se dio la vuelta, cayendo sobre sí misma yquedando de rodillas frente al padre.
 
-¿Se puede saberqué haces hija mía? Por qué te castigas de esa forma.
 
Aquella joven queno sabía qué decir en esos momentos continuó llorando.
 
-Venga, sabes quepuedes contármelo, no tengas miedo insistió el Padre Damián.
 
-Lo que me sucedepadre es que no merezco el vestir el hábito de esta iglesia y mucho menos elperdón de nuestro señor Jesucristo, decía la novicia al mismo tiempo queasestaba otro golpe sobre su espalda semidesnuda.
 
-¿Y por qué creesque no mereces ser perdonada hija?
 
-He tenidopensamientos padre…
 
-Es normal hija,todos a veces nos salimos del buen camino, pero para eso está nuestro señorJesucristo, que nos ayuda y nos devuelve a su rebaño con el resto de hermanos.
 
-Ya padre, peroesta semana he sufrido los pecados de la carne y me he dejado llevar porellos…Me he tocado y hasta he tenido deseos de querer hacer el acto sexual.
 
El padre Damiánse fue acercando lentamente, hasta estar lo suficientemente cerca de ella comopara arrodillarse y ponerse su altura;
 
-Levántate hijamía, decía el padre Damián, mientras cogía a esta del brazo y hacía que selevantase. Mírate al espejo, eres preciosa, ¿De veras piensas que nuestro señorquerría verte así? Prosiguió aquel cura mientras comenzaba a pasar susasquerosas y sucias manos por el cuerpo de la novicia Teresa. Además, esimposible no caer ante una tentación tan grande como es la de tu cuerpo,finalizó al mismo tiempo que restregaba su nariz por los hombros de esta y seimpregnaba de su esencia más pura.
 
Frente aquelespejo se encontraban aquellos seres, uno disfrazado de novicia y otro de cura.Pero estoy seguro que si ese espejo mostrase la realidad, verían a dos demoniosdeseosos el uno por el otro.
 
-Piensa que hastalos mismísimos Adán y Eva sufrieron la tentación de la carne y el pecado. Y sinculpa alguna cayeron en sus garras.
 
-Ya padre, perola ira de Dios les castigó echándoles del Edén.
 
-Lo sé hija, losé dijo este resignado besando al mismo tiempo una de las mejillas de Teresa.Pero a partir de ese día ambos aprendieron la lección. Por eso la moraleja deesa historia es que debes equivocarte para aprender.
 
-¿Qué hace padre?Dijo Teresa mientras empezaba a notar como aquel cura clavaba ahora sus manossobre sus senos.
 
-No lo séhermana, pero ahora mismo tengo unos deseos irremediables de recorrer su cuerpocon mis manos, es la primera vez que me sucede esto. El padre Damián como buencura era un estratega de la palabra y sobre todo la oratoria, no era la primeramujer que tocaban sus manos y aún menos su polla, por lo que ahora mismo, susdeseos más profundos era el de desvirgar a aquella novicia antes de que algunode los monaguillos se le adelantase.
 
Teresa habíaencontrado en el padre Damián un apoyo para su sentimiento de vacío espiritualy sobre todo de culpa por todo aquello que estaba sintiendo, así que sinpensárselo dos veces, Teresa comenzó a quitarse el hábito lentamente. Primerodesabrochó uno de los botones que sujetaban su cintura, luego otro que sujetabael peso del hábito del cuello y por último…aquella pesada tela cayó al suelo.Era lo único bueno que tenía ser un cura o una monja, que la ropa se quitaba enun abrir y cerrar de ojos, era una comodidad y más si tenías que follar, enesos momentos no tienes tiempo de perderlo bajando una bragueta, desabrochandoun cinturón o mucho peor…un sujetador.
 
La primera mujera la que el padre Damián le quitó un sujetador casi se quedó dormida con todolo que tardó en hacerlo, por eso, desde aquel día, se prometió a sí mismo quenunca más volvería follar, aunque parece ser que del dicho al hecho hay untrecho, y en este caso…un coño virgen.
 
Teresa seencontraba desnuda, de rodillas con la cabeza erguida junto al padre Damián.Esta empezó a rezar, cada vez más fuerte a medida que escuchaba como se ibadesabrochando una a una las polleras de la sotana del padre Damián.
 
-Padre nuestroque estás en los cielos santifica…fue entonces cuando la túnica del padreDamián cayó al suelo frente a sus ojos y con ella, el pene del padre Damián, elcual impactó sobre la cara de Teresa haciendo que esta no pudiese seguir con suoración.
 
Era la primeravez que Teresa veía un pene, sus ojos no podrían haberse fijado en otra cosaaunque hubiese querido. Los testículos del padre Damián eran de un tamañoasombroso, pero su pene todavía lo era más. Ambos parecieron mirarse por unmomento, el pene miraba a Teresa y esta le devolvía la mirada.
 
Cogiendo su sexocon una de las manos, el padre Damián comenzó a pasar suavemente el capullo porla boca de Teresa, el propio roce de este con los labios y el olor quedesprendían aquellos 26 centímetros de carne erecta, parecieron descifrar lacontraseña que tenía la boca de aquella novicia, la cual se abrió de par enpar.
 
El padre Damiánfue introduciendo lentamente su miembro, pero fueron las ganas desmedidas deTeresa la que la abalanzaron sobre su sexo. Sin saber cómo, aquella niñacomenzó a felar el miembro del padre Damián como muy pocas mujeres se lo habíanhecho. La lengua de Teresa recorría todos y cada uno de los centímetros queconformaban aquel pene. Era impresionante no solo la rapidez con la que lohacía, sino la facilidad con la que succionaba los testículos del padre Damiánal mismo tiempo que le miraba a los ojos para saber si estaba haciendo bien sumisión.
 
Cuando el ciriopascual del padre Damián estuvo lo suficientemente duro, este puso a Teresa deespaldas a él mirando hacia el espejo. Así que estando los dos contemplando elreflejo del otro, el padre Damián se escupió en la punta de los dedos y trasrestregarlos repetidamente por la punta de su sexo, levantó sutilmente una delas nalgas de Teresa y sin apartar la mirada de aquel espejo, comenzó afollársela como nunca antes lo habían hecho.
 
Pero viendo eldaño que su pene le estaba produciendo a Teresa, por un momento en su vida elPadre Damián se apiadó del alma de esa novicia y decidió parar. Así que ante laimposibilidad de no poder seguir follándose a Teresa, el padre Damián no pudohacer otra cosa que ponerse de rodillas y susurrar con las manos cogidas y losojos cerrados;
 
-Bendice señorestos alimentos que voy a tomar y sin coger aire tras acabar la frase, clavó suboca en el coño de aquella novicia. Su lengua comenzó a moverse como laserpiente entre las ramas del árbol del paraíso, unas veces subía, otras vecesbajaba y de vez en cuando clavaba sus dientes sobre aquel conejo, que como biensabemos son una de las presas favoritas de los reptiles que se arrastran por elsuelo. Debido al placer que aquella lengua estaba produciendo en su coñovirgen, Teresa comenzó a retroceder, sus piernas estaban empezando a fallarhasta que tuvo la suerte de que su culo tropezó con una mesa que había enaquella habitación. El padre Damián, pasando sus brazos para cada uno de losmuslos de aquella joven indefensa, la sentó sobre la mesa y abriéndole porcompleto las piernas retomó su tarea.
 
Teresa volvió arezar, esperando  esta vez poderarticular más de cuatro palabras seguidas.
 
-Padre nuestroque estás en los cielos, santificado sea su lengua…digo tu nombre, venga anosotros tu orgasmo…Su respiración entrecortada mezclada con sus gemidos deexcesivo placer sobrepasaron la oración hasta tal punto de que sus gritosempezaban a escucharse notablemente.
 
-Abre la boca ymuerde esto dijo el padre Damián. En ese momento el padre se quitó la cruz demadera que colgaba de su cuello y haciendo que Teresa la mordiese, consiguióque la ira de Dios ocultase durante unos instantes aquellos gemidos que podríandelatar a ambos.
 
Aquel procesosiguió su curso, la lengua del padre Damián cada vez se iba clavando más y másfuerte en los adentros del sexo de la novicia Teresa, al mismo tiempo que estamordía la cruz e imploraba a los cielos que nunca terminase ese día. Y en esemomento en el que Teresa eyaculó sobre la cara del padre Damián, también lohizo su primera menstruación,  haciendoque todo se empapase de rojo y se convirtiese en el bautizo del mismísimoSatanás.
 
En ese instante,la puerta de la caseta volvió a crujir. Un grito sordo sonó en aquel momento,era la madre superiora. Esta vez parecía que no solo era la desaparecida lanovicia Teresa, sino que ahora todos también buscaban al padre Damián.
 
-¡¿Pero quéhacéis!? vociferó. Pero el momento en el que la madre superiora cruzó el umbralde la puerta, el crucifijo que reposaba en la parte superior de esta, cayósobre su cabeza, impactando de lleno sobre su nuca y haciendo que esta murieseen el acto.
 
El padre Damiánse preguntó en aquel momento qué fuerza era quien le ayudaba. ¿Por qué Dios leseguía salvando una y otra vez de todos los pecados que este cometía? ¿Quéjuicio le esperaría el día que muriese? Pero como si sus propios pensamientoshubiesen llegado al más allá, fue esta vez el demonio el que hizo que sonase elteléfono del padre Damián.
 
-Padre Damián,soy Cielo Riveros, estoy embarazada…
Habían pasadounos cuantos meses desde aquella fatídica llamada que Cielo Riveros le habíahecho al Padre Damián, nueve, para ser más exactos.
 
-Padre Damián,estoy embarazada. Esta frase se repetía una y otra vez en la cabeza de aquelcura que parecía haber sido maldecido por un demonio, más concretamente…por símismo.
 
El Padre Damián,solía pensar que él era el propio causante de tanta desgracia en su vida, perocomo le repitieron en el seminario un día, otro y así hasta terminar susestudios “Dios nuestro señor tiene siempre una misión para nosotros”, así que¿Quién era él para ir en contra de los designios del señor? Además, como cura,debía devolver a toda oveja descarriada del rebaño, así que si la noviciaTeresa tenía dudas acerca de su fe, la misión del Padre Damián eradevolvérsela…hasta con su polla si fuese necesario.
 
Aquellos mesesfueron muy duros para todos, el Padre Damián y la novicia Teresa tuvieron queexplicar varias veces ante la policía y sobre todo ante los jueces cómo habíasucedido todo. El cuerpo de la madre superiora todavía estaba caliente cuandouno de los jóvenes monaguillos, que buscaba no solo a la novicia Teresa sinotambién al ahora desaparecido Padre Damián, se asomó por la puerta de aquellacabaña atraído por el fuerte estruendo que había provocado el cuerpo de lamadre superiora y la cruz al caer al suelo.
 
-Pero quécoñ…musitó aquel joven.
 
El Padre Damián yla novicia Teresa se estaban vistiendo todavía cuando le vieron aparecer.
 
-Hijo, todo estotiene una explicación. No debes decir nada de lo que has visto ¿De acuerdo?Exclamaba aquel cura desesperado.
 
Todo habría sidomás fácil si aquel monaguillo hubiese prestado atención a las palabras delPadre Damián, sin embargo, hacía rato que algo parecía moverse por la parteinferior de la túnica del joven. El padre Damián que no lo pasó por altodecidió aprovecharse de ello;
 
-¿Te gustaríaprobar lo que se siente al follarte a una mujer? Por cierto, ¿Cómo te llamashijo mío? Dijo el cura con voz dulce.
 
-Mi…Mi…Miguelseñor, respondió aquel joven superado por la situación.
 
Así que una vezsabido el nombre de su víctima, aquella serpiente vestida con túnica negra yalzacuellos blanco, preparó en segundos su discurso y rodeando por completo lafigura del joven, se puso a sus espaldas y comenzó a susurrarle;
 
-Imagina Miguel ala hermana Teresa atada a la cama solo para ti. Sus extremidades presas demovimiento alguno, permitiéndote hacerle todo cuanto desees. Tu lenguarecorriendo todos y cada uno de los centímetros que conforman la piel de sucuerpo, tus dientes y tus labios siendo cómplices de cómo os claváis sobre suspechos y empezáis a succionar sus pezones. Todo esto al mismo tiempo que cadalatido de tu corazón va mandando sangre a tu polla y esta se va llenando porcompleto hasta estar lo suficientemente dura como para penetrarla einstantáneamente…lo haces. Todas las posturas que quieras Miguel, todas sonválidas para nuestro Señor, siempre y cuando consigas solo una cosa…que Teresase corra.
 
Lo sé porexperiencia, una de las posturas que más les gusta a las mujeres es la de “acuatro patas”, imagínatelo Miguel, Teresa sentada sobre sus manos y rodillas, atu entera merced, al mismo tiempo que no solo la penetras sino que clavas tumano sobre su culo en forma de azote, haciendo que no se le olvide que es elhombre quien Dios puso como ejemplo de su fuerza en la tierra.
 
Y todo esopodrías tenerlo con el simple hecho de mantener la boca cerrada y olvidar todolo que has visto hace un rato. ¿No crees que decir la verdad es un precio muyalto a cambio de todo lo que perderías? Además, la verdad hace mucho daño a lagente, las personas viven más felices en la ignorancia. Sino mira lo que le hasucedido a la madre superiora, Dios la ha castigado por cometer el pecado deentrometerse en vidas ajenas. ¿Tú quieres que te suceda lo mismo? ¿O prefieresdisfrutar del maravilloso cuerpo que Dios te ha dado?
 
Con el cerebrocompletamente lavado y la polla dura por aquellas palabras, el monaguilloaceptó el trato. No fueron pocos los encuentros que Teresa y Miguel tuvieronsolo en la cabaña del seminario, sino en todos y cada uno de los rincones deaquella casa construida en el nombre de Dios, pero bueno, eso ya son otrosrelatos eróticos que no nos conciernen por el momento.
 
 Habiéndose solucionado todo, el Padre Damiántenía otra tarea aún más difícil…saber qué iba a suceder no solo con él y con CieloRiveros, sino con el hijo que esperaban. Así que sin más preámbulos, puso rumbohacia el hospital.
 
-Buenas tardes;la paciente Cielo Riveros García Morales, soy el cura de su parroquia y vengo ahacerle una visita dijo este a la recepcionista.
 
-Habitación 665,planta número 6 respondió la empleada.
 
Conforme el PadreDamián iba andando hacia el ascensor, se puso a pensar en lo curiosa que leparecía la asignación de la planta en la que se hospedaba Cielo Riveros. Seríacosa del destino o pura casualidad ¿Quién sabe? Terminó con esta pregunta elpadre Damián con sus pensamientos, justamente cuando el tono del ascensor, leavisó que había llego a la sexta planta. Nada más salir de aquella cajaelevadora, el Padre Damián se encontró de frente con los padres de CieloRiveros;
 
-Buenas tardesdijo este.
 
Inmediatamente lamadre de Cielo Riveros se lanzó sollozando a los brazos del cura.
 
-Qué desgraciadosque somos Padre Damián dijo esta entre llantos.
 
-Por qué hijamía, un bebé siempre es una alegría para la casa, ya lo dijo Jesús añadió este.
 
-¿Se está riendousted de nosotros? sonó por detrás, era el padre de Cielo Riveros. Mi hija va atener un bebé que no sabemos de quién coño es, ¿Cómo vamos a estar contentos?
 
-Eso no es ahoralo importante, lo principal es que Cielo Riveros esté bien y el bebé nazca sanodijo el Padre Damián con intención de reconfortar la mente de aquellosdesdichados, aún a sabiendas de que él era el principal causante de la tragediapor la que aquella familia estaba pasando.
 
-Pedro, por quéno bajas a la cafetería a por un café mientras me quedo con el Padre Damiánaquí, rezando por el alma de nuestra hija.
 
El marido, condesgana terminó aceptando el pedido. Así que al mismo tiempo que se cerraban denuevo las puertas del ascensor pero ahora con Pedro, el padre de Cielo Riveros,se escuchaba en el pasillo a la madre;
 
-Ave Maríapurísima.
 
-Sin pecadoconcebida.
 
-¿Por qué nostiene que pasar esto a nosotros Padre? Somos una familia de bien, católica,vamos siempre a misa, rezamos, no hacemos mal a nadie, ¿Por qué el señor nosmanda este castigo?
 
-Hija mía, elseñor no manda castigos, sino pruebas para que le demostremos la fe que tenemosen él. Por eso, debéis aceptar al bebé como una bendición y alegraros de sullegada. La virgen María quedó embarazada a través de nuestro señor, y SanJosé, sin cabreo alguno, aceptó a Jesús como su hijo, porque él sabía que todoera obra de Dios, por eso vosotros debéis hacer lo mismo con vuestro nieto.
 
-Tiene razónpadre, pero es tan difícil dijo aquella madre desconsolada al mismo tiempo quevolvía a abrazar al Padre Damián.
 
-¿Qué haces hija?Dijo el cura sorprendido al ver cómo esta le intentaba dar un beso en la boca.
 
-Béseme padre, mimarido hace meses que no me toca, desde que se enteró de lo de Cielo Riverosdice que el sexo es asqueroso y que él tiene la culpa de todo lo que nos hasucedido. Tóqueme padre, hágalo como lo hacía conmigo cuando organizábamos elrastrillo de los domingos en la Iglesia.
 
Por un momento,el Padre Damián llegó a pensar cómo había sido capaz, no solo de follarse a CieloRiveros y dejarla embarazada, sino mucho tiempo antes, follarse a su madre. Loque no entiende todavía, es como sabiendo que hubo algo entre ellos hace años,esta mandaba todo los jueves a Cielo Riveros para que se confesase. ¿Querríatener la madre una excusa para acercarse de nuevo al Padre Damián o habría otromotivo?
 
-Hija, esos díasfueron oscuros para ambos, ninguno de nosotros debemos sentirnos orgullosos deello, ya pagamos por nuestros pecados. Ahora es tiempo de mirar hacia delante.
 
-Tiene ustedrazón, dijo aquella madre al mismo tiempo que volvía a colocarse bien la falday sacar su mano de la entrepierna del Padre Damián.
 
-Iré a hablar unrato a solas con Cielo Riveros, a ver cómo se encuentra dijo el padre parapoder escapar de aquella situación de tensión.
 
Cuando el PadreDamián abrió la puerta y vio a Cielo Riveros, ambos no supieron cómoreaccionar.
 
-Qué tal estásdijo este tras cerrar la puerta.
 
-Bien respondió CieloRiveros de manera escueta.
 
-¿Cómo vas allamar al bebé?
 
-Creo que Maríarespondió la futura mamá.
 
-Le piensas deciralgo a tus padres sobre que yo soy el pa…
 
Fue en esemomento cuando la matrona irrumpió en la habitación haciendo que laconversación quedase en nada.
 
-Qué tal estás CieloRiveros preguntó esta.
 
-Bien, pero cadavez las contracciones son más frecuentes y dolorosas.
 
Una pequeñasonrisa de complicidad por entender la situación en la que se encontraba CieloRiveros, hizo que se le dibujase una pequeña sonrisa en la cara a aquellamatrona.
 
-Es normal, lasmadres primerizas como tú, dilatéis más lento que otras mujeres que ya han sidomamás, por eso mientras tanto, debes seguir haciendo los ejercicios dedilatación y sobre todo, tomártelo con paciencia ¿Vale?
 
-Incluso el padreDamián puede ayudarte a hacer los ejercicios, terminó diciendo la mujermientras salía por la misma puerta por la cual había entrado que hace unosminutos.
 
Fueron pasandolos minutos, pero ninguno de los ejercicios conseguía quitarle, o aunque fuesereducirle el dolor a Cielo Riveros durante un tiempo.
 
-Déjame que veacómo va esto dijo el Padre Damián al mismo tiempo que levantaba parte de labata que cubría el sexo de Cielo Riveros.
 
-¿Qué hace PadreDamián? dijo Cielo Riveros con voz temblorosa al mismo tiempo que notaba comoaquel cura iba restregando sus dedos lentamente por el sexo de su sierva.
 
-La enfermera hadicho que debía ayudarte con los ejercicios de dilatación ¿No? Pues eso hagohija mía. A medida que los dedos del Padre Damián iban recorriendo cada una delas cavidades que formaban el coño de Cielo Riveros, este iba subiendolentamente su cuerpo a la camilla sobre la que esta se encontraba acostada,hasta tal punto de encontrarse de rodillas frente a ella.
 
Una vez que elpadre Damián estaba en la posición de penitencia, se fue remangando lentamentela sotana con la mano que le quedaba libre, ya que la otra, a través de susdedos, estaba ocupada generándole placer a Cielo Riveros.
 
El monitor quequedaba junto a ellos, comenzó a pitar de manera frenética. Las pulsaciones de CieloRiveros iban tan deprisa, que aquel aparato pero sobre todo el corazón de esta,parecía que iban a explotar en cuestión de segundos. La situación empeorócuando el Padre Damián, estuvo lo suficientemente cerca de Cielo Riveros comopara empezar a restregarle su polla, por los labios del coño de Cielo Riveros.Por un momento, el monitor reflejó la imagen del feto, la cual no pasódesapercibida para el Padre Damián, este quedó privado ante la belleza de lavida. Fue en ese instante cuando se dio cuenta de que estaba a punto defollarse a una embarazada, ese pensamiento le puso todavía más cachondo de loque estaba, así que sin pudor alguno, introdujo su pene por completo por aquelmaravilloso orificio que Dios había creado en todos y cada uno de los cuerposde las mujeres.
 
Una mancha decolor negro comenzó a visionarse en aquel monitor, se movía a gran velocidad,aparecía durante unos segundos en la pantalla y un segundo después desaparecía.Estaría bien que todos esos aparatos indicasen con un pequeño cartel, todo loque va apareciendo en la pantalla pensó el Padre Damián. Pasaron variossegundos hasta que este se dio cuenta de que la mancha que se desvanecía una yotra vez ante sus ojos…era su polla. El tamaño de sexo del Padre Damián nohabía pasado desapercibido por aquel monitor. Aquella imagen era preciosa, auna lado su polla y al otro su hija. Hubiese pedido una copia a las enfermerasdel hospital para enmarcarla en su despacho de la iglesia, pero no sería unabuena idea pensó en ese momento.
 
-Tóqueme lastetas susurraba Cielo Riveros mientras se intentaba tapar la cara con laalmohada, inclinando de vez en cuando la cabeza para observar la escena. Nuncaantes había estado embarazada y aún menos ser follada por un cura estándolo,ese pecado debía ser el más grande si Dios los hubiese juzgado en ese mismomomento, pensó ella. No sabía por qué, pero desde pequeña, siempre le habíagustado ser la mala, y sobre todo…ser castigada.
 
Las manos delpadre Damián apretaron aquellas ubres como el suicida se agarra a la repisa delbalcón en el momento justo en el que se da cuenta de que no era tan buena ideaprecipitarse al vacío por un día malo. Aquellas manos habían hecho de todo,talar árboles en el seminario, poner cemento, matar cerdos durante la matanza,dar la eucaristía, masturbaciones…pero tocar las tetas de una embarazada…jamás.En el momento en el que aquellos dedos apretaron los dos bultos que CieloRiveros tenía por tetas, un líquido blanquecino salió disparado hacia su boca,cayendo por completo en ella.
 
-Esto es lechedijo el Padre Damián tras tragar aquella sustancia espesa.
 
Sin pensárselo niun segundo más, continuó apretándolas, manchándolo todo a su alrededor. A mediaque cada chorro de leche salía de aquellas tetas e impactaba sobre él, este sesentía más sucio todavía.
 
El pene del PadreDamián hacía tiempo que no paraba de entrar y salir del coño de Cielo Riveros.Ambos jadeaban como dos perros en celo, hasta tal punto de evadir la propiaidea de que Cielo Riveros iba a dar a luz, todo era una fantasía en suscabezas, pero eso les estaba dando morbo y placer, que eran sus drogasfavoritas.
 
-Corred, corredse escuchaba de fondo por los pasillos. El padre Damián supuso que serían losmédicos junto con los padres de Cielo Riveros quienes vendrían corriendo,avisados por las altas pulsaciones de su hija, pero ya era tarde, El PadreDamián no se había follada solo a su Cielo Riveros, sino también…a su nieta.
 
-Hijo de la granp…se escuchó decir al padre de Cielo Riveros desde la puerta, al mismo tiempoque este se abalanzaba sobre él.
 
Otra persona ensu sano juicio hubiera parado ante la sorpresa, pero al Padre Damián todo ledaba igual ya, su lista de pecados era interminable y sabía que merecía castigopor ellos, así que echándole más leña al fuego, agarró con firmeza los muslosde Cielo Riveros, y antes de recibir un puñetazo a manos de su suegro, el PadreDamián se corrió como nunca antes lo había hecho en el coño de Cielo Riveros,llenando por completo de semen, no solo el coño de Cielo Riveros sino tambiénel cuerpo de su hija.
El frío de lasesposas recorriendo el grosor de las muñecas, era una sensación que el PadreDamián jamás olvidaría.
 
-Está usteddetenido por la presunta violación de la paciente, tiene derecho a guardarsilencio, todo lo que diga podrá ser utilizado en su contra, si no puedecostearse un abogado se le asignará uno de oficio.
 
Esa frase era unade las preferidas del Padre Damián, los días en los que este no tenía quecumplir con sus obligaciones eclesiásticas, gastaba su tiempo en el bar deenfrente de la capilla o viendo series policiales.
 
En más de unaocasión, el Padre Damián fantaseaba con la idea de ser el protagonista deaquellos capítulos. Le hubiese encantado ser el policía que arrestaba alculpable, para luego follárselo en el calabozo a cambio de su libertad, o serél mismo el acusado y dejar que una policía subida de tono hiciese con él loque quisiera. En cualquiera de los casos, el Padre Damián quería estar presenteen la escena, tal vez eso fue lo que le impulsó a cometer aquella oleada defolladas, tanto a Cielo Riveros en el confesionario de la Iglesia y en elhospital, como a la novicia Teresa el día de su ordenamiento.
 
Varios policíastuvieron que intervenir para impedir que el padre de Cielo Riveros seabalanzase sobre aquel cura y lo matase a golpes. Nadie daba crédito a todo loque había sucedido en aquella habitación hace apenas unos minutos. La madre de CieloRiveros se encontraba totalmente derrumbada en una de las esquinas de la sala,sentada en el suelo, abrazándose a sí misma, metiendo la cabeza entre el huecoque formaban sus brazos. ¿Cómo era posible que con todo lo que ella habíarezado por su hija, esta hubiese sucumbido a las tentaciones del mismísimodemonio? Se repetía una y otra vez.
 
Por otro lado, CieloRiveros no quitaba atención a todos y cada uno de los detalles que su vistaalcanzaba a ver; la sonrisa del padre Damián siendo esposado, cómo este mismopasaba por delante de su padre sin apartar la mirada, desafiándolo a  que se deshiciese de los policías que leestaban sujetándolo y le diese su merecido, el llanto ahogado de su madre, loslatidos acelerados del feto en el monitor, la sensación del semen del padreDamián cayendo por sus piernas, todo sumaba a lo que probablemente fuese elmejor día de su vida.
 
Nada más salirdel hospital, los policías que escoltaban al padre Damián, lo empujaron sinningún pudor a la parte trasera del coche de policía. Durante el trayectoninguno de los allí presentes se dignó a mediar palabra. Aquellos policías lerepugnaba el simple hecho de tener que dirigirse a una figura como la querepresentaba el Padre Damián. De vez en cuando, estos echaban una mirada por el retrovisor para ver qué hacía, pero adiferencia de esos dos hombres de ley, el Padre Damián con la cabeza apoyada enla ventanilla, miraba glorioso el paisaje al mismo tiempo que sonreía. Parecíacomo si quisiera apreciar por última vez, la obra que un día creo el que fue supadre, Dios todo poderoso.
 
Cuando llegaron ala cárcel, el padre Damián tuvo que pasar un reconocimiento exhaustivo. Este nodaba crédito al trato que estaba recibiendo; lo desvistieron por completo comosi fuese un animal, le cachearon, le dieron una vestimenta  que olía a sudor y por si fuese poco le asignaronuna de las peores celdas del centro. Todo esto se debía a que el nuevo alcaideera muy estricto con las violaciones, por eso condenaba tajantemente a todos loque se atrevían a cometer tal acto.
 
Cuando el padreDamián llegó a su celda, descubrió que esta apenas tenía un colchón tirado enel suelo y un agujero para hacer sus necesidades, así que tras contemplaraquella escena, decidió que lo mejor sería dar una vuelta por el patio yterminar de ver las instalaciones.
 
Como sucede enuna comunidad de vecinos, no pasó más de una hora en que todos los presossupiesen por qué un cura como el padre Damián había terminado en la cárcel. Lossusurros se fueron haciendo cada vez más presentes a medida que el cura se ibacruzando con sus compañeros de prisión. Harto de que todo el mundo hablase deél y lo señalase, el padre Damián decidió retirarse a la capilla, la cualconstruyó el alcaide hace años para los presos, encontrando así una forma delibrarse de los demonios que los atormentaban y los habían llevado a cometersus delitos.
 
-Señor, no soydigno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme,dijo el Padre Damián tras arrodillarse en uno de los bancos de la primera fila.Sé que no he actuado con buena fe señor, estoy dispuesto a cumplir la penitencia que tu hijo, “el hombre” meimponga, pero por favor, necesito una muestra de tu castigo y a la vez de tuperdón. ¿Qué puedo hacer para qué me perdones? ¿Fustigarme? Lo haré.¿Arrancarme los ojos? Lo haré.
 
No contento consu plegaria, el padre Damián se levantó y se fue acercando lentamente al cristo crucificado que había tras elaltar, hasta estar lo suficientemente cerca como para apreciar una muesca defelicidad en la cara de este. Parecía como si el cristo se estuviese riendo dealgo en especial.
 
-Por favor Señor,mándeme una señal insistió el padre Damián.
 
Fue en esemomento cuando en una de las esquinas de la sala pareció escucharse algo.
 
-¿Hola? Dijo elPadre Damián, ¿Quién anda ahí?
 
La figura de unapersona comenzó a dibujarse a lo lejos. El padre Damián se tranquilizó más alpensar que solo sería uno de los presos que querría gastarle una broma o quemejor aún, vendría a la capilla a rezar como él. Pero para su sorpresa todoempeoró cuando la poca luz que había en aquel lugar, le permitió ver que aquelhombre no estaba solo, sino que venía acompañado por un grupo de más presos,los cuales ocultaban su rostro tras una careta con la cara del mismísimodemonio.
 
El padre Damiánfue retrocediendo hasta toparse de espaldas con el altar, pero cuando intentómirar hacia los lados buscando una posible escapatoria, se dio cuenta de que yaera tarde, estaba rodeado.
 
-¡No! Alejadse demí vociferaba este.
 
-Pero qué sucedepadre, cómo puede tenerle miedo al demonio, si él es quien nos hace ser comosomos. ¿Quién sino hizo que usted cometiese aquella atrocidad en el hospital?
 
-Yo no violé anadie, éramos amantes y el hijo que esperaba es mío. Yo no he hecho nada.
 
-Claro, claro, yotampoco violé a mi mujer y luego la maté, aquí somos todos inocentes dijo elmismo preso.
 
Aquellos hombrescon cabeza de demonio se fueron aproximando al padre Damián, y cuando menos selo esperó, estos se abalanzaron sobre aquel cura, empezando a desvestirlo ymaniatarlo.
 
-No, por favor,parad, yo solo quería rezar y pedirle perdón a Dios.
 
-¿Perdón Padre?¿Por qué debería usted disculparse? Si nos acaba de decir que era inocente.Además, creemos que la gente de su calaña se merece ser juzgada por alguiencomo nosotros.
 
-Solo Dios puedejuzgarme gritó el Padre Damián entre sollozos.
 
-Con que solopuede juzgarle Dios eh, eso ya lo veremos.
 
El padre Damiánse encontraba atado de pies a cabeza. Aquellos lunáticos habían hecho unaauténtica obra maestra, hasta tal punto que ni el más experto en Shibari podríahaber conseguido. Por un momento, cualquier persona habría supuesto que elpadre Damián estaba rezando, si no fuese por dos razones; la primera que esteestaba desnudo, y la segunda, porque una cuerda rodeaba su cuello atando almismo tiempo sus muñecas y sus pies, imposibilitando cualquier plan de fuga quese pasase por su cabeza en esos momentos.
 
Los presos sefueron turnando el cuerpo del padre Damián como el que cambia sus cromosrepetidos a la salida de clase con sus amigos. Algunos de ellos se comportabancomo verdaderas bestias, introducían sus miembros sin ningún pudor, ya fuesepor la boca o el ano, o incluso los dos a la vez, hasta tal punto de hacerlevomitar o incluso, defecarse encima. Las penetraciones eran constantes, noexistía lapso de tiempo alguno que le permitiese al padre Damián respirar antesde la siguiente follada.
 
Fue en esemomento cuando el Padre Damián se dio cuenta que el castigo que le había puestosu padre todo poderoso, era morir de placer, solo así podría abandonar sucuerpo manchado por el pecado y ascender con su alma pura al reino de loscielos.
 
-Más por favor,quiero más empezó a suplicar el padre Damián.
 
 Fue entonces cuando uno de los presos cogió elcáliz que reposaba sobre el mármol del altar y acercándoselo a su sexo comenzóa eyacular hasta echarlo todo dentro.
 
- Pasároslo ycorreros dentro.
 
Como si del jefedel grupo se tratase,  todossiguieron  la orden al pie de la letra, ycuando el cáliz estaba lo suficientemente lleno como para empezar adesbordarse, se lo acercaron a la cara del padre Damián.
 
-Bebe exclamó eljefe de los presos, al mismo tiempo que iba acercando el cáliz a la boca delpadre Damián. Así me gusta, que te lo tragues todo.
 
Cuando no quedóninguna gota de semen en el cáliz, los presos desataron al padre Damián.
 
-Recuerda quetodavía te queda comulgar, exclamó el jefe de los presos. Tras aquella frase,todos comenzaron a golpearlo hasta dejarlo semiinconsciente. Pero cuandoparecía que toda aquella pesadilla había terminado, estos cogieron de nuevo lascuerdas  y arrastrando el cuerpo delPadre Damián lo colgaron en la cruz que había sobre el altar, justamente encimadel cristo.
 
-Padre, por quéme has abandonado dijo este.
 
Fue en esepreciso instante cuando uno de los presos escaló la cruz y situándose a laespalda del padre, le susurró al oído;
 
-Nos ha mandadonuestro jefe, ya es hora de que te reúnas con él dijo el preso jefe al mismotiempo que se quitaba la máscara.
 
¡Era el alcaide!El padre Damián no daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo. Así que trasaquella terrorífica frase y la expresión demoniaca en la cara del alcaide, estesacó un cuchillo y sin pensárselo dos veces, pasó su filo por el cuello del padreDamián, haciendo que muriese desangrado ante la mirada de aquellos demoniosdisfrazados de hombres.
 
Fin.

amateur

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