Me rompen la cola por mis deudas 2

“Ay niña, ya tienes 4 meses así. Me pagas la mitad y luego cuando consigues el resto ya casi se te cumple el siguiente mes de renta. Tú sabes que te aprecio mucho, pero no puedo estar esperándote así cada mes” dijo don Pepe y la verdad, sentí lo mucho que le costaba también a él tener que hablarme así.

“¿Quiere pasar? No quiero estar aquí en la puerta casi desnuda je, je” le dije, más que nada para buscar una salida a el incómodo momento en que me encontraba.

“Si niña, claro. Perdón por tenerte parada en la puerta así” dijo don Pepe para luego entrar tras de mí al departamento.
Pasamos a lo que era la sala de mi departamento y le indiqué que se sentara a lo cual don Pepe obediente tomó lugar en uno de los sillones. Yo permanecí de pie, más que nada porque si tomara asiento, la diminuta toalla sería incapaz de cubrirme toda y terminaba enseñándole mis partes a mi rentero.

“Bueno niña, entonces ¿cómo le hacemos? No te quiero presionar, pero es dinero que yo también necesito y no puedo estar esperando o que me lo estés dando en partes. Entiendo tu situación, pero espero que tú también me entiendas y sobre todo sepas que no lo hago por complicarte la vida” dijo don Pepe sinceramente contrariado.

“Si don Pepe, al contrario, le agradezco la paciencia que me ha tenido. Y para pagarle, pues debe de haber algún modo, alguna solución. Bueno, o sea... pues… sí, ¿o no?” le respondí y me sorprendí a mí misma pensando en lo que estaba a punto de sugerirle para cubrir el pago de la renta.
Lo que colmó el vaso de mi vergüenza fue que no me acordaba que luego como no tengo visitas dejo mis tangas y mi ropa interior en la sala, en los sillones y así y para mí mala suerte en el sillón donde estaba don Pepe, había un par de tangas mías, obviamente limpias, pero a final de cuentas el sabría que tipo de tangas uso, al momento de el reposar su espalda contra el sillón se le vinieron encima, el un poco sorprendido las tomo con sus manos y estirando las un poco me dijo, toma pequeña, creo que esto es tuyo mientras me las entregaba, mientras las veía sutilmente, yo las tomé y las guardé entre mis manos apretando las fuerte.
Sin darle más importancia, don Pepe y yo seguimos hablando sobre el tema de la renta.
“Si don Pepe, al contrario, le agradezco la paciencia que me ha tenido. Y para pagarle, pues debe de haber algún modo, alguna solución. Bueno, o sea... pues… sí, ¿o no?” le respondí y me sorprendí a mí misma pensando en lo que estaba a punto de sugerirle para cubrir el pago de la renta.

Me estaba haciendo tonta yo sola. Sabía bien que no podría conseguir la mitad que me faltaba de la renta. No la había conseguido en todo el mes, mucho menos lo haría en un día. Y la 'solución' que estaba pasando por la mente era algo que ni en sueños lo había imaginado hacer. ¿Pero tenía yo otra opción? Por supuesto que no.
Despacio me senté en el sillón que estaba frente a donde don Pepe permanecía. Al sentarme y por lo corto de la toalla, era obvio que mi rentero tendría una vista de mis piernas, mis muslos y mi nalga. No conforme con eso, abrí ligeramente mis piernas para que pudiera tener un leve vistazo de mi panochita. Todo lo hice fingiendo descuido y poniendo cara de estar pensando en la dichosa 'solución'. Digo, si mi intención era convencerlo de lo que pensaba proponerle, tenía que mostrarle poco de la mercancía.
Me rompen la cola por mis deudas 2


“Estabas por meterte a bañar, ¿verdad?” escuché decir a don Pepe y de reojo pude ver cómo me miraba mi entrepierna tratando de ser discreto.

“Sí, como le dije pues tengo una entrevista de trabajo y por eso me iba a dar una ducha” le contesté haciéndome la inocente.

“¿Me permitirías bañarme contigo y te perdono la mitad de la renta que me debes?” dijo don Pepe un poco tímido y nervioso.

“¡Don Pepe! ¿Pero cómo dice eso?” le dije haciéndome la sorprendida, pero por dentro agradecida de que fue él quien lo dijo y evitando ser yo la ofrecida.
“Tienes razón niña. Perdóname por decirte eso. La verdad no sé qué estaba pensando al faltarte el respeto de esa manera. Olvida por favor esa tontería que acabo de decir y volvamos a ver cómo me pagas el dinero” fue el turno de don Pepe de ponerse como arcoíris.

“¡En la madre! Ya se está echando pa'tras y voy a tener que pagarle el dinero. Tengo que convencerlo antes de que se arrepienta completamente” pensé para mis adentros.

“Bueno don Pepe... yo sé que usted siempre me ha tratado con respeto y hasta me ha protegido, y sé que eso que dijo no lo dice por abusar ni nada. Y pues... sería nomas bañarnos juntos ¿y ya? ¿sin nada de nada? ¿o cómo? Explíqueme porfas” le respondí viendo como su rostro pasaba de arrepentimiento a calentura como por arte de magia.

“Pues solo meternos a bañar. Yo te tallo tu cuerpo, te enjabono toda y.…” dijo don Pepe dejando ese último “y”, como si hubiera algo más que agregar. Le miré y levanté mi ceja como diciendo que si había algo más era momento de decirlo. No dijo nada, se quedó callado aun dudoso si de verdad estaba yo aceptando su propuesta.
“Pues bueno... me parece bien. Acepto su propuesta de bañarnos juntos a cambio de la mitad del pago de mi renta. Pero solo bañarnos y nada más, ¿ok? Ese es el trato ¿verdad? Le dije asegurando que no habría relación sexual ni nada parecido a lo que don Pepe respondió afirmativamente.

“Ok, entonces nomás déjeme entro al baño y deme un par de minutos en los que pongo el agua y ya se mete usted ¿va? Le dije, sin esperar respuesta. Me metí al cuarto de baño y cerré la puerta sin poner el seguro, abrí las llaves del agua y después de regular la temperatura me metí a la regadera.

En el momento que el agua cayó sobre mí fue que me dio un chispazo de cordura. ¿qué diablos estoy a punto de hacer? ¿voy a darme una ducha junto a un señor que bien podría ser mi abuelo? Y todo para no pagar la mitad de la renta. Bueno, no tengo más opción y solo será esta vez, me dije tratando de justificar lo que yo misma había propiciado.
Estaba metida en mis pensamientos cuando escuche no solo a don Pepe entrar al cuarto de baño, sino también como se despojó de su ropa. ¡Rayos! Al mal paso darle prisa, pensé mientras me volteaba de cara hacia la pared para evitar verlo entrar a la ducha dándole vista completa de mi culo.

“Ya puedes voltear, estoy feo, pero no es para tanto ja, ja” dijo don Pepe y pues no me quedó otra que voltear cubriendo mis tetas y mi vagina con mis manos y brazos.

Conforme me movía lentamente para darle la cara, pude ver a don Pepe parado a un lado de la cortina completamente desnudo. Si bien su cuerpo mostraba el desgaste normal de una persona de su edad, tampoco estaba tan jodido como yo esperaba. Se veía delgado, sin panza y creo que hasta más alto que cuando lo veía con ropa.

Pero lo que obviamente atrapó mi atención fue su pene. Si algo me gusta ver cada vez que estoy con algún chico es cuando sus vergas están en estado de reposo. La forma cuando están en un término medio. Ni erecta ni dormida. Y sobre todo como se ven colgando. Se miran pesadas, como si quisieran erectarse, pero el mismo peso las mantiene hacia abajo.
Y precisamente así se veía la verga de don Pepe. Larga, muy larga. Pero también bastante gruesa, un término muy rico, gruesa y larga muy larga aprox unos 20 cm. Y la forma en como le colgaba la hacía verse más larga aún. Y no que fuera yo experta en vergas y supiera de tamaños y medidas con solo verlas. Pero sí fue de las más largas que me ha tocado ver hasta ahora.
“¿Podrías quitar las manos de tu cuerpo? Me gustaría verte completa” dijo don Pepe sacándome de mi apendejamiento visual. Esbozando una leve sonrisa, poco a poco moví el brazo que cubría mis pechos. El agua, los nervios, o qué sé yo, había provocado que mis pezones se pusieran erectos y duros. En cuanto destapé mis senos pude ver como la verga de don Pepe cobraba vida y empezaba su elevación apuntando hacia mí.

Tenía yo tiempo sin tener pareja sexual, por lo mismo no sentía necesario depilar mi área púbica, así que mi panochita estaba cubierta por una espesa mata de pelos castaños. Y eso por alguna razón me provocaba más vergüenza que mostrar mis pechos. Tardé un poco más en mover la mano que cubría mi entrepierna, pero cuando lo hice la verga de don Pepe se erecto por completo. Ahora se veía más larga aún, pero gruesa. Me recordaba al tolete que usan los policías para golpear. Me reí en mis adentros por la comparación tan tonta que hice.
Le señalé donde estaba el jabón y el estropajo y me di vuelta dándole la espalda, para ni un minuto después, sentir las manos de don Pepe recorriendo mi cuerpo. La verdad no me estaba resultando tan incómodo como pensé que sería. Sentí como me enjabonaba empezando por mi cuello, para luego bajar por toda mi espalda. Cerré mis ojos al sentir las suaves caricias que don Pepe hacía mientras frotaba suavemente el estropajo por toda mi espalda de arriba a abajo y nuevamente subir.

No pasó mucho tiempo, hasta finalmente llegar a mi carnoso culo. Sentí el toque de sus manos titubeante al principio, para luego ir tomando confianza y no solo enjabonar mis cachetes sino también pasar su mano por la raya que divide mis nalgas, rozando mi panochita. Sin ni siquiera pensarlo, separé mis piernas para darle mejor acceso a su mano para que pudiera introducirse en medio de ellas y enjabonara mi panocha con mayor facilidad. Yo permanecía con mis ojos cerrados, disfrutando la perversa caricia que hacía don Pepe en mí. Sentí como pasaba su mano por mi tupida mata de pelos, enjabonando y frotando fuerte mi entrepierna. No tardé mucho en sentir como empezaba a segregar jugos vaginales.
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“Abre tus nalgas para limpiarte bien, mija” escuché decir a don Pepe y de nuevo, sin siquiera titubear, tomé los gordos cachetes de mi culo y los abrí de forma impúdica, dándole una vista total de mi más secreto orificio.

Las manos de don Pepe se paseaban frenéticas por toda la raja de mi culo, para luego detenerse en mi ano, frotando fuerte como si quisiera meterme la barra de jabón. No pude evitar lanzar un gemido cuando uno de sus flacos y rugosos dedos penetró mi ano.
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“¡Ugh! No don Pepe, no.… me... pique por atrás”

“¿No te gusta por el culo?” me pregunto don Pepe sin sacar su dedo de mi trasero.

“Si me gusta. Pero no hago del baño desde ayer y estoy sucia” le contesté, pero no saco su dedo. Se lo tuve que repetir de nuevo y esta vez sí retiró su dedo de mi ano.
Estaba sintiendo tan rico que yo solita me di vuelta, para ponerme frente a él, como autorizándolo a enjabonarme la parte frontal de mi cuerpo. Yo seguía con mis ojos cerrados, como si de esa manera negara el estar haciendo las cosas ya con toda la intención. Y si bien todo esto era por conveniencia del pago de mi renta, para nada me estaba forzando don Pepe.

Mi rentero no perdió tiempo. Sentí como sus manos se apoderaban del par de pequeños globos que formaban mis tetas y olvidándose del jabón, empezó a apretarlos y estrujarlos cada vez más fuerte. No pude evitar empezar a gemir, lo cual encendió más a don Pepe. Me imagino que ver mi rostro de niña inocente, con el agua escurriendo y lanzando gemidos como toda una putita, era todo un espectáculo para ese hombre que podría ser mi abuelo.
Lo siguiente fue sentir como su boca se apoderaba de mis pechos, como succionaba mis pezones con furia. Primero uno, luego el otro. Pase una mano sobre su nuca y lo empuje para que siguiera comiéndose mis duros pezones. Al ser él más alto que yo, eso le obligaba a encorvar su cuerpo para poder chuparme sin problema. Yo misma me paraba de puntitas para facilitarle la faena. Me tomo por mis nalgas con sus manos y me levanto en vilo, apoyándome contra la pared sin dejar de chupar mis tetas. Sentía como la dura cabeza de su erecta verga punteaba la entrada de mi panocha. Solo era cuestión de dejarme caer para empalarme por completo en su duro mástil. Habíamos pasado de bañarnos juntos a un faje entre un adulto mayor y una niña puta, y para nada me desagradaba la situación.

“Nila... Niña... necesito cogerte ahora mismo, niña” me dijo don Pepe separando su boca de mis tetas, esperando mi respuesta.

Ya era muy tarde para detenerme, pero aun así me detuve a meditar en lo que estaba haciendo y lo que estaba por hacer. Iba a coger con un hombre muchísimo mayor que yo en edad, y lo iba a hacer a cambio de un beneficio económico. ¿En qué me convierte eso? ¿Y si alguien se enteraba de esto?
Mi respuesta era SÍ o NO, y tenía que decidirme ahora mismo. ¿Tendría razón mi gato en que era una puta?

Parte 3? ....

3 comentários - Me rompen la cola por mis deudas 2

Ufffffffffffff que excelente y excitante relato