Mis años perdidos - Parte 3

Había pasado más de un año ya. Viéndolo desde hoy, no puedo creer como estaba viviendo en ese entonces. Drogada y pasada de pastillas casi todos los días, había tenido sexo sin protección con dos hombres distintos y por supuesto vivía en una casa abandonada y mugrienta, sin ninguna comodidad mas que la que podía crear yo, entre toda la suciedad y mal alimentada.

Una tarde que habíamos salido a limosnear con Mariano a ver que conseguíamos, no se por que lo hice pero me quedé viendo la vidriera de un negocio. Se dio justo que había un espejo grande y me vi a mi misma. Casi no me reconocí. Debido a las drogas, a lo mal que me estaba alimentando y a las condiciones pésimas en las que vivía, había adelgazado mucho. Lo cual a mi, con lo estúpida que estaba en esas épocas, me había alegrado mucho. Lo que elegí no ver era lo demacrada que estaba, se me veía en la cara… la tenía más angular y más fina de pronto. La pancita que siempre tuve desde mis catorce y quince años ya casi me había desaparecido de nuevo, y me veía los brazos y las piernas más delgadas. Hasta mis pechos, ellos también, si bien seguían grandes me parecía que se me habían achicado un poquito.

Y yo pensaba que eso estaba bien a mis ya diecisiete años. Que tonta que era. Que inmersa que estaba en un desastre de vida que yo no veía, o elegía no ver.

Por esa época paso algo bastante feo. Una tardecita yo me había quedado en casa, Mariano había salido a vender droga a un par de clientes pero no volvía. Mariano no era muy puntual que digamos, con nada, pero nunca era de tardar tanto. Cuando ya se hizo de noche y el aun no regresaba me empecé a desesperar. Sola en la casa me hice algo de comer, mientras lo esperaba ansiosa.

Se había hecho ya pasada la medianoche y Mariano no aparecía. Yo estaba al borde de la desesperación y las lágrimas ya, sin saber que hacer. No sabía si le había pasado algo o si había decidido irse y dejarme. Sus cosas estaban en casa, claro, pero yo que sabía y la paranoia me estaba comiendo la cabeza. Ninguno de los dos tenía teléfono como para tratar de ubicarlo y yo a la comisaría no iba a ir a preguntar nada, tenía miedo que me identificaran a mi también. Hacía un año y medio que me había ido de casa y ni sabía que podían haber hecho mi mamá y mis hermanos tratando de encontrarme. Quizás, yo pensaba, la policía me podía estar buscando todavía. Después de un año y medio de haber desaparecido era muy difícil que aún me estuvieran buscando, pero yo no me quería exponer así.

Como pude me dormí, tardísimo, acurrucada bajo mi frazada con miedo y con mil cosas que se me cruzaban por la cabeza. Rogaba que en cualquier momento yo escuchara la puerta abrirse y que Mariano volviera, pero no pasó y finalmente me dormí exhausta.

Mariano por suerte volvió a la mañana siguiente, a eso de las 9. Yo me le abalancé encima para abrazarlo y ahí lo vi bien. Llevaba una bota de plástico en su pie derecho y caminaba con mucha dificultad. También tenía vendas y parches en los brazos. Le pregunté qué había pasado y me dijo que lo había atropellado un auto ayer a la tarde y lo llevaron al hospital, donde pasó la noche. Por suerte no se había roto ningún hueso, el golpe no fue a mucha velocidad, pero se había doblado muy feo el tobillo y se había raspado los brazos al caer.

Yo lo atendí el resto del día que él se pasó acostado, dándole de comer y lavandolo en el jardín, aliviada que dentro de todo él estaba bien y de vuelta en casa.

Al otro día Mariano me dijo que tenía que ir a comprar droga a lo de su proveedor, pero que él no podía caminar así. Que todavía le dolía mucho y que fuera yo. A mi me agarró un miedo terrible de hacer eso, encima sola. Se lo dije pero me contestó que no había otra forma, tenía que reponer su stock y él no lo podía hacer. Me dio la plata para que me lleve y todas las instrucciones de como llegar y a quien ver.

Estaba bastante lejos de nuestra casa, por lo que tuve que tomar un colectivo para ir y para volver. Yo tenía pánico de que me robaran, encima llevando plata encima. Además hacía más de un año que no viajaba sola en transporte público. Para colmo Mariano no me dio ninguna pastilla para calmarme porque decía que no quería que yo anduviera empastillada por la calle, tratando de hacer esto con la cabeza llena de droga. Que me quería sobria y atenta ese dia.

Así que con todos mis miedos y con la ansiedad que llevaba dentro por no haber tomado alguna pastilla, emprendí el viaje, aferrando la bolsita con la plata como si mi vida dependiera de ello. Por suerte llegué a destino sin problemas y luego de caminar unas cuadras arribé a la calle que me había indicado Mariano, una calle de casas residenciales medio viejas y todas bajitas. No eran muy lindas casas, se las veía algunas más dañadas que otras, pero comparadas con la que yo consideraba mía eran mansiones. Llegué al número que me había escrito Mariano. Era una casita simple, linda, en un terreno que parecía tener un amplio jardín al fondo. Se la veía como de las más cuidadas y arregladas de la calle. Con algo de miedo me dirigí a la puerta y toque el timbre.

Me atendió un flaco que parecía estar cerca de sus treinta años, medio rubio y vestido simple y normal, con jean y remera.
“Hola”, le dije tratando de sonreír un poco pese a mi miedo, “Venía a ver a Pablo o a German…”
“Hola, si yo soy Pablo… vos quién sos?”, me contestó.
“Ah, que tal… Vengo de parte de Mariano. Yo soy Sara, la novia.”
El pibe se sonrió y me miró bien cuando escuchó eso, “Aaaahh… vos sos Sara?! Que haces, che. Un gusto. Que paso? Por qué no vino Mariano?”
“Uh… es que no se puede mover, se lastimó un tobillo. Lo pisó un auto antes de ayer…”
“Uh, no me jodas, en serio?”, dijo el pibe.
“Si, así que me dijo que viniera yo a buscar.”
“Okey, pasa…”, se apartó para que yo pudiera pasar y entré, él cerrando la puerta detrás mío. La casa era linda adentro, la tenia bien limpia y ordenada, “Pasa, pasa… asi que vos sos Sara, por fin te conozco la cara. Mariano siempre nos decía de vos.”
Yo le sonreí un poco, “Si, bueno, esto siempre lo hace Mariano, pero ahora no puede viste…”
“No hay drama, todo bien. Mira, lo de Mariano lo tiene mi hermano German, él se ocupa de Mariano, sabes?”, me dijo con una sonrisa, “Esta en el gimnasio pero en un rato viene. Lo querés esperar?”
“Bueno, dale… gracias.”, le dije.
“Te lo daría yo pero la verdad ni se que es. No te quiero dar cualquier paquete”, me dijo con una sonrisa.
“No, todo bien, lo espero. Gracias.”
“Querés un mate mientras? Me iba a hacer”, me preguntó y yo le dije que sí casi sin pensarlo. Con el hambre que tenía me iba a venir bien un matecito, además hacía tanto que no tomaba.

Fuimos hasta la cocina y me senté mientras Pablo preparaba el mate y me dio unos bizcochitos de grasa. Se sonrió cuando vio como me los devoraba prácticamente. No se si se apiadó de mí, o me vio tan hambrienta o que, pero me dejó una botella de Coca Cola enfrente para que tome, junto con la bolsa de bizcochitos y el mate. Yo la verdad no podía parar de comer y tomar. Nos quedamos charlando ahí un rato. Por supuesto que noté como me miraba pero yo estaba más preocupada en llenarme el estómago.

Como a la media hora llegó su hermano, German. Él era más ancho y musculoso, evidentemente había venido del gimnasio como su hermano me había dicho. Cuando Pablo me presentó a German se le dibujó una sonrisa medio rara en la cara.
“Así que vos sos la famosa Sara… por fin te conozco la cara”, se rió.
“Bueh, no se que tan famosa”, me sonreí. Que habría estado diciendo Mariano de mí cada vez que venía aca? Le comenté lo que le había pasado a Mariano y por qué yo estaba ahí.
“Uh, que bajon che. Bueh, ojala se recupere pronto.”, me dijo, “Dame un toque que me cambio y te traigo lo tuyo. Te dió la guita tu novio?”
“Si, acá está…”, le dije pasándole la bolsa con la plata.
“Okey, dale. Banca que te lo traigo.”, me dijo y desapareció a su habitación.

Al rato German volvió y me dio un paquetito cerrado en una bolsa, yo lo tome y se lo agradecí. Me iba a levantar para irme pero me dijeron que si quería que me quedara un rato a seguir tomando mate, así me conocían. Ya que Mariano aparentemente no iba a aparecer por unas semanas me querían conocer. Nos quedamos charlando durante una hora. Se reían como me veían comer y tomar, yo tratando de no aparentar lo muerta de hambre que estaba.

Así charlando los tres en la mesa de la cocina fue pasando el tiempo. Estábamos hablando lo mas bien, de mi y de cualquier cosa, una charla normal, hasta que German me dijo al pasar.
“Che decile a Mariano a ver cuando empieza a mover algo mas duro.”, se sonrió y tomó un poco de mate, “Yo me la paso ofreciéndole pero no quiere saber nada.”
“Porro y pastis es lo único que quiere…”, agregó Pablo riéndose también.
“Bueh, no sé, eso es cosa de él. Ahí yo ni me meto”, les dije.
“No, si ya se. Pero se está perdiendo mucha guita por boludo.”, me dijo German, “No hay mucho margen en las pastis.”
A mi me dio curiosidad, “Bueno, le digo. Algo mas duro como que?”
“Y estamos hace un tiempo moviendo un poco de heroína también”, me dijo German, “Buen producto, pega como la puta madre. Y deja muy buena guita.”
“Para mi que a Mariano le da cosa todo el tema de la preparación”, agregó Pablo, “No lo veo muy ducho con eso, pero yo le dije que le enseñábamos si quería.”
“Nunca quiso”; se rió German.
“Vos te das también?”, me pregunto Pablo.
“No, yo con las pastis y los porros de él, nada más”, les sonreí.
“Jajaj, uh tenes que probar…”, me miró German, “Sabes los viajes que te da? Querés probar?”

Yo tragué saliva. Se me cruzaron muchas cosas por la cabeza. Siempre me dije a mi misma que me alcanzaba con los porros y las pastillas, pero la verdad que tenía mucha curiosidad por otras cosas y encima éstos dos hijos de puta me estaban vendiendo viajes increíbles queriendo convencerme.
“Ay… no se, chicos… me da cosa la verdad”, les dije.
“Que, verguenza?”, me sonrió German
“No, que se yo… acá en tu casa. Además me tengo que volver, no puedo llegar a cualquier hora, no se…”
German me sonrió, “Todo bien, Sara. Si queres probar te doy una dosis chiquita, querés? No te vas a arrepentir, no sabes lo que es…”
“Con una chiquita en una horita ya estas bien…”, agregó Pablo.
Yo suspiré con un poco de miedo, “No se, chicos…”
“Que te da miedo la aguja? Te la mando yo, no te preocupes. Yo lo sé hacer.”, me sonrió.
“Pero me va a dejar re boluda y tengo que volver…”, protesté un poco.
“No, tranqui. Vas a ver que es un viaje re lindo y re suave, te va a encantar”, me contestó Pablo.

No tuve ni tiempo de protestar o contestarles algo ya que se levantaron los dos y medio que me llevaron a su living. Yo me senté con Pablo en el sillón y German desapareció un momento, volviendo con un frasquito y un kit de jeringas y agujas. Me empezó a dar un poco de miedo cuando vi a German preparar todo, pero Pablo se me sentó al lado y me dio vuelta la cara para mirarlo. Me estaba sonriendo.
“Si te da impresion no mires. Mirame a mi, todo bien…”, me sonrió. Yo le asentí despacito con la cabeza, mirándolo a el, mirando a otro lado, mirando a cualquier lado menos a lo que estaba haciendo German con su preparación. Sentí que German me tomo el brazo izquierdo y me apretó un poco fuerte arriba del codo un momento para que me resaltara la vena.
“Es un pinchazo nada más, bebe. Es como una vacuna, ni lo vas a sentir…”, lo escuche decir.

Yo trague saliva y sentí el pinchazo, la aguja entrándome en mi vena y pronto el calor raro de la droga subiendome por el brazo y el cuerpo. No pude evitar girar la cabeza para ver, pese a la impresión que me daba, y ahí lo vi. El hijo de mil putas de German no me había dado una dosis chiquita, cuando miré todavía estaba empujando con la jeringa lo que me pareció, sin realmente conocer del tema, una dosis bastante grande mientras sonreía, “Seeeh… ahí va, que lindoooo…”

Vi cómo extrajo la jeringa de mi brazo y me puso un algodoncito para taparme. Gire para mirarlo a Pablo de nuevo… y no tuve mucho tiempo de hacer mucho más.

Yo estaba acostumbrada a la sensación de la marihuana y de las pastillas. Que eran sensaciones suaves y lentas, paulatinas, se sentía la paz y la calma que te daban como olas de mar cada vez más lindas y agradables. La heroína no era así. De pronto sentí como si me hubieran dado un fierrazo en el cerebro. Pero un fierrazo de placer, de éxtasis. Como un escalofrío larguísimo de puro placer y euforia me recorrió el cuerpo, se me nublo la vista y me escuche largar un suspiro increible. Era puro placer, pura gloria en mi cabeza. El cuerpo lo sentía como adormecido, pero a la vez sentía todo mucho más, que sensación difícil de explicar.

Los ojitos se me fueron para solos para atrás de mis párpados y sentí que mi mano me empezó a temblar. Enseguida sentí la mano de Pablo agarrándola. Yo parpadeaba rápido, me oía balbucear cosas y suspirar suave de placer. También los escuchaba a ellos. Los escuchaba reírse al lado mio.
“Buenooo… Clienta nueva… jajajaja”, escuché a German.
“Como va, Sarita? Estas bien?”, sentí a Pablo preguntarme cerca del oído.
“Sssssiiii….”, le susurré en mi éxtasis
“Esta lindo?”, me preguntó
“Sssssiiii… mmmhh…”, yo no sabía que estaba contestando. Yo solo quería seguir inmersa en esa sensación increible de placer extremo.
“Te gusta?”
“Ssssiii… sii….”
“Esto también te va a gustar…”, lo escuche decir a German y sentí como me quitaba las zapatillas, me desabrochaba el jean y me lo deslizaba por las piernas.
“Uh… pará boludo, en serio?”, escuche a Pablo preguntar.
“Obvio… vos te la vas a perder?”, se rió German.
“No se…”, dijo Pablo, “Pero que buena que esta la pendeja, loco…”, dijo Pablo y sentí su mano apretarme las tetas, primero por encima de la remera pero enseguida me la levantó y me corrió el corpiño también, sientiéndomelas fuerte con su mano. A mi me daban alarmas de placer por todos lados.
“Faaa… mira lo que es… que hija de puta!”, se rió German seguro mirándome las tetas mientras me sacaba la bombacha también.
“Y si le dice algo a Mariano?”, preguntó Pablo
“Que va a decir, boludo”, le contestó German, “Viste el bombazo que le metí, va a quedar re adicta… y como está ahora en cuanto sienta pija va a quedar re adicta a esa también, jajajaj”, se rió y sentí como sus manos me separaban las piernas con fuerza, e inmediatamente su boca lamiendo y chupandome la concha. En mi estado, eso que de por sí ya era placentero ahora me estaba haciendo chillar y derretirme de placer.

Pronto también sentí la punta de la pija de Pablo frotandome los labios. Como un reflejo yo abrí la boca y se la empecé a chupar a él también. Yo solo quería placer. Más y más placer. Sentirlo así en mi estado era increíble. Todo se sentía increíble. Pablo empezó a gemir fuerte al sentir mi boca, me tomó del pelo y me la empezó a coger.
“Ves boludo… mira con que ganas te la chupa… jajajaj”, se rió German mientras seguía probando mi conchita.
“No puedo creer… aaahhh… que el forro de Mariano tenga este caramelito..:”, gemía Pablo mientras me llenaba la boca con su verga. Yo estaba encantada de todo lo que me estaban haciendo sentir, tanto la droga como sus atenciones.
German dejó de chuparme y lo sentí apoyar un poco su cuerpo encima del mío. Yo seguía medio sentada y medio doblada en el sillón, ahora tenía también la sensación del cuerpo más musculoso de German entre mis piernas, mi vagina ya estaba húmeda a más no poder. Lo escuché reírse y decirle al hermano, “Aaahh… le voy a llenar la conchita de leche al caramelito de Mariano…”

Sentí la verga dura de German entrarme y casi estallo de placer, aun mas de lo que estaba. Me faltaba el aire para gemir todo lo que quería gemir. Me empezó a coger profundo y parejo.
“Yo le quiero acabar en las tetas… mira lo que son…”, escuché a Pablo mientras yo lo seguía mamando, gimiendo mi placer con la boca llena de su verga.
German también gemía el placer que le estaba dando mi vagina húmeda a su verga dura, me estaba llenando y vaciando con facilidad y se sentía hermoso, “Boludo, aprovecha… aaahhh… mmmhh… aprovecha y cogetela ... rompele el culito… aaahhh… acabale ahí, le va a encantar…”

Ninguno de los tres duramos mucho más. German pronto tuvo su orgasmo y sentí como su pija me acababa en mi concha, lo que me hizo tener mi orgasmo también. El orgasmo que tuve bajo la influencia de esa droga tan fuerte fue increíble. Mi cuerpo se sacudía como en espasmos casi epilépticos, casi que se me salía el alma del cuerpo de tanto placer que sentía por todos lados. Mi orgasmo a su vez lo hizo acabar a Pablo en mi boca, llenándola de su leche. En mi estado yo no podía tragar nada, así que cuando abrí la boca para gritar de placer y tomar aire, toda su leche se me volcó encima.

Cuando terminaron nos quedamos en el sillón los tres. Luego de un rato cuando vieron que yo seguía bastante de viaje, aprovecharon para cogerme de nuevo. Sentí que uno me puso en cuatro sobre el sillón. German se acostó y tomándome del pelo me hizo chuparle la verga, mientras que Pablo con unos gemidos increibles me penetró el culo de atrás, cogiendomelo dulcemente hasta que los dos me llenaron con su semen caliente, casi al mismo tiempo en mi boca y profundo en mi ano, haciéndome orgasmear nuevamente.

Cuando volví a recobrar el conocimiento habían pasado como tres horas. Me desperté sola en el sillón, me habían vestido de nuevo y me habían dejado ahí. Tenía un dolor de cabeza que me estaba matando, pero también el recuerdo y la sensación de todo el placer que había sentido, por la droga y por el sexo. Los escuché charlando en la cocina y me acerqué, caminando bastante mareada. Nada más se sonrieron y me preguntaron que onda el viaje, si la había pasado bien. Yo les dije suavemente que sí, pero que me dolía mucho la cabeza y me sentía mal. Pablo me dijo que era normal, que se me iba a pasar.

German se sonrió y me dijo si la había pasado bien con ellos también. Me lo tuvieron que preguntar varias veces, yo no quería contestarles, pero finalmente les dije que sí. German me dijo que si quería seguir probando que los viniera a ver cuando quisiera, que ellos se ocupaban de darme más, ya que no creía que Mariano lo iba a hacer.

Al final me despedí de ellos, un poco confundida, con muchas cosas pasandome por la cabeza, pero calmada y satisfecha. Ya apurándome me tomé el colectivo de vuelta con el paquete para Mariano y finalmente llegué a casa. Lo saludé a Mariano, le dejé el paquete para que lo revisara y me fui directo al jardín a lavarme, sin decirle más. Cuando volví al living me preguntó por qué había tardado tanto y le dije.

No le dije toda la verdad. No quería decirle que me habían picado. No sabía como iría a reaccionar él con eso. Pero como aparentemente no había tenido problema con que el viejo Juan tuviera sexo conmigo esas semanas que estuvo con nosotros, le confesé que había cogido con Pablo y German. Decidí decírselo así, en lugar de contarle la versión más correcta que era que ellos me habían cogido a mi.

Mariano mucho no se lo bancó cuando lo escuchó. Aparentemente su discurso de amor libre y que yo podía tener sexo con quien quisiera no era extensivo a sus dealers. Yo no sabia por que. Nos pusimos a discutir, bastante feo. A él no le gustó que yo haya hecho eso con Pablo y German, y yo aproveché también para estallar un poco con él y con varias de sus actitudes. Discutimos y nos peleamos. Mariano me gritaba y me decía que si yo iba a ser así de puta, que por lo menos podía cobrar por que me cojan. Yo lo putee y le dije que quería decir con eso. Me dijo que ahora cuando saldríamos a pedir por las casas, si a alguno le pintaba cogerme que lo iba a dejar y que no solo eso, sino que él iba a ofrecerme y cobrar. Asi algo mas de plata por lo menos ganabamos.

Yo protesté y lo mandé a la mierda, pero ahí fue cuando se enojo fuerte y me dijo que si quería seguir viviendo ahí con él y, peor, si quería que él me siga dando pastillas que la cosa ahora era así. Que si yo iba a ser así de puta que él me iba a ofrecer a la gente, si le pintaba. Y punto.

Yo de bronca y de miedo a perder mi casa y mi fuente de pastillas, le dije que bueno. Que lo hiciera a ver si tenía los huevos de hacerlo y a ver si le salía. Pero que si iba a hacer eso que se olvidara que yo era su novia. Y ahí me dijo que yo ya era nada más una puta que me cogía a cualquiera. Y que ya iba a ver todo lo que él iba a recaudar conmigo.

Por supuesto que no ocurrió. O al menos, no ocurrió como Mariano se lo pensaba. Cuando salíamos a pedir los dos por las casas, primero que tardabamos muchísimo ya que a Mariano le costaba caminar con la bota y después que nunca pasaba que alguien quería cogerme y muchas veces el ni siquiera me ofrecía como tal. La gran mayoría de la gente ni atendía la puerta cuando golpeabamos a pedir, y del resto que nos atendía otra gran parte eran mujeres y señoras, amas de casa que estaban ahí a la tarde. Ahí no iba a pasar nada.

Pero si paso que unas pocas veces Mariano tenía la suerte que la puerta la atendía algún tipo que vivía ahí. Cuando Mariano me ofrecía a ellos, la mayoría lo puteaban y lo sacaban cagando, pero tuvo la suerte que algunos tipos solitarios, la mayoría jubilados ya, me miraban y lo pensaban dos veces. Y algunos aceptaban, siempre con la condición que Mariano se fuera y volviera después ya que no lo querían meter en sus casas con la pinta que llevaba el.

Así que si, me da vergüenza admitirlo, pero más de una pija de jubilado solitario chupé en esas épocas. Y más de una vez me dejé coger en la casa de alguno hasta que Mariano tocaba el timbre un rato después, los tipos le pagaban y nos íbamos. Me da vergüenza contarlo, y encima aceptar que le pagaban bastante bien por mi, por lo que Mariano no quiso dejar de hacerlo nunca.

A veces hasta pasaba que algún viejo aceptaba y me hacía pasar, pero viéndome tan nena a algunos en ese momento les agarraba miedo, o alguna cosa. Algunos dudaban en ese momento, pensando lo que habían aceptado de hacer. Como las veces que Mariano salía a ofrecerme me hacía arreglarme lo mejor que podía, yo lo unico que tenia que hacer era desnudarme para que se decidieran enseguida.



Mis años perdidos - Parte 3


Después a la noche en casa Mariano se me hacía el bueno, quería ser el noviecito de nuevo, diciendome lo que me quería y me amaba. Yo lo sacaba cagando, ya no quería saber nada con él. Quería seguir viviendo ahí y quería que me diera sus pastillas, pero ya no sentía más nada por él. Solo pensaba en eso, y en la ansiedad increíble de adicta que llevaba, por querer volver a la casa de Pablo y German y que me picaran de nuevo. Cada día me aguantaba menos esa sensación horrible de abstinencia, y las pastillas a veces me la sacaban y otras veces no. Ya había probado lo más duro y ahora lo más blando había perdido su atractivo, o por lo menos su efecto.

Pude volver un par de veces más a buscar mas pastillas para Mariano, y por supuesto aproveché mientras visitaba a Pablo y German para que me inyectaran de nuevo. Pero los hijos de mil putas ya no lo querían hacer si no dejaba que me cogieran antes. Ya no eran tan buenitos como aquella primera vez. Los días que estaban lindos y había sol me dejaban meterme a su pileta un rato, y ahí mismo en el jardincito que tenían atrás nos tirabamos en el pasto y me cogían los dos.



Gordita


jovencita


Abuso


A mi la verdad que me gustaba, no voy a negarlo. Eran dos tipos de mierda, si. De eso no había duda. Pero cuando iba me daban de comer y de tomar, me cogían lindo los dos y al terminar me picaban con esa droga hermosa que me encantaba y me hacía sentir tan bien. Yo la pasé muy bien. Iba temprano a su casa y volvía tarde, lo que ponía a Mariano absolutamente del orto de bronca. Pero mientras él tuviera la bota mucho no podía hacer. Y si a él le gustaba decir que “su novia” era una puta, entonces que se bancara lo puta que era.

Pero pasó algo en toda esa época muy lindo, muy hermoso, que la verdad me sorprendió para bien y no me lo esperaba.

Durante una de nuestras tardes de salir a pedir, golpeamos a la puerta de una casita y nos atendió un tipo joven. Tendría casi treinta o menos. A mi me encantó enseguida como tipo. Simpático y muy buenmozo. Nos atendió bien, no nos quiso echar enseguida como los pordioseros que éramos. Tenía una linda sonrisa y era muy amable. Después que nos dio algo de plata y comida que tenía, ahí Mariano me ofreció. El tipo me miró un poco, yo pensé que no iba a aceptar, pero después de pensarlo le dijo a Mariano que sí. Que se fuera y volviera en un par de horas.

Cuando pase el tipo tenía una linda casita, limpia y ordenada. Pensé que enseguida me iba a querer coger, pero no. Me miró dulcemente y me preguntó si tenía hambre. Le dije que sí y sonriendo me calentó un poco de comida. Nos quedamos charlando en su cocina mientras yo comía, esperando que eventualmente me llevara a su cuarto a cogerme, pero nunca lo hizo. Nada más se quedó charlando conmigo, de cualquier cosa. Me sonreía una sonrisa hermosa. No se que habría visto en mi, si le di pena o qué, pero me trató increíble. Se llamaba Ricky y me dijo que vivía solo ahí, que era la casa de su madre pero ella ya había fallecido.

Cuando terminé de comer pensé que ahí si me iba a coger, pero no. Me dijo si quería darme una ducha. Por supuesto que le dije que si. Que placer fue poder ducharme con agua caliente. Cuando terminé salí del baño y Ricky me había preparado un bolsito con algo de ropa que era de su madre, para que yo me llevara. Casi me largo a llorar de agradecimiento ahí mismo. Cuanto hacia que nadie me había tratado tan bien. Ricky sabía que a mi no me gustaba prostituirme, asi que hizo lo que pudo para hacerme sentir bien y digna, aunque sea por un par de horas. Me dijo que obvio que veía que yo era una mina hermosa, y quizás en otras circunstancias le encantaría acostarse conmigo, pero que era mejor esto para mi.

Nos intercambiamos unas sonrisas silenciosas y hermosas cuando Mariano me vino a buscar y mientras contaba la plata que Ricky le había dado, para aparentar que me había cogido.

Nunca, pero nunca más me olvidé de Ricky, de su bondad y su cariño, del gesto hermoso que tuvo conmigo cuando tantos otros se habrían aprovechado de mi. Aunque sea por un par de horas, me hizo sentir de nuevo como una persona, no nada más una puta drogadicta que vivía en la miseria, por elección propia. Y yo siempre, por dentro mio, se lo agradecí.

1 comentários - Mis años perdidos - Parte 3

Excelente relato! duro pero muy caliente!
Gracias! Me alegro que lo hayas disfrutado.