A los cuatro meses, más o menos, desde que empecé a trabajar yo ya tenía mi rutina bien establecida de atender a mis clientes solamente los fines de semana y también aprovechar los findes largos. El resto del tiempo me la pasaba en mi departamento, al que yo ya adoraba, reponiéndome de la actividad del finde y descansando. Tenía tiempo de leer. Compraba y me leía un montón de libros, todo el tiempo. De todo. También empecé a escribir poesía. Mia. Malísima. Ni se les ocurra preguntarme por ella. La tendría que haber borrado toda. Salía por mi nuevo barrio a pasear, o iba a otros lugares. Fui mucho a museos durante los días de semana. Museos de todo y por toda la ciudad, que antes al no vivir ahí siempre me daba paja viajar y visitarlos. Ahora los tenía mucho más cerca.
Pero no todo fue bueno. Por esa época, recuerdo, yo empecé a tener ciertas actitudes bastante feas. Con el tiempo, mucho tiempo después, me di cuenta que eran muy feas y me tendría que haber saltado la alarma en ese momento, pero nunca lo hizo. El beneficio de la distancia en el tiempo, me imagino. Quizás si me hubiese dado cuenta a tiempo, y corregido algunas cosas… La verdad no se que tanto sirve el colgarse a pensar en hipotéticos. Pero seguramente las cosas habrían sido algo distintas.
Para citar dos de éstas actitudes, solamente…
La primera fue una vez que fui con Laura al bar del centro, a juntarme con las otras chicas. No estaban todas, solamente China, Scarlett y Ruby. Las otras estaban trabajando esa noche. Ya era tarde, casi la 1 de la mañana, y seguíamos ahí charlando y pasándola bien. Yo ya estaba muy en confianza con ellas y me sentía una más. En un momento debe haber cambiado el turno de los empleados en el bar porque vi movimiento detrás de la barra, que estaba algo lejos de donde nos sentamos nosotras. Un par vinieron y reemplazaron a los que estaban, charlando tranquilos mientras hacían sus cosas de cambio de turno.
Al poco tiempo se acercó uno de los nuevos, de los que había llegado recién, a nuestra mesa. Las chicas le decían ‘Palito’, porque era tucumano y ellas decían que era igual a Palito Ortega. Yo nunca le vi el parecido. Nada más porque era medio morocho de piel y llevaba el pelo corto? Por eso se lo decían? O porque era tucumano? Nunca lo entendí. Pero el tipo era macanudísimo y las chicas me decían que siempre las atendía y las trataba muy bien. Era un cincuentón ya, que se lo veía generalmente de muy buen humor.
Se acercó sonriendo y le dijo a la mesa, “Holaaa… Buenas noches… cómo están mis amores?”
Las chicas le rieron y sonrieron, “Hola Palitoooo… cómo estás mi amor? Todo bien?”
“Todo bien, hermosas. Van a hacer otro cafecito?”, preguntó el tipo mientras levantaba algunas cosas de la mesa. Un par le dijeron que si, otra le pidió un agua. Yo estaba bien. De repente me miró y me sonrió, era la primera vez que me veía ahí. Las otras noches que yo había ido un rato él nunca había estado, “Y quién es éste pimpollito de rosa hermoso que crece en nuestro jardín, eh?”
“Ay paraaaaa galán!”, se le mataron de risa todas. “Arnaldo André!”, le gritó una. Yo nada mas le devolví la sonrisa amablemente.
“Que tal, soy Blondie…”, le dije.
“Bueno, encantado, linda… un placer. No tomás nada?”, me miró.
“No, gracias, estoy bien”, yo ya sabía perfecto cuando los tipos miraban y con qué intenciones. Y las chicas también, mejor que yo, ya de tantos años.
“Ojo, Palito, eh?”, le dijo China, “Mirá que Blondita no tiene que pagar derecho de piso, eh?”
“No, no, tranqui… todo bien.”, dijo sonriendo, “Ya les traigo, chicas.”
“Dale, gracias…”
Yo lo vi irse al tipo de vuelta al mostrador y me colgué un poco con mi celu, pensando. Me dió un poco por las bolas lo que le dijo China. Como que yo era parte del grupo, pero en realidad no? Qué quiso decir? Que yo era menos que ellas? Distinta? Esperé un rato, pensando, mientras ellas terminaban con su animada charla, hasta que pude meter un bocado.
“Che… “, les dije cuando pude, “Por que no tengo que pagar derecho de piso yo?”
Se quedaron un poco mudas mirándome hasta que Scarlett fue la que habló, “Ay, nena… porque no. Mirá si te vamos a…”
“Que pasa, chiqui?”, me dijo China.
“Nada. Eso.”, les dije, “Soy distinta yo? Por qué no?”
“No quisieron decir eso, Lu…”, me dijo Laura acariciándome un poquito la mano.
“Y entonces qué quisieron decir?”, le pregunté a la mesa.
China y Scarlett se extrañaron un poco al ver ese lado mío que no conocían, pero Laura si lo conocía, “... nada, Blondita…”, dijo China.
“No, posta”, les dije, “No estoy enojada ni nada. En serio. Nada más quiero saber.”
“Ay, porque te queremos cuidar, nena… por favor…”, dijo China.
“Claro, bebé…”, agregó Scarlett.
Se me fruncieron un poco las cejas y lo notaron. “Bueno yo no necesito que me cuiden. Gracias, pero no.”, les dije.
“No te lo tomes asi, che…”
“No, todo bien… en serio. Para dejarlo claro, nada más.”, les dije, “Yo no soy distinta a ustedes.”
China y Scarlett me miraron serias, tratando de procesar a la pendejita que se les estaba plantando.
“Bueh… bueh… ya está… quedó claro….”, dijo Laura y se pusieron a charlar entre ellas de nuevo.
Eso tampoco me gustó una mierda. Sentí que por decir algo incómodo me iban a subestimar e ignorar. Yo seguí con el celu mientras pensaba. A los pocos minutos me levanté sin decir nada y me fui caminando para el mostrador. No se si las chicas me estaban mirando y no me importaba. Aunque en realidad sí. Quería que me vean. Que me vean bien. Me acerqué a Palito del otro lado de la barra y le puse una sonrisita re dulce.
“Disculpame…”, le llamé la atención. Me miró y se sonrió.
“Si, linda…”
“El baño está arriba?”
“Si, arriba a la izquierda”, me dijo amablemente. Yo miré para el lado de las escaleras e hice como que dudaba un poco. Ya sabía perfectamente donde estaba el baño, “Algún problema?”, me preguntó.
“Si… es que…”, le sonreí re dulcemente de nuevo, una de mis sonrisas de nena, “... es que me lastimé el pie y me duele al subir escaleras…”
“Uh…”, solo dijo Palito
“Ustedes no tienen un baño que usen ustedes acá abajo? Que yo pueda usar?”, le pregunté
“Nosotros?”
“Si… no se… o ustedes también tienen que subir todo el tiempo si tienen que ir al baño?”
Me miró y se sonrió, captando la onda que le tiraban mis ojitos y mi sonrisa enseguida, “Sssi… hay uno. Querés que te muestre?”
“Ay, si por favor… gracias…”, le sonreí.
“Vení por acá…”, dijo y caminó por detrás del mostrador. Yo lo seguí para adentro del bar, por los pasillitos que usan los empleados y desaparecimos de la vista del salón.
Palito me guió hasta una puerta sin ningún cartel o descripción, la abrió y me mostró que era un bañito chiquito. Nada más había un inodoro y una pileta para lavarse las manos.
“Acá está, linda… cuando terminés salí tranquila nomás…”, me dijo.
Yo no le respondí. Nada más miré un poco por detrás de él para asegurarme que no hubiera nadie y con una sonrisita pícara le enganché un dedo en uno de sus bolsillos del uniforme que llevaba y entré al baño, haciendo que me siga. Palito se rió suave y cerró la puerta detrás de él, quedándose conmigo adentro. Yo no le decía nada. Solamente me puse con la espalda contra la pared y le sonreí.
Palito entendió todo. Se me acercó y nos empezamos a chuponear. A chuponear bien, profundo, con calentura. Sentía sus manos tocándome por todos lados y yo lo abrazaba también, pero enseguida le llevé una manito al bulto que ya tenía por debajo de su pantalón, estrujándole la pija fuerte y haciéndolo gemirme en la boca mientras nos besábamos profundamente. Estuvimos un minutito así, lo dejé que me manosee bien por todo el cuerpo. Hasta dejé que me frote la conchita por debajo de la pollera que yo llevaba. Cuando me pareció, lo di vuelta y lo hice apoyar a él contra la pared. Me arrodillé delante de él y yo misma le desabroché el pantalón y le bajé un poco los calzoncillos, sacándole la pija al aire y acariciándosela.
Cuando Palito miró para abajo y me vió la carita de nena rubia y mi manito aprisionándole suavemente la verga se le puso durísima en mi mano. Se la empecé a chupar sin decir nada. Sólo mirarlo desde abajo con ojitos de nena. Sin decirle más que mis gemidos de placer, que pronto se mezclaron con los de él, bajitos los dos en la intimidad del bañito. Tenía una muy, pero muy linda verga. Gruesa y venosa, que me llenaba bien la boquita y una textura que me calentaba mucho.
Palito no sabía nada, y creo que nunca se enteró, pero le estaba regalando una mamada de 300 dólares. De puta. Nada más por ser puta, y querer sentirme puta, como las otras chicas. Me empecé a atragantar sola con esa linda pija que tenía el tucumano, saboreándosela con ganas en mi boquita de nena, hasta que después de un ratito el tipo no aguantó más y empezó a gemir fuerte. La pija le comenzó a pulsar en mi boca y me empezó a llenar bien, pero bien con toda su leche. El tucumano acababa con mucho volumen y a mi me encantó sentir toda la leche calentita del tipo. Me la empecé a tragar con ganas mientras yo sola me metía más de su verga, profundo en mi boquita.
Cuando terminó me limpié los labios, le sonreí un poquito y le di un par de piquitos.
“Ahora ya me conocés…”, le dije.
El tipo se reía, todavía recuperándose de la chupada monumental de pija que le había dado, “Uf… si, y cómo… un placer, hermosa….”
“Igualmente”, le sonreí y salí del baño, dejándolo a él que se arregle y salga cuando quiera.
Cuando volví al salón y caminaba de nuevo a la mesa ya las veía a todas mirándome con cara de orto. Especialmente Laura. En ese momento no dijo nada, pero cuando nos fuimos y nos quedamos solas esperando un taxi se enojó y me cagó a pedos. Yo no me preocupé, la dejé descargarse. Éramos amigas y ya se le iba a pasar. No me habló después de eso por un par de días y finalmente se le pasó la bronca. Lo que hayan pensado las otras no me importaba.
A mi no me iban a ganar de puta. Y yo no era especial para no tener que pagar el derechito de piso del bar. Yo no era más que nadie y si ellas eran putas, yo iba a ser aún más puta.
La otra actitud fea me pasaba de vez en cuando, no fue solamente una vez. También, debería haberme dado cuenta de lo que hacía, pero en ese momento no lo hice y no me pareció malo.
De vez en cuando me había pasado, de colgada, de boluda o de lo que fuese, cuando me volvía en taxi o en Uber, muy tarde a la noche después de atender a un cliente, me daba cuenta que no tenía plata chica en la billetera para pagar. Plata tenía, naturalmente. Venía de ver a un cliente, pero ni loca iba a sacar nada de los dólares que llevaba para intentar pagarles con eso y que me los vean. De repente me daba cuenta que había salido sin pesos.
No voy a usar la palabra ‘normal’, pero una persona ‘común’ tenía varias formas de solucionarlo. Podía pedirle al taxi o al Uber que por favor la esperara mientras iba al departamento y buscaba plata para traerle. Podía pedir que la alcance hasta un cajero y disculparse por la molestia. Hasta quizás, algunas, podían rogar y rogar que la disculparan y zafar de tener que pagar, o al menos dejarle la dirección y el teléfono para que pase al otro día. Llamar a un amigo. Cualquier cosa.
Pero la primera noche que me pasó era tan tarde y yo venía de atender a un cliente que me había dejado tan boleada mentalmente que no se me ocurrió nada de eso. Hasta el día de hoy no sabría decirles si es que no se me ocurrió… o que yo subconscientemente no quería que se me ocurriera. Me había tomado un taxi que lo manejaba un viejo pelado, con una pinta de tachero pajero y merquero que se le veía a tres cuadras. El viejo me daba charla todo el viaje, que encima venía de muy lejos y tardó, haciéndose el galán y tirándome doble sentidos a cada rato. También se pensaba que no me daba cuenta cómo arreglaba el espejito para ficharme las tetas y las piernas. Encima yo estaba vestida bien, pero bien sugerente. Y cuando llegamos me di cuenta que me pasó eso.
Cuando le dije medio que se enojó, pero también noté que tampoco se enojó tanto. Me miraba por el espejo y discutimos un minuto tratando de ver qué podíamos hacer. Hasta que al final me dijo que le pague como quisiera. Yo lo pensé y le dije que haga un par de cuadras más y que doble, metiéndose en una de las callecitas tranquilas y oscuras. A esa hora no pasaba nadie. Estacionó, se pasó al asiento de atrás y sacó la verga sin decir nada, mirando para todos lados a ver si no venía nadie. Yo me incliné y se la empecé a chupar, mientras sentía que me manoseaba todo el culo y la conchita. Yo lo quería hacer acabar rápido, pero el tipo o tenía práctica o se sabía controlar bien, pero no acababa más. Estuve un muy largo rato asi. Se estaba llevando de arriba una mamada larga y placentera.
Tenía que acelerar las cosas así que de repente lo dejé de chupar, me hice la nena calentona y le dije que estaba re caliente de la chupada y de cómo me había tocado, que por favor me coja y me acabe en la conchita. El tipo se rió, me agarró de la cinturita y me montó encima de él. Yo le agarré la pija y guiándola me le senté encima, y así empezamos a coger. A las cinco de la mañana, en un taxi estacionado en una calle oscura. El tipo era medio desagradable y me daba lengüetazos por donde podía mientras yo me lo cogía fuerte. Hacía una hora me había cogido a un cliente por mil quinientos dólares y ahora me estaba cogiendo a un tachero por un viaje. Las lamidas del tipo eran un asco y se la pasó todo el tiempo tratando de meterme un dedo en el culo mientras yo me lo embestía, a puro gemido, fuerte con mis caderas para que me sienta toda la conchita de nena. Pero no acababa más. Yo ya me estaba desesperando y pensando que yo estaría haciendo algo mal.
Hasta que al final le rogué entre gemidos de nenita que por favor… que por favor me llene la conchita de leche, y finalmente el tipo no aguantó más y lo hizo. Nos tomamos unos segundos para recuperarnos y me salí de él, mientras yo me limpiaba entre las piernas con un pañuelito mio y el se fue de vuelta al asiento de conductor. Se cagaba de risa de lo putita que yo era, que me había sacado la ficha de entrada y que él se las sabía todas. Me dijo que me alcanzaba de onda de vuelta las tres cuadras hasta casa, haciéndose el canchero. Me dijo si no quería en vez de irme a casa que fuéramos a un telo a seguirla, pero le dije que no, que estaba muy cansada. Encima le tuve que dar las gracias cuando me bajé.
Lo podría haber solucionado de varias otras formas, pero elegí esa sin dudarlo. Para mi, en ese momento, lo que hice fue solo una transacción para zafar del momento, pero debí haberme dado cuenta lo que estaba haciendo y en lo que me estaba convirtiendo. Y no lo hice. No solo no me di cuenta, sino que esa no fue la única vez que zafé de pagar un viaje cuando no tenía plata, haciendo algo igual o similar.
Ya había empezado y yo no me daba cuenta…
Un tiempo después, habrán sido un par de semanas, yo ya me había reconciliado con Laura hacía rato (en realidad, ella conmigo ya que yo nunca me había enojado con ella) y todo había vuelto a la normalidad. Inclusive las chicas del bar ya me trataban distinto y dejaron de apañarme tanto. Todavía lo hacían, pero sentía que me respetaban más. O al menos, ya sabían que no me gustaba que me traten distinto y lo difícil que podía llegar a ponerme.
Un fin de semana se había dado que ni yo ni Laura teníamos agendados a ningún cliente. A veces pasaba. Pensé que iba a poder descansar, hasta que el viernes nos contactó Scarlett en el chat que teníamos diciendo que a través de una amiga se enteró de unos flacos que iban a hacer una fiesta al otro día en una quinta. Era bastante lejos, como a ochenta kilómetros de Capital en una localidad que nunca había ni oído nombrar, pero que si nos prendíamos nosotras a ver si enganchamos a alguno en la fiesta y le hacíamos la gamba, ella nos llevaba en su auto. Parece que le dijeron que iba a ser una fiesta a todo trapo, con mucha gente, festejando algo. No había nada de clientes asegurados ni nada de eso, pero sabía que iban a haber muchas otras chicas trabajando por la bola que se había corrido. Con Laura le dijimos que sí. Por ahí nos distraíamos y de paso facturabamos algo, aunque sea un poco para no decir que perdimos ese finde.
Esa noche del sábado nos arreglamos todas bien, para que todo el mundo se enterara cuando llegaramos que estábamos trabajando, nos pasó a buscar Scarlett en el auto y emprendimos viaje. Todo lo que pudo salir mal creo que salió, esa noche. Y no sólo eso sino que la cosa se puso muy fea.
Primero que la pobre Scarlett tenía menos orientación que Stevie Wonder en el desierto. Por más GPS y Waze que tenía, o ella se mandaba por cualquier lado o el celu la mandaba a cualquier lado y terminábamos en calles de tierra que ni puta idea donde estábamos y andá a bajarte vos a preguntar. Ni loca. Tampoco ni Laura ni yo conocíamos la zona así que no la pudimos ayudar. Estuvimos como dos horas tratando de encontrar el rumbo hasta que de casualidad vimos que había un patrullero parado, le pusimos el auto al lado y le preguntamos. Más o menos nos indicó.
Cuando nos acercamos al lugar nos dimos cuenta enseguida por la cantidad de autos que había estacionados de cualquier manera. Era impresionante la cantidad de vehículos que había, lo que indicaba que había mucha gente. También estaba fuertísima la música. No sé si primero vimos los autos o escuchamos la música al llegar. Pero por fin habíamos llegado. Estaba todo tan oscuro y todo tan mal señalizado que ni sabíamos donde estábamos y no se podía ver si había otras casas o que. Parecía el medio del campo, con lucecitas que veías allá a lo lejos y no sabías si estaban a dos cuadras o a doscientas.
Pero fue cuando entramos que nos dimos cuenta del error que habíamos cometido. No era una fiesta. Decirle ‘fiesta’ estaba mal. Era un verdadero quilombo. La música a todo lo que daba, pasando cualquier cosa. Había gente por todos lados y era ya tan tarde que la mayoría ya estaban mamados o pasados de cualquier otra cosa. Tirados en el pasto o en grupitos escabiando. Estaba la casa de la quinta de la que entraba y salía gente todo el tiempo. Si vimos muchas otras chicas trabajando, y después varias otras minas comunes que estaban ahí por la fiesta y nada más. Un montón de flacos también. Sin exagerarles debía haber cerca de cien personas en todo el lugar, fácil.
También tengo que decir que el tipo de gente no era el mejor. De nuevo, no es por menospreciar, pero era muy evidente. Mucho pendejito con pinta de turrito, muchas chicas arregladas horrible y diciendo guarangadas todo el tiempo, mucha gente tomando cualquier cosa… vino, fernet, cerveza, lo que sea. Latas y botellas tiradas por todos lados. Y, por supuesto, gente chapando y manoseándose por todos lados, congregados un poco alrededor de la casa. Sin importarles que le pasaban otros por al lado. Nada. Era un verdadero quilombo.
Yo estaba segura que la estaban pasando bien. Me alegro por ellos. Pero nosotras caímos ahí y resaltábamos del resto de la gente. Resaltábamos demasiado. No se que le habían dicho a Scarlett, pero ella también estaba sintiendo lo mismo que Laura y yo. No era para nada lo que ella esperaba. No solo el lugar era una mierda, la situación también era peligrosa si no teníamos cuidado. Nos juntamos las tres tratando de no llamar la atención y empezamos a discutir qué mierda hacer.
Laura y yo nos queríamos dar vuelta y volvernos ya. Ya mismo, antes que algo se ponga feo y pase cualquier cosa. Pero Scarlett quería ver si por lo menos encontraba a la amiga que le había dicho que iba a estar, y tirarse un lance a ver si algún cliente se enganchaba. Laura la quiso hacer entrar en razón, diciéndole que cliente iba a encontrar acá, que nada mas mire como estaban todos pasados de rosca. Si alguno nos decía de coger, seguramente no iba a tener intención de pagar por el servicio.
Scarlett y Laura discutieron bajito, mientras yo miraba para todos lados. Ya veía como varios de los flacos y las chicas que pasaban se nos quedaban mirando. Hasta que Laura le dijo que le de las llaves y que ella se iba a ir al auto a esperar, que acá no iba a estar. Que nosotras hagamos lo que quisiéramos, pero ella no. Todo bien, se iba a tratar de ir a dormir al auto y nos esperaba ahí. Laura me miró como diciendo que quería que yo me vaya con ella, pero yo le dije que no la quería dejar sola a Scarlett. Al final Laura refunfuñó, Scarlett le pasó las llaves y la ví salir de la quinta, desapareciendo en la oscuridad de afuera.
Enseguida se nos vinieron al lado unos tres flaquitos a hablarnos y a pasarnos algo de tomar. Las dos tratamos de poner la mejor onda y caer simpáticas, aparentando que estaba todo bien. Dos se me quedaron hablando y ya los veía mirarme con ganas, aún a través del pedo que ya llevaban. Otro se le colgó a Scarlett y también, igual. Yo les daba charla lo mejor que podía, pero ya sentía que en cuanto me daba vuelta para contestarle algo a uno, el otro aprovechaba y me tocaba o se me pegaba demasiado queriendo bailar. Cualquier cosa. A Scarlett le estaba haciendo lo mismo el otro.
Charlamos así unos minutos hasta que se ve que Scarlett algo llegó a arreglar con el pibe que le hablaba, vino adonde estaba yo y me dijo que vaya con ella, que iban a ir para dentro de la casa. Los que estaban conmigo se prendieron también y empezamos a caminar para la casa, esquivando gente en pedo. A mi ya me estaba dando mucha mala espina todo. Para peor, cuando ya estábamos cerca de la casa, yo miraba para todos lados y vi a un costado de la casa la escena que estaba pasando.
Era un lado de la casa que estaba bastante oscuro, que no daba a donde estaba el grueso de la gente. Vi que habían dos que la tenían a una pobre mina entre los dos, amparados por la oscuridad y el resguardo que les daba la casa. Cuando la vi bien a la mina vi que era medio grande ya, no era ninguna pendeja, y era bastante rellenita, por no decir gorda. La tenían dos flacos medio agachada e inclinada. A uno ella se la estaba chupando mientras el otro estaba agarrado del culo enorme de la mina y le estaba dando fuerte por detrás. A la mina le habían subido la remera que llevaba y bajado las calzas, que le habían quedado a la altura de las rodillas, y se le sacudían las tetas colgando en el aire, el culo gordo que tenía y los rollos con la cogida de boca y vaya una a saber qué otro lugar que los dos le estaban dando en la penumbra. Al costado ya había otro flaquito que se estaba pajeando con la escena, esperando su turno. Me dio un asco enorme ver eso, me pareció muy grotesco y desagradable. Por ahí la mujer estaba trabajando, quizás no, pero me daba igual.
Cuando entramos a la casa, adentro no era mejor. Latas y botellas por todos lados. Gente besuqueandose y manoseándose en parejas o en grupitos de tres. Otros nada más sentados en cualquier lado, mirando todo y escabiando. Los flacos que estaban con nosotras nos hicieron subir unas escaleras que daban a unas habitaciones de arriba y ahí nomás, donde terminaba la escalera, sin entrar a ningún lado se nos pusieron a manosear y a besuquear.
Scarlett lo estaba llevando mucho mejor que yo, tenía más experiencia. Yo no. Yo estaba demasiado nerviosa y asustada para ponerle onda y darles lo que los pibes querían. Además… la puta madre… yo había venido a trabajar, no a que me garchen porque si. Ni sabía quién era ésta gente y ni siquiera si me iban a pagar después. Todo indicaba que no.
Cuando los que estaban conmigo se dieron cuenta que yo mucha onda no le ponía y no le respondía a nada de sus besuqueos y manoseos se pusieron más pesados. Uno me agarró firme de un brazo y me manoseaba lo que podía mientras que el otro se me pegó y me empezó a besar, frotándome entre las piernas. Para colmo vi que subió uno más por la escalera, se cagó de la risa al vernos y se me sumó. Yo ya estaba en pánico pero no sabía si hacer un escándalo iba a ser peor al final. Por lo menos no estaban violentos, pero habían tomado tanto … no solo de bebida… que yo no estaba segura de nada.
De pronto siento que uno me baja la bombacha y me entierra la cabeza entre las piernas, chupándome lo que podía entre mis retorcidas. Otro me agarró fuerte de las tiras del vestido y me lo quiso bajar, dejándome una tetita al aire. Los tenía cada vez más pegados y los notaba que se estaban calentando demasiado. Yo ya pensaba que estaba a cinco minutos de que me violen.
Uno de los que tenía encima de repente se calentó por la resistencia que yo le estaba poniendo, en general, a todo, y el hijo de puta cagándose de risa me vació toda la lata grande de cerveza que tenía en la cabeza. Todos los demás se lo festejaron y me seguían manoseando. “A ver si se ablanda la putita ésta…”, le escuché a uno. Me chorreaba cerveza fría por todo el pelo y la cara, y enseguida me bajaron los chorritos fríos al cuerpo. Sentí que uno me quiso girar y se me puso atrás, levantándome más el vestido mientras yo me retorcía tratando de zafar, desesperada ya.
Ahí por suerte Scarlett no se si pudo desprenderse del tipo que tenía encima o que, pero cuando vió lo que me estaban haciendo se les vino al humo y se empezaron a putear, ella queriendo sacármelos de encima y ellos, bastante borrachos, queriendo impedirlo. Y no pasaron cinco segundos de eso que también escuché los gritos pelados y las puteadas de Laura subiendo las escaleras, que se había metido de vuelta a la quinta y a la casa buscándonos. Después me dijo que era porque nos estaba mandando mensajes y no los contestábamos, así que se metió de vuelta.
Se armó una confusión de gritos, puteadas y empujones, y por suerte también dos chicas que estaban en una de las habitaciones salieron a ver que era todo ese barullo y se pusieron de nuestro lado inmediatamente, empujando y sacándonos a los borrachos éstos forros que teníamos encima. Se ve que se conocían porque se empezaron a putear entre ellos, los borrachos y las chicas que habían salido, y hubo una pausa en el entuerto en el que ellos se empezaron a pelear y nosotras aprovechamos para salir disparadas para abajo, y finalmente salir corriendo de ahí, metiéndonos por fin en el auto y yéndonos.
Todo el trayecto de vuelta a Capital yo me la pasé llorando en el asiento de atrás, con Laura abrazándome y tratando de calmarme y contenerme. Ni se cruzaron palabra con Scarlett y después me enteré que ellas se pelearon muy feo por lo de esa noche. Scarlett no apareció por algunas semanas en el bar. Cuando me dejaron en casa Laura me dijo que se quedaba conmigo pero le dije que no, que ya estaba bien. Me llenó de besos, pese a lo sucia que yo había quedado y se fue con Scarlett en el auto.
Yo subí al departamento y me metí en la ducha, quedándome ahí como media hora, tratando de procesar lo más calmada posible todo lo que había pasado. Ya había llorado todo el camino de vuelta, ya me lo había sacado de adentro. Ya estaba. Pero ahora había que procesarlo con la cabeza y entenderlo.
Saqué muchas lecciones de esa noche y de todo lo que pasó. Pero la principal fue cuando me acosté en mi cama, ya por suerte limpia y con la cabeza tranquila. Fue cuando decidí que nunca más, desde ese momento en más, me iba a dejar intimidar o amedrentar por un hombre.
Yo tenía una llamita dentro mío. Todos los seres humanos la tenemos. Fue esa noche cuando, muy tenue, muy suave, casi imperceptiblemente, esa llamita empezó a brillar un pelín menos y a dar un gradito menos de calor.
Ya había empezado y yo no me había dado cuenta…
Pero no todo fue bueno. Por esa época, recuerdo, yo empecé a tener ciertas actitudes bastante feas. Con el tiempo, mucho tiempo después, me di cuenta que eran muy feas y me tendría que haber saltado la alarma en ese momento, pero nunca lo hizo. El beneficio de la distancia en el tiempo, me imagino. Quizás si me hubiese dado cuenta a tiempo, y corregido algunas cosas… La verdad no se que tanto sirve el colgarse a pensar en hipotéticos. Pero seguramente las cosas habrían sido algo distintas.
Para citar dos de éstas actitudes, solamente…
La primera fue una vez que fui con Laura al bar del centro, a juntarme con las otras chicas. No estaban todas, solamente China, Scarlett y Ruby. Las otras estaban trabajando esa noche. Ya era tarde, casi la 1 de la mañana, y seguíamos ahí charlando y pasándola bien. Yo ya estaba muy en confianza con ellas y me sentía una más. En un momento debe haber cambiado el turno de los empleados en el bar porque vi movimiento detrás de la barra, que estaba algo lejos de donde nos sentamos nosotras. Un par vinieron y reemplazaron a los que estaban, charlando tranquilos mientras hacían sus cosas de cambio de turno.
Al poco tiempo se acercó uno de los nuevos, de los que había llegado recién, a nuestra mesa. Las chicas le decían ‘Palito’, porque era tucumano y ellas decían que era igual a Palito Ortega. Yo nunca le vi el parecido. Nada más porque era medio morocho de piel y llevaba el pelo corto? Por eso se lo decían? O porque era tucumano? Nunca lo entendí. Pero el tipo era macanudísimo y las chicas me decían que siempre las atendía y las trataba muy bien. Era un cincuentón ya, que se lo veía generalmente de muy buen humor.
Se acercó sonriendo y le dijo a la mesa, “Holaaa… Buenas noches… cómo están mis amores?”
Las chicas le rieron y sonrieron, “Hola Palitoooo… cómo estás mi amor? Todo bien?”
“Todo bien, hermosas. Van a hacer otro cafecito?”, preguntó el tipo mientras levantaba algunas cosas de la mesa. Un par le dijeron que si, otra le pidió un agua. Yo estaba bien. De repente me miró y me sonrió, era la primera vez que me veía ahí. Las otras noches que yo había ido un rato él nunca había estado, “Y quién es éste pimpollito de rosa hermoso que crece en nuestro jardín, eh?”
“Ay paraaaaa galán!”, se le mataron de risa todas. “Arnaldo André!”, le gritó una. Yo nada mas le devolví la sonrisa amablemente.
“Que tal, soy Blondie…”, le dije.
“Bueno, encantado, linda… un placer. No tomás nada?”, me miró.
“No, gracias, estoy bien”, yo ya sabía perfecto cuando los tipos miraban y con qué intenciones. Y las chicas también, mejor que yo, ya de tantos años.
“Ojo, Palito, eh?”, le dijo China, “Mirá que Blondita no tiene que pagar derecho de piso, eh?”
“No, no, tranqui… todo bien.”, dijo sonriendo, “Ya les traigo, chicas.”
“Dale, gracias…”
Yo lo vi irse al tipo de vuelta al mostrador y me colgué un poco con mi celu, pensando. Me dió un poco por las bolas lo que le dijo China. Como que yo era parte del grupo, pero en realidad no? Qué quiso decir? Que yo era menos que ellas? Distinta? Esperé un rato, pensando, mientras ellas terminaban con su animada charla, hasta que pude meter un bocado.
“Che… “, les dije cuando pude, “Por que no tengo que pagar derecho de piso yo?”
Se quedaron un poco mudas mirándome hasta que Scarlett fue la que habló, “Ay, nena… porque no. Mirá si te vamos a…”
“Que pasa, chiqui?”, me dijo China.
“Nada. Eso.”, les dije, “Soy distinta yo? Por qué no?”
“No quisieron decir eso, Lu…”, me dijo Laura acariciándome un poquito la mano.
“Y entonces qué quisieron decir?”, le pregunté a la mesa.
China y Scarlett se extrañaron un poco al ver ese lado mío que no conocían, pero Laura si lo conocía, “... nada, Blondita…”, dijo China.
“No, posta”, les dije, “No estoy enojada ni nada. En serio. Nada más quiero saber.”
“Ay, porque te queremos cuidar, nena… por favor…”, dijo China.
“Claro, bebé…”, agregó Scarlett.
Se me fruncieron un poco las cejas y lo notaron. “Bueno yo no necesito que me cuiden. Gracias, pero no.”, les dije.
“No te lo tomes asi, che…”
“No, todo bien… en serio. Para dejarlo claro, nada más.”, les dije, “Yo no soy distinta a ustedes.”
China y Scarlett me miraron serias, tratando de procesar a la pendejita que se les estaba plantando.
“Bueh… bueh… ya está… quedó claro….”, dijo Laura y se pusieron a charlar entre ellas de nuevo.
Eso tampoco me gustó una mierda. Sentí que por decir algo incómodo me iban a subestimar e ignorar. Yo seguí con el celu mientras pensaba. A los pocos minutos me levanté sin decir nada y me fui caminando para el mostrador. No se si las chicas me estaban mirando y no me importaba. Aunque en realidad sí. Quería que me vean. Que me vean bien. Me acerqué a Palito del otro lado de la barra y le puse una sonrisita re dulce.
“Disculpame…”, le llamé la atención. Me miró y se sonrió.
“Si, linda…”
“El baño está arriba?”
“Si, arriba a la izquierda”, me dijo amablemente. Yo miré para el lado de las escaleras e hice como que dudaba un poco. Ya sabía perfectamente donde estaba el baño, “Algún problema?”, me preguntó.
“Si… es que…”, le sonreí re dulcemente de nuevo, una de mis sonrisas de nena, “... es que me lastimé el pie y me duele al subir escaleras…”
“Uh…”, solo dijo Palito
“Ustedes no tienen un baño que usen ustedes acá abajo? Que yo pueda usar?”, le pregunté
“Nosotros?”
“Si… no se… o ustedes también tienen que subir todo el tiempo si tienen que ir al baño?”
Me miró y se sonrió, captando la onda que le tiraban mis ojitos y mi sonrisa enseguida, “Sssi… hay uno. Querés que te muestre?”
“Ay, si por favor… gracias…”, le sonreí.
“Vení por acá…”, dijo y caminó por detrás del mostrador. Yo lo seguí para adentro del bar, por los pasillitos que usan los empleados y desaparecimos de la vista del salón.
Palito me guió hasta una puerta sin ningún cartel o descripción, la abrió y me mostró que era un bañito chiquito. Nada más había un inodoro y una pileta para lavarse las manos.
“Acá está, linda… cuando terminés salí tranquila nomás…”, me dijo.
Yo no le respondí. Nada más miré un poco por detrás de él para asegurarme que no hubiera nadie y con una sonrisita pícara le enganché un dedo en uno de sus bolsillos del uniforme que llevaba y entré al baño, haciendo que me siga. Palito se rió suave y cerró la puerta detrás de él, quedándose conmigo adentro. Yo no le decía nada. Solamente me puse con la espalda contra la pared y le sonreí.
Palito entendió todo. Se me acercó y nos empezamos a chuponear. A chuponear bien, profundo, con calentura. Sentía sus manos tocándome por todos lados y yo lo abrazaba también, pero enseguida le llevé una manito al bulto que ya tenía por debajo de su pantalón, estrujándole la pija fuerte y haciéndolo gemirme en la boca mientras nos besábamos profundamente. Estuvimos un minutito así, lo dejé que me manosee bien por todo el cuerpo. Hasta dejé que me frote la conchita por debajo de la pollera que yo llevaba. Cuando me pareció, lo di vuelta y lo hice apoyar a él contra la pared. Me arrodillé delante de él y yo misma le desabroché el pantalón y le bajé un poco los calzoncillos, sacándole la pija al aire y acariciándosela.
Cuando Palito miró para abajo y me vió la carita de nena rubia y mi manito aprisionándole suavemente la verga se le puso durísima en mi mano. Se la empecé a chupar sin decir nada. Sólo mirarlo desde abajo con ojitos de nena. Sin decirle más que mis gemidos de placer, que pronto se mezclaron con los de él, bajitos los dos en la intimidad del bañito. Tenía una muy, pero muy linda verga. Gruesa y venosa, que me llenaba bien la boquita y una textura que me calentaba mucho.
Palito no sabía nada, y creo que nunca se enteró, pero le estaba regalando una mamada de 300 dólares. De puta. Nada más por ser puta, y querer sentirme puta, como las otras chicas. Me empecé a atragantar sola con esa linda pija que tenía el tucumano, saboreándosela con ganas en mi boquita de nena, hasta que después de un ratito el tipo no aguantó más y empezó a gemir fuerte. La pija le comenzó a pulsar en mi boca y me empezó a llenar bien, pero bien con toda su leche. El tucumano acababa con mucho volumen y a mi me encantó sentir toda la leche calentita del tipo. Me la empecé a tragar con ganas mientras yo sola me metía más de su verga, profundo en mi boquita.
Cuando terminó me limpié los labios, le sonreí un poquito y le di un par de piquitos.
“Ahora ya me conocés…”, le dije.
El tipo se reía, todavía recuperándose de la chupada monumental de pija que le había dado, “Uf… si, y cómo… un placer, hermosa….”
“Igualmente”, le sonreí y salí del baño, dejándolo a él que se arregle y salga cuando quiera.
Cuando volví al salón y caminaba de nuevo a la mesa ya las veía a todas mirándome con cara de orto. Especialmente Laura. En ese momento no dijo nada, pero cuando nos fuimos y nos quedamos solas esperando un taxi se enojó y me cagó a pedos. Yo no me preocupé, la dejé descargarse. Éramos amigas y ya se le iba a pasar. No me habló después de eso por un par de días y finalmente se le pasó la bronca. Lo que hayan pensado las otras no me importaba.
A mi no me iban a ganar de puta. Y yo no era especial para no tener que pagar el derechito de piso del bar. Yo no era más que nadie y si ellas eran putas, yo iba a ser aún más puta.
La otra actitud fea me pasaba de vez en cuando, no fue solamente una vez. También, debería haberme dado cuenta de lo que hacía, pero en ese momento no lo hice y no me pareció malo.
De vez en cuando me había pasado, de colgada, de boluda o de lo que fuese, cuando me volvía en taxi o en Uber, muy tarde a la noche después de atender a un cliente, me daba cuenta que no tenía plata chica en la billetera para pagar. Plata tenía, naturalmente. Venía de ver a un cliente, pero ni loca iba a sacar nada de los dólares que llevaba para intentar pagarles con eso y que me los vean. De repente me daba cuenta que había salido sin pesos.
No voy a usar la palabra ‘normal’, pero una persona ‘común’ tenía varias formas de solucionarlo. Podía pedirle al taxi o al Uber que por favor la esperara mientras iba al departamento y buscaba plata para traerle. Podía pedir que la alcance hasta un cajero y disculparse por la molestia. Hasta quizás, algunas, podían rogar y rogar que la disculparan y zafar de tener que pagar, o al menos dejarle la dirección y el teléfono para que pase al otro día. Llamar a un amigo. Cualquier cosa.
Pero la primera noche que me pasó era tan tarde y yo venía de atender a un cliente que me había dejado tan boleada mentalmente que no se me ocurrió nada de eso. Hasta el día de hoy no sabría decirles si es que no se me ocurrió… o que yo subconscientemente no quería que se me ocurriera. Me había tomado un taxi que lo manejaba un viejo pelado, con una pinta de tachero pajero y merquero que se le veía a tres cuadras. El viejo me daba charla todo el viaje, que encima venía de muy lejos y tardó, haciéndose el galán y tirándome doble sentidos a cada rato. También se pensaba que no me daba cuenta cómo arreglaba el espejito para ficharme las tetas y las piernas. Encima yo estaba vestida bien, pero bien sugerente. Y cuando llegamos me di cuenta que me pasó eso.
Cuando le dije medio que se enojó, pero también noté que tampoco se enojó tanto. Me miraba por el espejo y discutimos un minuto tratando de ver qué podíamos hacer. Hasta que al final me dijo que le pague como quisiera. Yo lo pensé y le dije que haga un par de cuadras más y que doble, metiéndose en una de las callecitas tranquilas y oscuras. A esa hora no pasaba nadie. Estacionó, se pasó al asiento de atrás y sacó la verga sin decir nada, mirando para todos lados a ver si no venía nadie. Yo me incliné y se la empecé a chupar, mientras sentía que me manoseaba todo el culo y la conchita. Yo lo quería hacer acabar rápido, pero el tipo o tenía práctica o se sabía controlar bien, pero no acababa más. Estuve un muy largo rato asi. Se estaba llevando de arriba una mamada larga y placentera.
Tenía que acelerar las cosas así que de repente lo dejé de chupar, me hice la nena calentona y le dije que estaba re caliente de la chupada y de cómo me había tocado, que por favor me coja y me acabe en la conchita. El tipo se rió, me agarró de la cinturita y me montó encima de él. Yo le agarré la pija y guiándola me le senté encima, y así empezamos a coger. A las cinco de la mañana, en un taxi estacionado en una calle oscura. El tipo era medio desagradable y me daba lengüetazos por donde podía mientras yo me lo cogía fuerte. Hacía una hora me había cogido a un cliente por mil quinientos dólares y ahora me estaba cogiendo a un tachero por un viaje. Las lamidas del tipo eran un asco y se la pasó todo el tiempo tratando de meterme un dedo en el culo mientras yo me lo embestía, a puro gemido, fuerte con mis caderas para que me sienta toda la conchita de nena. Pero no acababa más. Yo ya me estaba desesperando y pensando que yo estaría haciendo algo mal.
Hasta que al final le rogué entre gemidos de nenita que por favor… que por favor me llene la conchita de leche, y finalmente el tipo no aguantó más y lo hizo. Nos tomamos unos segundos para recuperarnos y me salí de él, mientras yo me limpiaba entre las piernas con un pañuelito mio y el se fue de vuelta al asiento de conductor. Se cagaba de risa de lo putita que yo era, que me había sacado la ficha de entrada y que él se las sabía todas. Me dijo que me alcanzaba de onda de vuelta las tres cuadras hasta casa, haciéndose el canchero. Me dijo si no quería en vez de irme a casa que fuéramos a un telo a seguirla, pero le dije que no, que estaba muy cansada. Encima le tuve que dar las gracias cuando me bajé.
Lo podría haber solucionado de varias otras formas, pero elegí esa sin dudarlo. Para mi, en ese momento, lo que hice fue solo una transacción para zafar del momento, pero debí haberme dado cuenta lo que estaba haciendo y en lo que me estaba convirtiendo. Y no lo hice. No solo no me di cuenta, sino que esa no fue la única vez que zafé de pagar un viaje cuando no tenía plata, haciendo algo igual o similar.
Ya había empezado y yo no me daba cuenta…
Un tiempo después, habrán sido un par de semanas, yo ya me había reconciliado con Laura hacía rato (en realidad, ella conmigo ya que yo nunca me había enojado con ella) y todo había vuelto a la normalidad. Inclusive las chicas del bar ya me trataban distinto y dejaron de apañarme tanto. Todavía lo hacían, pero sentía que me respetaban más. O al menos, ya sabían que no me gustaba que me traten distinto y lo difícil que podía llegar a ponerme.
Un fin de semana se había dado que ni yo ni Laura teníamos agendados a ningún cliente. A veces pasaba. Pensé que iba a poder descansar, hasta que el viernes nos contactó Scarlett en el chat que teníamos diciendo que a través de una amiga se enteró de unos flacos que iban a hacer una fiesta al otro día en una quinta. Era bastante lejos, como a ochenta kilómetros de Capital en una localidad que nunca había ni oído nombrar, pero que si nos prendíamos nosotras a ver si enganchamos a alguno en la fiesta y le hacíamos la gamba, ella nos llevaba en su auto. Parece que le dijeron que iba a ser una fiesta a todo trapo, con mucha gente, festejando algo. No había nada de clientes asegurados ni nada de eso, pero sabía que iban a haber muchas otras chicas trabajando por la bola que se había corrido. Con Laura le dijimos que sí. Por ahí nos distraíamos y de paso facturabamos algo, aunque sea un poco para no decir que perdimos ese finde.
Esa noche del sábado nos arreglamos todas bien, para que todo el mundo se enterara cuando llegaramos que estábamos trabajando, nos pasó a buscar Scarlett en el auto y emprendimos viaje. Todo lo que pudo salir mal creo que salió, esa noche. Y no sólo eso sino que la cosa se puso muy fea.
Primero que la pobre Scarlett tenía menos orientación que Stevie Wonder en el desierto. Por más GPS y Waze que tenía, o ella se mandaba por cualquier lado o el celu la mandaba a cualquier lado y terminábamos en calles de tierra que ni puta idea donde estábamos y andá a bajarte vos a preguntar. Ni loca. Tampoco ni Laura ni yo conocíamos la zona así que no la pudimos ayudar. Estuvimos como dos horas tratando de encontrar el rumbo hasta que de casualidad vimos que había un patrullero parado, le pusimos el auto al lado y le preguntamos. Más o menos nos indicó.
Cuando nos acercamos al lugar nos dimos cuenta enseguida por la cantidad de autos que había estacionados de cualquier manera. Era impresionante la cantidad de vehículos que había, lo que indicaba que había mucha gente. También estaba fuertísima la música. No sé si primero vimos los autos o escuchamos la música al llegar. Pero por fin habíamos llegado. Estaba todo tan oscuro y todo tan mal señalizado que ni sabíamos donde estábamos y no se podía ver si había otras casas o que. Parecía el medio del campo, con lucecitas que veías allá a lo lejos y no sabías si estaban a dos cuadras o a doscientas.
Pero fue cuando entramos que nos dimos cuenta del error que habíamos cometido. No era una fiesta. Decirle ‘fiesta’ estaba mal. Era un verdadero quilombo. La música a todo lo que daba, pasando cualquier cosa. Había gente por todos lados y era ya tan tarde que la mayoría ya estaban mamados o pasados de cualquier otra cosa. Tirados en el pasto o en grupitos escabiando. Estaba la casa de la quinta de la que entraba y salía gente todo el tiempo. Si vimos muchas otras chicas trabajando, y después varias otras minas comunes que estaban ahí por la fiesta y nada más. Un montón de flacos también. Sin exagerarles debía haber cerca de cien personas en todo el lugar, fácil.
También tengo que decir que el tipo de gente no era el mejor. De nuevo, no es por menospreciar, pero era muy evidente. Mucho pendejito con pinta de turrito, muchas chicas arregladas horrible y diciendo guarangadas todo el tiempo, mucha gente tomando cualquier cosa… vino, fernet, cerveza, lo que sea. Latas y botellas tiradas por todos lados. Y, por supuesto, gente chapando y manoseándose por todos lados, congregados un poco alrededor de la casa. Sin importarles que le pasaban otros por al lado. Nada. Era un verdadero quilombo.
Yo estaba segura que la estaban pasando bien. Me alegro por ellos. Pero nosotras caímos ahí y resaltábamos del resto de la gente. Resaltábamos demasiado. No se que le habían dicho a Scarlett, pero ella también estaba sintiendo lo mismo que Laura y yo. No era para nada lo que ella esperaba. No solo el lugar era una mierda, la situación también era peligrosa si no teníamos cuidado. Nos juntamos las tres tratando de no llamar la atención y empezamos a discutir qué mierda hacer.
Laura y yo nos queríamos dar vuelta y volvernos ya. Ya mismo, antes que algo se ponga feo y pase cualquier cosa. Pero Scarlett quería ver si por lo menos encontraba a la amiga que le había dicho que iba a estar, y tirarse un lance a ver si algún cliente se enganchaba. Laura la quiso hacer entrar en razón, diciéndole que cliente iba a encontrar acá, que nada mas mire como estaban todos pasados de rosca. Si alguno nos decía de coger, seguramente no iba a tener intención de pagar por el servicio.
Scarlett y Laura discutieron bajito, mientras yo miraba para todos lados. Ya veía como varios de los flacos y las chicas que pasaban se nos quedaban mirando. Hasta que Laura le dijo que le de las llaves y que ella se iba a ir al auto a esperar, que acá no iba a estar. Que nosotras hagamos lo que quisiéramos, pero ella no. Todo bien, se iba a tratar de ir a dormir al auto y nos esperaba ahí. Laura me miró como diciendo que quería que yo me vaya con ella, pero yo le dije que no la quería dejar sola a Scarlett. Al final Laura refunfuñó, Scarlett le pasó las llaves y la ví salir de la quinta, desapareciendo en la oscuridad de afuera.
Enseguida se nos vinieron al lado unos tres flaquitos a hablarnos y a pasarnos algo de tomar. Las dos tratamos de poner la mejor onda y caer simpáticas, aparentando que estaba todo bien. Dos se me quedaron hablando y ya los veía mirarme con ganas, aún a través del pedo que ya llevaban. Otro se le colgó a Scarlett y también, igual. Yo les daba charla lo mejor que podía, pero ya sentía que en cuanto me daba vuelta para contestarle algo a uno, el otro aprovechaba y me tocaba o se me pegaba demasiado queriendo bailar. Cualquier cosa. A Scarlett le estaba haciendo lo mismo el otro.
Charlamos así unos minutos hasta que se ve que Scarlett algo llegó a arreglar con el pibe que le hablaba, vino adonde estaba yo y me dijo que vaya con ella, que iban a ir para dentro de la casa. Los que estaban conmigo se prendieron también y empezamos a caminar para la casa, esquivando gente en pedo. A mi ya me estaba dando mucha mala espina todo. Para peor, cuando ya estábamos cerca de la casa, yo miraba para todos lados y vi a un costado de la casa la escena que estaba pasando.
Era un lado de la casa que estaba bastante oscuro, que no daba a donde estaba el grueso de la gente. Vi que habían dos que la tenían a una pobre mina entre los dos, amparados por la oscuridad y el resguardo que les daba la casa. Cuando la vi bien a la mina vi que era medio grande ya, no era ninguna pendeja, y era bastante rellenita, por no decir gorda. La tenían dos flacos medio agachada e inclinada. A uno ella se la estaba chupando mientras el otro estaba agarrado del culo enorme de la mina y le estaba dando fuerte por detrás. A la mina le habían subido la remera que llevaba y bajado las calzas, que le habían quedado a la altura de las rodillas, y se le sacudían las tetas colgando en el aire, el culo gordo que tenía y los rollos con la cogida de boca y vaya una a saber qué otro lugar que los dos le estaban dando en la penumbra. Al costado ya había otro flaquito que se estaba pajeando con la escena, esperando su turno. Me dio un asco enorme ver eso, me pareció muy grotesco y desagradable. Por ahí la mujer estaba trabajando, quizás no, pero me daba igual.
Cuando entramos a la casa, adentro no era mejor. Latas y botellas por todos lados. Gente besuqueandose y manoseándose en parejas o en grupitos de tres. Otros nada más sentados en cualquier lado, mirando todo y escabiando. Los flacos que estaban con nosotras nos hicieron subir unas escaleras que daban a unas habitaciones de arriba y ahí nomás, donde terminaba la escalera, sin entrar a ningún lado se nos pusieron a manosear y a besuquear.
Scarlett lo estaba llevando mucho mejor que yo, tenía más experiencia. Yo no. Yo estaba demasiado nerviosa y asustada para ponerle onda y darles lo que los pibes querían. Además… la puta madre… yo había venido a trabajar, no a que me garchen porque si. Ni sabía quién era ésta gente y ni siquiera si me iban a pagar después. Todo indicaba que no.
Cuando los que estaban conmigo se dieron cuenta que yo mucha onda no le ponía y no le respondía a nada de sus besuqueos y manoseos se pusieron más pesados. Uno me agarró firme de un brazo y me manoseaba lo que podía mientras que el otro se me pegó y me empezó a besar, frotándome entre las piernas. Para colmo vi que subió uno más por la escalera, se cagó de la risa al vernos y se me sumó. Yo ya estaba en pánico pero no sabía si hacer un escándalo iba a ser peor al final. Por lo menos no estaban violentos, pero habían tomado tanto … no solo de bebida… que yo no estaba segura de nada.
De pronto siento que uno me baja la bombacha y me entierra la cabeza entre las piernas, chupándome lo que podía entre mis retorcidas. Otro me agarró fuerte de las tiras del vestido y me lo quiso bajar, dejándome una tetita al aire. Los tenía cada vez más pegados y los notaba que se estaban calentando demasiado. Yo ya pensaba que estaba a cinco minutos de que me violen.
Uno de los que tenía encima de repente se calentó por la resistencia que yo le estaba poniendo, en general, a todo, y el hijo de puta cagándose de risa me vació toda la lata grande de cerveza que tenía en la cabeza. Todos los demás se lo festejaron y me seguían manoseando. “A ver si se ablanda la putita ésta…”, le escuché a uno. Me chorreaba cerveza fría por todo el pelo y la cara, y enseguida me bajaron los chorritos fríos al cuerpo. Sentí que uno me quiso girar y se me puso atrás, levantándome más el vestido mientras yo me retorcía tratando de zafar, desesperada ya.
Ahí por suerte Scarlett no se si pudo desprenderse del tipo que tenía encima o que, pero cuando vió lo que me estaban haciendo se les vino al humo y se empezaron a putear, ella queriendo sacármelos de encima y ellos, bastante borrachos, queriendo impedirlo. Y no pasaron cinco segundos de eso que también escuché los gritos pelados y las puteadas de Laura subiendo las escaleras, que se había metido de vuelta a la quinta y a la casa buscándonos. Después me dijo que era porque nos estaba mandando mensajes y no los contestábamos, así que se metió de vuelta.
Se armó una confusión de gritos, puteadas y empujones, y por suerte también dos chicas que estaban en una de las habitaciones salieron a ver que era todo ese barullo y se pusieron de nuestro lado inmediatamente, empujando y sacándonos a los borrachos éstos forros que teníamos encima. Se ve que se conocían porque se empezaron a putear entre ellos, los borrachos y las chicas que habían salido, y hubo una pausa en el entuerto en el que ellos se empezaron a pelear y nosotras aprovechamos para salir disparadas para abajo, y finalmente salir corriendo de ahí, metiéndonos por fin en el auto y yéndonos.
Todo el trayecto de vuelta a Capital yo me la pasé llorando en el asiento de atrás, con Laura abrazándome y tratando de calmarme y contenerme. Ni se cruzaron palabra con Scarlett y después me enteré que ellas se pelearon muy feo por lo de esa noche. Scarlett no apareció por algunas semanas en el bar. Cuando me dejaron en casa Laura me dijo que se quedaba conmigo pero le dije que no, que ya estaba bien. Me llenó de besos, pese a lo sucia que yo había quedado y se fue con Scarlett en el auto.
Yo subí al departamento y me metí en la ducha, quedándome ahí como media hora, tratando de procesar lo más calmada posible todo lo que había pasado. Ya había llorado todo el camino de vuelta, ya me lo había sacado de adentro. Ya estaba. Pero ahora había que procesarlo con la cabeza y entenderlo.
Saqué muchas lecciones de esa noche y de todo lo que pasó. Pero la principal fue cuando me acosté en mi cama, ya por suerte limpia y con la cabeza tranquila. Fue cuando decidí que nunca más, desde ese momento en más, me iba a dejar intimidar o amedrentar por un hombre.
Yo tenía una llamita dentro mío. Todos los seres humanos la tenemos. Fue esa noche cuando, muy tenue, muy suave, casi imperceptiblemente, esa llamita empezó a brillar un pelín menos y a dar un gradito menos de calor.
Ya había empezado y yo no me había dado cuenta…
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