Después de escudarse

Después de escudarse en algún amante conocido o no moverse de su zona de confort, armando algún trio con una zorra con la que había tenido sexo comprobando su sumisión, logré, al fin, arrastrarla hasta un sitio en el que, claramente, iba a jugar de visitante.
Ya se que Camila es una mujer independiente, valiente, curiosa, erótica, sexual, morbosa... pero hasta ahora nuestros encuentros siempre se desarrollaron de manera segura para ella lo que -claramente- potenciaba las virtudes señaladas. Pero anoche, no.

Mediante un ardid logré que su única carne, los jugos del sexo, el escenario le fuera desconocido: la cité en un bar al que jamás habíamos ido que estaba a pocos metros de un departamento que me prestó por unas horas uno de los machos que me pervierten, que me usan, que me hacen satisfacerlos.

En el pub tomamos un par de gintónic cada una y sin que lo notara, derramé un puñado de merca en su vaso ya que desde nuestra primera charla me dejó en claro que ella y la cocaína no iban por el mismo camino, asi que tuve que traicionarla con varias jugarretas.
Al finalizar su segundo trago ya daba muestras de que su cabeza se afiebraba y junto a ese calor, su mirada era puro líbido. "Nata, no se que me pasa, pero ¿con solo 2 gintónics estoy ardiendo? ¿O sos vos, puta hermosa, que me trajiste a una zona desconocida?". Sonreí mientras preguntaba, sabiendo la respuesta "¿Ya tenés la tanga mojada?" aprovechando su deshinibición y sorpresiva lujuria, producto de la mezcla del alcohol y unas dosis de ese maravilloso polvo blanco que potencia lo putas que somos, estiré mi brazo derecho por debajo de la mesa, separé sus piernas desnudas -solo llevaba un vestido corto, de tela liviana- y con 3 dedos toqué su concha a través de su bombacha: era un enchastre de fluidos. "Estoy empapada, boluda. ¿Que tenés en mente?". Le guiñé un ojo, fui a la barra, pagué lo que tomamos y en esos 2 minutos que demoré, su rostro todo exhudaba ganas de garchar. Los ojos tenían las pupilas dilatadas, se rascaba la nariz -en un claro gesto de "me parece que quiero más de esto"-, su boca eternizó una mueca entre socarrona y provocativa. Si. Camila, la puta más puta, sentía crecer el mismo infierno dentro de sus carnes, sus venas, sus cavidades.

La besé mientras juntaba mis dos manos con las de ella y la arrastraba a pararse. Su piel comenzaba a sudar. Primero, desde la nuca, corriendo algo más que simples gotas que por la gravedad se dirigían al tajo de su culo mientras, casi simultáneamente, otros chorros de transpiracion seguían las curvas de sus tetas.

Cruzamos la avenida abrazadas y besándonos. Abrí mi bolso y tomé las llaves del departamento de Fede, el socio de mi jefe. Éste último, al igual que mi pareja, que no sabía de ninguno, ignoraba que su coparticipe de la empresa en la que yo trabajaba también me garchaba. Subiendo las dos por el ascensor los 5 pisos que nos separaban del cojedero que Camila y yo preparábamos le conté: es que Santos, mi jefe, por más regalos caros que me obsequie tras nuestros encuentros, con sus 63 años no podía competir con Fede: 38 abriles, atlético, con un trozo de carne entre sus piernas capaz de volver gay a cualquier machito. Si. Santos, mi superior, no debía enterarse de que su compañero me la daba e infinitamente mejor que él. Camila se afiebraba aun más con mi confesión. Abrí la puerta principal y la llevé, entregada y caliente como estaba hacia la habitación. Se desnudó velozmente, había venido preparada para eso: vestidito liviano, tanga mínima, cero sutien y sandalias.

"Dale, Nata, veni. Estoy reputa hoy. Me encanta sentirme asi". Al mismo tiempo que me quitaba mi ropa, tomé una bolsa de merca y armé, sobre la mesa de luz, 5 rayas y casi en bolas, aspiré dos mientras relojeaba a mi hermosa compañera. Camila me observó sin ocultar que el acto de verme aspirar había sumado un par de puntos a su inédito estado. "¿Querés?" le pregunté quitándome la camisola, última prenda que aun llevaba puesta. Repito: ella desde que nos conocimos negó toda posibilidad de que la merca intervenga pero ya llevaba casi un gramo encima que había ingerido con los tragos. Entre rabiosa y caliente, tomó el tubo, y lentamente, como cuando a veces me mete el strapon por el culo esnifó una, curiosamente la más gorda, soltando un veraz y sonoro gemido de placer. Cerró los ojos: comprendía que la cocaina multiplicaba completamente su alma de puta en celo y al abrirlos me miró, era otra hembra, más hembra que la que yo conocía. Estaba descendiendo a los infiernos y cómo le estaba gustando. "Esto es increíble, Nata" me confesó y ahi, de visitante, sin compinches, solo bajo mi compañía, se entregó y aspiró con deseo las dos lineas que quedaban y con la 2da, vino el primer orgasmo de la tarde/noche.

"¡Hoy si descubro lo que es ser una verdadera puta!" exclamó, merqueada, desprotegida, entregada, caliente, completamente sudada, a chorros. "Abrite toda, Natacha. Te voy a embarazar con mi lengua, trola hija de una mierda" me adelantó y en sus palabras percibí que al sucumbir asi a los efectos de esa nieve mágica que tanto rechazó la había enojado y emputecido por partes iguales... mientras nuestros cuerpos se fundían comenzando con los primeros estertores que durarían hasta casi el amanecer...

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