Esclava rusa 6

Continuación de mi relato anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5695442/Esclava-rusa-5.html


Parecía haber amanecido en su totalidad cuando abandonamos el hotel, Alina todavía tenía problemas llevando la maleta, no le había prestado atención a las ruedas de debajo y al verme sacar el asa sólo pudo atinar a una expresión repleta de confusión, a lo que no pude evitar sonreír.
Todavía hacía frío, y Alina castañeaba los dientes mientras su aliento se condensaba y se hacía visible.
-Pensé que estarías acostumbrada al frío.
-Usualmente nos quedábamos en casa calentándonos alrededor de la leña...
Subimos las maletas al auto y salimos de Moscú.

Para las 7 de la mañana casi parecía medio día. La carretera estaba casi desolada, salvo por algunos camiones y otros pocos autos, parecería que la carretera era sólo para nosotros.
Alina parecía entretenerse revisando la música que tenía en el teléfono, escuchaba una canción mientras buscaba otras y cambiaba rápido cuando una canción no le gustaba.
-Conecta este cable al teléfono- ordené tendiéndole el cable auxiliar. - Va en el agujero redondo.
Al conectarlo y escuchar la música venir de todas partes pareció exaltarse, pero pronto entendió lo que sucedía. - ¿Qué música estás buscando?
-No sé, pensaba ver si me encontraba algo familiar.
-Creo que lo único en ruso que tengo es TaTú.
-¿TaTú?
-Un grupo de dos chicas.
-Oh
-¿Puedes leer Cirílico o latino?-Su propio rostro expresaba su duda y su negación.-Tendré que enseñarte a leer ambos, y mi idioma, cuando estemos en el barco.-Alina asintió.
Su gusto musical parecía viajar entre algunas canciones de Wadruna, bandas sonoras de juegos, películas y series que me gustaban, música clásica, en las cuales Zigeunerweisen destacaba y luego brincaba a cosas más modernas como Billie Eilish o Rihana. Al menos no me podía quejar de que fuera especial con la música. Todo parecía agradarle, aunque no estaba muy seguro de qué podría decir eso de ambos.
Cuando una canción le gustaba mucho tendía a repetirla, escuchamos al menos 7 veces a Sopor Aeternus con Les fleurs du mal.
En tres horas de viaje sólo hicimos una parada en una gasolinera con un hotel, no nos quedamos mucho, sólo lo suficiente para estirar las piernas, beber y comer algo.
Sonreía como un niño cuando la brisa cálida le daba de lleno en el rostro mientras manejaba.
-Me gusta esa canción.-Comentó- Es calmada, pero intensa, va rápido y luego va suave... Me hace pensar en ti.-No estaba seguro de qué decir al respecto, la religión en los pueblos era una cuestión peligrosa.
-Es el trino del diablo.-Volteó rápido a verme. -El autor de esta canción se llamaba Tartini, era el mejor violinista de su tiempo, tenía los dedos muy largos. Una noche soñó que el diablo se le aparecía y este le tocó una canción tan hermosa que Tartini trató de recrearla... Parece que lo que Tartini hizo no era ni la mitad de hermoso que lo que hizo el diablo, aún así sigue siendo una belleza de pieza.
-¿El diablo hizo eso?-Parecía asustada.
-Ay, Alina. No se trata de eso. Es una historia nada más. Dios, el diablo, el hombre... no son temas sencillos.
Durante las siguientes cuatro horas de viaje no pudimos hacer nada más que hablar sobre religión, ateísmo y tratar de filosofar sobre dios. Aparentemente no es que fuera religiosa, es que era supersticiosa, sería un hábito difícil de cambiar, después de todo, eso era algo más arraigado a la época en la que no éramos más que primates tratando de sobrevivir en la oscuridad temiendo la aparición de amenazas desconocidas.


Al anochecer, y después de revisar el mapa en busca de una gasolinera o pueblo cercano, caímos en cuenta de que tendríamos que dormir en el auto. Orillé la camioneta y me adentré unos cuantos metros en el bosque, apagué las luces y recliné mi asiento; Alina logró reclinarlo después de la explicación y ambos nos quedamos acostados boca arriba en medio de la nada. Algunos grillos grillaban a lo lejos y la música sonaba ligera por las bocinas del auto. Las luces del interior estaban apagadas, pero la tenue luz de la luna nos dejaba distinguir nuestras siluetas en la oscuridad.
-Amo. ¿Cuál es su opinión de Dios?
-No sé si exista o no. ¿Tú?
-No estoy segura. Si existe el diablo debe existir Dios.
-Todo es más complicado que eso. Siempre es bien contra mal, lo normal es que todos tengamos un poco de todo. Piensa en esto. Podrías decir que soy bueno por tratarte con gentileza y enseñarte mil cosas a pesar de que eres una esclava y podría hacer lo que sea contigo. Pero al mismo tiempo ¿Por qué compré una esclava? es algo que no se permite hoy en día. ¿Por qué prefiero ver morir a mucha gente antes que ver a un solo perro ser maltratado? Todos somos amorales y rectos al mismo tiempo. No te fuerzo a hacer nada conmigo a pesar de que tengo la posibilidad y a veces el deseo de hacerlo. Somos contradictorios, somos incoherentes y somos conflictivos. Te lo dije hace rato, hubo muchas causas por las que se inventó la religión y sigue siendo algo manipulable a día de hoy. Hubo papas que violaban niñas cuando ya estaba prohibido y el temor a dios no les impedía decir que como figuras religiosas supremas nadie tenía derecho de juzgarlos. Si crees en dios hazlo bajo tus propios términos, no bajo los términos de dogmas hechos por los hombres.
-Usted podría ser dios para mí.
-Eso no sería bueno.
-Usted dice que me da libertad. 
-Buena esa.

La noche avanzaba pero el sueño no llegaba, decidí enseñarle a jugar ajedrez, en un par de minutos ya podía jugar como novata, aunque yo tampoco era ni bueno ni malo, igual parecía entretenerle.
-Amo ¿Podemos hacerlo aquí?- Su iniciativa sin duda sorprendía. La última canción de la lista se reproducía y nos abandonaba con un volumen que disminuía. Su figura por un instante me recordó a ella... Parecía ser una visión, como un fantasma. Tal vez sólo estaba forzando a mi mente a ver cosas que no estaban ahí, fue uno de esos momentos con los que salta un recuerdo placentero y se desvanece en cuanto aparece.
-De hecho, sería incómodo hacerlo aquí y hace demasiado frío como para hacerlo afuera.-Te enseñaré algo nuevo.- Subió las piernas al asiento totalmente reclinado y con su lengua humedeció sus labios. De nuevo ese brillo lascivo en sus ojos. Realmente le gustaba todo lo que estaba aprendiendo sobre sexo. La manera en la que la tomé esa mañana, realmente me había dado una erección en ese momento, era algo bueno para recordar. Desabroché mis pantalones y los bajé frente a ella. La visión de mi falo la hizo deshacerse de sus bragas con la mayor rapidez que pudo por dejo de su falda. Logré ver lo húmeda que estaba cuando la dejó en su cabecera con una mancha que las oscurecía. 
La tomé del cabello con firmeza y acerqué su rostro al mío, quería besarme, quería besarla. Tenía que hacerla mejorar en eso, sus besos eran torpes que cuando metía la lengua notaba cómo su saliva escurría por la comisura de sus labios hasta la barbilla, no me molestaba, me parecía incluso algo más erótico.
Bajé su cabeza hacia mi pene y por un breve instante puso resistencia, pero cedió y torpemente recibió mi pene en la cara, acariciándole la mejilla.
-En la boca, Alina.-Aún con la maraña de pelo revuelto sobre su rostro y mi mano en su nuca volteó a verme y parecía confundida.-Abre la boca.-Alina obedeció con los ojos entrecerrados, no estaba segura de lo que iba a pasar. Manejé su cabeza con delicadeza e introduje mi miembro en su boca.-Cierra los labios alrededor, cuidado con los dientes, usa la lengua, como cuando nos besamos.-Obedecía torpemente, levanté su falda y descubrí sus nalgas. No estaba seguro de si era por la desnutrición o era propio de su cuerpo, sus piernas delgadas invitaban a acariciarlas hasta llegar a aquél par de mejillas rollizas y respingadas. 
Tomé el interior de su muslo y la vi estremecerse, levantó la cadera, no estaba seguro de si era algo instintivo. Mi mano acarició una de sus nalgas y la apretaba, masajeaba y golpeaba con palmadas rígidas que la hacían apretar la boca en torno a mi pene.
Mis dedos recorrieron sus labios y me limpiaba su humedad jugueteando con sus muslos y su trasero. Mis dedos entraban y salían. Su oral no mejoraba mucho pero le bajaba la cabeza para que hiciera garganta profunda, su saliva recorría mis testículos y mojaba mi asiento, pero no importaba, no era el único que terminaría empapado. 
Conforme más presión hacía en la boca y conforme su succión aumentaba yo me encontraba más cerca de venirme. 
Acariciaba su clítoris con más frecuencia después de notar lo mucho que eso la hacía humedecerse mientras mantenía la boca ocupada. Pasó uno de sus brazos por detrás de mi espalda y el otro lo reposó en mis rodillas, no había nada más que la separara de mi entrepierna más que nos cuantos centímetros de aire. No pensaba avisarle que me iba a venir.
Sólo lo hice, sus piernas se cerraron en torno a mi mano jugueteando con su sexo.
-Ahmog...
-Trágatelo, Ali- Ordené reposando en el respaldo. Pasaron unos segundos.
-¿Podemos dormir así? 
-¿En esta posición?
-Sí...-No sabía qué decir.
-Podemos, si limpias los restos de semen de mi pene. Con la boca.-Oí una risa juguetona y luego su cálida lengua acariciar mi glande.

-Amo...
-Hm.
-¿Tiene novia o está casado?- Sentía su respiración en mis piernas, daba pequeños besos a mi falo.
-¿Por qué lo preguntas?
-Quisiera saber si soy la única...-La pregunta me parecía extraña y al mismo tiempo no.
-No tengo pareja ni estoy casado... Tampoco tengo otra esclava.
-¿Está bien que sea... así?
-¿"Así" cómo?
-Que me guste lo que hacemos, que me guste cómo me lo hace...
-Lo está. está bien. ¿Pasa algo?
-Es que... Me siento rara.-Mi mano pasó por su cabeza y acaricié su cabello. Hacía mucho tiempo que no acariciaba el cabello de nadie de esa forma. La oscuridad, la intimidad... Me sentía en paz.
-Dime, veremos si podemos arreglarlo.
-Me siento feliz de estar con usted. Por favor, no se moleste... Usted ha sido muy amable conmigo...-No me gustaban los preámbulos, para alguien que sobrepensaba las cosas eran la muerte.
-Sólo dilo, sé directa.
-A veces quisiera que me tratara más... fuerte...-No dije nada. Por unos segundos su respiración temblorosa acarició mi miembro.-Me gustaría que me pegara... me gustaría que me insultara... Me gusta cuando me aprieta, me gustó cuando me tomó a la fuerza, me gusta... sentirme como su esclava. Quisiera intentar, pero tampoco quiero que deje de tratarme como lo ha hecho hasta ahora...
-Tampoco tiene nada de malo, sólo eres masoquista. -Seguía acariciando su cabello. Olvidaba la última vez que había tenido a una masoquista en mis manos y no estaba seguro de cómo hacer la transición de conducta.
-Amo...
-Dime.
-Usted sabe mucho sobre esto... ¿Cómo lo aprendió? ¿Tuvo una novia que le enseñó?-La única pregunta que no quería oír, la única que no esperaba en un momento así.
-Tuve una ex novia, la conocí cuando íbamos en preparatoria, ella era de otro país. Estuvimos juntos 5 años, experimentamos mucho.
-¿Era bonita?
-Sí. 
-¿Por qué terminaron?
-Ella era masoquista, bastante más grave... bastante peor que tú. No sólo era físico, era mental. Los golpes eran buenos para ella, pero no lo era todo, le gustaba sentirse un objeto, le gustaba sentirse basura, le gustaba que la hiciera llorar diciéndole cosas que la lastimaban, le gustaba verme con otras mujeres. Un día me llevó a su hermana a casa para que lo hiciera con ella. La lastimó, le gustó, pero igual ya fue demasiado para ella. Se fue. -Ya qué más daba hablar más o menos- Pensaba casarme con ella. Lo más triste es que, a pesar de todo no la extraño. Ni siquiera estoy seguro de si la quería o si sólo me gustaba porque me daba lo que yo quería en ese entonces. Podíamos pasar días sin hablar, sólo haciéndolo. Tal vez nos quemamos la mente el uno al otro con tanto sexo.
-Lo siento, amo... No debí preguntar.
-Está bien, pasó hace mucho. Aunque viéndote a veces me pregunto si no irás a ser igual.
-No tengo más familia que usted ahora que es mi dueño. Si me lastima de verdad se lo diré.
-Eso está mejor.-Su cabello frío me reconfortaba un poco. Sus labios volvieron a encontrarse con mi pene. Esta vez no necesitó una mano que la obligara a meterlo hasta el fondo de su boca, esta vez su lengua, aunque torpe, procuraba acariciar todo. La fuerza que usé para la nalgada la hizo soltar un gemido ahogado, la fuerza del agarre la hacía sisea y salivar como un animal hambriento.
Ahora estaba seguro: Incluso en la oscuridad no se parecía a ella. 

La luz de la mañana me golpeó desde un costado, el reloj marcaba las cuatro de la mañana.
-Malditos rusos, ¿Cómo duermen con esta mierda?-Murmuré retrocediendo en mi asiento, el peso de Alina sólo me hizo notarla. Tenía las piernas húmedas y de su mejilla corría una mancha blanca reseca. La deseaba a pesar de que ya era mía. Tomé uno de los suéteres que dejamos en los asientos traseros para cubrir su cabeza y otro para cubrir su entrepierna. Con mi brazo tapé mis ojos y volví a dormir hasta  que fuera una hora más aceptable.


Fin parte 6


Esclava rusa 6


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1 comentários - Esclava rusa 6

Buen relato, supongo que tendrá continuación, gracias