Ilulu, mi dragona preferida.

Ilulu, mi dragona preferida.
-No te contengas Amo, la quiero toda. -dijo la dragona al tiempo que se relamía los labios, muy excitada.

Ilulu y yo estábamos completamente desnudos y sudorosos. Habíamos tenido sexo por más de media hora sin parar.

Mi habitación, lugar que escogimos para nuestro encuentro, relucía bajo una tenue luz rosa, que combinaba perfecto con el cabello y los ojos de la dragona.

El aroma a sexo, se mezclaba con la fragancia a vainilla, que despedían las velas aromáticas encendidas en un rincón. Estábamos en el paraíso. Yo me sentía en el paraíso. Acabábamos de tener una espléndida sesión de sexo anal.

-Vamos Amo quiero beberla toda. -exigió la peli rosa al tiempo que se ponía de cuclillas delante de mí.

Que Ilulu tenga el aspecto de una adolescente pequeña, era algo que me volaba la cabeza. Pero, verla de bruces sobre mi cama mientras mi verga entraba y salía de su apretado culo, había sido demasiado.

Me excitó una barbaridad, tanto que estuve a punto de correrme. Ella al darse cuenta exigió que me detenga.

"No la quiero en mi culo, hoy la quiero en mi boca". Había dicho entre risillas mientras se levantaba de la cama. Ilulu me encantaba. Su cuerpo, su personalidad, su mirada, todo de ella me fascinaba.

-Estoy tremendamente antojada de beber tu leche mi amor. -sentenció Ilulu, al tiempo que arropaba mi verga con sus enormes tetas. -No te contengas más Amo, solo déjala salir, te lo suplico.

Yo estaba sentado al borde de la cama. Desde ahí se la veía hermosa, su cabello rosa, sus pequeños cuernos, su mirada de ojos traviesos. No pude contener un gemido de placer, cuando sentí la suavidad de sus pechos, y el delicado movimiento que aplicaban sus manos alrededor de mi verga.

La dragona me estaba masturbando con sus tetas. Era delicioso. Al instante sentí como mi verga se hinchaba más y se ponía más dura. Ilulu se dio cuenta de lo mismo y sonrió con lascivia.

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Los movimientos se hicieron cada vez más enérgicos. Otro gemido se escapó de mi garganta.

La dragona me hacía tocar el cielo con las manos. Yo estaba muy excitado. Un poco de semen empezaba a escurrirse por la cabeza de mi verga. Yo estaba a punto de correrme.

-¡Dámela ya! -exigió Ilulu y su voz era como el latigazo que arreaba a un corcel. -Quiero que te corras en mi cara Amo, que derrames tu leche en mí, que bañes mis tetas con tu semen rico y caliente.

Al oír sus palabras algo se desbocó en mí. Enredé mis dedos en el cabello de la dragona y le di un tirón. Ella me miró y sonrió satisfecha.

Sentí la tibieza y la humedad del paladar de Ilulu. Se había tragado mi verga por completo. Las caricias obscenas de su lengua alrededor de mi pene, me estaban llevando al éxtasis.

Mis oídos estaban concentrados en captar cada gemido, cada sonido de succión. Mis ojos no tenían más tarea que memorizar cada detalle de su rostro, de su mirada lujuriosa, de los gestos pervertidos que hacía.

"Toma de mi lo que te apetezca Ilulu". Pensé entregado por completo al placer.

La dragona como si hubiera leído mis pensamientos, redobló esfuerzos en su labor.

-Harás que me vuelva loco. -le dije al tiempo que le retiraba mi pene de la boca y le daba un beso.

-Tú en cambio ya me has vuelto loca a mí. -sentenció la dragona relamiéndose los labios, mirándome fijamente a los ojos, respirando con dificultad.

Iracundo coloqué mi verga dentro de su boca otra vez. Estaba dispuesto a complacer a mi dragona pervertida de una vez por todas. De un solo movimiento de la cadera le encajé el miembro hasta la garganta.

Ilulu no se lo esperaba y empezó a toser como acto reflejo. Ella se atragantaba, pero aun así se negaba a soltar mi verga. Se resistía. Empezó a gorgotear por la falta de aire. Su cara de angustia hizo que me corriera como nunca.

Abundantes chorros de semen salían disparados de mi verga y golpeaban contra su garganta. Yo se la empujaba más y más al fondo. Ilulu se corría de puro placer.

Lo supe porque sentía como los líquidos que escurrían de su sexo salpicaban mis piernas y mis pies.

Mi dragona se tragaba toda la leche como una demente. Succionaba con fuerza mi verga extrayendo hasta la última gota.

Uno, dos chorros más se vertieron en su boca. Ilulu se relamía los labios empeñada en no desperdiciar nada. De pronto sus ojos rosados se pusieron en blanco y sus piernas le fallaron.

Calló al suelo alfombrado de mi habitación, rendida. Ahí convulsionó y se retorció en una serie de orgasmos sucesivos.

FIN
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Ilulu, mi dragona preferida.