Marte - 4 de 4 -

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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos

Gracias por los puntos y comentarios


MARZO

Parte 4 de 4





El sábado no empezaría bien el día, estaba nublado y ventoso, era nuestro último día ya que el domingo retornaríamos a nuestra ciudad para volver el lunes a nuestras rutinas acostumbradas.

Por la mañana preparamos nuestras valijas con la esperanza que mejorara el tiempo hacia la tarde, cosa que no sucedería, dejamos apenas unas prendas para lo que quedaba de nuestras vacaciones.

Luego de almorzar, Mauro tuvo una idea, se le antojó hacer una excursión al viejo faro que en sus días ayudaba a los navegantes y hoy solo era un paraje obligado de quienes quisieran hacer alguna excursión.

Empezamos a discutir, puesto que no era de mí agrado, tengo vértigo a las alturas y nos enredamos en una tonta discusión de niños inmaduros, traté de persuadirlo para aprovechar las horas de mejor manera, me puse una sugerente minifalda, más corta de lo imaginable, al punto que me costaba evitar que se descubrieran mis glúteos con las mismas botas bucaneras que había comprado días atrás, pero Mauro suele ponerte terriblemente terco en situaciones como estas y yo suelo ponerme peor que el…

Se fue solo, me dejó sola…



Puse la radio, encontré algunos temas que me recordaban a él, me puse triste y melancólica, estaba sensible, tal vez por el embarazo que en ese momento no sabía que nacía en mis entrañas, aspiré profundo y salí a tomar fresco, me senté en el césped que Don Alberto cuidaba con recelo, con mucho cuidado, ya que no era fácil tapar mi intimidad con la corta falda que tenía, una fresca y húmeda ventisca pegaba en mi rostro y mis fosas nasales se llenaban con el aire sabor a mar.

La mirada del viejo me sorprendió a través del ventanal, con ternura peinaba dulcemente los cabellos de su esposa, ella ero solo un objeto inanimado, una macabra sombra de lo que alguna vez había sido una bella mujer, la postal me dio demasiada ternura, y si algún día yo corriera la misma suerte? cómo reaccionaría Mauro? Suspiré imaginando un futuro tan armonioso como el que veía en esos viejos…



Don Alberto abrió la puerta invitándome a pasar



Venga joven, hace demasiado frío, no se vaya a resfriar


Con una sonrisa agradecida fui hasta la casa del viejo, me senté a la mesa y me trajo una humeante taza con te.

Luego llevó a la esposa a la habitación contigua, le encendió la radio y volvió a mi lado a sentarse en la silla contigua.

Comenzó a contarme su vida, de su día a día con su mujer, como la dejaba en compañía de la música que tanto le gustaba, aunque ya no pudiera oírla él estaba convencido de que tal vez…

Me contó como la habían peleado codo a codo, los problemas que tuvieron que sortear y como ella se había venido abajo en poco tiempo.

Luego narró también sobre su infancia, como vino a Argentina a mediados de los sesenta, cuando él era aún un niño, como su hermano mayor enfermó en el transatlántico y falleció antes de llegar a puerto.



Don Alberto había puesto como si fuera un padre su mano sobre mi rodilla, acariciándola en pequeños círculos mientras sus ojos vidriosos se perdían en la nada de sus recuerdos.

Sentí sus dedos callosos sobre mi piel y puse mi mano sobre la suya como aprobando el momento, respiré confundida, hice que subiera un poco su mano sobre mi muslo, entonces me miró como recobrando la conciencia del presente, acaricié sus blancos cabellos y sentí mayor presión sobre mi pierna, comenzó entonces a acariciarme como hombre, en círculos más prolongados por el interior de mis piernas, yendo cada vez un poquito más arriba.

No quería hacerlo, tampoco quería evitarlo, me relajé, relajé mis piernas, lo imaginé desnudo, fue entonces bien arriba hasta llegar a la tanga que ocultaba mi sexo, me mojé como una catarata, levanté una pierna hacia el costado como si fuera una puta paga, dándole permiso para pecar.



Las cartas estaban echadas, el viejo me tomó dulcemente por la cintura haciéndome levantar para sentarme nuevamente, ahora sobre el borde de la mesa mientras él se acomodó en la silla al medio de mis piernas, la pollera se había levantado lo suficiente como para que no quedaran obstáculos, acarició la seda de mi tanga, sentía mi clítoris latir bajo la misma, me recosté, cerré los ojos y me entregué, sus dedos recorrieron mis caderas hasta enganchar los elásticos de mi prenda interior, la sacó tirándola a un costado, no podía solo imaginarme lo que estaba por venir…



Al fin sus bigotes hicieron cosquillas en los labios depilados de mi vagina, al fin, al fin iban a chuparme la concha, que deseos reprimidos que tenía, cuanta frustración…

Don Alberto me regaló minutos preciosos, su lengua calzaba justo en cuanto recoveco le ofreciera mi vagina, lo sentí hurgar en lo profundo de mi mojada caverna, deseosa y caliente, pasó por mis labios, por mi clítoris, fue de un lado a otro con total calma, con todo el tiempo del mundo, se pegó a mi pequeño botoncito como una sopapa para lamerlo con ritmo constante, perfecto, así, así, así, así…

Estaba toda abierta para él, me acaricié los pechos, mi corazón latía con fuerza, me encorvé descontrolada



Ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!!


Gemí en forma perdida mientras tenía un terrible orgasmo…

Las lágrimas caían de mis ojos, lágrimas de placer, lágrimas de culpa, lágrimas de venganza, lágrimas de pecados que nunca confesaría y me llevarían al infierno…



Don Alberto me ayudó a incorporarme, mi mano en su bulto lo tomó por sorpresa, al fin lo vería, el bajó entonces sus pantalones, abrí los ojos, no era tan grande como lo había imaginado aquel día, pero si lo suficientemente grande como para despertar mi admiración, por cierto bastante más grande que la de Mauro.

El viejo hizo que me parara, girara y recostara mi torso sobre la mesa. Pateó sutilmente mis piernas para que las abriera, mi concha estaba sedienta de su verga, tomó mis cachetes entre sus manos y su pija caliente comenzó a refregarme sin penetrarme, entonces tomó un papel dominante y comenzó a hablar.


Marte - 4 de 4 -Que lindo bumbum que você tem... tudo apertado...

Não respondi, apenas continuei ouvindo

É seguro que é virgem, não é verdade? Nota-se que nunca te deram pela bunda - seus dedos ensalivados começaram a acariciar meu ânus

Não, Alberto! O que você está fazendo? Não, por minha bunda - protestei, tentando soar convincente, era verdade, minha bunda era virgem

Agora vais sentir um male! Este velho ainda tem coisas para ensinar, vais gostar...

Basta, Alberto! Disse basta!

Mas meu corpo não dizia o que meus lábios diziam, com facilidade poderia ter libertado do velho, mas não tinha vontade para fazer isso

Vais ver linda, assim vais ter algo novo para contar ao seu esposo, ou não é o que você buscou desde que chegou, ou não gostava de ser vista fazendo sexo com ele todas as noites, ou de escutar você gemir como uma puta, eu me enganei?

Enquanto o velho falava, sentia como sua pene começava a travar-se em meu ânus, como pouco a pouco um doce dor, desconhecido para mim se apoderava de meu corpo, como seu glande se abria caminho, respirava, tentando me relaxar, sentia-o avançar, que gostoso, que lindo, finalmente cedi a sua pressão, enterrando-o até o fundo, arrancando um grito de prazer, um novo prazer...

Don Alberto tomou uma das minhas mãos, dobrando-a atrás de minha espalda, e com a outra agarrou meus cabelos com força, de maneira de submeter-me por completo, na habitação se misturava um rítmico chasquido da sua pene entrando e saindo do meu ânus, meus cachetes rebatendo em seu corpo, meus gemidos acompanhados e a respiração de dois corpos endemoniados...

Não podia crer que esse velho finalmente estivesse me dando o seu cock pelo ânus, nunca se me havia ocorrido senão por a mente perversa do meu marido.

Minha celular estava sobre a mesa, a meio metro da minha cara, de repente começou a tocar e vibrar, de reojo pude ver na tela a foto de Mauro, identificando quem ligava, me pus nervosa, Don Alberto deteve por um... Depois que ele empurrou com um tremedal, também entendeu quem era quem me estava chamando, então disse: Não vais atendê-lo?- perguntou quase imóvel ainda com seu pau na minha bunda Não! não poderia…- respondi com a voz entrecortada pela respiração agitada Dale nena, fico quieto, promessa…- Não! Alberto, não poderia…- disse quase implorando, lembrando do que meu esposo me havia dito sobre uma possível infidelidade O velho esticou o braço, tomou o celular, abriu a comunicação e me o estendeu, meus olhos se abriram como increpando por ação, não tive mais remédio que atender Alô? Alô?- reclamava do outro lado Mauro Alô, meu amor…- respondi com voz pausada tentando soar normal Estás zangado ainda comigo? Não… mas vamos falar, te parece?- tentando cortar o diálogo o mais rápido possível. Isso tudo, para minha despeito, don Alberto não cumpria sua promessa e começava a se mover novamente em minha bunda, estava cercada, e seu pau generoso voltava a excitar meu esfíncter dilatado, por outro lado tentava disfarçar com Mauro que se tornava meloso, imagine a situação, este velho fazendo o meu cu e meu esposo do outro lado, não podia com ambos ao mesmo tempo, logo começaram a escapar gemidos rítmicos de prazer, não podia evitar, e meu esposo evidentemente escutou o que estava passando amor… o que são esses lamentos? estás com alguém?- perguntou um tanto molesto Não… mmmm… como se te ocorre…?- tentando soar convincente E então?- repreguntou intrigado É que… mmmm… me deixaste… mmmm… sozinha e me… mmmm… estou mais… mmmm… turbando…- foi o primeiro que me ocorreu. Que delicioso! e penses em mim ou no pau do velho?, quero que me digas! E isso que mmmm… importa… tonto, mmmm… penso em mmmm… ti! As palavras de Mauro me ametrallavam e me custava coordenar respostas, ser convincente em minhas mentiras, mas o pau do velho não cessava de fazer a Booty e pela pressão dos seus dedos em meus glúteos adivinhava quanto o excitava essa Situación.

O certo é que me senti surpreendida a mim mesma, pois me descobri caliente com essa infidelidade, caminhar ao bordo do precipício, com a possibilidade de dar um passo em falso e ser descoberta.

O pênis de Don Alberto começou a inflar-se de repente, meus gemidos aumentaram em consequência, senti explodir em meu traseiro, seu sêmen quente encheu meus intestinos e a evidência do meu prazer foi tal que ao outro lado Mauro exclamou:

Meu amor! Que orgasmo! De verdade estás sozinha?

Sim... com quem vou estar, sozinha, esperando por você...

Respondi enquanto tentava recuperar o fôlego.

Não falamos mais muito, precisava cortar a comunicação o mais rápido possível, o velho Alberto havia sacado seu cock de meu cu e todo um cavalheiro acomodava a thong em seu lugar, deslizando-a entre os cachecos até apertar meu esfíncter adolorido.

Ele me olhou e creio que se sentiu muito mal nesse momento, quase como se tivesse sacado partido de tanta provocação. Sentí uma vergonha terrível então, não pude olhar para ele, me senti suja, me senti puta, as coisas haviam mudado.

Por noite Mauro e eu voltamos a fazer o amor, foi a última noite antes do regresso, e estive sumamente recatada, a ele surpreendeu que quase o obrigasse a fazê-lo sob as sábanas e não lhe permitisse acender a luz em nenhum momento, é que o problema estava na minha cabeça, na minha consciência, imaginava meu traseiro todo aberto, todo dilatado, chorreando sêmen, cada tanto, disimuladamente me tocava para verificar se tudo estava bem, mas eram apenas meus pensamentos sujos, meus pecados ocultos...

Nos levantamos cedo para empreender o regresso, enquanto acomodávamos as malas Don Alberto nos observava a curta distância, paciente, com as mãos nos bolsos, meu marido intercambiava palavras com o anciano, um tanto em bromas acerca das férias que terminavam e do hastío de voltar à rotina.

Por minha parte fiz as coisas o mais rápido possível... Silêncio, olhando para o chão, rogando que nada do que havia ocorrido saísse à luz, mas nada aconteceu.

Quando arrancamos o velho, ele nos cumprimentou com um braço no alto, Mauro fez o último comentário sobre isso, olhando de esguelha pelo retrovisor.

Bom pessoal este don Alberto... bom pessoal...

Hoje estou escrevendo esta história que guardarei para sempre, com um belo estado de gravidez resultado do meu amor com Mauro, olhando pela janela do meu quarto, imaginando a silhueta de Don Alberto, acariciando os cabelos da sua esposa, com o olhar perdido no mar...

FIN

Se tiveres comentários ou sugestões sobre isso, pode escrever-me para: dulces.placeres@live.com