Los cien días de Sophia

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LOS CIEN DIAS DE SOPHIA


Con poco más de cuarenta años tenía mi vida un tanto resuelta, después de dos divorcios cerrados, ya no quería tener una relación de compromisos con ninguna mujer, solo compañías momentáneas por un poco de sexo y sin nada de sentimientos.
Cinco hijos, dos con la primera y tres con la segunda, también era un buen número para dar mi paternidad como resuelta, y, dicho sea de paso, bastante tiempo, trabajo y dinero me llevaba ser un padre al menos correcto.
Vivir solo y sin preocupaciones era un poco vivir en el paraíso, sin horarios, sin problemas, sin responsabilidades

Laboralmente también parecía tener mi vida resuelta, hacía tiempo que trabajaba en la empresa estatal de recaudación impositiva, estaba en el control de grandes contribuyentes y básicamente trabajaba con las industrias mineras de la zona.
Una empresa tradicional que históricamente solo se dedicaba a sacar parte del dinero de los bolsillos de los privados para ponerlos en los bolsillos insaciables del fisco.
De generaciones en generaciones se había trasladado el dominio de hombres en el lugar, desde tiempo remotos donde las mujeres solo eran amas de casa, es más, en esos días solo estaban la señora Luisa como secretaria personal del interventor de turno y la joven Lucila, una jovencita que no hacía mucho más que sacar fotocopias y preparar café para quien lo solicitara

Yo formaba parte del equipo de finanzas, con un cargo de media jefatura, algo así como un encargado sin título oficial, esperando con ansias el retiro del que era mi jefe directo, quien ya estaba en edad de jubilarse.
También era cierta la costumbre en esos días, de que los ascensos se conseguían un poco por antigüedad y amiguismo, y yo me llevaba bien con el viejo Sócrates Pelay Villaverde, quien parecía ser el dueño del barco y había sorteado contra viento y marea los cambios de gobiernos y los cambios de políticas de turno.
Ese puesto, por decantación lógica sería mío, estaba todo encaminado, era cuestión de tiempo, lo que implicaría un aumento de responsabilidades para saciar mi ego, pero también, un jugoso incremento salarial para saciar mis bolsillos.

Pero los tiempos estaban cambiando, el viejo Sócrates Pelay Villaverde, estaba demasiado clavado a su sillón de mando y parecía una fotografía en blanco y negro en un mundo donde todo era color, y el tsunami generacional lo estaba pasando por arriba

Mauricio Villareal sería el nuevo interventor puesto por el gobierno que acababa de ganar las elecciones, tenía mi edad, tal vez menos, parecía joven para ponerse semejante empresa al hombro, pero él se había preparado y había viajado mucho por el mundo, se había empapado de nuevas ideas, de nuevos aires, de nuevos pensamientos.
El nuevo gerente tenía muchos cambios en mente, empezando por un nuevo logo corporativo, más fresco, según los tiempos que corren, tratando de acercarse a la gente, despegándose un poco de esa visión de socio parásito del estado
El trató de modernizar todo, cambiando a la empresa de esa imagen muy conservadora y estructurada que arrastraba desde los años setenta, salimos de los grises clásicos del edificio y pasamos a colores llamativos, nuevos escritorios, conceptos de oficinas abiertas, llegaron nuevas tecnologías, nuevas estructuras, y ya todo fue distinto.

Entre tantos cambios, Mauricio tomó a bien las ideas de cupos femeninos, del que ya le habían bajado línea desde arriba, otra jugada estratégica para apuntalar lo que yo siento como el marketing del momento 'mujeres al poder'
Y así fue que, en esa ola de ingresos de chicas a la empresa, perdería mi posibilidad de ascenso, me dolió, es cierto, tal vez no tanto por no tomar ese puesto, sino porque fui ignorado en todo momento y me sentí prescindible, y solo me enteré cuando todo estaba decidido.

El seis de enero comenzarían los cien días de Sophia...

Me llamaron esa mañana para presentármela, Sophia Taylor era su nombre, casi treinta años, si bien había nacido en Estados Unidos, de pequeña había viajado a la Argentina, por un empleo temporal de su padre que terminaría haciéndose definitivo.
En esa reunión a puertas cerradas, me indicaron que ella sería la nueva jefa, y yo, su mano derecha, para aportarle toda mi experiencia y apoyo en esos primeros días.
Confieso que en ese primer momento no me cayó en gracia, odiaba esos acomodos políticos, por el solo hecho de ser mujer y de ser joven, sin experiencia y una improvisada total en la nueva función, y lo que es peor, yo debía ser el bufón de la corte.
Y en los primeros días le hice sentir mi aspereza, pero bueno, en algún punto comprendí que ella no era la culpable, tan solo éramos engranajes de un mismo sistema.

Y como era Sophia? Sophia era una chica más, común y corriente, no era muy alta, no tenía un gran físico, delgadita, con pequeñas tetitas y pequeño culito, como la mayoría de las chicas de su edad, una mujer normal. Seguro su rango distintivo era su piel morena, con un look más afro que americano, otra situación usada para el marketing, no solo era mujer, además era negra.
Con el correr de los días, ella se pegó a mí, naturalmente, era su mano derecha, pero era el que sabía absolutamente todo del trabajo y ella tenía demasiado que aprender.

Pero ella, a pesar de no tener aun treinta años no era ninguna improvisada, sabía al dedillo toda la teoría legal, había nacido con la tecnología digital así que para ella todo era fácil, hablaba el inglés tan fluido como el castellano, tenía una cabeza y una forma de razonar completamente diferente a la mía, y poco a poco me di cuenta que al igual que el viejo Sócrates Pelay Villaverde, yo también me había quedado congelado en el tiempo.
La ayudé con su puesto de jefa, me ayudó a mostrarme, a vivir el presente.

Y esa jovencita se me haría difícil de entender, porque siempre estaba en un extremo o el otro, pero nunca en el centro.
Sophia estaba al frente de una call por internet, hablando en ingles por convenios de pago, discutiendo de igual a igual con abogados con años de experiencia
Sophia podía ser sorprendida perdiendo el tiempo con su celular, chateando a escondidas como una adolescente con algún chico al azar
Sophia podía hacer que el momento traumático de despedir a alguien se transformara en un camino de rosas, solo usando las palabras correctas en el sitio correcto
Sophia podía estar con su notebook, viendo imágenes de muchachos musculosos, esos pagos, que evidentemente la excitaban sin preocuparse por el entorno
Sophia persuadía a los deudores más rebeldes, esos con años de incumplimientos, esos que nadie había podido sacarle una moneda, ella estaba ahí para desatar los nudos
Sophia jugaba con las palabras, haciéndose la inocente, escondiendo la diabla perversa en su interior, una pose disimulada, una frase tirada al azar, una mirada indiscreta

Y así fueron pasando los días y de esa acidez de los primeros tiempos nació una complicidad de trabajo, ella se apoyaba mucho en mis consejos, y ella despertaba en mi mucha locura
Ella solo era así, como que su imagen de jovencita transgresora, verborrágica, de vestir osado y provocativo, no cuadraba con lo que un puesto de jefatura en una dependencia estatal hubiera correspondido, me reía al recordar lo que hubiera sucedido en los tiempos de Sócrates Pelay Villaverde, al pobre viejo le hubiera dado un síncope

Y nos fuimos conociendo, ella supo de mi vida, yo de la suya, de su familia, de sus amores perdidos, de sus ambiciones y sus proyectos, y poco a poco la negrita esquelética de aquella mañana de verano, empezó a llenarme los ojos y a endulzarme los oídos.
No había amor entre nosotros, nunca lo habría, pero Sophia empezaba a hacerse más y más interesante a mis ojos, su piel negra como la noche se me hacía un interrogante a recorrer, y fue notorio que empezaron a cruzarse entre nosotros miradas de deseos.

Estábamos ya sobre fin de mes, era los peores días puesto que cerrábamos todos los ingresos de los días anteriores y preparábamos ya los vencimientos próximos, y estábamos en medio de una auditoría extraordinaria que nos tenía contra las cuerdas. Cuando llegué esa mañana noté que las luces de la oficina de Sophia estaban encendidas, ella había llegado demasiado temprano. Pasé a saludarla como de costumbre, como siempre lo hacía, con mi mejor sonrisa, pero ella me cortó de raíz con un toque antipático, seria, distante, me dijo que había demasiado trabajo por delante y solo caminaba de un lado a otro repiqueteando sus finos tacos sobre los desgastados tirantes de madera.
Yo comprendí la situación de presión y stress, pero no dejé pasar por alto su estampa seductora, con sus renegridos cabellos perfectamente recogidos, una camisa blanca muy adherida a su cuerpo dejando notar a trasluz la delicadeza de un sostén tramado en puntillas muy llamativo, tenía una pollera negra, muy justa, muy atractiva, muy mini, y unas medias de nylon que le daban un toque de bronce a sus piernas negras.

Solo me retiré y me fui a mi escritorio, encendí mi computadora y me dispuse a trabajar.
El día se pasaría volando, teníamos demasiadas ocupaciones y en los pocos cruces que tuvimos solo fueron palabras de trabajo, nada mas.
Almorzamos unos emparedados improvisados que pedimos al bar de la esquina, entre papeles y mas papeles y apenas paramos cada tanto para tomar un café negro, frío y oscuro.
A las cinco de la tarde, como cada día, las computadoras se fueron apagando, las luces y los aires acondicionados también y se sintió la liviandad del personal alegre por terminar una nueva jornada, pero Sophia aun tenía cosas urgentes por terminar y me pidió que me quedara a darle una mano, ella no podía con todo
En poco tiempo, había desaparecido el bullicio tradicional del lugar y las sombras de un nuevo atardecer comenzaron a ganar el ambiente.

Ella me llamó a su oficina, miré la hora, eran cerca de las ocho de la noche, era suficiente, entré, entonces encontré a mi jefa en el otro formato, el que tanto me cautivaba
Ella parecía conforme con el empeño que habíamos puesto en sacar todo adelante, un tanto relajada y recostada sobre su silla de escritorio, con una sonrisa cómplice y sus cabellos sueltos, estaba de lado, y ambas piernas levantadas y cruzadas sobre la punta del escritorio, con las pantorrillas apoyadas sobre la base, un zapato había caído al piso y con el otro hacía equilibrio sobre la punta de los dedos de su pie derecho.
Hizo un movimiento de cuello y se sintió tronar sus huesos contracturados y dijo

Mi empleado modelo... estoy destruida...

Pero ella dejaba ver que esperaba algo más de mí, sentí una erección contenida, porque hacía tiempo que ambos jugábamos al gato y al ratón y el momento de mover fichas había llegado, sabía que era una jugada complicada porque no me olvidaba que era mi jefa, que era mujer y si me equivocaba estaría en serios problemas, por lo que me contuve y esperé a que ella mostrara sus cartas.

Necesito unos masajes en los pies, te animas?

Me acerque y tomé sus pies entre mis manos dejando caer el otro zapato al piso, estaban fríos y empecé a masajearlos, me supo muy rico, y más y más, Sophia se fue relajando sobre la silla, con una respiración más pausada y profunda, mojando sus gruesos labios afro con la punta de su lengua, acariciando inconscientemente una gargantilla que se perdía en el nacimiento de sus pechos bajo el escote cerrado de la camisa, me sentí en control de la situación, sus pezones excitados se marcaban por debajo de la tela y empecé a refregar mi verga dura sobre la planta de sus pies, mis manos ya habían pasado por sus talones y estaban a la altura de sus pantorrillas, entonces dije


Los cien días de SophiaDo you like it? I'd also need some massages on my tense areas, or how about a good blow job?

I was very hot with that girl and just wanted to put my cock in her mouth, but she responded with a smile.

You seem wrong, here the boss is me, and I'm the one who gives orders, and someone has to suck, that's you, my faithful employee

She relaxed even more, pulled up her skirt to her waist, and with great effort and trying not to tear it, took off her nylon stocking. Her black thong g-string was left in view, I grasped the elastic on both sides of her hip with my fingers and removed it with great delicacy, it was like discovering a treasure. She was completely shaved and sticky strings of her juices stretched from her sex to the garment she was removing. Her lips were thick and dark like night and her intimate redness was strong like I had never seen in a white-skinned woman. I buried myself between her legs and a deep feminine aroma of hours of work invaded my nasal fossae.

Sophia left her left leg on the desk, but brought her right leg over the armrest of the chair, she was so relaxed that almost her back was already on the seat, where naturally her Booty should be.

As a gentleman, I began to lick her juices, they didn't stop dripping between her legs. I caressed her clitoris with the tip of my tongue, caressed her thighs, ate her sphincter in endless kisses. She opened her pussy and liked it when I put my tongue and fingers in her. She had undone the buttons on her shirt and her hands had gotten lost under her bra, caressing her small breasts. It was all very hot in that office solitude and I had my boss completely surrendered, I had her in my grasp, at my mercy, and only felt her spasms in my mouth, her moans in my ears, her pleasure in my eyes.

Then I stopped, took off my pants and underwear to get her, my cock She was hard, wanted Sophia to devour my cock, desperate, sucking it with many desires, very tasty, dying to see her thick and fleshy lips eating my sex, seeing the contrast of my white skin entering and leaving her mouth, filling her face with semen and feeling superior to my boss for once.

I already imagined what I would do, in sex I liked to anticipate each move in my mind, she would stop in front of me to kiss those fleshy lips with force, while we dropped our clothes one by one onto the floor until we were completely naked, able to caress her dreamy curves with my hands, opening her up on the desk to put my cock inside and feel her moan with pleasure, kissing her neck, eating her breasts, licking her nipples.

I would have control of the game and she, my boss, would be delivered, at my feet, begging me not to stop taking her.

I would leave the dessert for the end, I would turn her around so that she was facing away from me and make her rest her forehead against the desk, her round ass would be in front of my eyes, I would take my hard cock and try to put it in her ass, she would surely protest but I wouldn't listen, I would insist and get out with mine, as I always did, feeling her tight sphincter opening up around my cock, penetrating it smoothly, feeling her negatives, her pleas, and the pleasure of having power over her.

I would only pull out when I felt filling her up with my hot semen.

Then yes, I would be the king, the damn master of the place, I would throw myself onto that chair that had once been lost, that I had once dreamed would be mine, and tell that little girl to do what she wanted, as long as she only stopped sucking me or putting it in her again. But then move without stopping until I made her ejaculate for the second time.

But then I realized that this was only happening in my imagination.

She had repositioned herself on the chair, had taken back control and put... distance between us.

While I was hot like a bra she only went on cooling the situation, putting ice, just started to wank me by supporting her foot against my sex, and I couldn't understand what was happening or what was going through that woman's head.

I just wanted to advance and possess her, I tried but she dodged then and withdrew towards one side, told me no, it was late and wouldn't catch with me, and while talking went putting on her thong and stockings, closing the open buttons of her shirt, readjusting her hair, returning to that bossy posture.

And there I stayed, with my pants down and cock out, like a poor fool, the hunter had been hunted.

On the night before falling asleep, I tried to reassemble the puzzle because I didn't know what I'd done wrong, it would have been so tasty making love but only couldn't.

The next day I was very annoyed with her, Sophia noticed the distance and the disdain, at mid-morning she called me to the office to talk alone.

She said in a low voice without looking at me that she forgave me, that she was my boss and what we had done was very bad, that I should keep it a secret and that, by the way, wouldn't happen again.

I left her office with anger, her hollow words of silly girl entered one ear and came out the other, I swore to myself in that moment that I would only maintain a purely laboral relationship with her and start anew, now different, without false smiles.

But she was a woman, and I a man, she was very bold, and I very foolish, she had a very beautiful body, and I eyes, and she got me again, I lowered my guard and started dreaming of being able to get her, I was hot at her feet and with that game in which I fell every moment, she squeezed the last drop of sweat out of me, only her faithful dog who ran beside her moving his Booty each time she required it, the same dog. That would curl up in a corner when she unloaded her frustrations on me and looked at me sideways without understanding why I was being punished. It had been about three months since she took the job, when I found out from third parties about a sudden trip to her native United States, business trip they said, I confronted her but she evaded with excuses and only promised we would talk about our thing when she got back, but she never came back. A rumor that was circulating around the corridors grew stronger and stronger, saying she had resigned and jumped to a new job in the northern country, at first I laughed and denied it, couldn't even imagine it, but when the supervisor Mauricio Villareal gathered us to present Sonia Beltramini, the new sector head, I felt what I was denying, it was like a slow-moving ice dagger piercing my heart. I didn't understand, I called her, sent audios, wrote emails, searched for her on social media, but she never had an answer for me, no excuse, no word, and sometimes being ignored is worse than being rejected. And I was the nice guy, the experienced one, but I had to swallow the poisoned pill she gave me, I was just her loyal dog and assumed I only played with her. I know, I would have liked to tell you how I got her, how I made her cum, or how well I sucked her pussy, but I can't, it would be a lie, she abused me all the time and everything I could do to her in 100 days was suck her pussy. If you liked the story, you can write me with title THE 100 DAYS OF SOPHIA at dulces.placeres@live.com

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