Intriga Lasciva - El Instituto [10]

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Intriga Lasciva - El Instituto [10]



Capítulo 10.


Introducción al Porno.

Erika abrazaba a Siara desde atrás, ambas estaban sentadas en la cama vistiendo únicamente su ropa interior. En esta ocasión se encontraban dentro de la habitación de Erika. El motivo por el cual estaban semidesnudas hubiera sido difícil de explicar a cualquier persona que hubiera entrado en el cuarto en ese momento. Por lo general si alguna de las dos perdía una prenda mientras estaban juntas, la que iniciaba el jueguito era Erika; pero esta vez fue una excepción. Todo comenzó cuando Siara descubrió que su mejor amiga estaba usando una remera amarilla que le resultó sumamente familiar. Al grito de “¡Hey, esa es mi remera, te la sacás ya mismo!”, comenzó a forcejear con Erika. 
Siara comprendió por qué no había vuelto a ver su remera que incluía, sobre el chillón tono amarillo, los ojos y las mejillas rojas de Pikachu. Con las grandes tetas de Erika por detrás, realmente parecía un Pikachu con los cachetes muy inflados. 
―No sé para qué la querés ―protestó Erika―, si nunca la usás… es obvio que a mí me gusta más que a vos.
―¿Y eso te da derecho a robármela?
―Por supuesto. A ver, decime la verdad ¿para qué te la compraste, si ni siquiera te gusta usar colores chillones? ―Preguntó, mientras se quitaba la remera y se la devolvía a su amiga.
―La compré porque me pareció simpática, nada más.
―Mentira. Ni siquiera te gusta Pokémon.
―Pikachu me parece simpático.
―¡Mentirosa! Vos odiás todo lo que es simpático. Dale, ahora usá tu dichosa remera.
Erika no estaba realmente enojada, solo quería demostrar su punto, por eso hizo que su amiga se quitara la sosa remera negra que traía puesta. Efectivamente Siara no quiso ponerse la remera amarilla. Por eso, como castigo, Erika le bajó el pantalón… a lo que Siara respondió haciendo lo mismo con su amiga. Forcejearon un rato en la cama, simulando una de sus tantas peleas, pero en realidad se rieron mucho. 
Ahora ya están más tranquilas, Erika tiene apoyado el mentón sobre el hombro de su amiga y están mirando un anime en el televisor sin prestar mucha atención. Erika, para aliviar la tensión, recurre a su táctica de siempre: amasar las tetas de Siara, y lo está haciendo por debajo del corpiño.
―Me siento mal ―dijo Siara.
―¿Qué? ¿Te molesta que te toque las tetas?
―No… eso no… ―Siara prefería no mencionar el asunto de las tetas―. Me siento mal porque no avanzamos nada en el caso.
―Descubrimos el estudio que usan para grabar los videos porno.
―¿Y qué hacemos con eso?
―Podemos espiar para ver quién entra o sale.
―No, perderíamos demasiado tiempo. ¿Y cómo sabemos que la gente que entra va a usar justamente ese estudio?
―Espiamos por la ventana que usó Oriana.
―Es muy arriesgado. Nos sorprenderían tarde o temprano.
―No sé por qué estás tan mal, ya tenemos una pista a seguir, el asunto de las becas.
―Sí, ya le pedí a mi mamá que se encargue de conseguirnos la lista de becadas del instituto, con la excusa de contratar a alguna para su trabajo como diseñadora de moda. 
―Esa fue una buena idea.
―No lo fue. No me gusta depender tanto del poder de mi mamá. Quiero hacer algo por mí misma. Siento que desde que iniciamos este caso no descubrimos nada importante. Xamira y Oriana hicieron mucho más que nosotras.
―¿Y qué problema hay? Para algo somos un equipo ¿o no?
―¿No te das cuenta? Nosotras somos las fundadoras del club. Tenemos que dar el ejemplo. Quiero hacer algo importante por este caso… y no se me ocurre nada. Eso es lo que me tiene tan mal.
―Ya veo. A mí no me pasa eso. Estoy contenta de que hayamos avanzado tanto, pero te conozco. Sé lo orgullosa que sos. Por eso te voy a proponer una idea que nos va a permitir un gran avance.
―¿Qué cosa? 
―No sé, no tengo idea.
―¿Sos tarada, Erika? Creí que tenías una idea genial. Me hiciste ilusionar.
―No dije que la tuviera… dije que la voy a tener. Dejame pensar…
Mientras Erika ponía a funcionar sus neuronas, comenzó a pellizcar los pezones de su amiga. Esto provocó que una corriente eléctrica de placer cruzara todo el cuerpo de Siara. Por este motivo prefería no hablar del toqueteo de sus pechos… porque cada vez se le hacía más difícil controlar esa incómoda sensación de placer. En esta ocasión hasta cerró los ojos, como si estuviera buscando la forma de disfrutarlo más. Fue un acto involuntario, y no pudo detenerlo. 
―¡Ya sé! ―Exclamó Erika al fin―. Se me ocurrió algo que podemos hacer sin recurrir a Xamira, Oriana… o a tu mamá. 
―¿Qué cosa? Dale, decime… aunque sea una mala idea. Solamente espero que esa idea no se trate de anotarnos como actrices porno, porque eso definitivamente no lo voy a hacer.
―Ah… em… ok… dejame pensar un ratito más.
―¡Tarada! ¿Nos querías meter como actrices porno?
―Es una buena idea, pero si no te gusta…
―¿De verdad lo hubieras hecho? ¿Y si te piden que tengas sexo con un tipo como Alexis?
―Em… bueno, es cierto que no pensé en todos los detalles…
―Más te vale que en tu próxima idea sí los tomes en cuenta.
―Eso va a requerir otro nivel de concentración.
Siara no comprendió a qué se refería con esto. Se llevó una sorpresa al sentir las manos de Erika deslizándose por su abdomen, directamente hacia su zona íntima. Los dedos de Erika se perdieron dentro de su bombacha y comenzaron a acariciar el vello púbico de Siara.
―¿No te dijo tu mamá que te hagas la depilación definitiva? ―Preguntó Erika, como si nada.
―A veces me depilo, pero no me animo a la permanente. ¿Y si me arrepiento? Voy a estar un montón de tiempo sin nada ahí abajo… me sentiría rara.
―Yo me la hice y no me arrepiento de nada. Ahora mi pubis es lo más suave que hay en el mundo. 
Siara se estremeció, una vez más esa maldita sensación de placer. Para colmo ahora las caricias de Erika estaban peligrosamente cerca de su clítoris. “No, tranquila ―se dijo Siara a sí misma―, no va a llegar tan lejos”. 
―¡Ah ya sé! Aunque no te va a gustar, porque una vez más dependemos de una de las chicas. Pero es algo tan obvio que no sé cómo no lo pensamos antes… además, te guste o no, hay que hacerlo. 
―¿Qué cosa?
―Oriana nos comentó algo de una página privada donde se suben estas fotos. Tenemos que averiguar cuál es esa página y pagar para entrar. El dinero no va a ser un problema. 
―¿Y cómo vamos a averiguarlo?
―Se nota que estás molesta, ni siquiera pensás con claridad. Es obvio, Siara… que Oriana se lo pregunte a Mariela, su profesora particular. Si ella trabaja para esa empresa, como mínimo debe saber el nombre de la página. 
―Es cierto… es tan obvio que me jode no haberlo pensado antes. Y más me jode tener que recurrir a Oriana.
―Si vamos a hacer un equipo, tenemos que aprovechar todo lo que cada una piensa ofrecer. No seas tan orgullosa.
―Lo sé, pero me cuesta. 
―Estamos cada vez más cerca de entender todo este asunto, tomatelo con calma.
―Voy a intentarlo. Mandale un mensaje a Oriana, que haga lo posible para averiguar el nombre de esa web. Si podemos entrar, va a ser mucho más fácil saber qué alumnas del instituto, actuales o pasadas, participaron en este proyecto tan turbio. 
―Sí, especialmente si es que están becadas. 
Erika soltó a su amiga y le escribió a Oriana. Siara sintió un gran alivio. Nunca antes se había sentido incómoda con los toqueteos de Erika, pero esta vez creyó que su propio cuerpo la traicionaría. 

-----------

Oriana tocó el timbre de la casa de Mariela cuando por fin reunió coraje para hacerlo. Estaba tan nerviosa que en varias oportunidades, durante el trayecto, estuvo a punto de cancelar sus clases particulares. Si aceptó seguir adelante con todo esto fue por un mensaje que recibió de Erika en el momento apropiado. Le estaban encomendando una nueva misión: averiguar el nombre de la página web a la que se subía todo el material porno. Le explicaron que con esto, sumado a la lista de chicas becadas, podrían demostrar si había una correlación entre esos hechos
Se sorprendió al no recibir respuesta, por lo general Mariela la atendía apenas un par de segundos después del primer timbrazo. Volvió a llamar y tuvo que hacerlo una vez más hasta que la puerta se abrió. 
―Hola, Ori, pasá ―dijo la voz de Mariela desde atrás de la puerta.
Cuando Oriana entró se encontró con su profesora particular envuelta en una toalla, tenía el cabello mojado y de su cuerpo caían gotitas de agua.
―Disculpá ―dijo Mariela―, me estaba bañando y perdí la noción del tiempo. Normalmente no te abriría así, pero… creo que estamos en confianza ¿no?
―Claro que sí ―dijo Oriana, con una amplia sonrisa―. Podrías estar desnuda y estaría todo perfecto.
La chica se arrepintió de hacer ese comentario, temió que su profesora pudiera malinterpretarlo.
―Me alegra que pienses así… ¡Hey! ¿Y tus carpetas? 
―Hoy vine con las manos vacías porque… emm… espero que no te moleste, pero no vine a estudiar. 
―¿Entonces por qué viniste?
―Porque quiero hablar con vos.
―¿Es sobre el temita que hablamos la otra vez?
―Sí.
―Excelente. No me importa suspender la clase si es para charlar sobre eso. Creo que es un tema muy importante.
―¿De verdad te lo parece? ¿Por qué te tomás tantas molestias conmigo?
―Porque me hacés acordar a mí misma cuando estaba estudiando. Tenía los mismos miedos e inseguridades que vos. Vení, vamos a ponernos cómodas…
Mariela le hizo una seña para que la siguiera y juntas caminaron hasta el dormitorio, donde estaba ese gran espejo que le causaba tanta incomodidad a Oriana. La cama estaba algo revuelta y sobre la mesita de luz se podía ver un grueso consolador color carne.
―Uy, me olvidé de que esto estaba acá ―Mariela soltó una risita nerviosa―. ¡Qué vergüenza!
―¿No es que ya no te dan vergüenza estas cosas? 
―Sí que me dan, especialmente cuando se escapan a mi control. Te juro que no me acordaba que este juguetito estaba acá, y ahora vos te estarás imaginando lo que estaba haciendo antes de ducharme. Sos mi alumna. ¿Cómo no me va a dar vergüenza que veas esto?
―Pensé que ya tenías asumido todo lo que tiene que ver con el sexo. 
―No sé de dónde sacaste esa idea. 
―Es que la última vez te noté tan segura de vos misma…
―Porque estábamos hablando de algo más básico. Vos estabas teniendo problemas para sentirte cómoda con tu propio cuerpo. Esto ya es otro nivel ―dijo sacudiendo el consolador. Oriana miró el movimiento y sus mejillas se pusieron rojas―. ¿Es la primera vez que ves uno de estos, verdad?
―En vivo y en directo… sí. 
―¿Sabés una cosa? Hace unos años a mí me daban tanta vergüenza estos juguetitos que ni siquiera me animaba a comprar uno… y eso que vivo sola. Pero con el tiempo me di cuenta de que me estaba privando de disfrutar mucho. Algún día deberías comprarte uno, es el mejor consejo que te puedo dar como mujer.
―En mi casa sería imposible tener eso. Si mi mamá llega a encontrarlo, es capaz de echarme a patadas… o algo peor.
―Bueno, no me voy a meter en tus dilemas familiares. Es cierto que si compartís la casa con otras personas puede dar un poco de miedo tener un consolador guardado en el ropero. Cuando vivía con mis padres hubiera pensado igual que vos.
―¿Y lo usás mucho? ―Preguntó Oriana, como si fuera la alumna nueva ante una profesora muy severa.
Media sonrisa se dibujó en los labios de Mariela.
―Últimamente creo que lo estoy usando más de la cuenta. 
Oriana no se atrevió a preguntar por qué, así que guardó silencio y bajó la mirada. Se encontró con que la toalla de su profesora no le estaba cubriendo del todo la zona íntima femenina. La división de los labios vaginales era perceptible, aunque solo se viera una pequeña fracción de ellos.
―Perdoname, Ori… me puse a hablar de otra cosa y no te pregunté lo más importante. ¿Sobre qué querías hablar conmigo?
Oriana no podía mencionar aún el asunto de la página web, antes debía ganarse la confianza de Mariela. Y era cierto que había otro asunto que la tenía preocupada. 
―Emm… es sobre las fotos…
―Aja, ¿fuiste a la nueva sesión?
―Sí… y me resultó más fácil de lo que me imaginaba, pero… ahora estoy preocupada.
―¿Por qué?
―Porque me mandaron las fotos… y no me gusta el resultado ―sacó un pen-drive de su bolsillo.
―¿Las puedo ver?
―Este… em… sí, por eso traje el pen. Espero que no te moleste verme en ropa interior.
―Ay, Ori… ¿cómo me va a molestar? Con lo linda que sos… es un privilegio poder verte así. 
―Gracias ―Oriana sonrió, y sus mejillas se pusieron aún más rojas―. ¿Dónde las podemos ver?
―Ya vengo…
Mariela tardó apenas unos segundos. Las dos se instalaron sobre la cama, con la notebook apoyada en las faldas de la profesora. Enchufaron el pen-drive y las primeras fotos no tardaron en aparecer.
―Estas no me preocupan tanto ―dijo Oriana―. Son algo reveladoras, pero parecen de catálogo de lencería.
―Sí, es cierto. ¿Y cuáles son las que te preocupan?
―Estas… ―Adelantó varias imágenes hasta que llegó a una que la mostraba con las piernas abiertas y la tanga medio encajada entre sus labios vaginales―. Perdón, sé que es obscena, no pienses que te muestro esto por…
Mariela la interrumpió levantando una mano.
―No tenés que excusarte. De verdad no me molesta ni un poquito ver estas cosas. ¿Sabés la cantidad de horas que me paso mirando porno?
Oriana abrió grandes los ojos.
―No te imaginaba haciendo eso…
―Antes no lo hacía, me daba pudor; pero ahora que vivo sola… me la paso mirando porno. Te lo cuento porque ya viste el consolador, no tiene sentido ocultarlo. Además quiero que entiendas que ver este tipo de imágenes ya no me afecta. Podrías estar totalmente desnuda que daría lo mismo. Yo misma me saqué fotos como esta, y al igual que vos tuve mis dudas al principio. Me sentía sucia.
―Eso me pasa a mí…
―Me puse a pensar que habría un montón de gente haciéndose la paja con mis fotos… y me daba asco saber que puedo generar eso en algunas personas.
―Ay, sí… eso mismo pienso yo.
―Lo sé. Ya te dije, me hacés acordar mucho a mí. Estás atravesando por lo mismo que yo, de una forma muy similar. ¿Hay alguna otra foto que te preocupe?
―Sí, esta en particular me incomoda mucho.
Oriana puso en pantalla una fotografía que la mostraba a ella en cuatro patas, con sus nalgas abiertas. 
―Ya veo por qué te genera eso ―dijo Mariela―. Se te asoma un poco la concha por los lados. ―A Oriana le resultó raro escuchar a su profesora refiriéndose a su “concha” en esos términos… pero ¿acaso esto no era una forma de demostrar que había confianza entre ellas?―. Además se te ve un poquito el agujero del culo, porque la tela de la tanga es casi un hilo en la parte de atrás… y estoy segura de que vos no andás sacándote fotos del culo.
―No, para nada. Nunca me había sacado una foto así.
―¿Ni siquiera para mandársela a tu novio?
―No… no me gusta mandarle fotos de este estilo. Él tampoco me las pide, así que todo bien. 
―Ya veo… y eso es un problema, si es que querés dedicarte a esto. ¿Tenés pensado seguir adelante?
―Aún no lo sé. De momento, no. Se me haría muy difícil, pero… ―no podía decirle nada sobre la investigación en curso, por lo que buscó otra excusa―. El dinero me viene muy bien. Pagan más de lo que me imaginaba.
―Sí, pagan muy bien. A mí me salvaron más de una vez.
―Me imagino que estas fotos te parecerán una tontería ―dijo Oriana―. Vos ya habrás hecho algunas mucho más explícitas, sin nada de ropa. 
No necesitaba corroboración sobre eso, ya había visto mucho material explícito de Mariela.
―No me parecen una tontería, porque entiendo que este mundo es nuevo para vos. Yo sufrí igual al principio. Y sí, me saqué fotos más explícitas que esta.
―¿Y cómo hiciste para animarte?
―Es todo parte del mismo proceso del que te hablé la última vez. Lo importante es que te amigues con tu propio cuerpo, que aprendas a valorarlo y que no te avergüences por ser capaz de excitar a otras personas. Eso es algo de lo que tenés que estar orgullosa… y te lo digo yo, que me daba asco siquiera pensar que alguien se haría una paja mirándome la concha. Y al final aprendí a disfrutarlo. 
―Entiendo… pero… ¿hiciste algo en particular que te haya ayudado a aceptarlo? Algo como lo que hicimos la última vez frente al espejo. Eso me sirvió mucho.
―Sí, claro. Me quité el miedo sacándome fotos yo misma. Intenté hacerlas lo más explícitas posible… es decir, sin nada de ropa. Esa fue la primera parte del proceso, después vino otra…
―¿Y cuál fue esa otra?
―Te lo cuento después. Primero quiero saber si estás lista para la primera parte. 
―¿Qué? ¿Lo vamos a hacer? ¿Me vas a sacar fotos desnuda?
―Esa es la idea, pero quedate tranquila, lo vamos a hacer con tu celular, así las fotos te quedan a vos y a nadie más. Cuando termine todo el proceso, la podés borrar.
―Bueno, eso me tranquiliza un poco, pero… me da mucha vergüenza desnudarme frente a vos… y eso que sos mujer. 
―¿Y si antes me ves desnuda a mí? ¿Eso serviría de algo?
―Em… no sé, quizás sí… al menos no sería la única persona desnuda de la habitación.
Mariela sonrió. Dejó la notebook sobre el colchón, se puso de pie junto a la cama y de un tirón se despojó de la toalla que cubría su cuerpo. Mostró toda su desnudez con orgullo, inflando el pecho que, al contar con un gran par de tetas, se veía imponente. Oriana se quedó boquiabierta, la había visto desnuda varias veces en fotos, pero era mucho más intenso verla en persona. Los ojos de la alumna se centraron en el pubis lampiño de su profesora, luego apartó la vista y se sonrojó.
―No tengas miedo de mirar, Ori. Si sentís tanta vergüenza por la anatomía femenina en general, nunca te vas a quitar el miedo. 
―Es que… no sé, no me parece bien estar mirándote. Siento que estoy invadiendo tu privacidad.
―Quedate tranquila, porque yo te estoy dando permiso para que mires todo lo que quieras, de verdad. No me va a molestar ni un poquito. No te olvides que yo aprendí a estar muy orgullosa de mi cuerpo.
―Me gustaría tener tu seguridad algún día.
―Y la vas a tener, es solo cuestión de tiempo. A mí me llevó años, porque lo tuve que hacer sola. Tenía tu edad cuando empecé con este asunto de las fotos eróticas y me costó horrores dar cada paso. Quizás a vos, con un poquito de mi ayuda, se te haga más fácil el proceso.
―Eso espero. Porque no solo es por el asunto de las fotos. Estoy harta de avergonzarme de mi propio cuerpo. Pero no lo puedo evitar. Es más fuerte que yo. Soy demasiado… 
―¿Pornográfica?
―Iba a decir voluptuosa. 
―Sos demasiado porno ―insistió Mariela―. Tenés el cuerpo de una actriz porno, y eso es lo que te molesta. 
―No lo sé…
―Vamos, tenés que ser honesta con vos misma, Oriana. Eso es muy importante… mirame a mí. Yo también tengo el cuerpo de una actriz porno, mirá el par de tetas que tengo ―sacudió sus pechos, haciéndolos rebotar―, y las piernas… y el culo ―giró y mostró sus redondas nalgas bien paraditas―. Sé que mi cuerpo es ideal para los estándares porno de hoy en día. Me costó aceptarlo, pero no hay nada de malo en eso. 
―Bueno, sí… es cierto. Me incomoda verme desnuda porque me da la sensación de estar viendo a una puta… o a una actriz porno. 
―¿Y qué es lo que más te genera esa sensación?
―Las tetas. Las tengo muy grandes. Pero ahora también está mi culo, cuando vi la foto que me sacaron ―señaló la pantalla―, no podía creer que ese fuera mi culo… es demasiado… pornográfico. Antes, cuando empezamos con las clases, te vi como una persona normal; ahora que te veo desnuda pienso: “Sí, Mariela totalmente podría ser actriz porno”. Tenés un cuerpo increíble. Gracias por lo que estás haciendo por mí, me sirve un montón. Aunque… no te lo tomes a mal, pero al verte me sigue dando esa sensación de irrealidad. No sé cómo explicarlo.
―Entiendo perfectamente a qué te referís. Al asociar mi cuerpo con el porno, es lógico que lo sientas artificial, como si fuera una imagen virtual.
―Wow, sí, lo explicaste genial. ¿Cómo te diste cuenta?
―Ay, Ori, ya te lo dije mil veces. Tenés los mismos miedos e inseguridades que yo tenía a tu edad. 
―Eso me hace sentir un poquito menos rara. Gracias.
―¿Querés tocar?
―¿Qué? ―Los ojos de Oriana se abrieron al máximo y sus mejillas alcanzaron un nivel de rubor indisimulable―. ¿Tocar tu cuerpo?
―¡Claro! De esa forma vas a entender que es real y no algo virtual que estás viendo a través de la pantalla de una computadora. Cuando dejes de avergonzarte al ver mi cuerpo, vas a poder empezar a hacer lo mismo con el tuyo.
―Sí, tiene sentido. Soy una boluda. ¿Cómo voy a aceptar mi propio cuerpo si ni siquiera puedo mirar el tuyo?
Mariela se acostó en la cama, boca arriba, y le hizo una seña a Oriana indicándole que podía proceder. Su alumna movió una mano con nerviosismo y la apoyó sobre el vientre de su profesora. A pesar de que fue subiendo de a poco hacia los pechos, su corazón se aceleró casi al instante. Cuando una de sus manos se posó sobre la teta izquierda de Mariela, sintió que todo el mundo comenzaba dar vueltas. ¿Qué diría su madre si supiera que estuvo tocando a una mujer de esa manera? ¡Y a su propia profesora! 
No le molestaba que su madre se enojara, eso ya lo había visto miles de veces, podía lidiar con un enojo. Lo que le preocupaba era desilusionarla. Casi podía ver la cara de tristeza de su madre al enterarse que su hija era una de esas “raritas” que andaban tocando a otras mujeres. Casi podía escucharla decir: “Yo no te crié de esta manera. Te inculqué valores”. 
Apartó la mano a toda prisa y se puso de pie de un salto junto a la cama. 
―No puedo ―dijo, apenada―. Te juro que no puedo. 
―Está bien, nena. No te preocupes. No estás obligada a hacer nada que no quieras. Vos tomate tu tiempo, si algún día tenés ganas de intentar otra vez, me lo decís. 
―Ok… y perdón. Sé que estás haciendo todo esto por mí, pero…
―Pero nada. No hay nada que hablar. Vos necesitás tiempo, y lo tenés. No te atormentes más. Te dije que a mí me llevó años. No podemos pedir que sufras un cambio tan drástico en menos de una semana. Suficiente tenés con haberte animado a participar en la sesión de fotos.
―Sí, lo sé… ―Oriana guardó silencio durante unos segundos. Había algo más que la carcomía por dentro. No lo aguantaba más, necesitaba sacarlo―. Mariela… yo… este… em… hace unos días me llevé un pen-drive tuyo por error… y… estuve mirando lo que hay dentro. Te pido perdón, sé que me vas a odiar por esto…
Mariela se sentó en la cama con las piernas cruzadas y sonrió.
―Ori, no te preocupes por eso. Ya sabía lo del pen-drive.
―¿Qué? ¿De verdad?
―Claro, me di cuenta el mismo día que te lo llevaste. Yo cuido mucho ese pen-drive y cuando abrí el cajón y no estaba, me di cuenta de que te lo habías llevado vos.
―¿Y por qué no dijiste nada?
―Porque sabía que lo ibas a devolver… y así lo hiciste. 
―Pero… ¿no te molesta que haya invadido tu privacidad de esa forma?
―Me hubiera molestado de otra persona, pero no de vos, Ori. Vos me caés bien. Además, todo el contenido de ese pen-drive está en internet. Hay mucha gente que lo puede ver… y me alegra que te hayas sincerado conmigo. Para mí era muy difícil hablar de este asunto sin decir: “Hice porno, y más de una vez”.
Oriana se sentó en la cama.
―¿Y qué se siente? ¿Cómo es hacer porno?
―Es una locura. Hay actrices porno que dicen que lo ven solo como un trabajo; pero a mí no me pasa eso. Siento un cúmulo de emociones que no se pueden explicar. 
―¿Y te gusta hacerlo?
―Al principio lo hacía solo por el dinero… pero con el tiempo aprendí a disfrutarlo. La pasé bien en algunas oportunidades. 
―Me alegro por vos. Igual sigo sintiéndome mal, sé que mi actitud es muy reprochable.
―No te mortifiques con eso, Ori. Yo estaba esperando a que me contaras sobre este asunto para darte otra cosita… ―abrió el cajón de la mesita de luz y sacó un pequeño objeto plástico―. Este es otro pen-drive, con más imágenes y videos. Si lo querés, es tuyo. Quizás te sirva para perder un poco la vergüenza, si es que algún día te querés dedicar a esto.
―No me imagino haciendo porno, al menos no al nivel tan explícito en el que lo hacés vos.
―Es importante que siempre tengas en mente que no estás obligada a trabajar de esto. Solo tomalo como una opción más en tu vida. De todas maneras esto te va a venir bien…
―Sí, ya sé… para perder la inhibición con el cuerpo femenino.
―Así es. 
―¿Acá hay material más nuevo que el que yo vi?
―No, en realidad es más viejo. Es material de cuando yo tenía tu edad. Está todo lo que hice en mis inicios en el porno. Era joven y tenía muchas ilusiones para la vida… y te aseguro que el porno no estaba en mis planes. Pero el dinero me venía muy bien y… bueno, me fueron ofreciendo hacer otras cosas más… explícitas, y yo acepté.
―¿Te puedo preguntar una cosa?
―Lo que quieras ―respondió la profesora, con una amplia sonrisa.
―¿Cómo se llama la página web a la que se sube todo este material? Me gustaría saber dónde van a terminar mis fotos.
―Uy, eso es un problema. 
―¿Por qué?
―Porque es una página súper exclusiva. Cuesta muchísimo dinero acceder a ella.
―Sé que muchas páginas cobran por el material porno que publican, pero… ¿cuánto es muchísimo?
―Muchísimo en serio. Estamos hablando de más de mil dólares, solo para entrar a mirar el contenido más básico. 
―¿Qué? ¿Tanto? Eso es una locura… con todo el porno que hay en internet, de forma gratuita. ¿Quién va a pagar tanto por entrar a una página más?
―Es que no es una página más, Oriana. Pensá un poquito. Vos sos alumna de un instituto muy prestigioso, yo también lo fui. A mucha gente le da más morbo ver desnudas a estudiantes “normales” que a actrices porno profesionales. Otra cosa que tenés que entender es que a esta página se sube material que no está en ninguna otra parte de internet. Hasta tienen protocolos de seguridad muy avanzados, para que no les copien nada. 
―Claro… ya veo. Hay gente que paga miles de dólares por un cuadro de mierda, solo porque es único en su clase. 
―Exacto. Esto es más o menos así, te venden la exclusividad. Y bueno, el material en sí mismo también tiene su atractivo. Sinceramente nunca entré a la página, es demasiado costosa. Pero sé qué tipo de material hice, y no se puede negar que las alumnas de un instituto prestigioso haciendo porno dan morbo.
―¿Sabés una cosa? En algunos de tus videos vi a una chica rubia, muy linda… me quedé helada cuando me la crucé en el instituto. No lo podía creer.
―Ah… conociste a María Fernanda. Hace unos meses hice una sesión con ella, de lo más interesante. Va a segundo año en el instituto. A ella le pagan un montón. Más que a mí.
―¿Por qué? Me parece injusto. Vos sos preciosa, no tenés nada que envidiarle a esa chica.
―Lo que pasa es que yo ya no soy alumna del instituto, mi material vendía mejor cuando podían decir que yo aún era estudiante. Además… bueno, te lo cuento porque no vas a tardar en descubrirlo… María Fernanda es hija de Mario Dalessi, el decano del instituto. ―Oriana abrió mucho los ojos, ella conocía al decano, lo había visto en numerosas ocasiones―. Vos imaginá esta situación: entrás a una página porno, te encontrás con una chica preciosa, de dieciocho años, que está haciendo porno. Te cuentan que es alumna de un importantísimo instituto terciario, hasta te ponen fotos de ellas en contexto escolar, para que veas que es cierto… y además te dicen que es la hija del decano de dicho instituto.
―Uy, sí… ya entiendo. Para algunas personas eso sería muy morboso.
―Y muy exclusivo, porque si quieren ver material porno de María Fernanda, solo lo van a encontrar en esa web, pagando una fortuna. Es algo para unos pocos. Creeme, hay mucha gente en el mundo a la que le encanta sentirse exclusiva. Importante. Quieren ser “miembros VIP”. Así que, olvidate de la página, aunque sepas el nombre, no vas a poder entrar. 
―Vos igual decime cómo se llama. Aunque no lo creas, tengo amigas interesadas en este asunto. Creo que a ellas también les gustaría participar.
―¿Son compañeras tuyas?
―Sí, hasta formamos un pequeño club social. 
―Ay, qué lindo.
―Y ellas tiene mucho dinero. Y cuando digo mucho… es MUCHO. Con mayúsculas. No creo que para ellas sea muy difícil acceder a esa página.
―Sí va a ser difícil, no alcanza solo con pagar. La web te pide que generes tu usuario y que lo mantengas activo por varias semanas, y que revises el contenido que tenés disponible. Después te habilitan para acceder a otra parte del contenido… pagando aún más dinero. 
―Así que es pagar, participar, y pagar otra vez.
―Así es. Como dije: es un sitio sumamente exclusivo. La página se llama Uvisex. 
―No suena a página porno. Más bien es como si se tratase de un medicamento medio trucho para la disfunción eréctil, o algo así.
Mariela soltó una carcajada.
―Sí, tenés razón. Pero ese nombre significa Ultra Vip Sex. 
―Ah, ahí cambia la cosa. 
―Es una declaración de intenciones. De entrada te dejan claro que esto te va a costar… y mucho. ¿Por qué te creés que pagan tan bien? Con la plata que yo gané, me compré esta casa.
―¿Qué? ¿De verdad? Pensé que alquilabas.
―Antes lo hacía. Ahora soy la dueña de mi propia casa. Solo que no lo comento mucho. Si alguien me pregunta, digo que alquilo. Porque sino todo el mundo va a querer saber de dónde saqué la plata para comprarla… y no quiero que todos sepan que hago porno. Por eso te pido que cuides mucho ese pen-drive, por favor. 
―Te prometo que lo voy a cuidar con mi vida. Gracias por confiar tanto en mí. 
―Ah, y otra cosa… no te sientas culpable por masturbarte mientras mirás esto. Al contrario. Para mí es un honor poder fomentar tus pajas.
―Ay… ¡qué vergüenza! Pero me alegra que lo hayas dicho, porque… ah, ya fue, te lo digo. Estás siendo muy sincera conmigo y merecés saberlo. Me sentía re culpable porque, además de mirar tu contenido privado, también me masturbé un montón de veces. Y creeme, yo no suelo hacer eso. Las pocas veces que vi algo de porno no me genero nada, pero ahora… me excité un montón, y no sé por qué.
―Quizás seas porque viste a una persona conocida. No es lo mismo ver una actriz que vive en el otro lado del mundo, con la que nunca hablaste, que encontrarte con material porno de tu profesora particular. Así funciona un poquito el morbo en Uvisex. Cuando vuelvas a tu casa, no tengas miedo de hacerte la paja mirando mis fotos y videos. Al contrario, a mí me haría mucha ilusión que lo hagas. Me alimentaría un poquito el ego… y todos necesitamos que, de vez en cuando, le den de comer un poquito a nuestro ego. ¿No te parece?
―Es posible. Todavía no me acostumbré a escuchar los caprichos alimenticios de mi ego. Suelo mandarlo a callar cada vez que quiere asomar la cabeza.
―¿Querés que te diga algo que te lo va a alimentar un poquito? ―Oriana apretó los labios―. Vamos, sin miedo, que no tiene nada de malo darse un poquito de amor propio de vez en cuando.
―Tenés razón. ¿Qué me ibas a decir?
―¿Me podés dejar las fotos que te sacaste? Te aseguro que yo también me voy a hacer una paja mirándolas. 
―¿Qué? ¿Con mis fotos? ¿De verdad? Pero… si ni siquiera muestro mucho.
―La imaginación se encarga del resto. Pero no te estoy obligando, si no querés dejarlas, lo entiendo.
―Está bien, te las podés dejar. Aunque me muera de la vergüenza. Si alguien en el mundo puede ver esas fotos, y hacerse una paja, esa sos vos. Aunque… ¿por qué te harías una paja mirándome a mí? No te ofendas, Mariela, pero creo que mis masturbaciones vinieron porque en tus fotos también había hombres y…
―¿Me vas a decir que no te hiciste una paja mirando las fotos que me saqué con Maria Fernanda? ―Oriana se quedó muda y empalideció―. Ah, ya me lo suponía. No te sientas culpable, Ori. Eso no tiene ningún significado raro. El cuerpo femenino es sensual por naturaleza. Decime la verdad ¿No te provoca nada verme las tetas?
Mariela infló su pecho. Sus pezones estaban duros y apuntaban directamente a Oriana. 
―Bueno, sí… es impactante ver tus tetas en persona. 
―¿Y qué más? Vamos, sacá lo que hay en vos, yo no te estoy juzgando.
―Dan ganas de apretarlas.
―Sabés que tenés permiso para hacer eso cuando quieras.
Oriana lo hizo. Estiró una de sus manos y apretó la teta derecha de Mariela. La sintió tibia y blanda, pero a la vez con cierta rigidez en el final. Una vez más su corazón se aceleró, aunque en esta ocasión ya no se sintió tan culpable.
De pronto una fuerza irrefrenable surgió del fondo de las entrañas de Oriana. Sin saber por qué, se lanzó hacia adelante y le dio un fuerte chupón a uno de los pezones de su profesora. Luego su lengua comenzó a moverse en círculos, alrededor del endurecido pezón. 
Casi tan rápido como empezó, ella se apartó y miró a Mariela con las mejillas rojas otra vez. Ya no quedaba ni rastros de su palidez natural. Toda su cara parecía un tomate. 
―Ay… perdón… no sé por qué hice eso.
―Nada de pedir perdón, nena ―dijo Mariela, con una amplia sonrisa―. Me encantó que lo hicieras. Se sintió muy bien. 
―Gracias, pero… no está bien. No puedo hacer esto… y menos con mi profesora. Lo siento ―se apartó de Mariela―. Mejor me voy. No quiero terminar haciendo algo de lo que después me arrepienta.
―Está bien. Y no te des tanta manija con esto. No pasó nada malo. Así que tranquila. 
―Voy a hacer lo posible por no mortificarme tanto, pero dudo mucho que lo consiga. Gracias por todo. ¿Me abrís la puerta?
―Claro. Vení a visitarme cuando quieras… o escribime al celular, ya tenés mi contacto. Tenemos muchas cosas de las que charlar. Me gustaría ser tu amiga.
Mariela le dio un cálido abrazo antes de despedirse. A Oriana se le hizo raro sentir las tetas desnudas de su profesora apretándose contra las suyas, pero aún así el abrazo le gustó mucho y lo correspondió con la misma calidez. 
Mientras caminaba de regreso a su casa grabó un mensaje de audio para sus compañeras del club de detectives:
―Chicas, tenemos que hablar. Conseguí el dato que me pidieron. Ya sé cómo se llama la página web. Pude averiguar un montón de cosas interesantes… y lo más importante, es que mi teoría de que reclutan a alumnas del instituto para grabar porno es cada vez más fuerte. Tenemos que conseguir acceso a esta web… y no va a ser fácil. Alguna va a tener que sacrificar todos sus ahorros. Conmigo no cuenten para eso. Lo siento, pero el poder financiero no se encuentra entre mis cualidades. Les mando un beso grande, y gracias por aceptarme en el club, la estoy pasando de maravilla con esta investigación.

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