Debo confesar que mi primera relación sexual con un cadáver me resultó algo incomoda. Creí que con ello mi obsesión pararía, pero no fue así.
Poco después, y como allanando la manía, me empecé a preguntar si no era el rostro desfigurado del cadáver, o la terrible y griega que había sobre el pecho, cosido como si fuera un matambre, eran lo que me habían hecho perder ese interés. Pero, juro, me quedaron las ganas de reintentar hacerlo de nuevo, eso sí, con un cadáver que reuniera condiciones más adecuadas para ello.
Así que volví a frecuentar a Guillermo en la cochería porque siempre se quedó preocupado por haberse quedado dormido ese día, luego me preguntaba si había tocado el cadáver porque suponía que le había peinado el pelo y lo encontró desordenado.
Yo minimizaba sus dichos y trataba de irme por la tangente, un día hice como un enojo y tome distancia. Así que volví a Guillermo, le dije que era el pedo que siendo amigos no nos viéramos con mayor frecuencia y fue entonces que comencé a concurrir de nuevo en la cochería.
Mi plan era otro, era basado en la nueva modalidad de los velorios que dejan los cadáveres en su cajón de muertos y se van a dormir hasta el día siguiente, en donde proceden a cremarlos o enterrarlos según el gusto familiar a partir de la mañana inmediato posterior.
Cada entrada de un fallecido alteraba mi ritmo cardiaco, pero ninguno me parecía adecuado. Por lo tanto, y viendo las dificultades que enfrentaba aprendí con Guillermo a armar la mortaja, ya que si tuviera que bajar del cajón a alguno, debería estar entrenado para volver a armarlo adecuadamente para que nadie se diera cuenta.
En una de las tantas veces llega una mujer madura de unos 45 años pero de físico espectacular, eso comentamos con Guillermo mientras la lavaba sobre un mármol. Fue así que meticulosamente ayudé a mi amigo a prepararla dentro del cajón doblando la mortaja mientras él se disponía a aprestar todo el maquillaje.
Así fue que esta mujer quedó espectacular e seu rosto níveo era realmente excitante. Não via a hora de que fechasssem a sala velatoria e fossem embora, como para a hora marcada, escondi-me atrás da colunata da sala e preparei-me para ficar sozinho com essa preciosura. Ardía em chamas ao vê-la nua e tratar de penetrá-la. Quando passou o tempo e ficamos juntos com uma luz tétrica média, desarme a mortalha meticulosamente e fiz seu corpo nu cair no chão. Confesso que me custou um pouco de trabalho. Já que me dei conta que teria que lidar com o rigor mortis. Tentei abri-la de pernas para penetrá-la e suas pernas eram duas varas de ferro fixas, o que foi impossível para mim. Pensei em quebrar sua cintura para alcançar meu objetivo, mas me pareceu um ato de degradação do cadáver e que pudessem notar que estava fraturado e acusar meu amigo Guilherme de acomodá-la no caixote sem cuidado algum. Não pude, sinceramente não pude, essa vez vencida todas as barreras do asco, estava em condições de lograr, mas não posso por razões alheias ao meu desejo. Me masturbei e descarreguei meu sêmen sobre o corpo inerte daquela amada imóvel. A voltei a colocar no caixote e acomodei-a com delicadeza a mortalha. Voltei-me a deitar na colunata onde dormitei um pouco. O cheiro das flores no ambiente fechado me oprimiu. Quando se encheu de gente, incorporei-me do meu esconderijo e pus-me com os dolentes enquanto selavam o caixote. De lá me fui pela porta principal tratando de não cruzar com meu amigo essa hora é inabitual. Sigo pensando em lograr, ninguém vai parar.
Poco después, y como allanando la manía, me empecé a preguntar si no era el rostro desfigurado del cadáver, o la terrible y griega que había sobre el pecho, cosido como si fuera un matambre, eran lo que me habían hecho perder ese interés. Pero, juro, me quedaron las ganas de reintentar hacerlo de nuevo, eso sí, con un cadáver que reuniera condiciones más adecuadas para ello.
Así que volví a frecuentar a Guillermo en la cochería porque siempre se quedó preocupado por haberse quedado dormido ese día, luego me preguntaba si había tocado el cadáver porque suponía que le había peinado el pelo y lo encontró desordenado.
Yo minimizaba sus dichos y trataba de irme por la tangente, un día hice como un enojo y tome distancia. Así que volví a Guillermo, le dije que era el pedo que siendo amigos no nos viéramos con mayor frecuencia y fue entonces que comencé a concurrir de nuevo en la cochería.
Mi plan era otro, era basado en la nueva modalidad de los velorios que dejan los cadáveres en su cajón de muertos y se van a dormir hasta el día siguiente, en donde proceden a cremarlos o enterrarlos según el gusto familiar a partir de la mañana inmediato posterior.
Cada entrada de un fallecido alteraba mi ritmo cardiaco, pero ninguno me parecía adecuado. Por lo tanto, y viendo las dificultades que enfrentaba aprendí con Guillermo a armar la mortaja, ya que si tuviera que bajar del cajón a alguno, debería estar entrenado para volver a armarlo adecuadamente para que nadie se diera cuenta.
En una de las tantas veces llega una mujer madura de unos 45 años pero de físico espectacular, eso comentamos con Guillermo mientras la lavaba sobre un mármol. Fue así que meticulosamente ayudé a mi amigo a prepararla dentro del cajón doblando la mortaja mientras él se disponía a aprestar todo el maquillaje.
Así fue que esta mujer quedó espectacular e seu rosto níveo era realmente excitante. Não via a hora de que fechasssem a sala velatoria e fossem embora, como para a hora marcada, escondi-me atrás da colunata da sala e preparei-me para ficar sozinho com essa preciosura. Ardía em chamas ao vê-la nua e tratar de penetrá-la. Quando passou o tempo e ficamos juntos com uma luz tétrica média, desarme a mortalha meticulosamente e fiz seu corpo nu cair no chão. Confesso que me custou um pouco de trabalho. Já que me dei conta que teria que lidar com o rigor mortis. Tentei abri-la de pernas para penetrá-la e suas pernas eram duas varas de ferro fixas, o que foi impossível para mim. Pensei em quebrar sua cintura para alcançar meu objetivo, mas me pareceu um ato de degradação do cadáver e que pudessem notar que estava fraturado e acusar meu amigo Guilherme de acomodá-la no caixote sem cuidado algum. Não pude, sinceramente não pude, essa vez vencida todas as barreras do asco, estava em condições de lograr, mas não posso por razões alheias ao meu desejo. Me masturbei e descarreguei meu sêmen sobre o corpo inerte daquela amada imóvel. A voltei a colocar no caixote e acomodei-a com delicadeza a mortalha. Voltei-me a deitar na colunata onde dormitei um pouco. O cheiro das flores no ambiente fechado me oprimiu. Quando se encheu de gente, incorporei-me do meu esconderijo e pus-me com os dolentes enquanto selavam o caixote. De lá me fui pela porta principal tratando de não cruzar com meu amigo essa hora é inabitual. Sigo pensando em lograr, ninguém vai parar.
3 comentários - Mais da minha obsessão pelos zumbis