La noche en la que tía llegó a Estados Unidos fue más intensa de lo que cualquiera de los dos imaginó. Había pasado años sin verla, y cuando apareció en la puerta de mi departamento con su maleta y esa sonrisa que tanto extrañaba, supe que la noche sería especial.

Mi mamá me pidió que reciba a mi tía acá ya que en Ecuador la situación estaba complicada, no había empleo y todo estaba feo por las bandas y los asesinatos que había en la ciudad. Mi tía tiene dos hijos así que venía por el sueño americano a ver si podía desde acá mantener a sus hijos y sacarlos adelante.

Yo tengo 28 años soy un joven responsable que no toma mucho y no sale demasiado, no tengo ningún vicio así que soy un hombre de bien. Mi tía por otro lado tiene 35 años es de tez un poco morena con tetas pequeñas y un culo regordete.

Yo alquilo un estudio así que la sala y la habitación son en el mismo lugar. Tengo mi cama y un mueble ahí y pensaba que mi tía podría dormir en la cama y yo en el mueble. Yo tenía una botella de whisky que había comprado para algún evento especial así que después de saliera de bañarme me pregunté si quería tomar un poco para celebrar que llego con bien.

Ella acepto.
Abrimos la botella de whisky y brindamos por el reencuentro. Al principio, la conversación giraba en torno a recuerdos familiares, pero a medida que las copas se vaciaban, el ambiente cambió. Las luces y la música de fondo crearon una atmósfera íntima, entonces ella dijo. Te gusta el reguetón pon algo de reguetón. Yo acepté y puse algo de perreo sucio. En cuanto el reguetón empezó a sonar mi tía se levantó con una sonrisa traviesa y me extendió la mano.
No pude negarme. Yo estaba con un boxer tipo pantaloneta que es lo que uso usualmente para dormir y mi tía estaba solo con una licra azul con dibujos y una blusa negra. Empezamos a bailar primero de frente pero en el calor del momento ella se viró y puso sus manos sobre el mueble dejando a mi merced ese culo redondo y perfecto.

Sin dudarlo la agarré de la cintura y empecé a masajear mi verga en medio de ese culo, nose si eso la éxito porque a esas alturas era obvio que ella sentía lo duro que estaba. Al principio, solo era un juego, una forma de seguir la euforia del momento, pero llegó un momento en que ella volteó su mirada y se mordió los labios. En ese momento me di cuenta que la línea entre lo inocente y lo prohibido se desdibujó.

Con un tono sucio y desvergonzado ella dice: "Hace mucho que no bailaba con alguien que lo tenga tan grande" Su voz tenía un matiz distinto, uno que no podía ignorar.
El alcohol y la música se mezclaron con el deseo, y en un instante, nos dejamos llevar.
La sala se convirtió en testigo de un deseo que se había estado gestando en lo más profundo, y cuando finalmente nos rendimos a él, no hubo espacio para dudas ni remordimientos.
La madrugada nos sorprendió cogiendo como dos animales en celo, con los latidos aún descontrolados y el eco de la música que continuaba sonando. A pesar de que el efecto del alcohol estaban desapareciendo ella no paraba de brincar en mi verga mientras repetía. “Te gusta sobrino?” “Te gusta enterrarle la verga a tu tía?”

Después de unos minutos le dije que iba a acabar ella se precipitó a mamarme la verga para que acabe en su boca y así fue. Se bebió cada gota y dejó ml verga brillando de limpia. Al terminar me miro con una sonrisa pícara y dijo: "Supongo que el reguetón hizo lo suyo,"

Fui un momento al baño y al regresar la encontré dormida con la licra aún abajo y pude tomar estas hermosas fotografías.
A la mañana siguiente mi tía se estiró entre las sábanas, su mirada fija en mí, como si intentara descifrar en qué momento habíamos cruzado esa frontera. No dijimos mucho, porque algunas cosas no necesitan explicaciones. Solo sabíamos que esa noche quedaría grabada en nuestra memoria, aunque el mundo entero dijera que jamás debió ocurrir.